lunes, 6 de junio de 2011

La Historia del Pueblo Bubi - Quinto Capítulo y Sexto Capítulo

                                                                 QUINTO CAPÍTULO

Muerte y entierro

En agravándose el estado del enfermo, se consulta al brujo más famoso de las cercanías. Este hace sus sortilegios; con su calabacita adivinatoria ostentación aparatosa, se sienta en su taburete, toma dos piedras muy lisas y redondas y se empeña en asentar una sobre la otra. Si consigue su intento, señal cierta en que el enfermo recobrará la salud y lo contrario es indicio infalible de que morirá de aquella enfermedad.

Cuando entra en la agonía todos los amigos y parientes cercanos se colocan sentados alrededor del moribundo observando un riguroso silencio. Al dar el postrer suspiro salen de la casa tumultuosamente las mujeres prorrumpiendo en alaridos, gritos y lloros desesperantes. Las muestras exteriores de dolor por la muerte de alguno de la familia en las mujeres son grandes y manifiestas, más pocas veces son reales y sinceras. En este punto en los hombres se ve más sinceridad.

Tan luego como ha expirando, unos se quedan en casa para lavar el cadáver ungirlo con ndola, y terminado esto lo exponen encima de una tabla; otros van inmediatamente a abrir la sepultura y otros parten a dar aviso a los miembros de la familia que viven en otra parte. El bubi en general entierra lo antes posible a sus difuntos de forma que a las veces el cadáver, no permanecía en casa, ni una hora siquiera.

El cadáver al ser llevado al sepulcro no puede salir por la puerta de la casa ni pasar por la vía o camino público, ni por los arcos que suele haber en las entradas de los poblados. Para sacar el muerto de la casa solían derribar parte del muro de la misma y se encaminaban al cementerio por caminos privados sucios y abandonados. Algunos del acompañamiento fúnebre llevan unas campanillas de madera, las que hacen sonar constantemente hasta el final del entierro. A estos llaman beoléolè esto es, gente que causa ruido. Estaban en la creencia que el alma del difunto está constantemente alrededor del cadáver y le sigue hasta que está depositado en la sepultura y enterrado, después de lo cual sigue por una temporada vagando por los lugares donde moró el finado y acostumbra molestar a los vecinos del poblado. La razón pues porque llevar a enterrar a algún difunto, no sacan el cadáver por la puerta de la casa y lo llevan por diferente camino y van los beolèolé haciendo ruido con que espantan el alma del finado, es para despistarlo a fin de que no conozca el camino que conduce al poblado y le sea difícil volver a la casa donde habitó. Esta es también la razón de que algunas familias abandonen la casa donde ha vivido el fallecido y levanten otra lejos de la anterior. La ventaja es que como la construcción es de nipa y calabó ( vegetal) es fácil efectuarlo y no costoso.

Las mujeres y los niños no acostumbran acompañar el cadáver hasta la sepultura. Esta tenía antiguamente la forma ovalada y depositaban el cuerpo en esa postura. Lo colocaban de lado, mirando a occidente, dobladas las rodillas sobre el vientre, la cabeza inclinada sobre el pecho y los brazos cruzados sobre el mismo o estirados metidos entre los muslos; porque dicen que la misma postura que el hombre guarda en el seno materno ha de guardar en el seno común de la tierra madre. Encima de la sepultura plantan algún árbol preferiblemente el iko que tiene la virtud de ahuyentar los espíritus de los finados y la cercan con piedras o con palitos. Pasados algunos días los principales de la familia van a preguntar al mismo difunto por el medium del brujo principal del lugar ¿ Quién lo mató? ¿En donde está? Y si ¿ Goza o padece? Ellos aseguran que responde la misma persona muerta y con la misma voz que tenía cuando vivo. A veces responde que lo mató alguna de sus mujeres o algún enemigo declarado personal o de toda la familia. Otras dice que se encuentra entre los individuos de su familia fallecidos anteriormente y que vive feliz con ellos. Algunos responden que están en tinieblas que están cabeza abajo y que padecen tormentos tan atroces que no saben explicar.

Conocido ya el lugar en donde está el difunto y quién le quitó la vida, se reúne de nuevo toda la familia del finado y el más antiguo o anciano de ella comienza por hacer una breve conmemoración del difunto, alabando y ponderando sus buenas cualidades y recordando los hechos más señalados de su vida. Luego declara la última voluntad y reparte los bienes que dejo entre los supervivientes de la misma familia, quedando excluidos de esta repartición las esposas del finado y todos sus hijos menores. Finalmente manifiesta sus deseos de que la muerte de su común pariente sea vengada y determina los medios de que se han de valer para la venganza y se disuelve la asamblea.
No todos los poblados tienen su cementerio, sino que cada comarca o distrito, aunque conste de muchos pueblos, tiene un cementerio común. Esto singularmente acontece en las comarcas del Sur, pero cada categoría social tiene su propio lugar, y uno es de los baita nobles y otro de los babala plebeyos y el de los baema vinateros es distinto de los babema cazadores y el de los boome pescadores. Los cementerios de los adultos acostumbran estar muy apartados de los poblados, al revés de los niños. Los hijos abortivos y las secundinas de los recién nacidos los entierran dentro de la propia casa.

El bubi suele tener mucho miedo y hasta horror de visitar los sepulcros de sus antepasados. Voy a dar un ejemplo. Allá por los años 1898 llegó a Batete una niña enferma procedente del Colegio de Basilé. Al enterarse de su llegada la madre de la misma que vivía en Ratcha de Batete, vino enseguida por ella. Nos opusimos a que se la llevase en aquel estado, que era gravísimo; mas aprovechando un descuido nuestro cargó con su hija y huyó con ella al monte pensando con sus cuidados devolverla la salud. Sin embargo al arribar al primer barrio del poblado, se dio cuenta que la niña había fallecido en sus brazos. La enterraron según sus usos y costumbres. Informado yo de tan lamentable desgracia, subí pasados algunos días, para bendecir la sepultura. Pedí al padre de la niña muerta me indicase el lugar donde estaba enterrada, pero el buen hombre resueltamente se opuso a ello, alegando que le era imposible volver a ver el sepulcro de su hija. Después de un pequeño altercado entre él y yo, se levanta frenético y como desesperado y me dice secamente: Sane una, sígame Vd. Tomó el hombre un paso tan acelerado que, ciertamente me cansé siguiéndole, con gozar entonces con la energía de mis 28 años. Nos internamos e un palmeral muy poblado y al llegar a la distancia de 20 metros del sepulcro de su hija, plantose el hombre, rehusando dar un paso más y señalándome el lugar me dice: Halé halei e`elehomí, allí está su sepulcro. Acérqueme al punto señalado y advertí que había juntas tres sepulturas recientes. No pudiendo distinguir cual era de las tres le rogué fuera más explícito. Hizo un gesto de desagrado, vino desaforadamente a donde yo estaba, dio una fuerte patada encima de una de las sepulturas diciendo: Hanoi a chineró, aquí está enterrada , y huyó de allí como alma que lleva el diablo.

CEREMONIAS A LA MUERTE DE UN BOTUCO DE DISTRITO
Puede  afirmarse que el bubi primitivo carecía de lecho para descansar y dormir. Se reducía a una desnuda y mal labrada tabla de 1,50 ms. De largo por 0,50 ms. de anchura; para almohada un tronco tosco y en su defecto el brazo d lado que yacía. La cama solían colocarla en la posición de un plano algo inclinado, acostándose sobre ella con las rodillas encogidas para evitar que las piernas y los pies descansasen sobre el frío y húmedo suelo. No usaban ningún abrigo; y para librarse de las molestias de los mosquitos y de la frialdad de las noches, acostumbraban tener en la habitación dormitorio grandes troncos encendidos, que atizaban cuando el fuego se amortiguaba, los que no les defendían enteramente del frío, pues mientras se calentaban de un lado, se enfriaban del otro. Sin embargo sobre estas camas el bubi descansaba tan a gusto como el más regalón sobre colchones de plumas. En tales camas he pasado incontables noches. Esta era la cama común para todos, salvo una pequeña diferencia que se hacia con los botucos superiores en las enfermedades graves.

En los últimos años del reinado del Gran Moka vivía yo en Musola, y con frecuencia subía a los llanos de Riappa, a los que los misioneros españoles en recuerdo de aquel respetado jefe dieron en llamarlos "los valles de Moka". Me hospedaba siempre en su Rijata o palacio real; yo le llevaba siempre algunos regalos de tabaco, telas y alguna botellita de licor de café y él correspondía con patatas y gallinas. Con estas visitas fueron estrechándose más y más nuestras relaciones.

Aconteció que Moka enfermó de alguna gravedad y mandó llamarme. Acudí al momento, anúncieme y se presentó su segundo, el cual me guió a las habitaciones reales. Para llegar a ellas hube de salvar por medio de escaleras muy primitivas tres vallas de troncos de helechos, atravesar por tortuosos callejones todo el gran serrallo del temible Señor, en el cual entre esposas y concubinas estaban encerradas unas sesenta mujeres de todas edades, y en el centro de aquel pueblo de cabañas, pues cada mujer tiene casa propia, se distinguía la habitación real que por su anchura y capacidad indicaba ser la de un poderoso. Inclíneme para entrar, porque la puerta no permitía entrar recto, y en un rincón presentose ante mis ojos ofuscados la silueta de un anciano venerable de formas regulares y hercúleas, casi enteramente desnudo, con la cabeza toda clava, salvo un pequeño cerquillo de pelos completamente canos, sentado sobre dos pieles de venado y reclinando su espalda y cabeza sobre el vientre y pecho de una mujer relativamente joven, de proporciones bastante correctas, de mirada modesta y vergonzosa y vestida con el ropaje que usaba Eva antes del pecado.

