sábado, 24 de diciembre de 2011

ANÉCDOTAS E HISTORIAS DEL PUEBLO FANG-III


ANÉCDOTAS E HISTORIAS DEL PUEBLO FANG-III

Impresiones De un viaje: Bata-Mbonda-Río Campo- Ayamakén
 (25.01.1920 La Guinea Española)

En las primeras horas de un día de Junio, risueño y despejado, con dos muchachos y un trabajador con mi poco equipaje, emprendimos con el caballo de San Fernando el viaje. Se esfumaba en la lejanía Bata al llegar al Utonde. Desde ese punto hasta Mbonda la monotonía es larga, opresora y aplastante: arenas, cangrejos incontables ocupados desde primeras horas en sus faenas peculiares, olas junto a la playa y bosque.
Al incauto  que para atajar se precipita por veredas desconocidas, suele acontecer la vez primera, lo que me sucedió a mi cerca del río indicado.
El flujo extraordinario de marzo, forzó a caminar descalzos a la comitiva dejando, para evitarnos la molestia de ir con ellos en la mano, nuestros zapatos en un hatillo que algo adelantado llevan unos muchachos. Durante nuestra marcha, por la playa se nos hizo nuestro caminar muy apacible, no fue así como nos encontramos por el atajo de referencia. La ardiente y soleada arena quemaba nuestras plantas desesperadamente, creyendo que el trecho era corto seguíamos incautos por él, no acertando al cabo de un minuto a despegarnos el fuego que se adhería a nuestras plantas.
El señor Obispo salió airoso del apuro, no así el resto del personal, pues en vez de posar sus plantas sobre hojas frescas que atenuaran la calentura, lo hicieron sobre unos pinchos verdaderos erizos, como los que llaman los naturales “itekateka, yo merced a la ligereza que me daban los años y al acicate de aquel incendio de mis pies, con cuatro brincos me presenté en la playa, rico oasis y baño templado entre aquellos ardores.
Para llegar a Mbonda, hay que pasar tres ríos, el primero el  Utonde de curso no muy largo pero de mucho caudal, de mal pasar, a causa del pésimo cayuco encargado de navegarlo el astuto y rígido Caronte encargado de ello.
Astuto como él solo, pinta con muy vivos colores a cuantos se toman la molestia de escucharle los sufrimientos que tuvo que soportar, durante la internación de los Kamerones, mostrando en comprobación de su aserto el “adeko” o pértiga pesada con que los pasó a fin de sonsacar con sus gimoteos, del europeo que por fin allí atraviesa las pesetillas que entonces no consiguió. Justo es que algo se le tribute, no obstante con la paga que saca a los morenos, un real por individuo, parece no estará mal retribuido, considerando el enorme trasiego de pamues y demás que por allí se dirigen a Bata.
No muy distante de la desembocadura, allá donde el cauce empieza algo a estrecharse, es voz, tendieron los alemanes un pasadizo, algunos de cuyos postes aún hoy subsisten; frágil y malo fue él, pero algo indica el sólo esfuerzo de tenderlo y digno de encomio y de imitación. 
La población del distrito de Utonde es escasa, casi nula, debido a lo pantanosos que algo arriba se mueve el terreno, unos cuantos bapukus en su desembocadura, algunos bujebas, un poco más al interior , con otras tribus y para de contar.
Sobre este río cuenta la leyenda que cierto hombre “upuku” o “bapuku” como nosotros llamamos, se hallaba ocupado un día en la caza en uno de los bosques próximos al río. Aburrido debía hallarse el buen “bapuku” de tanto esperar , pues nada se rebullía en las cercanías, cuando de pronto advirtió movimientos en las cercanías, era un cerdo hermoso y gallardo que  tranquilamente hozaba no muy distante del observador.  
Ibendu que así se llamaba el bapuku tomó sereno su escopeta, apuntó con sangre fría y tras breves momentos una descarga resonó por el Utonde, el animal herido mortalmente y chorreando sangre huyó en descomunal carrera precipitándose ciego y rabioso por precipicios y barrancas, tras él fue también Ibendu, llegaron en estas al Utonde y el cerdo guiado por su maravilloso instinto, se precipitó en sus ondas. Sumergiéndose en ellas con extraordinaria soberanía, allá le siguió también el bapuku resuelto a no abandonar su presa.  
Desapareció la presa, como por arte de encantamiento, viendo el cazador una hermosa ciudad en medio del río, sus calles estaban rigurosamente alineadas, trazadas a escuadra sus habitaciones y palacios, la gente pululaba por doquier en animada charla. El río corría por otro cauce, o bien se había secado momentáneamente. A la vista de tantas maravillas parose Ibendu sobrecogido de espanto sin atreverse a preguntar que era aquello que contemplaba en medio del río.
Oyó quejidos lastimeros y movido a compasión dirigió sus pasos allá donde
salían, preguntando por la causa que los motivaba.
2 ¿Como te atreves a indagar, contestaron los del río, cuando tu mismo con tu alevosía has sido quien los ha producido? , porque el que heriste en el bosque, no fue cerdo ni animal, que se le parezca, mira en ese que se lamenta al hermano de aquel que asesinaste.
Quedose paralizado Ibendu sin entender apenas lo que se le explicaba con palabras llanas. Curioseó tanta maravilla de esta portentosa ciudad encantada, le dijeron que por la fuerza de los hados, estaba destinado a ser morador de aquella ciudad, por lo cual solicitó licencia para ir a relatar lo que había visto y despedirse de sus antiguos paisanos. Volviose a su tribu pregonando a voz en grito  las grandezas y portentos que había visto, reunió en su pueblo asamblea de notables, convocó s todo el pueblo y les explicó lo vivido. Sus amigos y compañeros creyéndole loco, demente, o visionario, pero él seguía firme en su resolución de vivir para siempre en aquella fantástica ciudad, a cuyo fin citó a todos los moradores de aquellos contornos, para que a la luz del medio día contemplasen su vuelta a la ciudad encantada.
Reuniose una multitud para contemplar el portento. A una señal del bapuku, empezaron sus amigos a tirar al río, sus enseres, cacharros, unos se sumergieron y otros contra las leyes de la gravedad y debido a las corrientes, jugueteaban en la superficie y no se hundían.
Llegó el turno de Ibendu, quien de un salto se precipitó en el Utonde, bajando a su seno en medio de la estupefacción y griterío de la multitud.
Es fama que desde aquel día no se vio más entre los vivos al Ibendu de la leyenda.
Creen aún la gente menuda, que de tiempo en tiempo sale Ibendu del Utonde con su bote, ni faltan quienes afirman haberse llegado, invisiblemente y mezclado entre la multitud, estos días de concurso en nuestra Iglesia de Bata, volviéndose a su río, acabadas las funciones.
Alguna vez, en mis ratos de ocio, he pretendido llegarme en cayuco hasta el lugar donde dicen ocurrió en suceso, pero nadie ha querido acompañarme, ya que creen que el jugueteo que se observa en las olas, es debido a los moradores de la ciudad de Ibendu.
Vive en el Utonde un viejo, cuyo nombre prefiero callar, que conoce perfectamente el lugar o la “Etima”, en donde se sumergió Ibendu.

