viernes, 28 de octubre de 2011

RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL-VII

RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL- VII



Medicina de caza:


Cogen ciertas hierbas y cortezas de árbol, las colocan en una olla con agua y hacen un cocimiento. Verificado este ponen la olla en medio del corro que forman todos los que van a ir de caza, y con una fe y confianza digna de mejor causa, toman todos del brebaje singular. Abocan las escopetas a la olla y las bañan con lo restante del cocimiento, y a continuación, lleva uno, una cáscara de caracol de bosque con el citado menjunje y la ponen encima de un fuego voraz. Si la cáscara se rompe estando al fuego es indicio seguro de que la expedición va a tener un resultado feliz. Y al contrario, si se queda entera.

En caso de buen augurio, muy de mañana, toman gozosos sus escopetas y ligeros y animados se meten en el bosque en busca de la codiciada presa.



Medicina de finca o plantación:



Escogido el terreno de su agrado, según la clase de cultivo a que desean destinarlo, va el dueño en busca de una de esas figuras caprichosas, en forma de hongo, que fabrican de tierra la hormiga blanca o comején, y cogiendo, además media docena de planchas de nipa de las que suelen cubrir los tejados de sus casas, forman un diminuto adoratorio y colocan la figura trabajada por el comején, dentro del improvisado templo. Con este sencillo medio lograrán que el terreno escogido, dé abundantes y selectas cosechas. Pero esa bendición de su fetiche puede ser destruida por un maleficio de algún enemigo o robados los preciosos frutos por alguien a quién le guste coger lo ajeno. ¿Como defenderán sus intereses? Hacen otro pequeño oratorio en donde colocan la medicina protectora de los frutos, y con eso solo tienen la seguridad de que la finca quedará intacta.



Medicina de epidemias:



El remedio preservativo lo tienen siempre a la mano, nunca desconfían de su virtud preservativa a pesar de los mil y un desengaños en que varias ocasiones hayan padecido. Se van al bosque y bien con la corteza de cierto árbol, bien con un trocito de un arbusto especial, se arreglan su fetiche defensor, y quién se lo ata al cuello, quién a la frente, quién en otra parte cualquiera, Poseedores del preservativo eficaz, los veréis juguetones y campantes como si nada hubiera que temer.



N.G. C. M. F 10 abril 1911



Mi comentario:



Es posible que aquellos años en que sus bosques estaban inundados de fieros animales, como elefantes, leopardos, gorilas y otras especies, tuvieran necesidad de animarse en colectividad para penetrar en esos densos bosques continentales, así mismo es muy pausible que todo ese ritual fuera enardecido con algún licor procedente de la destilación de la palmera. Como existía en Europa que antes de ir al campo se tomaban su buen aguardiente y así se luchaba mejor contra el frío y la fatiga del trabajo.



Por otra parte, siempre esos pueblos han tenido temor a cualquier signo visible que pudiera representar hechicería o peligro. Eso me recuerda que con nueve años, cuando llegué a Guinea en 1942, me llamó mucho la atención un hermoso y soberbio mango que había en el jardín de mi abuela en Santa Isabel, ) Mi abuela llevaba ya muchos años en aquellas tierras) y le pregunté a mis primos el motivo de que en sus ramas colgaran trapos rojos y latas vacías, y me respondieron que mi abuela Polonia para que no le robaran sus mangos protegía el árbol con sus yuyus, o por lo menos, eso era lo que pensaban los nativos.



Fernando el Africano – Algete 28 de octubre de 2011

martes, 25 de octubre de 2011

RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL-VI

RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL- VI



Superticiones : lanza mortifera, espejo adivinatorio, culebra servicial


Para estos indígenas no se da la muerte natural que nosotros decimos, oponiéndola a la violencia, sino que todo el mundo muere a causa de esta última, proveniente, cuando otra causa no se conoce, de un maleficio puesto por un enemigo del difunto o de su familia. Así que a la muerte es normal hacer la autopsia, entre los pamues, con el objeto de reconocer el maleficio, y ver si se puede venir en conocimiento del causante de tal desgracia.

¡ Que cosas saben hallar los que ellos llaman médicos, para engañar a la familia del difunto y para inducirla a tomar venganza de este o de aquel, sobre quien recae la sospecha! En donde ellos más claro lo ven, es en el que nosotros decimos ha muerto de pulmonía.

A lo que nosotros damos el nombre de pulmonía, es efecto de la lanzada que el brujo o hechicero le ha dado sin saber cómo ni cuando. Así se explican al ver la sangre coagulada en los bronquios.

Otra de las cosas con que los brujos sacan mejor y más partido es la adivinación, valiéndose de algún << médium>>.