La ley bubi prescribía a los botucos principales que una de sus mujeres había de andar siempre enteramente desnuda; como yo mismo lo comprobé en mis frecuentes visitas a sus poblados. Salúdele y en contestación díjome: Mbateri bue ajo, me robba roomo, nko vetahela ala o a bbiñe melesi, m`o ñoki kuma, na mahu morómórò. Padre está ya aquí, yo estoy enfermo y le he llamado para que me dé alguna medicina si tiene y también de aquel licor tan bueno. Le di la medicina que pedía y media botella de licor de café.

De esta enfermedad no murió Moka, sino que todavía vivió un par de años sano y robusto. El lecho de un jefe principal en sus enfermedades graves, no es una tabla tosca y mal labrada, sino que en el regazo o seno de una de sus mujeres las cuales se van relevando de tiempo en tiempo en tan incómodo y pesado trabajo, hasta que el jefe entra en franca mejoría o expira en los brazos de una de ellas.

En la muerte y entierro de un jefe se observa sustancialmente todo lo que dijimos de la muerte y entierro de los particulares; pero con mayor solemnidad y aparato y se añaden algunas cosas que no se practican con los demás

En acabando de expirar un jefe de distrito se despachan correos a todas partes para poner su fallecimiento en conocimiento de todos sus subalternos y de los que de derecho han de asistir a su entierro y funerales. Todos procuran acudir llevando cada cual una cabra como muestra y reconocimiento de estima y vasallaje. A este presente llaman Kakobori.

Reunidos todos los que según costumbre deben presentarse, el más anciano da las órdenes oportunas, las que puntualmente son ejecutadas. Unos abren un camino ancho y espacioso desde el poblado al cementerio de los jefes, que suele estar muy lejos y apartado, otros parten para cavar la sepultura, para lo cual hacen dos grandes y profundas excavaciones a dos metros de distancia una de la otra. Entre ambas excavaciones practican una cavidad subterránea o túnel en el cual colocan su cadáver. Aquellos van al bosque vecino por un tronco seco y hueco, al que denominan ribedde, ribende o ribette y el cual servirá como tambor, al son del cual por varios días consecutivos y por dos veces, una a la salida del sol y otra a la puesta, se recitarán los hechos más señalados y gloriosos del finado. Estos se quedan en casa para lavar, ungir con ndola, vestir y adornar el cadáver con los atavíos e insignias correspondientes a la categoría del muerto. Concluido el lavado y aderezo del cadáver, lo colocan sentado sobre una tabla con la espalda reclinada a la pared y a su mano derecha ponen el bastón de mando; luego para ahuyentar las moscas encienden a cada lado del cadáver dos fogatas que produzcan mucho humo o llama. Con este medio dicen ellos que puede permanecer insepulto por muchos días sin señales de corrupción.

El cadáver acostumbran tenerlo de cuerpo presente cinco o seis días y en todos ellos lo ungen de ndola. Mientras permanece insepulto todo el pueblo guarda religioso silencio, únicamente interrumpido las dos veces dichas para cantar sus hazañas y hecho heroicos al compás de los sones que produce el tronco hueco, herido con palos cortados a este propósito. Al quinto día, estando todo el pueblo reunidos, uno de los ancianos ya de antemano designado por el mismo difunto antes de morir, a grandes voces llama al muerto con su propio nombre, el cual después de un largo rato responde con la idéntica voz que tenía en vida, pero algo cavernosa y como de persona que está muy lejos.

Terminada esta ceremonia y antes de sacarlo de la casa, matan una cabra derramando la sangre sobre el cadáver, extraen de la piel de la misma una tira de un metro de larga por quince centímetros y se la atan a la cintura a guisa de banda de general; lo sacan de la casa, pero no por la puerta conforme ya se anotó y lo colocan sobre un lotambo loe tehumbo o parihuela de troncos de helecho con sus tres varas paralelas.

El mismo Batuco en vida señala quienes habrá de transportar su propio cadáver al cementerio y esos únicamente podrán y deberán cargar con él. Desde casa al lugar de la sepultura hacen más o menos estaciones o paradas, según la distancia y en cada una de ellas sacrifican una cabra, con cuya sangre bañan el cadáver. Llegados al sepulcro varios hombres bajan a ambas hoyas reciben el cadáver y lo introducen en la excavación subterránea . Lo colocan en esta postura; sentado encima de un taburete artísticamente labrado, reclinado de espaldas a la pared, dobladas las rodillas, cubiertas sus partes con una piel de mono, el más primitivo traje bubi, llevando sobre la cabeza un bolota o gorra de gran señor y empuñando con su derecha el mochumbo o vara de jefe. En otras ocasiones guardaba esta otra postura: en lugar de taburete lo sentaban en la popa de un pequeño cayuco construido ad hoc y en vez de vara de jefe empuñaba el kapi o remo de cayuco en ademán de remar y de gobernar el timón. Con este simbolismo se intentaba expresar que así como los botukus de los diferentes distritos o subtribus fueron los que dirigían las embarcaciones al venir a Fernando Póo, así también ellos han de ser los que marquen el rumbo para conseguir la prosperidad y felicidad en esta vida y en la venidera.

Colocado el cadáver en el subterráneo de la manera dicha lo purificaban rociándolo todo con la sangre de una nueva cabra, tapaban ambas bocas del túnel con pellejo de búfalo, ramas y estacas de forma que al rellenar las hoyas no penetrase tierra y manchase el cadáver. De aquí el proverbio entre ellos Eleppe eo botuku e ta sieò bitoko: al cadáver del jefe no le toca la tierra. Rellenados ya los hoyos sacrifican la última cabra en honra sal sepultado, derramando la sangre sobre la superficie de la sepultura, la rodean de palos vivientes y a su cabecera plantan el árbol iko o una palmera.

La razón principal porque el bubi ofrece tantas víctimas en la honra de un botuku y baña su cadáver con la sangre de ellas es para aplacarle y no vuelva con ira del otro mundo para atraer sobre su pueblo infortunio y calamidades.

Concluidas las ceremonias de entierro se vuelven todos al poblado pasando unas tres semanas sin poder trabajar. Durante estas vacaciones hacen inventario de todos los bienes del finado, el más anciano reparte entre los parientes más próximos , excluyendo siempre las mujeres e hijos del botuku muerto y ponen término a todo con un solemnísimo banquete fúnebre a costa de los bienes del difunto, en el cual derrochan en abundancia ñames, carne de cabra y ante todo licores de todas clases. Al jefe por muy principal que sea, no lo heredan inmediatamete, ni en su dignidad, ni en sus bienes sus propios hijos, sino el más anciano de la familia. Así pues, al morir el jefe supremo de los bubis Moka, le sucedió Ebuera, alias Sas, que era el más viejo, y al fallecer éste en el hospital de Santa Isabel, sucediole el hermano de Moka que es el actual Mochuku moe Riabba, el degenerado Malabbo muy semejante en la presencia, modales y costumbres de su hermano mayor, Moka. Todavía viven muchos hijos del gran Moka pero están mezclados entre gente del pueblo y en nada son tenidos, hasta que llegue el tiempo de ocupar el trono de su difunto padre. Cuando en vida el jefe abusó repetidas veces de sus omnipotentes derechos y autoridad, procurando únicamente sus bienes y goces privados y descuidando enteramente la prosperidad de su pueblo, antes irritándole con vejaciones y leyes despóticas y tiránicas, a su muerte el pueblo supo vengarse. He dicho omnipotentes, pues realmente los derechos y privilegios que en los tiempos primitivos gozaban los jefes bubis se pueden llamar así. Todo el pueblo estaba en el deber de abrir y cultivar las fincas de ñames del jefe, todos los días estaban obligados a ofrecerle calabazas de vino de palma, cuando pedía cabras tanto fueran para su goce privado como para el bien común, estaban en la obligación grave de entregárselas, podía poner multas por capricho, sin que nadie osase quejarse; gozaba del derecho de desflorar a todas las doncellas que se le antojase, sin atreverse nadie, ni los padres de la muchacha, ni su prometido a futuro esposo a resistir, ni aún a protestar. Baste decir que todos los bienes comunes y de los particulares se consideraban y se tenían por bienes propios del jefe, de los cuales podía disfrutar, siempre que quisiese. hoy en día carecen ya de semejantes derechos por temor de que los particulares se quejen al Gobierno Español, como ha acaecido más de una vez.

Aunque fueran tales derechos de los jefes, como eran muy gravosos para el pueblo, que los sufría y soportaba como esclavo, si hacia frecuente uso o abusaba de los mismos el pueblo se vengaba a su muerte negando todos los honores a su cadáver y en el canto del ribedde o molelo en lugar de celebrar su buena memoria, sus hazañas y hechos señalados de su reinado, se volvía contra el difunto todavía en cuerpo presente con vituperios, baldones, imprecaciones, maldiciones, insultos y palabras gruesas, con rabia y sed de venganza. No le ofrecían víctimas de cabras ni lo bañaban o purificaban con sangre; lo enterraban en un lugar muy lejano de los poblados y separado de los demás como a persona indigna. Enterrado un jefe execrable y abominable la gente levantaba los pueblos y casas y se trasladaban a otra parte, huyendo de la mala influencia de su condenado espíritu.

El canto del molelo es muy largo; por esto únicamente pongo aquí el comienzo conforme lo oí en Boloko " Tche kuma, cho elela, puliñoe, to lo bita lo molèlo chi molélo mo ribedde. To bitchole , to bitchole, to bitcholèèèé." Inmediatamente siguen las alabanzas o vituperios, según los merecimientos del muerto. Su canto es muy acompasado y a grandes gritos : su traducción literal es como sigue: Pueblos todos, nosotros os llamamos, venid, os esperamos a celebrar el molelo, pero no es un molelo sino una cuba. Abramos, abramos, abrámoslááá.

