viernes, 15 de julio de 2011

LA NIGUA , Un bicho de los que no anda a dos patas

                                                   L A                N I G U A



Extraigo de la revista La Guinea Española de fecha 25.11.1922, un artículo escrito por el padre Lapioche en la publicación Les Missions d`Afrique.

Este insecto, al que los entomólogos han bautizado con el sabio nombre de puiex penetrans, de la especie Tunga penetrans, y al que los viajeros llaman, con el más prosaico nombre de," la nigua ", es de la misma familia que la pulga común europea, pero yo creo que con más "mala leche".

Los waswahali la llaman fauza y los ribereños de la costa oeste del Nyanza m´unzai .

Está provista la pulga penetrante, lo mismo que su hermana mayor, de un aparato bocal a propósito para picar y chupar, y tiene los tres pares de patas posteriores configuradas para dar saltos.

Con su cuerpo sutil, que apenas tiene un milímetro de largo, se abre paso la nigua, con facilidad por entre los puntos de las medias, si se trata de un negro, la labor es más fácil todavía; un ligero salto, y el animalejo se traslada desde el polvo del camino al pie de un hombre. Tratándose sobre todo de los negros, la nigua se aloja, de ordinario, entre los dedos del pié.

Una vez instalada se introduce nuestra pulga entre la dermis y la epidermis y allí permanece escondida; pero delata su presencia una comezón que se siente sobre todo por la noche, si la menuda huéspeda no se ve molestada, va desarrollándose y engordando, hasta adquirir el tamaño algo más que un cañamón. En su nueva casa comienza a poner huevos, lo que determina una inflamación que puede convertirse en una úlcera y entonces hay que recurrir a veces a un tratamiento bastante largo, porque si no se hace caso se viene encima la cangrena.

El indígena se da cuenta de su presencia, tan luego como comienza a introducirse en la dermis de la piel; un europeo recién llegado siente un ligero cosquilleo, del que apenas hace caso, pero después que lleva algún tiempo en el país se apercibe de que la pulguita se ha colado bajo su piel, sin que le sea dable muchas veces precisar exactamente el sitio en que ha puesto su domicilio. A mi me ha ocurrido señalar un dedo del pie, y el animalejo estaba escondido en el otro. Al cabo de cuatro o cinco días la nigua no hace ya sufrir, pero no por eso dejar de proseguir su tarea de ulceración, El europeo se da por lo común poca maña para extraer la nigua, y las más de las veces es preferible echar mano de la destreza de un indígena. Podéis poner sin cuidado el pie en sus manos; nuestro hombre explora el terreno, cuando ha dado con el paraje en que se alberga el enemigo, se arma de sus herramientas; antes consistían en una espina o en una púa de puercoespín, ahora suele ser un imperdible que nunca falta en la indumentaria de nuestros negros. ¡Cuantas veces los niños, y hasta los grandes, piden un alfiler aduciendo como razón perentoria para verse atendidos, el que los mbunzai se los "están comiendo vivos".

Armase nuestro indígena de su alfiler; y con mucho cuidado, bien despacito, va ensanchando el orificio del tumor, atendiendo sobre todo a no tocar al animalillo; despréndelo con precaución de la epidermis, y cuando ha dado feliz remate a la operación, muestra sonriente a la pulguita clavada en la punta del alfiler. Está enterita, y no ha quedado en la llaga ni un solo huevecillo.

La nigua no es autóctona, es decir original del centro africano, sino que procede de la importación extranjera. Parece ser que sus orígenes los tiene en la América del Sur, y que hubo ser traída en la arena que servía de lastre en un barco, que vino a hacer cargamento en la embocadura del Congo. Siguiendo el valle que atraviesa ese gran río llegó hacía 1891 al lago Tanganica. Algún tiempo después se pudo señalar su presencia en Tabova. Allí fue donde nos la trajo Rusgagara uno de los jefes más importantes de la población, y el comerciante más rico del país.

Los negros nos suelen preguntar muchas veces si la nigua se encuentra en Europa; y al contestarles que no, << que felices son los blancos- exclaman con envidia- entre ellos no se conoce el mbunzai>>, Mas con todo no hay que cantar victoria porque, como acabáis de ver, la nigua pertenece a la familia de los seres que - buscan camino- y se abren paso.