A la caída de la tarde por las aguas del río Otoche, nuestra canoa Santa Ana, llegó al primer pueblo pamue de la familia << atamakak>> (él me insulta pangolín) llamado Aleremetangha. Subí al pueblo y me encuentro un viejo malcarado, el cual llevaba un cuerno de venado en una mano y una campanilla en la otra, y se paseaba a lo largo de la plaza central , que suelen tener todos los pueblos pamues, agitaba la campanilla mirando al cielo y hacía mil visajes, que por otra parte nos movían a risa y compasión, al ver el empleo del buen hombre. De vez en cuando paraba y miraba fijamente en el espejo que cubría la abertura del cuerno misterioso. Concluidas las ceremonias vino a saludarnos, y a una simple insinuación, nos explicó el modo de servirse del cuerno adivinatorio para saber las cosas futuras y ausentes. Dentro del prodigioso cuerno ponen cortezas de árbol, huesecillos, pelo, etc. El agitar el cuerno y tocar la campanilla es para evocar la cosa que se desea saber, y se conoce su presencia por la quietud de los huesecillos y demás objetos metidos en el cuerno, pues se paran así que la cosa evocada se presenta. Mira entonces el espejo, y allí ve todo lo que pretendía.

Había hablado por la noche con los pamues las condiciones para establecer allí una reducción, y por la mañana, cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta de que mientras estaba diciendo la Misa, nuestro adivino se había puesto a pasear plaza arriba y plaza abajo, meneando su apreciado cuerno y agitando la campanilla. Concluida la Misa y dadas las gracias, fui a avistarme con nuestro hombre y le pregunté ¿Que es lo que había estado adivinando mientras decía la Misa. Pues investigando si se hará y cuando la casa que pretenden hacer aquí. Le pregunté: que resultado has obtenido, me respondió, que se hará, pero está lejos. Me quedé explicándole que no siempre es cierto lo que dicen los adivinos y que los médium, las serpientes y sus adivinanzas ya se usaban en tiempos remotos.

Cierto día estaba platicando con un joven cristiano pamue de las supersticiones de sus paisanos, y me manifestó que tenía un hermano, el cual poseía una culebra que le seguía a todas partes, y moraba en su casa, le avisaba cuando había algún peligro y le servía de guía en todo. ¡Caramba!

Pues si padre, esto es cierto. Al poco tiempo fue a Elobey el poseedor del bicho, y como era de suponer, no dejé perder la ocasión de enterarme de los buenos servicios que el dócil animalito ejercitaba para su amo. Le propuse comprársela, y aceptó exigiendo por ella cinco pesos. Al poco tiempo este pobrecito falleció, pero sin bautismo y la fiel servidora, triste y desconsolada desapareció de la casa y no volvió a verse más.


N.G. C:M::F: 10 de marzo 1911 La Guinea Española.

MI COMENTARIO


El misionero que redactó esto en 1911, debía contrastar esas supersticiones, hechicerías y creencias con las que se practicaban en la España rural, no obstante los brujos en los actuales poblados africanos siguen teniendo vigor, y sus potingues y curas casi milagrosas, se deben a su profundo conocimientos de las plantas medicinales que oculta el bosque y que por desgracia se va perdiendo, Las autoridades deberían promover, financiar e investigar los pocos conocedores de las propiedades de las plantas.


Fernando el Africano - Algete 25.10.2011

lunes, 24 de octubre de 2011

RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL-V

                           RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL V



Impresiones de un viaje al interior del Continente


El día 23 de marzo de 1909, a las 11,30 de la mañana salí de Elobey con dirección al río Oteche en la ballenera San Joaquín de la Misión.

A las 13, 30 doblamos punta Ndemba, a las 14,10 punta Botika sitio de la Misión francesa, a las 14,30 el puerto de Kogo y a las 14,50 dejamos atrás isla de Ngande, no sin haber contemplado el puerto militar y demás dependencias allí establecidas. A las 17 horas pudimos saltar a tierra en uno de los pueblos de la orilla del Otoche, en donde los Padres Misioneros de Elobey tienen una residencia provisional, mientras levantan una espaciosa reducción en un montecillo próximo. Al anochecer el reverendo Padre Feliciano Pérez, que hacia un mes moraba allí dirigió el santo rosario en pamue y cantó avemarías y varias coplillas en dicho idioma.

Cumplidos los deberes religiosos nos acostamos sobre las duras camas, claro que hubimos de despertarnos varias veces, por la dureza de las camas y la inoportuna visita de las molestas hormigas.

Desde un monte cercano se contemplaba la multitud de montecitos y ríos hasta la isla de Ngande, en varios de ellos se veía fuego producido por los pamues con el fin de desmontarlos y prepararlos para plantaciones de yuca, que es a lo que se dedican desde Navidad hasta Mayo, época por consiguiente poco oportuna para reclutar braceros para Fernando Póo.