VIUDEZ DE LA MUJER
La ley y la costumbre bubis imponen precepto grave y riguroso a toda mujer cuyo marido legítimo ha fallecido de permanecer viuda y llevar luto durante un año entero. Le ley en general y absoluta, tanto que simplemente por tener el varón derechos futuros sobre la mujer, aunque jamás convivieran, y si en algún tiempo convivieron , después por cualquier causa se separaron o divorciaron y desde el divorcio hayan transcurrido largos años; por más que ambos se odiaran mutuamente y el uno viva en el extremo meridional de la isla y el otro en el septentrional, tan luego como la mujer viene en conocimiento del fallecimiento de su verdadero esposo, está en el deber grave de volver al poblado del difunto y observar fiel y exactamente los ritos y ceremonias manadas por el protocolo. Además la ley prohíbe a la viuda que cumpla con las predichas costumbres en el paraje que vive actualmente y por esa prohibición se ve forzada a volver a la casa que abandonó en la cual con el tiempo, si la muerte no lo estorbara, le fuera forzoso entrar y morar.

En el cumplimiento de esa ley son todas las viudas muy exactas y puntuales, por la creencia en que están de que su difunto esposo desde la región de los muertos está expiando todas sus acciones y de que con la muerte ha alcanzado un poder poco menos que omnipotente para castigar con las calamidades más espantosas los desacatos que las personas en vida pe pertenecieron.

Los deberes de la viuda son:

1º Permanecer recluida en la casa del difunto marido por espacio de veinte días cabales.

2º A lo siete días de su encierro forzoso, cortarse el cabello de la cabeza y depositarlo en un cestito , despojarse de los vestidos y de todos sus adornos y mantenerse casi desnuda con un sencillo delantal de diez centímetros de ancho por veinte de largo sujeto en el bajo vientre por medio de una fibra extraída de la palma.

3º Pasados los días de encerramiento bajar a la playa; en la que desemboque el río principal o más importante de la región para tomar un baño general con el cual se purifican de las inmundicias legales contraídas durante el tiempo que estuvo bajo la ley o yugo de su marido y arrojar los cabellos cortados en la desembocadura del río.

4º Morar durante otra veintena de días con sus noches, a la vuelta de la playa, en un lopando o choza abierta a los cuatro vientos, levantada a las afueras del poblado y junto a la vía pública.

5º Al final de su permanencia en la choza, volver de nuevo a la casa del difunto y allí su natural y legítimo sucesor la viste de luto riguroso o mejor el traje de viuda por el cual ha de ser de todos conocida como tal.


El vestido de luto o traje de viuda se reduce primero a pintarse todo el cuerpo con una tierra arcillosa de color ceniciento con un tinte de amarillo; luego a ponerse las tuuba. Las tuuba son unos tejidos de esparto de diez centímetros de ancho, que llevan sujetos a manera de ligas alrededor de las piernas y junto a las rodillas; o en el antebrazo a guisa de brazalete, o atados en lo alto de los brazos muy cerca del nacimiento de los mismos. Finalmente en la cintura lleva una faja o banda algo más ancha y de idéntico tejido, y de la cual pende un manojo de hierbas por la parte delantera que sirve para cubrir su modestia.

Ataviada con este ropaje tan sencillo y singular persevera todavía por dos días en la morada de su difunto esposo, trascurridos los cuales la abandona para siempre, y con la cabeza rapada y desnuda llevando encima de ella una cestita para depositar y conservar las limosnas o regalos que le hagan y hermoseada por la arcilla cenicienta y engalanada con las tuuba, cinturón y manejo de hierbas antes descritos, sale a recorrer mundo y andar por donde le plazca, hasta el término del luto. Desde ese momento es libre de ir donde quisiere y hacer lo que se le antojare.

Puede prestar sus favores al varón que le gustare, sin que se le tenga por deshonrada, ni nadie tiene derecho alguno para pedirle explicaciones, sin embargo el varón que recibe los primeros favores de una viuda, aunque después quisieran convivir, la ley y costumbres se lo vedan. Nadie se atreve a contravenir esta ley, porque están en la certidumbre de que ambos tendrían una muerte prematura infligida por el alma del difunto.

La viuda en todas partes es muy bien recibida y todos los hombres la colman de atenciones, para ganarla y concluido el luto vuelva a su casa para vivir con ellos. La viuda aunque haya acabado el tiempo de luto, permanece eternamente viuda, y así no le será lícito volver a contraer matrimonio verdadero y legítimo según los usos y costumbres bubis.

Podrá juntarse y convivir con un varón, pero jamás será considerada como legítima esposa, sino como una simple concubina o amiga, y aún los hijos que tenga de esta segunda unión no serán suyos ni de su varón actual, pues la ley bubi les niega los derechos naturales que les da la misma naturaleza y los traspasa al heredero legítimo y forzoso del primer matrimonio de la mujer, por reputarse la segunda unión ilegal y sin ninguna fuerza y únicamente permisión, condescendencia de la misma ley. Así la viuda puede separarse o abandonar al varón con que vive actualmente, y este no tendrá ningún derecho a reclamar o pedir razón de la fuga, aunque de su unión pasada hayan nacido muchos hijos los cuales habrán de quedar y permanecer bajo la tutela de la familia del primer hijo que tuvo con su legítimo esposo.


A G R I C U L T U R A

Aseguran los agrónomos y con mucha razón, que la agricultura es la más benéfica y difícil de las artes y madre de todas las industrias. Otros elevándola de categoría afirman que es ciencia; pero una ciencia que pide mucho estudio, reflexión, seriedad y atención, pues bien, quien haya vivido algún tiempo entre los bubis habrá visto su atento y cuidado en la manera de cultivar el ñame en sus variedades y la malanga, que son casi las únicas plantas que cultivan, y en el esmero y trabajo que ponen en ello, se convencerá ciertamente que el bubi posee con bastante perfección esta ciencia o arte.

El bubi de otros tiempos no cultivaba árboles o plantas de mero lujo o adorno, ni puro regalo o placer, y así no son árboles y plantas que pertenezcan a la agricultura bubi, el naranjo, el limonero, el aguacate, el papayo, el mango, la banana, etc. sino las palmeras (abila o mabila ) los plátanos (bakobè, makobè) las bananas manzana (bikobè, bindóko) las berenjenas (riepeppé, ribebbé, ribembé) los tomates africanos (lojiri, lochike) unos tomates muy diminutos (bokokòo, bosalasala, sipopo ) que los usan solamente para salsa en las comidas; una gran variedad de guindillas (tololo) de todos tamaños y todas a cual más rabiosas y picantes, empleadas como condimento y aperitivo, una infinidad de hortalizas o hierbas comestibles, unas cultivadas por las mujeres y otras que la misma tierras espontáneamente les ofrece, y que ninguna de ellas se parece a las que se cultivan e la Península.

Todas esas hierbas las emplean para sus guisos dándoles una sabor muy agradable sobre todas una muy fina y delicada a la que llaman en Batete bobotcha en Musola boja y koja en Basupú. Cultivan también con mucha solicitud un arbusto al que denomina bontola o bondola, con cuya hoja confeccionan una pomada de color rojo que distinguen con los nombre de ndola y ntola, la cual utilizan para adornar sus cuerpos y suavizar la piel, y con esto sienten placer y bienestar, se ven libres de muchos constipados, pulmonías y otras enfermedades cutáneas y de las molestas picaduras de los mosquitos y otros bichos. Por fin cultivan particularmente el ñame y la malanga que les sirven de pan.

Sabido es que el bubi importó y plantó la palmera en la Isla, la prueba está en que donde jamás hubo poblado bubi no hay palmeras (etetèbuella, etèddebola, etendèbola), y por el contrario en donde hay o en algún tiempo hubo pueblo bubi, abunda muchísimo la palmera. Se dirá que en Moka no hay palmeras, pero la razón es porque en aquellas alturas los racimos de aceitunas no llegan a madurar perfectamente, conforme las hay en Balachá, aunque sazonen las aceitunas, pero no con tanta perfección como en las zonas medias y costeñas más allí existe otra razón de la tal carencia de palmeras y es, que como las gentes de los poblados de Ombori son baitas o nobles y los de Balachá bamese, siervos o esclavos en general, y estos estuviesen sujetos en todo a aquellos, sin poder obrar nada contra el beneplácito o mandato de los de Ombori, estos los de Ombori tenían vedado a los de Balachá que tuviesen palmeras y tenían orden que únicamente se dedicasen al cultivo del ñame y malanga y a la caza.

Ahora que las leyes y costumbres bubis están muy relajadas, los balachás ya plantan palmeras en aquellas alturas, como se pueden ver en la misma orilla de la laguna Lombe o " Alsina" y más arriba del gran poblado de Relebó.

El bubi luego de plantada la palmera, casi la abandona, hasta que llegar a ser hábil para brindarle con su sabroso licor y ofrecerle el aceite necesario a su sustento. Es muy cierto que el bubi antes de plantar la palmera preparó el terreno destruyendo el bosque alto e intrincado, según se puede observar en todos los palmerales de la isla, en los cuales el bosque es regularmente bajo y bastante claro y accesible. Todas las familias bubis poseen sus palmerales recibidos en herencia de sus mayores perfectamente deslindados de otros ajenos, en los que suelen tener edificada una barraca o lotabbo, a la que designan con el vocablo esese, aceitera o loloá, molino, porque en ella se acostumbran generalmente moliendo la aceituna de la palma, prensar la masa molida y extraer y purificar el aceite de palma.

Planta también el plátano y el banano, pero ya se cuida más de él sino para coger el nutritivo fruto con que le convida. Las demás plantas de huerta corren al cuidado exclusivo de las mujeres, las cuales se esmeran en tenerlas muy limpias y cercadas con estacas para defenderlas de los animales.