---

Esta descripción me recuerda en 1942 cuando llegué a Guinea con nueve años y conocí a mi abuela una mujer que imponía por su estatura y su seriedad, y que llevaba ya muchos años en Santa Isabel. . Observé al día siguiente que por las mañanas atendía a una fila de personas del país, y según lo que le contaban les facilitaba ungüentos, hierbas, plantas o les curaba y vendaba alguna herida. Más cuando se quejaban de picores en los dedos, llamaba a un boy( criado) Calabar que tenía en casa , llamado Okon Akpan, y este con una astilla de bambú hurgaba en los dedos e iba como cercenando alrededor de la bolsa de huevos que había depositado la nigua, y la extraía entera, a continuación lavaba la herida con alcohol y con ese mismo líquido lo esparcía sobre la bolsa de huevos en el suelo y la machacaba con una piedra. Mi abuela me explicó que si se rompía la bolsa de los huevos esas pulgas se podían extender por todos los dedos del pie y si no se destruían los huevos era un peligro futuro para el que pisara ese terreno. Ella por su edad no tenía el dominio ocular para poder efectuar ese trabajo meticuloso que efectuaba Okon, por eso, era su colaborador y especialista en niguas.



Fernando el Africano . Barcelona 15 de Julio 2011

lunes, 11 de julio de 2011

El Pueblo Bubi su Historia- Capítulo XI

C A P Í T U L O XI


                                         Descripción de un besé o poblado bubi



Quién no conoció a los bubis antes de 1900, y no visitó y recorrió sus poblados y no estudió con detenimiento sus costumbres en tiempos anteriores a la antedicha época, no puede gloriarse de poseer una idea clara y cabal de su etnología y mucho menos estará en disposición de describir con exactitud y perfección su etnografía.

De veinte años acá han variado notablemente los hábitos y costumbres bubis. En donde el cambio y mudanza es más manifiesta y visible es entre los moradores de las comarcas septentrionales; y aún mayor y más palpable esta transformación en lo que atañe a sus poblados. Muchos poblados o besés bubis del norte, es muy poco o en nada se parecen a los besés de sus antepasados.

En los mejores tiempos de las costumbres bubis a cinco o diez minutos antes de llegar al poblado se topaba con un arco construido de palos bastos y sin labrar en los cuales hallábanse atados mil géneros de amuletos ridículos, como rabos de oveja, calaveras y cuernos de cabras, plumas de gallina y de otras aves y conchas de caracoles marinos y terrestres que, como despojos de la muerte, les avisaban el recuerdo de sus abuelos que viven en el Borimó o región de los espíritus. A ambos lados del arco solían plantar un árbol sagrado llamado iko para impedir la entrada a los malos espíritus y sus malignas influencias en el poblado. Igualmente colocaban dos troncos de helecho hincados en tierra, uno de los cuales sostenía una cazuela de barro fabricada por alfareros bubis y en ella ponían agua procedente de un manantial perenne.

Con esta ceremonia piden a los espírituis buenos protectores del poblado, que pasan por debajo del arco, así como aquella agua mana continuamente del manantial o fuente, del propio modo jamás se agote el manantial de los nacimientos en el pùeblo.

Otras veces llenan de agua de mar, con lo cual pretenden significar que a la manera que el agua de mar, aunque recibe todas las inmundicias de la tierra jamás se corrompe, de idéntica forma que todos los hijos del pueblo, por más que padezcan otras enfermedades o adolezcan de otros vicios, nunca pierdan la virtud de procrear a sus hijos, para que aumente el pueblo.

Sobre el tronco solían colocar una piedrecita de río muy lisa, en la que mediante la resina denominada bejola(N) majola(S) y mahola (OE), adherían caracolitos de mar. A estos arcos dan el nombre de betapetape(N) menakanaka(S). A la entrada del pueblo había una gran plaza (riosa) en cuyas dos puertas de entrada y salida colocaban dos arcos idénticos al ya descrito.

En el centro de la plaza formaban un montículo o terrtaplén con una o dos bojíá(N) mojiá(S) o chozas consagradas a las almas de sus padres sombreadas por grandes árboles sagrados.

En esta plaza celebran sus baala o maala que son las fiestas entre ellos que revisten mayor pompa y boato, ya por el número de asistentes, pues acuden todo el pueblo en masa y una grande muchedumbre de forasteros; ya por la ostentación y grandeza de las ceremonias, ya por el lujo y riqueza de sus adornos; porque esta fiesta todos se esmeran en ostentar los bienes y caudales que poseen. A continuación seguía el besé dividido en muchos barrios algo separados entre si en dirección del camino vecinal o formando un gran semicírculo alrededor del riosa. En cada barrio vive un jefe subalterno con su familia y servidumbre; está defendido por una valla de grandes estacas de helecho que lo circumvala todo alrededor. En el interior de este vallado existen otras estacadas más pequeñas que separan las habitaciones del dueño, sus mujeres e hijos de las habitaciones de los criados y sus respectivas familias.