Aproveché aquel día para mirar algunos pueblos pamues. Todos ellos son poco más o menos iguales y en todos se nota gran desproporción entre hombres y mujeres. El mayor número de estas es lo que da preponderancia y autoridad al pamue, cuyo único afán consiste en adquirir cuantas más mejor. Por esto, los jefes principales son los que disponen de más esclavas, ya que este es el oficio de la mujer entre los pamues. Para cada una de ellas tiene el hombre diferente casita, lo cual conviene tener presente para la reflexión que después apuntaré. Por la tarde quise subir río arriba para ver los rápidos del Otoche, así que me procuré un cayuco y haciendo equilibrios, me llevaron allí dos muchachos. Tres cuartos de hora costó la subida; y por el ruido de las aguas conocí que estaba llegando a los rápidos, que consisten en grandes pedruscos esparcidos por todo el cauce del río, en los que el agua con furia choca produciendo un ruido ensordecedor y una blanquísima espuma impide el paso de los cayucos, son como diminutas cascadas. Satisfecho de ver con mis ojos lo que tanto había oído decir, volví al anochecer a la choza.

Un poco sobresaltados estuvieron nuestros marineros aquella noche por los rumores de una posible guerra con otro pueblo, por la palabra que se tenía sobre una mujer, se decía que cada hombre tenía el encargo de matar uno del pueblo o familia contrarios, y para ello estaban en el bosque a fin de atisbar y cumplir su cometido.

Amaneció el día 25, y después de despedirnos embarcamos en el bote para regresar a Elobey, como no quería soplar la brisa, los marineros se hubieron de resignar a remar y nosotros tener paciencia para estar todo el día en la ballenera. Cerca ya de Ngande, izamos las velas para aprovechar el viento aunque contrario. Con este viento adelantamos mucho, ya que la marea nos era favorable, gracias a ello nos aproximamos tanto a Elobey, que parecía seguro que en media hora íbamos a llegar, pero de repente cambió la marea y nuestra ballenera comenzó a ser arrastrada hacia atrás a pesar de los esfuerzos de los remadores que hacían lo imposible para adelantar. No hubo más remedio que fondear en las playas próximas del territorio francés y esperar unas seis horas que cambiase la marea.

Después de una larga espera, de un incidente con un gabonés y un fuerte aguacero llegamos a Elobey.

Antes de cerrar estas desaliñadas impresiones pláceme consignar el efecto que en mi produjeron los habitantes del Muni. Entre ellos apenas hay rastro de dominación española ni se cuidan para nada de Autoridades españolas. Si han de hacer una guerra, si han de efectuar una muerte, no se les ocurre siquiera presentarse a las Autoridades españolas para entablar la queja o el motivo. Tienen un concepto bajo de los españoles y nos tienen por cobardes y miedosos, que no somos capaces de castigar sus fechorías, así como a los franceses y alemanes los tienen por valientes. Hay muchísimos jefes del río y fuera del río que cobran del Estado español, e ignoran ellos mismos por qué cobran, pues nada hacen de provecho por España.

Entre nosotros pasa no pocas veces que un comandante de puesto o un subgobernador llama a un jefe y éste, si le parece bien, obedece, y si no le parece bien se queda tranquilo en el bosque.

Tuve ocasión de ver hombres robustísimos y bastante numerosos cuyo trabajo en las fincas de Fernando Póo haría prosperar el trabajo.¿ Con lo escasos de braceros, como no los aprovechamos? La mayor parte de ellos cuando se les propone esa idea, se ríen sarcásticamente y señalando algún miserable del pueblo, dicen: que vaya éste. Y es que el sueño dorado del pamue es la adquisición de muchas mujeres, teniendo las cuales puede vivir sin trabajar y sin tener que hacer otra cosa que dormir, estirarse y dar un paseo con su escopeta al hombro. Ahora bien, como estando en el río tienen más facilidad de comprar mujeres, pues con dos o tres días de buscar goma (caucho) sacan lo que ganarían en Fernando Póo en varios meses, ¿ Quien les hace salir del bosque? Más no se sacia su apetito de tener mujeres, conozco jefe bien retribuido por España que posee ya más de 20, sin que por esto diga basta.

Una solución en parte al problema sería:

Como hemos dicho atrás, para cada mujer hace el hombre una choza aparte, o por lo menos separada con tabiques, que paguen un tanto por cada vivienda por trimestre o cada año. Así al propio tiempo que se estorba algo ese indigno tráfico, habrá un ingreso para el Tesoro nacional y mayor posibilidad de braceros.

Marcos Ajuria C.M.F. Elobey 10 abril 1909


MI COMENTARIO


El padre Marcos que habitualmente residía en Fernando Póo, estaba obsesionado con la falta de mano de obra en la isla, cuyas nuevas plantaciones de cacao y café se pudrían en los árboles, al dejar de fluir la mano de obra que hasta entonces había fluido desde Libería ( krumanes),  posiblemente las plantaciones de la misma Misión en Banapá sufrían ese problema.

También se observa claramente que los pocos funcionarios españoles que estaban destinados en el Continente y los llamados Administradores que eran militares, no podían ni gestionar y ni mucho menos controlar una zona tan amplia y tan mal comunicada como era el territorio del Muni.


Fernando el Africano Algete 24 de octubre de 2011.