EL ÑAME Y LA MALANGA

El cultivo del ñame es el más importante e interesante de la agricultura bubi, por cuanto es su principal alimento. En él toman parte todos sin distinción de edades sexos y clases. Nadie ignora que el ñame en la isla es planta anual, que la mayor parte del año ocupa la tierra y que requiere numerosos y variados trabajos y cuidados de su cultivo, en lo cual muestra el bubi una diligencia destreza y maña singulares.

Los trabajos preparativos de la plantación acostumbran comenzarlos tan pronto como asoma la estación seca, que es a mediados de noviembre.

Es de notar ante todo que como el bubi e antaño tenia terreno de sobras para sus plantaciones, pocas eran sus necesidades y además carecía de abonos para mejorar la tierra, todos los años mudaba su plantación de lugar dejando el otro terreno en barbecho o abandonado.

Para la preparación del terreno lo primero que hace es chapear o desbrozarlo (rijotcha) luego lo barre todo (rubori) dejándolo limpio como una plaza, amontonando toda la broza para quemarla (ritchoho) y haciendo la selección de las cañas buenas y enteras u otros palos, si no hay caña brava que ha de rodear el lugar (ribimbira) para fabricar el seto que ha de rodear la plantación.

La ley y costumbres bubis obligan a levantar una valla o estacada alrededor de la finca de ñames (eberi) para su defensa de los animales así domésticos como salvajes, y si alguno se atreve a contravenir a esta costumbre, la misma ley le niega el derecho de reclamación si alguna res ajena le destroza la plantación. Esta ley se funda en otra, que como los bubis no son pastores, sino agricultores, las reses domésticas, cualesquiera que ellas sean, van todo el día libres por donde se les antoje, sin ser vigiladas, y por la noche cada una vuelve a la casa de su dueño.

Construido ya el valladar dan principio al arranque a las raíces de las cañas (ribemba u o uja baho) . Esta operación la ejecutan tres o cuatro hombres armados de buenos palos, terminados en punta por ambos cabos, llamados i kette , que les sirven como de pico o azada para las labores del campo, formados en triángulo u cuadrado clavan profundamente los kette a los tres o cuatro lados de la raíz y haciendo palanca por el otro extremo, la arrancan de cuajo. Quitan la tierra que llevan consigo, las rompen en trozos (roopa) las colocan en líneas (moapa) poniéndolas hacia arriba para que no agarren de nuevo y el solo las mate.

Cada uno de los jefes subalternos de un poblado con todos los pertenecientes a su familia o en algún modo súbditos de él. Suelen en común llevar a efecto todos los trabajos arriba mencionados, esto es, preparar un mayor o menor extensión de terreno conforme a la plantación que intenten. Rematado el laboreo de preparación y antes de comenzar la plantación de la semilla (mohera baepa) dividen todo el terreno preparado en parcelas, cogiéndola cada cual mayor o menor según sea el número de semillas que tenga que plantar. En una plantación por muy grande que sea, es muy, conocer el número de sus propietarios contado las parcelas en que está dividida, porque en cada parcela las hileras de los ñames guardan diferente alineación.

Verificada la partición del terreno cada cabeza de familia comienza el trabajo de su parcela. Con el loette o azada bubi cavan la tierra, únicamente el lugar que ha de ocupar la semilla, dejándola muy mullida y esponjosa; luego con la mano remueven la tierra cavada y colocan la semilla. Los ñames acostumbran plantarlos a la distancia de un metro formando líneas perfectamente paralelas; de forma que al ver algo de lejos en los meses de mayo y junio una plantación de ñames en una ladera, fórmase uno la ilusión de divisar un viñedo.

A la tarea de plantación sigue el preparar las estacas (betola, metola) en las cuales se han de apoyar los tallos de ñame, para ello han de ir al vecino bosque a cortarlas, traerlas a la finca y clavarlas en el suelo junto al tallo (romo) y para que con facilidad se claven, las hacen terminar en punta.

Clavadas las estacas se ven precisados a volver al bosque para proveerse de bejucos de los cuales extraen las cuerdas (epette, mepende) las que atarán de una estaca a otra y en ellas descansarán y se enredarán las ramas de la planta, (o penda, o siela). Hecha esta operación cortan ramas de palmera (basala, masala) de donde sacan unos filamentos muy resistentes que atan con un cabo al tallo del ñame y por otro a la cuerda anterior que va de una estaca a otra(motombia) en los cuales entretejen (ripera, moóra) las ramitas procedentes del tallo de la planta. En estas faenas emplean toda la estación seca (tehokó).

A último de Junio cavan de nuevo y esponjan la tierra que está junto a la planta y si desean tener muchos ñames pequeños, practican con un cuchillo pequeñas incisiones en el bulbo (moena) enterrado a la cual operación llaman (richila y ripolela) y practican la primera cosecha de los ñames de junio, los que designan con el nombre de biolalo. Llegado este tiempo, todos los botukus principales acostumbran celebrar un pequeño banquete, matando algunas cabras (mbori e riolalo)y comiendo la carne con los primeros ñames. Desde ese momento abandonan enteramente la plantación de los ñames.

A finales de agosto viene la segunda cosecha a la que dan el nombre de ruta, y finalmente a mediados de octubre es el arranque o cosecha última y general que indican los vocablos bajóa, majúa y ripata. La forma y manera de arrancarlos es idéntica a la que tienen que arrancar las raíces de las cañas. Para depositar los ñames últimos construyen en el mismo lugar un pequeño cercado, en el cual fabrican un cobertizo para protegerlo de las lluvias. A este cercado le denominan eoppó (N) eobbó y esila (S) esapi y kuba (SO). La señal que tienen para conocer cuando los ñames están maduros es la caída de sus hojas (riosa). Puestos ya los ñames en el depósito cercado, los separan según las clases y señales cuáles reservan para la venta, cuáles para el consumo de la familia ( bilo o biole) y cuáles para la semilla Kolu. A los muy grandes y que tiene muchos dedos (meleo) los cortan y los ponen unos días al sol, para curar o secar de las heridas.

Entre las diversas especies de ñames que cultivan hay uno muy singular que indican con el nombre de batóa o matóa cuyo fruto da unas patatas ordinarias pendientes de las ramas. La ritóa aunque en el tallo, en las hojas, en la manera de crecer y enramarse se parece mucho al ñame común, mas en el modo de producir el fruto, en el tamaño pequeño del mismo y en el sabor y gusto manifiesta claramente no permanecer al género de los ñames. Después de la cosecha del ñame los bubis celebran una gran fiesta de acción de gracias a los espíritus supremos; a esta fiesta dan el nombre de rómó y en ella sacrifican muchas cabras a los espíritus protectores. La mayor y más celebre es la que tiene lugar en la corte del jefe supremo de los bubis de todos los sitios de la isla; acostumbra a durar varios días en los cuales se celebran grandes bailes y otros juegos algo raros para un europeo.

M A L A N G A

El cultivo de la malanga es exclusivo de las mujeres, la suelen plantar por mayo, cuando los ñames están ya crecidos y enramados por las estacas y cuerdas. Las plantan en la misma plantación de los ñames, colocándolas entre ñame y ñame y cuando ellas están crecidas, remueven la tierra junto al bulbo y las cubren muy bien, amontonando un poco de tierra a la raíz. A esta labor señalan con el nombre de rona.

La arrancan a principios de enero, lo que designan con la palabra ribelo, y una vez arrancada la cubren con las ramas secas del ñame, a lo que apellidan nehókò y la conservan mucho tiempo sin deteriorarse. A la que guardan para el consumo llaman ejem o ehememi y a la que dejan o reservan para semilla moamite.

La malanga bubi cuesta mucho cocerse; ordinariamente las cuecen en grandes ollas y suelen estar al fuego nueve o diez horas. Generalmente las comen frías y en tiempos de escasez de ñames. Es comida de gente pobre y baja y los principales o jefes en algunas partes no la comen. Las personas que no comen malanga se llaman bosokosoko o mosokosoko. Por ser algo denigrante comer malanga y tener que trabajarla, esa es la razón que sea labor de las mujeres entre los bubis.

S E X T O C A P Í T U L O

                                                      LAS   INDUSTRIAS BUBIS



La industria en el sentido más lato y en general es el arte por el cual el hombre apropia a su uso las primeras materias que la naturaleza le ofrece, haciéndolas aptas para la satisfacción de sus necesidades y placeres, hablando con propiedad puede afirmarse que también el bubi la ejerce. Sin embargo sus industrias son pocas y muy rudimentarias y no poseen otros instrumentos para ejercerlas que los primitivos y naturales.

La primera y más visible y señalada entre ellos consiste en explotar o sacar todo el beneficioso producto visible de la palmera del país. Este hermoso árbol, al que Linneo dio el nombre de rey del mundo vegetal, es tal vez el más útil de los que pueblan los bosques tropicales.

La palmera presenta un tallo o tronco simple y elevado, relativamente delgado y desnudo, escamoso y algunas veces gigantesco, de porte bello y pintoresco, coronado por una sola copa de follaje compuesto de hojas grandes, persistentes, digitadas y penniformes descompuestas en número más o menos considerable de hojuelas, que es el adorno y riqueza de estos países. La familia Palmae es muy numerosa, pero solo nos concretamos a las que vegetan en la isla. Estas pertenecen al género eloeis y a la especie guineensis, el término medio de su altura es de 13 a 15 metros, pero puede llegar a 20 y aún más. La copa que corona suele contar de 20 a 25 hojas largas de 4 a 5 metros conforme la zona y fuerza de la vegetación.

Estas hojas poseen un nervio mediano, resistente y espinoso en su base y tienen unas hojuelas, cuyo desarrollo máximo es de un metro, pero bastante más pequeñas y atrofiadas las que están junto al tronco. En el centro de la copa se encuentra un botón o yema compuesta de un tejido fino de hojuelas tiernas y muy blancas conocida en culinaria con el nombre de repollo de palma.