Las habitaciones de que consta son el dormitorio del amo del barrio, los dormitorios de cada una de sus mujeres por separado con sus cocinas y los dormitorios de los hijos mayores de siete años, con separación completa y rigurosa de sexos: diferentes bojia o mojia dedicadas a los antepasados de los moradores del barrio. En los departamentos de la servidumbre o bataki guárdase igual orden y disposición. Las chozas todas tienen la misma forma, aunque unas más capaces que otras, para cuya construcción emplean idéntica clase de materiales, de manera que quien haya visto una casa o choza bubi puede afirmar que las ha visto todas, y quien ha visitado un besé los ha visitado todos, pues todos y todas son iguales salvas algunas modificaciones del terreno o lugar en el cual están edificados.

La configuración o forma de una casa suele ser un cuadrilongo, cuyas paredes laterales jamás tienen mayor altura que pase de un metro cuarenta centímetros. Las mayores y más capaces por medio de un pequeño tabique se dividen en dos partes, unas de ellas sirve de cocina que es la exterior y la otra interior sirve de dormitorio. Sobre el hogar está el reki o boalo en el cual almacenan la leña para que se reseque al calor y humo del fuego. Las paredes no consisten sino en una estacada de troncos de helecho u otros árboles fijos en el suelo y trabados por lianas o bejucos. Los tejados en algunas partes tienen tan rápida caida o declive, que casi son verticales y llegan a dos palmos sobre el suelo por los lados que carecen de puerta o entrada. La altura de la entrada no pasa de un metro y su anchura se sesenta y cinco centímetros.

El tejado constrúyenlo con varas de nipa sobre las cuales colocan planchas hechas con hojas de la misma cosidas o tejidas con cañas extraidas del propio árbol.

Quién no haya contemplado jamás un poblado bubi y quisiera formarse una idea algo exacta de lo que fueron los antiguos besés, de una vuelta por el distrito de Balachá y visite singularmente los pueblos de Riokoritcho y Relebó. En este último, que es el pueblo más retrógrado y reaccionario en sus ideas de toda la isla, se puede admirar como en su propio terreno todas las costumbres y usos de los antiguos bubis. Aquí es observada aún con todo rigor y escrúpulo la cruel, bárbara y salvaje costumbre de arar la cara de los niños con profundas y sangrientas sajaduras.

Visité en distintas ocasiones el predicho poblado y siempre pareciéronle sus pobladores los más altivos y salvajes de los bubis. En una de ellas, hará algo más de dos años, sorpredióme la lluvia en sus afueras y para defenderme de sus molestias entreé en la casa más próxima en donde hallé a una mujer de alguna edad que amamantaba una criatura cuya cara estaba llena de sajaduras aún recientes, pues todavía no se habían cicatrizado. La saludé y correspondió atenta a mi saludo. Al contemplar aquella criatura que daba lástima el mirarla, preguntéle la causa de haber puesto en aquella forma tan horrible a su propio hijo. Se sonrió y replicome muy fresca: Para darle la señal o marca de nuestro pueblo, pues no ve Vd. como todas las gentes morenas tienen su marca o señal, y una es la marca de los pamues y yaundes, y otra la de los basás y okús, y otra la nuestra que nos legaron nuestros padres.

Esto es muy cierto contestéle, pero la marca bubi es la más bárbara y cruel, y por lo tanto debe abandonarse semejante costumbre como otros bubis ya la han abandonado. Será todo lo que Vd. Quiera, dijo, pero no es lícito dejar la costumbre de cortarnos la cara, porque a ningún hijo le es permitido renegar de las tradiciones de sus padres. Cuando las costumbres y tradiciones son buenas no es lícito abandonarlas y echarlas en olvido; mas débense dejar cuando son malas y salvajes, como es la de sajar la cara de los pequeñuelos. Para Vds. los blancos será mala, pero para nosotros es buena. Y no la pude sacar de aquí ni convencerla. Cortó ella bruscamente la conversación que le desagradaba diciéndome algo seria ¿Pale o t`ori ichea? Mbane kuma- Déme algo de tabaco, si es que llevas. Saqué del bolsillo un par de hojas, se las entregué y me despedí, pues la lluvia había cesado.