A los cuatro años la palmera produce las primeras flores, las cuales acostumbran ser todas ellas masculinas y a los cinco aparecen las femeninas. Las flores de las palmeras son unisexuales y así las masculinas como las femeninas hállanse reunidas en un mismo lugar, agrupadas en inflorescencias separadas apellidadas regimenes o racimos protegidos desde la raíz como por un enchufe o vaina. Alguna que otra vez se encuentran los dos géneros reunidos en un mismo régimen o racimo y entonces se les distingue con wel nombre de hermafrodita.

Las flores masculinas tienen un eje, cuyas ramificaciones terminan en punta, se marchitan muy luego y se desprenden del árbol. A la flor masculina dan los bubis en nombre de boebo(N) y moebo(S) . No ocurre lo mismo con las flores femeninas fecundadas, cuyo ovario se para enseguida muy turgente. Este ovario al principio de un color verde, toma luego un tinte violáceo oscuro y por fin un colorido rojo anaranjado, lo cual indica que el fruto está maduro y en sazón. Los racimos tienen su nacimiento en la cavidad que forma la hoja al juntarse con el tronco.

El racimo femenino al que llaman ebila es una masa ovoide armada de hojuelas espinosas y sus dimensiones o tamaño varían según la zona que ocupa. Los frutos los que expresan con diferentes vocablos según los diferentes distritos como nanimó en el norte, nabó en Basuala mpila en el noroeste y mbila en el sur., son unas drupas en forma de ciruelas angulosas recubiertas de una pulpa carnosa y muy fibrosa, riquísima en materia grasa y oleaginosa, debajo de la cual

Se oculta un hueso muy duro y cuya médula es una almendra, denominada en bubi boaka(N) moaka(S) de la cual extraen un aceite oscuro, pero muy fino que usan como cosmético.

La ascensión a la palmera es penosa y a las veces peligrosa, mas el bubi la practica con una destreza seguridad y agilidad admirables. Suben a la palmera mediante un arco conocido entre ellos con las voces de eha(N) roopa Bakake y loopa (S). El arco o aro para trepar consta de dos piezas, una que pasa por los riñones del trepador y otra por detrás de la palmera, ambas fuertemente unidas y sujetas con un cordel hecho del nervio principal de la hoja grande de la misma palmera. La pieza en la cual se apoya el cuerpo del trepador se compone de una lámina doble , ancha de seis a ocho centímetros encorvada, muy bien labrada, lisa y fabricada de un gran bejuco. La otra que se abraza con la palmera es un bejuco algo más delgado, desnudo de su corteza y todo él forrado o revestido de una cuerda construida del mismo material que el cordel antes expresado, pero mucho más resistente. Se abre y cierra el arco mediante un lazo o nudo, hecho admirablemente con los dos cabos de ambas piezas, de modo que se aprieta tanto más se tira de las mismas. El arco abraza la palmera y rodea así al trepador como al tronco de la palmera, dejando entre el árbol y el pecho del hombre un espacio de unos 50 centímetros a fin de permitir moverse y trepar por brincos o movimientos bruscos.

En este ejercicio las manos no las apoyan en el árbol sino en el arco, los pies únicamente descansan en los huecos o pequeñas hendiduras (ebakó) que dejan las ramas al desprenderse del árbol; de forma que todo el peso del cuerpo gravita sobre dos puntos, que son los pies y los riñones. Cuando el tronco es liso y carece de escamas el trepador, con el hacha practica en él, a cierta distancia unas de otras, cortaduras o hendiduras para el apoyo de los pies.

Al trepar suele llevar sujeta a la cintura una hacha de mango corto y al llegar junto a la copa, coge el hacha con una mano o con ambas y comienza a cortar las ramas grandes (basala,masala) en cuyo arranque está unido el racimo de los dátiles o aceitunas. Cortadas las ramas, de un solo golpe hace desprender el racimo del árbol que cae desplomado al suelo,. A esta operación denominan rihimba. Las mujeres recogen los racimos y las aceitunas separadas de él por la caída y los colocan todos en un lugar amontonados rihari y los cubren con hojas de palma.

Pasados algunos días sacan los racimos del rihari, a cuya acción llaman rioka y separan con el hacha, machete o palos las aceitunas del racimo, o-sopa, las colocan amontonadas en un hoyo empedrado esesé y las dejan allí dos o tres días, terminados los cuales, los hombres con palos apropósito, betao, metao, separan la pulpa del hueso rinoá, riloá.

Acabada esta operación propia de los hombres, siguen otras exclusivamente de las mujeres. La primera consiste en separar los huesos de las almendras, rioña, siela de la masa de la pulpa, ntutu, nchuchu, ndundu, luego dejan fermentar la masa unos tres días, ube, uba, pasados los cuales la ponen en grandes ollas, las que hacen hervir fuertemente o-bura y por fin terminada la bullición, prensan, ribiia, rimita, reeña con las manos la masa hervida por carecer de prensas. De esta forma extrae el aceite de palma el bubi. El aceite extraído lo guardan en grandes vasijas o cestos impermeables hechos de la misma palma, llamados bajotcho(N) bipusa(N.E.) ndebbo riaha (S) ntúa, nchúa (S.O.) El orujo seco mônnó les sirve de yesca para llevar fuego cuando salen al campo, la cáscara de la almendra la emplean como carbón o leña y la misma almendra o la venden en las factorías o extraen de ella por medio de fricción un aceite negruzco que destinan como cosmético y conservar la belleza y frescura de la tez y del cabello, según ya se comentó.

Entre las muchas utilidades y provechos que el bubi reporta de la palmera una de ellas y no la menos importante es la extracción del sabroso licor llamado vino de palma. Este licor lo extrae del tejido celular de la médula o corazón del árbol mediante incisiones practicadas en la parte media de la copa, en el repollo de la palma llamado en bubi etòa(N) y motohò (S), cortando los pedúnculos de los racimos de las flores masculinas. El bubi ordinariamente respeta los racimos de las flores femeninas al objeto de obtener su codiciado aceite.

El indígena de Fernando Póo estima en mucho a la palmera y jamás la derriba o la corta para conseguir el vino, como se practica en muchas regiones vecinas de la Costa, y si algún tiempo se ve en la precisión de cortarla se desdeña de aprovecharse de su licor y lo contrario lo considera cosa de menos valer y digna de gente menuda, que todavía no se siente con ánimos y fuerzas para trepar. Esta es la causa de reírse y burlarse tanto del pamue y del kruman, por ver la avidez con que estos se aprovechan del vino de la palmera derribada.

El menos experto en esta materia distingue fácilmente el vino de una palmera yacente en tierra, del que procede de la palmera viva y en pie. La diferencia de ambas clases de vino es bastante notable, tanto a la vista, como al gusto. El que tiene su origen de una palmera todavía en pie ordinariamente es limpio y claro, teniendo un gusto agradable y sabroso, al contrario el que procede de una palmera derribada y muerta, aparece sucio y muy turbio y con un sabor pastoso, desagradable y hasta repugnante.


La primera operación que ejecuta el bubi para obtener su codiciado y sabroso licor es trepar la palmera ebaha a la manera que se dijo, para cortar y derribar las aceitunas: luego corta con el hacha las cuatro o cinco hojas primeras de la copa hasta llegar al tejido blanco por debajo del racimo de flores masculinas boebo o moebo y por fin deja descansar al árbol tres o cuatro días, pasados los cuales vuelve a su tarea comenzada. Para la segunda operación, abandona el hacha y sube con su calabaza (kobi) armado de su tradicional cuchillejo muy afilado y a propósito para ella y que antiguamente llevaba siempre sujeto en la parte superior del brazo izquierdo con un cordel de la misma palmera. Una vez arriba del árbol corta en circunferencia el tejido blanco ya descubierto por la acción del hacha, aplica el cuello de la calabaza a la sección practicada y en el caso que la aplicación no pueda ser inmediata, coloca entre la incisión y el cuello de la calabaza una hojita a guisa de canal o embudo moleka y lo cubre todo con un tejido fibroso de la misma palmera. a la sección predicha de la cual manará por varios días el vino, dan el nombre de nnoke (N) y nchoke(S).

En dos ocasiones diarias visita el bubi su palmera, al medio día y a la caída de la tarde, y en una de ellas practica la misma operación de ir cortando con el cuchillo y profundizando el manantial y fuente del apetecido licor. A la visita meridiana llaman en el Norte o-koela, en Baney osepela, en Bakake o-koala, en Ureka o-ekola y en el Sur y Sudoeste o-lekela; a la vespertina distinguen en toda la isla con el vocablo o-baha.

La mayor o menor abundancia del licor que mana diariamente de una palmera depende de la habilidad o torpeza del hombre, de la condición y robustez de la planta, de la fase de la luna y de otras circusnt6ancias del tiempo o estación, pero por término medio se puede afirmar según propia confesión de los indígenas, que diariamente en la isla de Fernando Póo, la palmera de 5 a 6 litros de vino , que durando la extracción de licor de 17 a 20 días resulta que la cantidad media de vino que produce una palmera durante dos o tres semanas es de 100 a 120 litros.

Es muy cierto que algunas palmeras nunca dan más de cuatro litros por día, mas también lo es que muchísimas de ellas producen hasta ocho litros diarios y lo uno compensa con lo otro. En los dos o tres primeros días el vino de palma no tiene nada de alcohol, antes se parece a un licor refrescante y muy azucarado, por lo cual el bubi, que no es muy aficionado a licores flojos y dulces, no lo suele probar, sino como bebida muy laxante que le sirve de purga y en el caso contrario de no usarlo como medicina acostumbra lavar con él el interior de la calabaza y lo derrama en el suelo desde lo alto de la palmera. A los ocho días resulta el vino de palma una bebida substanciosa, rica y nutritiva; a los doce es ya bastante fuerte y alcohólica y de los quince a los veinte se vuelve tan ácido que se semeja al vinagre más fuerte. El poso o heces que contiene la calabaza hacen que en igualdad del tiempo el vino sea más o menos fuerte y alcohólico; de forma que el vino tendrá más alcohol cuanto más viejas sean las heces contenidas en el recipiente.

Vamos a hacer una pregunta ¿ Por qué las personas no bubis dan al vino de palma el nombre de tope? Esta palabra en el sentido que se le da en Fernando Póo ni es española ni es inglesa ni bubi. Si tiene su origen en alguna lengua de la Costa lo ignoramos. Que no sea española, ni inglesa en el sentido o significado del vino de palma es bien claro y manifiesto. Tampoco el bubi, porque a cualquier indígena que se le diga mpale, toope (N) nbane toope(S) no le presentará ni le dará vino de palma, sino que le entregará agua porque toope es diminutivo de boopí (N) o moopè (S) que significa agua, por tanto toope quiere decir un poco de agua. Si al bubi se le quiere pedir algo de vino de palma se le dirá mpale toau(N) o mbañe choau (S) o nbane toau (Balachá) por que toau y choau son diminutivos y partitivos de bau (N) y mau( S) que quiere decir o significa vino en general. La voz koroko no significa propiamente vino, sino licor fuerte, y aguardiente coñac, ginebra etc.

El bubi obtiene de la palmera no solamente bebida para apagar su sed, condimento para sazonar los manjares, domésticos con que hermosear su tez y cabello para conservar su belleza y frescura, sino también el mismo alimento y otros beneficios.

Frecuentemente obtiene de ella alimento, porque muy a menudo mata el hambre con la pulpa de sus frutos, los cuales come, ora crudos, ora asados, ora hervidos. El meollo o parte carnosa del interior de la almendra, cuando tierna y blanda es una comida sana y refrescante, muy parecida a la del coco no maduro, mas cuando dura, no es muy buena por la dificultad de su masticación y digestión. Si le place puede también aprovechar la sustancia blanca etoha o motoho del interior de la copa de la planta, o sea el cogollo o repollo de la misma que es una sustancia leguminosa muy fina, que , puede usarse como alimento ya al natural , ya en ensalada, ya cocida.

Asegúrase que no hay manjar tan delicado como un pajarillo de caza muy bien asado y servido entre hojuelas de repollo de palma, pero el bubi se abstiene de plato tan exquisito , por no sacrificar la planta, la que conserva con un trabajo sumamente esmerado.



La palmera de Fernando Póo carece de enfermedades endémicas; sin embargo no dejan de atacarla algunos insectos, sin causar no obstante, en ella desgastes o daños notables. Entre estos citaremos únicamente dos especies, a las cuales señalan los naturalistas con los nombres de Oryctes masicornus o rinoceros a la segunda apellidan rynohophorus y los bubis del Norte denominan saala y los del Sur mosiri. Estos insectos depositan sus huevos en el cogollo de las palmeras derribadas y en las heridas o incisiones muy profundas practicadas en el mismo cogollo de las palmeras en pie o vivas.

El bubi sabe perfectamente el tiempo que tarda el huevo en pasar al estado de larva y luego al de crisálida que regularmente suele ser de cinco a seis meses; transcurridos los cuales y cuando las larvas tienen un tamaño regular, abren la palmera yacente en canal, en el corazón de la cual , encuentran una infinidad de larvas o gusanos de carne muy blanca y mantecosa, pues se han formado por la fermentación de la savia de la planta y con su alimentación han crecido.

El bubi para lograr el gusano de la palma ordinariamente practica cortaduras profundas en las palmeras bajas y raquíticas solamente, porque reserva las sanas y robustas para conseguir de las mismas mejores utilidades. Así pues cuando una palmera en pié está llena de larvas o gusanos la derriba y los saca en la forma que se ha dicho. Prefiere el gusano proveniente del insecto rynchophorus al que tiene su origen del Orycles masicornis o rinoceros porque dice el primero es más exquisito y delicado, por tener mayor cantidad de manteca. A estos gusanos o larvas en el Norte dan el nombre de cheke y en el Sur de ndúe, y en todas partes los comen de tres maneras o cuatro, vivos recién extraídos del tronco de la planta, asados en sartas, fritos con aceite de palma y hervidos y luego condimentados con picantillos machacados o molidos. De las tres últimas maneras los he comido yo; pero comerlos vivos siempre me repugnó y del modo que me parecieron más sabrosos fuel sazonados con picante; con todo no me pareció un bocado tan delicado y exquisito como afirman y demuestran ellos. Los gusanos que proceden de palmera muerta o yacente en el Sudoeste indican con el vocablo mboho. El bubi no come únicamente el gusano que tiene su principio en la fermentación de la savia de la palmera, sino otro de mayor tamaño que tiene su nacimiento en el árbol llamado bosoppo (N) bosobbo(S) y bosombo(S O) este gusano que distingue con las voces biotto(N) mioddo(S) miondo(S O) y maobbo(Ureka) jamás lo comen vivo y crudo, como el de la palmera, sino siempre asado, o frito o hervido y condimentado con picante y otras salsas que le dan un gusto bastante agradable.

Del algodón de la palmera kiokio el bubi salvaje no hacía ningún uso, ni sacaba apenas utilidad o provecho, pues carecía casi de necesidades, pero los bubis ya civilizados fabrican con él muy frescas y blandas almohadas y aún colchones. Con las hojas grandes construyen cubiertos y cabañas interinas en el bosque en donde se guarecen y descansan de sus cacerías y pasan las horas muertas y en la ociosidad de los días calurosos de la estación seca. En ellas prepara y arregla sus arcos bihà o kopa para trepar a la palmera, aguarda que las calabazas se llenen del deseado vino de palma y a su sombra acostumbran vaciarlas y repartirse mutuamente su dulce contenido, excepto el que reservan para sus esposas, que regularmente permanecen en casa.

Con la parte espinosa de las predichas hojas edifica vallas lolo para defender sus plantaciones de los animales dañinos; de sus nervios extrae grandes filamentos besori o mesori y hace con ellos cuerdas resistentes y económicas y otros mucho más finos tosori destinados a fabricar tejidos u obras de espartería y cestería.

Con lo dicho queda demostrado que el bubi, de la palmera puede obtener muchísimas utilidades y beneficios y con ellos satisfacer sus primeras necesidades.

La necesidad, dicen es la maestra de la industria y del arte, y así cuanto más toscas y primitivas sean las necesidades de un pueblo, tanto serán más rudimentarias y elementales sus artes e industrias. Como las necesidades del bubi se reducían a las casi estrictamente naturales de aquí que sus industrias y artes fuesen primarias y simples. Así se ve que tenían algunos conocimientos del arte de la alfarería o cerámica por las muchas vasijas de barro seco y también cocido al fuego que se encuentran en todas partes.

En muchos lugares de la isla y muy particularmente en las zonas medias se halla una tierra arcillosa de color muy rojo con las cual las mujeres bubis fabricaban vasijas de variados tamaños. No era este un arte exclusivo o peculiar de cierta clase de gentes, sino que todas las mujeres en general podían y sabían ejercer semejante industria.

Las vasijas no las fabricaban en el mismo lugar en donde se hallaba la arcilla, sino que cada cual transportaba a su morada la cantidad que necesitaba conforme al trabajo que pretendía realizar. Reducían a polvo muy fino la arcilla ya preparada, la expurgaban de todas las piedrecitas y otros cuerpos extraños, abrían una cavidad en el suelo y en el ponían la arcilla limpia y aparejada. En tal estado vertían en ella gran cantidad de agua hasta tanto que quedase toda ella muy bien empapada, y luego la amasaban y batían fuertemente con gruesos palos del árbol denominado boute.

Una vez la masa en su punto, como carecían de moldes y otros instrumentos que emplean los alfareros para sus artefactos, cavaban en tierra un hoyo de la capacidad de la vasija que pretendían fabricar, cubrían el fondo y las paredes del mismo con las hojas conocidas con el nombre de bioboubo(N) y kokoho(S) para aislar el suelo del barro ya amasado, y colocaban en el predicho hoyo el barro necesario y con ambas manos modelaban la vasija.

El tal hoyo les servía de molde y de ahí se comprenderá que no les era posible hacer obras muy perfectas en este arte, sino más sencillas, simples y fáciles como ollas, o mejor dicho cazuelas (etem N.S. eteri, Baney, eten SO) barreños o palancas (ebebe N, epatei S, epanchi Batete) y platos (lule N.S. emene, N ejá S. y ehá Batete). Terminado el modelado cubrían la vasija con las hojas y en esta forma la exponían al calor del sol, y en adquiriendo alguna solidez, quitaban las hojas y ponían las vasijas a los directos rayos solares, hasta su perfecto endurecimiento.

Si deseaban vasijas cocidas al fuego, en primer término las colocaban al sol algunos días revestidas con las hojas antes mencionadas, más tarde encendían con buena leña una grande hoguera en el centro de la cual metían las vasijas preparadas y cubiertas con las hojas y con hierba seca mantenían la llama que envolvía completamente las vasijas, continuando en añadir hierba seca hasta su cabal dureza y cocimiento.

Ordinariamente las fabricaban sin su respectiva cobertera y así para taparlas a fin de conservar mejor su contenido colocaban boca abajo sobre las mismas otras gemelas.