                                       Descripción del rijata o palacio real bubi


El antiguo rijata bubi semejaba una fortaleza defendida por doble barrera de gruesas estacas. El rijata mayor, en sus proporciones de grandeza y esplendor entre todos los bajata, que hemos visto entre los bubis, fue el del muy célebre mochuku Moka, allá en las alturas de Riamba. Otro bastante inferior a este, pero que tenía la apariencia de una morada regia salvaje, era el palacio de Sibelo, mochukari de Batete. La habitación de la tan renombrada y por último destronada Metchi motukuari de Balachá puesta al lado de la de Sibelo, con ser esta inferior al rijata de Moka, aquella parecía una miserable y abandonada choza.

Parsa que se pueda formar el lector una idea exacta del palacio o rijata del rey bubi describiremos brevemente el rijata de Moka tal cual existía en marzo de 1899, época de la muerte de este gran hombre.

Estaba situado en el centro de las llanuras de Riamba y de un sin número de rancherías pertenecientes a otros tantos muchuku subalternos. Entrábase a él por una espesa y sombría alameda de árboles sagrados. Al final de ella levantábase un arco igual a los que se encuentran en las entradas de todos los poblados con la única diferencia de estar mejor adornado y mas recargado de beomo o moomo, amuletos.

Este arco daba paso a un gran patio, ordinariamente muy descuidado y sucio de excrementos de cabra, oveja y otros animales domésticos; a un lado de él se levantaba una casa muy capaz con muchas puertas, llamada buencha o de ayuntamiento en la que tenían las asambleas generales y servía igualmente para hospedar a los extranjeros. Al otro el trono real que era a manera de púlpito fabricado de corpulentas estacas, al cual subíase mediante escalera muy rústica y primitiva. A este patio era permitido entrar a toda clase de personas, así naturales como extranjeras, con toda libertad y sin traba ninguna.

Venía luego la primera valla quie circuía al rijata, en la cual se halla una puerta de estacas movedizas por donde se entraba al primer departamento que era muy estrecho. A la otra parte del mismo levantábase la segunda barrera que dividía y separaba las habitaciones del mochuku, sus mujeres e hijos de las de sus criados y familiares.

Para pasar a los departamentos del mochuku, la valla protectora carecía de puerta, y era preciso salvarla por una doble escalera construida con toscos troncos apoyados y atados a estacas clavadas en tierra. De aquí seguíase a un estrecho callejón que iba a terminar a una especie de plazoleta, en medio de la cual estaba situada la habitación dormitorio del mochuku, junto a la que se hallaba otra igual de espaciosa que servía de comedor y recibimiento a la vez, en donde eran admitidas solamente las personas nobles y más íntimas del mochuku. En esta habitación fui recibido algunas veces en los años 1897 y 1898. De esta plazuela partían unas callejuelas a modo de comedores muy estrechos formados por las habitaciones dormitorios y cocinas de sus mujeres, ocupando preferentemente los sitios más cercanos a las del mochuku las mujeres esposas legítimas. Cada mujer tiene su propia habitación que le sirve de dormitorio y cocina, allí vive en compañía de todos sus hijos, pero los mayores de siete años no duermen en la habitación de su madre, sino en dos departamentos aparte, uno para las doncellas y otro para los mozos. A estos departamentos no se puede entrar sino pasando por el departamento del muchuku.

Algo más apartados, pero encerrados igualmente por la barrera exterior, estaban los departamentos de los criados sirvientes y demñás familiares, cada uno con sus receptivas mujeres e hijos.

A las veces un rijata parecía un verdadero pueblo por la muchedumbre de personas que en su interior moraban.

En el año 1897 cuando el Rdo. Padre Pablo Pardina (q.s.g.h.) y el que esto escribe, subíamos a hacer el censo de todos los ranchos incluidos y desparramados por las laderas y llanuras de Riamba vimos solamente que el muchuku Moka tenía sesenta mujeres en legítimas y concubinas o arrimadizas, y al segundo muchuku de aquellas alturas llamado Ebuera o Sas le contamos de treinta a treinta y cinco.

A todo el conjunto de mujeres de un muchuku dan e nombre de banki(N) y bahiki(S) y entre ellas mismas se llaman bonki(N) y mohiki(S). Entre las mujeres más señaladas que viven en el rijata el primer lugar la Obele. Esta es la hija de la hermana mayor del muchuku. La tiene en casa no como esposa sino como de familia. Asiste a todas las ceremonias, así privadas como públicas del rijata, sentada en sitio distinguido al lado del muchuku, come los mismos manjares que él y de todas las dádivas y regalos que los vasallos presentan al muchuku, ella recibe la mitad. La segunda es la Uri o sea la primera legítima del jefe. Tiene el deber de mandar y corregir a las demás mujeres, el privilegio de comer aparte sola y si alguien necesita ver al muchuku ha de pasar aviso primeramente a la Uri para que ella misma le llame. A ella toca guardar, custodiar y procurar la armonia ty buen orden del rijata. Viene después la belobo o melobo a la cual pertenece el cargo de preparar y servir los alimentos ya prevenidos al mismo jefe, y sentada de cuclillas, tener el plato con ambas manos mientras come.

Últimamente está la borenna (N) o erere(S), esta es la favorita, acompaña al jefe a todas partes que va, y si muere antes que el mismo mochuku, éste, en señal de luto y duelo, no permite que en las fiestas y solemnidades del rijata toquen las campanas de madera hasta que se haya procurado otra borenna o erere.

En la servidumbre del rijata siguese este orden. Primeramente está el Mpo o ministro. El Mpo acompaña juntamente con la borenna o erere , al jefe siempre y en todas partes; él lleva el cetro y el zurrón dentro del cual está la calabaza llena del mejor esehá o vino de palma, que los vasallos presentan cada día como tributo al mochuku. Sigue el Buae o Sam, cuyo oficio es proveer al rijata los alimentos necesarios a su sostenimiento. Cuando el jefe necesita carne manda al Sam a coger la primera cabra que halle al paso sin reparar si es propia o ajena, sin que el dueño pueda reclamar o chistar. Luego viene el Bóboso o vigilante que tiene el cargo de acompañar a las mujeres del jefe cuando tiene urgencia de ir a otro pueblo algo distante, vigilarlas dar cuenta a mochuku de su comportamiento.

Después está el Botako o Motako o embajador del jefe. Este lleva a todas partes los recados, órdenes y decretos del mochuku. Finalmente el Boki o sea la brigada de trabajadores que labran las haciendas o campos del mochuku.


MI COMENTARIO SOBRE LOS POBLADOS Y LA ORGANIZACIÓN DEL MISMO


Lo que no cuenta el padre Aymemi es que salvo las poblaciones de Santa Isabel y San Carlos, todos los poblados están situados hacia la montaña nunca en la misma playa. Esto es significativo de que tras vivir en la proximidad del mar ( descubrimientos arqueológicos de Carboneras) optaron situarlos lejos de los traficantes de esclavos que podían llegar a sus costas y de los numerosos veleros que atracaban en sus costas para proveerse de alimentos y agua, comercio que siguieron pero con muchas precauciones y garantías. San Carlos y Santa Isabel (Clarence) fueron construidas por los ingleses en su breve estancia en la isla sobre 1827.

Lo que nos cuenta de los poblados, los que hemos visitado los mismos en los años 1960 nos gratifica la enorme diferencia. En esa década de los 60, eran edificaciones muchas de ellas con cemento y techos de chapa, con traida de agua y en algunos luz, de la traida de agua me consta porque además las efectuó un cuñado mío (Pedro Marin) para la empresa Escuder y Galiana (creo).

En otras descripciones de este poblados cuentan como eran un verdadero laberinto con vallas y engaños, para poder llegar a las chozas de los mochuku, e incluso los caminos hasta el poblado eran a veces disimulados. Viene este comentario a que hay varios escritores nativos que cuentan la historia de que los españoles a finales del siglo XIX, mataron a 20.000 bubis. Esto contrasta con que:


a) El inglés Owen que fundó la ciudad de Clarence (Santa Isabel) en 1827 en sus escritos calcula la población de la isla en 15.000 bubis. Así mismo el doctor Antonio San Martin y Montes en 1867 detalla en su libro Estudios topográficos y médicos de la isla de Fernando Póo, que la población podía llegar a 15.000 personas y como punto final los Misioneros en su Censo de 901, detallan,  poblado a poblado de la isla dando la cifra total de 14.605 habitantes.

b) En aquellos años la población europea estable en la Isla estaría sobre las 300 personas y existía habitualmente un cañonero en el puerto con 100 hombres la mayoría de los cuales estában enfermos de malaria.

c) Para llegar a los poblados no existían carreteras eran caminos en la selva y suponiendo que 30 o 40 militares pudieran llegar al poblado para masacrar a los bubis, a estos les daba tiempo para huir ya que desde las alturas los veían venir y suponiendo que llegaran al poblado de improviso no podían saltear los obstáculos fácilmente., con lo que los bubis le daba tiempo suficiente para  esconderse en el bosque.

d) Resumiendo que 40 militares con armamento en mal estado, sin carreteras ni caminos, ni conocimiento del terreno que pudieran matar a 20.000 bubis en un país que solo vivían 15.000, me parece algo imposible.



Fernando el Africano 10.07.2011

Historia del Pueblo Bubi - Décimo Capítulo