Desconocían enteramente los barnices y los únicos grabados o dibujos que se observan en ellas es una simple raya en el borde exterior. También hacían platos y vasos de otras materias singularmente de madera. Fabricaban platos del árbol bololo(N) mololo(S) o sea carabú amarillo, de otro llamado botobbe(N:S.) y botombe (SO) para el propio fin empleaban conchas de enormes caracoles terrestres ( ntochi, N, ndochi S. nsosi, Baney, nchochi, Balachá y nchosi, Batete) y de otros marinos , ( bilola N.S. y bilona SO) y con las cáscaras duras de los frutos del árbol boboba construían vasos muy cómodos y económicos llamados en Batete maboma.

En el ramo de cestería y sombrerería eran algo más hábiles y ejecutaban algunos artefactos bastante perfectos. Para su elaboración se servían de la corteza de la rama de la palma, de las fibras extraídas del corazón de la propia rama, de los nervios de sus hojuelas y de los filamentos de las enredaderas ekorì, a cuya cuerda dan el nombre de lokori, y beokoko (N) o miokoko, (S). Con la corteza de la rama de la palmera construyen unos cestos cónicos, (boateo, N, boaso, Baney, moateho, S y moancho, Batete, que usan para pescar pececillos y singularmente langostinos en los ríos. Con los filamentos del corazón de la rama de palmera fabrican otras clase de cestos (rijotcho N, pitojo banta, Baney, efusa Bakake, ndebbo, riaha, S. ntua, Balachá y nchúa, Batete) muy bien hechos y tejidos muy tupidamente con una tapadera correspondiente.

Estos cestos los hacen impermeables mediante las heces de aceite de palma y en este estado los emplean como aceiteras y depósitos del mismo aceite y envases o vasijas para transportarlo de un lugar a otro. A los cestos pequeños de esta clase (sijotcho, N ceté o sinchúa kombo, Batete etc.) les dan el destino de portamonedas.

Con las fibras de las enredaderas ekorikori y beokoko o miokoko trabajan cestas y cestos de diferentes tamaños mucho más finos y mejor elaborados, a los cuales designan con diversos vocablos en las diferentes comarcas de la isla (etuka,N echúa, Baney, echuká y epala, Bakake, risoka y eala, S, etchá O, eddà Balachá, ehá Batete, y asoka Ureka.) Con las mismas fibras hacían sombreros o mejor dicho casquetes, que antiguamente llevaban exclusivamente los hombres, pues las mujeres andaban ordinariamente con la cabeza descubierta, los cuales carecían de alas y se ajustaban perfectamente en la cabeza.

A estos gorros o casquetes en el Norte llamaban buloho y ebutá, en Bakake risoka, en el Sur loma y ejechi y ebombo en el Sudoeste. Con las hojas grandes de la palmera y trenzando sus hojuelas elaboraban unos cestos muy bastos y primitivos, pero económicos y muy aptos para acarrear grandes cantidades de ñames, transportar ovejas, cabras, gallinas y otros animales a lugares lejanos con suma comodidad y seguridad y son conocidos con los nombres de botete N. y motete S.

La piel del mono mochi N.S. monchi Batete, cubierta de un finísimo pelo la empleaban para hacerse sombreros muy hermosos y calientes.

En Balachá fabricaban unos grandes sombreros paraguas con las pieles de cabras monteses y domésticas sujetándolas a un aro de madera. Estos sombreros son muy útiles y cómodos en la estación de lluvias.

El hilo llamado lokori, lo usan para tejer y ensartar abalorios ya de dinero bubi y forman con ellos sartas y aún tejidos bastante bien presentados. A estas sartas y tejidos indican con la voz general de kipá. Los acostumbran llevar como adorno en las piernas junto a las rodillas, encima de los tobillos, en las muñecas y en la parte superior de los brazos, en el cuello y aún en la cintura. A las sartas de las muñecas y de los tobillos en el Norte los denominan toara y en el sur mabilo: el ancho del cinturón tejido con dinero bubi le dan el nombre de riboko N. o ebeta mololo, S. En el Sur los tejidos anchos de hilo simplemente sin estar ensartados de abalorios o dineros bubis señalan con la voz sesori.

Hoy día van abandonando semejantes adornos pero en cambio no hay mujer por pobre o miserable que sea, que no lleve su boúta o moúta o sea un cinturón compuesto de grandes sartas de abalorios de todos tamaños y colores en la cintura e inmediato a las carnes.

La manera de confeccionar su pomada ntola o ndola también es algo curiosa. Para su confección emplean agua, ceniza y una hoja del arbusto bontola, y más tarde mezclan aceite de palma para darle el color rojo. Los instrumentos que usan son dos piedras en las cuales muelen o machacan las hojas de bontola; a la de abajo llaman rojo o roho y a la de arriba kosa, la de abajo está montada sobre una horquilla cuyo nombre es ripecha N. ribetcho, S y ribencho Batete. Para ello se sienta una mujer en el suelo con las piernas separadas; entre ellas coloca ambas piedras con la horquilla. A un lado tiene una latita con agua y un trozo de calabaza con ceniza cernida y al otro un montoncito de las predichas hojas.

Con los dedos coge un poco de agua, la echa sobre el roho, luego una hoja que va machacando con la kosa sobre el roho, y de cuando en cuando pasa la kosa suavemente sobre la ceniza y con la kosa y la ceniza que lleva consigo continúa su obra, resultando una masa incolora, la cual colorean mezclando aceite de palma.

Antiguamente como carecían de fósforos, yesca y aún pedernales se industriaron para conseguir tan necesario elemento como es el fuego y lo consiguieron mediante el roce de dos palos. Uno de ellos había de ser muy seco y flojo, cuyo nombre era bototo(N) y bopio(S) y el otro debía ser más delgado y fuerte al que daban el nombre de mpialo o mpiano. Se colocaba el primero en el suelo y un hombre de rodillas con el segundo frotaba al principio suavemente sobre él hasta que abría un pequeño canal, luego continuamente frotando con todas sus fuerzas y del continuo frotamiento resultaba un polvillo muy fino y luego saltando una pequeña chispa se encendía el polvillo, aplicaban al polvillo encendido un poco de orujo muy seco de aceituna de palma y así obtenían el fuego.

LA CAZA

Una de las ocupaciones favoritas del bubi ha sido en todos tiempos la caza; y en verdad que se han distinguido siempre en este ejercicio por su destreza y habilidad. No es mi propósito tratar de la caza del bubi en los actuales tiempos, en los que poseen armas de fuego y es un excelente tirador con tan buena puntería que difícilmente yerra un tiro. Los medios que empleaba para la caza en los tiempos primitivos eran los dardos (bechika N. mechita S) la trampa (ekaso, ribettebette, boholo, N. siara, epeu, moholo, S.) el lazo (riparu, N. rinchi S) y la nasa(boatcho N. boasa, Baney, moatcho, moancho. Batete.) A la caza general daban el nombre de ebeba, N. y ebema, S. y solía hacerla individualmente o en sociedad de todo el pueblo o de varios juntos. A los cazadores de oficio criados de los jefes principales llamaban babeba, N. babema, S. a la caza que se hacía en sociedad denominaba con los vocablos bohotte, N. bohodde, S. y bohonde, SO, la cual se acostumbraba realizar algunos días antes de la celebración de una gran solemnidad de todo el pueblo o distrito. Para esta caza se convocaba a son de trompeta de madera (botutu, N. motutu, Balachá, mochuchu, S. bochuchu, N.E. ) al pueblo ; se señalaba el lugar donde debía verificarse la cacería y la hora de la partida, a la cual llegaba todo el pueblo y se ponía en marcha, quedándose en casa únicamente las mujeres que criaban, los niños muy pequeños y los enfermos. Llegados al lugar comenzaban por desmontar el bosque bajo y lo barrían muy bien , con lo que quedaba el sitio muy despejado y en forma de espaciosa plaza, alrededor de la misma se levantaban una alta valla de gruesas y fuertes estacas. Hechos estos trabajos preliminares, la mayor parte se internaba en el bosque armados de garrotes y los otros se quedaban en el mismo sitio provistos de dardos, en espera de la caza.

Los primeros se colocaban formando cordón, e iban avanzando en dirección alo lugar desmontado y con sus garrotes golpeaban fuertemente las matas del bosque para ojear la caza, la cual se levantaba espantada y huía aturdida hacia el lugar acotado, en donde era recibida por los segundos con los dardos preparados. A este golpear de las matas del bosque expresan con la voz aboppa, N. obobba, S. que significa golpeo o flagelación.

De esta forma conseguían coger caza mayor y menor como: búfalos, venados, antílopes, puerco espines, pangolines, etc. Aseguran los viejos bubis que en otros tiempos abundaban mucho los búfalos, sobre todo en las alturas y estribaciones del pico de Santa Isabel. Los mejores cazadores de búfalos eran los habitantes de Otoikoppo (Toplapla) el cual nombre quiere decir, país de los vencedores del toro y así botoikoppo vencedores de toros.

El bubi persiguió tan cruel y encarnizadamente a tan útil y provechosa familia como es la de los cavicornios para aprovecharse de su carne y piel, que al final la exterminó. Sin embargo creen muchos que su exterminio no es completo y que en las alturas del Bahasa (N) o Mahasa( (S) y no Wasa (como escriben los anglófilos) o pico de Santa Isabel, quedan todavía algunos ejemplares, porque algunos de los que han subido allí aseguran haber visto huellas y excrementos de tales animales.

La caza del búfalo fue causa algunas veces de contiendas y peleas sangrientas entre unos y otros pueblos, como aconteció en cierta ocasión entre los de Basupú del Oeste y Baloeri (Botenós) porque sucedía que al hacer repartición de carne no quedaban satisfechos y trabándose de palabras pasaban a los hechos. Fuera de estos casos el bubi en general no busca la caza, como la del antílope y venado, sino que la espera y es lo que llaman ellos ebechi. En dos ocasiones al día sale el bubi a esperar caza, al amanecer que dicen ope, y al atardecer que designan con la voz esaha.

El bubi tiene muy bien estudiados los pastos a que son aficionados los venados y antílopes y conoce perfectamente las horas que salen a pacer, que son ambos crepúsculos. Se anticipa a estos tiempos y espera la presa en acecho, oculto detrás de una mata, o arrinconado a un tronco o montado en un árbol, y cuando la incauta bestia come más segura y tranquilamente, siente entrarle por el cuerpo el cruel dardo que le han asestado. Quien sepa que el dardo bubi está hecho únicamente de madera sin punta de hierro y que es arrojado no por medio de arco, sino sencillamente con la mano, se resistirá, tal vez, a creer que a cierta distancia pueda un hombre traspasar un antílope y menos un venado, pero más increíble le parecerá, si le cuento un hecho cierto que en Batete un muchacho de la escuela con dicha arma y a la distancia de diez metros traspasó de parte a parte una cabra doméstica.

En la guerra solían envenenar, la punta de tales armas para dañar al enemigo. Quién no haya visto dardos bubis, dé un pasmito por Balachá y los habitantes de aquellas alturas le enseñarán con abundancia.

Las trampas las colocan siempre en el sendero o rastro (boseka, N. moseka, S.) que dejan los animales al frecuentar mucho un lugar.

Para no hacerme pesado solamente describiré la trampa ekaso o siara. Consiste, pues, es un pequeño hoyo abierto en medio del boseka o moseka, en el fondo del cual colocan cuatro fuertes palos. En medio dos gemelos casi juntos y otros dos mucho más robustos a los lados clavados profundamente en la tierra, los cuales sirven para sujetar a los dos del centro. A la distancia de dos o tres metros se introduce en el suelo una gruesa estaca o vara de cuyo remate exterior pende una cuerda muy resistente que termina en un gran lazo. Este lazo lo dejan abierto y xtendido sobre los palos puestos en el medio del fondo y lo sujetan mediante una pequeña varita en los palos del centro y así la estaca o vara en la cual está atada la cuerda que forma el lazo, queda violentamente doblegada a manera de un arco en estado de tensión. Cubren el hoyo con hojarasca y encima ponen una tenue capita de tierra. El animal sigue su camino ordinario e incautamente pisa la tierra disimuladamente removida y naturalmente sus patas se hunden en el hoyo. Al hundirse se dispara instantáneamente la varita que mantenía en tensión la gruesa vara, esta como es natural se endereza bruscamente y tira del lazo abierto y el animal es levantado en el aire, preso ordinariamente de las patas. Con este lazo pueden cogerse antílopes, venados y hasta cerdos salvajes. El ribettebette o epeu y el bòhólo o mòhólo lo usan para animales más pequeños como puerco

espines epa y ratas grandes nkòholo; con el lazo riparu o rinchi cazan pájaros y con la nasa boatcho o moatcho animalitos más menudos.

L A P E S C A

En épocas anteriores a la nuestra existía en la playa principal de cada distrito bubi un pueblo denominado roobé (N) roomé(S) cuyo significado es “pueblo pescador”, y sus moradores se les conocía con el nombre boobé (N) boomé (S) es decir “pescadores”. Estos como tributo de vasallaje debían de proveer de pescado fresco al jefe del respectivo distrito, a su familia y su servidumbre y luego con lo sobrante hacían permutas con la otra gente, por carne fresca o de caza, vino y aceite de palma, ñame y malangas.

La prueba de que existieron dichos pueblos en la isla son los nombres de Fishtown que los primeros krumanes, que se pusieron en contacto directo con los bubis, dieron a algunos lugares cercanos a las playas, en donde a su venida encontraron los pueblos mencionados; y nosotros los españoles hemos tenido el pésimo gusto o falta de buen sentido, que en vez de preguntar a los naturales los nombres de las playas, ríos, montes y demás cosas y lugares de la isla, o de bautizarlos con nombres patrios, hemos preferido conservar y retener los nombres extranjeros y bárbaros. Así hoy tenemos un pueblo pamue, que por estar cerca del río Tiburones y al que los bubis llaman Bèta, conserva todavía el nombre de Sharkriver, aunque hemos transformado en Sácriba y otro bubi con el nombre de Botlenose (nariz de botella) que nosotros decimos Boténos y los bubis dan el nombre de Oloeri o Baloeri, que mejor y más patriótico hubiera sido dar al primero un nombre español y conservar en el segundo el bubi de Oloeri, mucho más sonoro y armonioso que Botenós. Lo mismo podemos decir de otros varios, como Water place, Bigriver, etc.

Resumiendo, estos pueblos no se dedicaban a la agricultura, ni a la caza; su oficio exclusivo era la pesca de la cual vivían. Tal vez alguien pregunte, como han desaparecido estos pueblos, sin que quede hoy uno como muestra. Todavía queda alguno, como los urekanos, que son excelentes e intrépidos marinos y los basakato orientales, que también se dedican a la pesca; mas estos modernos pescadores no tienen por oficio único la pesca, sino que son también agricultores, vinateros, cazadores, etc. Como los otros bubis.

La causa principal de la desaparición de los roobbé o roomé fue el abuso que los boobé o boomé hicieron de las mujeres que bajaban del monte por pescado, atreviéndose a las veces abusar de las biuri, esposas principales de los jefes. En un principio solían bajar las mujeres solas y sin acompañamiento a la playa para hacer sus permutas y proveerse de pescado fresco, pues como la ley bubi era tan severa y rigurosa e imponía y castigaba con crueles y bárbaras penas el adulterio, de aquí que inocentemente creyesen que nadie sería tan audaz que contraviniese la ley.

Los pescadores tenían sus propias mujeres, pero por aquello, de que nadie está contento con lo que tiene y apetece lo ajeno por parecerle mejor que lo suyo y al ver las mismas mujeres tan codiciosas de pescado fresco, de aquí que ésta, la codicia o mejor la gula, fue la causa de su caída y sabiendo ambos adúlteros lo que les importaba quedar semejante crimen oculto, permaneció bastante tiempo ignorado de los propios maridos. Al fin se vino en conocimiento de tales delitos y reuniéndose en asamblea magna todos los pueblos de la montaña, que eran los agraviados, siendo además el bubi tan celoso de sus derechos conyugales, que a ningún precio cedía y considerando que tan grave y villanamente habían sido ultrajados y conculcados por gentes de tan inferior condición a ellos como eran efectivamente los boobé o boomé , juraron y decretaron la muerte y exterminio general de todos ellos, y si entre los muchísimos culpables reconocieron o hallaron algunos inocentes, a estos perdonaron la vida, pero les intimaron y obligaron a abandonar la playa, a subir con ellos a la montaña y hacer vida común con los mismos en los besés.


De ahí que aún hoy en día hay algunas familias que retienen en nombre o apellido boobé o boomé por ser descendientes de aquellos primeros pescadores.

El verbo español pescar es en bubi o-oba y el sustantivo pesca es looby; al pescador dicen boobé o boomé y a su pueblo roobé o roomé, como hemos indicado antes.

En un principio como careciesen de anzuelos, usaban para la pesca bechika o mechika o sean dardos o flechas y los arrojaban como nosotros los arpones, teniéndoles sujetos un largo y fuerte bosori o mosori, cuerda para asegurar la presa y no perderla y para estos se internaban en el mar en muy bastos y pesados cayucos. Más tarde cuando frecuentaron estas playas naves veleras y pudieron adquirir clavos, muchas veces procedentes de residuos de algún naufragio, doblándolos a manera de gancho, los emplearon como anzuelos, a los que designaron en el Norte con la voz boato. Hacían también mucho uso de una enredadera muy venenosa llamada por ellos luilo(N) y builo(S). En la bajamar hacen unos pequeños cercados de piedras en la playa y entonces arrojan a esos cercados o balsas la venenosa enredadera bien machacada y cuyo zumo atonta o aturde a los peces que entran en la balsa y en bajando la marea, recogedlos, pues todos se han quedado en el fondo de la misma como muertos. A estas balsas o cercas de piedras señalan en toda la isla con la palabra lokeo.

Usan igualmente una pequeña red a manera de capazo o cesto de mallas muy estrechas y sujetas a un aro de madera con la cual pescaban sardinas y otros pescadillos cuando huyendo estos de la voracidad de peces mayores se arriman en bandadas a la playa. En esta ocasión se meten en la mar con agua hasta el pecho y hundiéndola con presteza la levantan súbitamente llevándose así presos en sus mallas muchos pececillos. A esta red le dan el nombre de Esepa.

Las anguilas las suelen pescar de una manera muy ingeniosa con un instrumento conocido por la palabra ejó en el norte y sur y hokó en Batete, consistente en una varita en uno de cuyos remates hay un lazo, y enseñando disimuladamente el cebo al animal por medio del lazo y queriéndose apoderar del cebo el pescador tira del cordel y la anguila queda presa en el lazo sin poder escurrirse. Esta manera de pescar es muy cansada, pero segura.

También atando y entrelazando varias hojas de palmera forman una red barrendera con la cual cogen gran abundancia de sardineta y otros pescadillos. Este modelo de pescar es muy común entre los bubis de Balombe y Balachá, al que llaman losala.

En la actualidad pescan ya con anzuelos europeos suspendidos de un largo cordel atado a una vara o caña de nipa. Esta caña es conocida en el Norte con el nombre de boneha y con el de moleha en el Sur y al anzuelo dan el nombre de silobo en toda la isla. Los más civilizados y activos al presente pescan ya con atarrayas o esparaveles denominados lohotte(N) lohodde(S) y lohonde(SO). Los langostinos de río los pescan con unos cestos fabricados con la corteza de caña de nipa que tiene n forman de un cono cerrado por uno de sus extremos, llamados boatcho, (N) boaso, Baney, moatcho (S) moancho( Batete).