NOTICIAS (25.10.1919)
Gracias a las gestiones de don Fernando de Carranza, subgobernador de Elobey y bajo la dirección de don Julián López, jefe de Obras Públicas del distrito, se está arreglando el aljibe del Gobierno confiando en que quedará arreglado para abastecer de agua en tiempo de seca, a los habitantes de esta Isla, que carece de ríos o lagunas.
En Bonche el jefe Nguema Ekó mató hace pocos días un elefante y los policías de Calatrava hirieron a tres en punta Yeke, por desgracia se escaparon al bosque con vida.
En este viaje  a Santa Isabel, se lleva el Antonico 141 trabajadores, sin contar los pasajes particulares.
Hemos oído que los habitantes de Corisco se van a agrupar en dos centros de población y los pocos bengas que habitan Elobey Grande, desean hacer lo propio, formando un solo pueblo.
De Santa Isabel llegan las noticias de la repatriación de las tropas alemanas que quedan en la isla, que se hará únicamente por barcos españoles. En virtud de que se halla en el puerto el vapor Ciudad de Cádiz, recibió orden de embarcar las compañías séptima y octava, del campamento número 2, un total de mil quinientas personas. Ha sido un espectáculo la plaza de España, al paso de estas compañías, y los hombres y mujeres todos cargados cuanto podían, por los objetos adquiridos en su estancia, hacían sonar sus rústicos instrumentos constituyendo una verdadera orquestas. Los que vimos llegar desarrapados, tristes, macilentos seguidos de enjambre de insectos que cebaban su miseria, comprendemos deban estar agradecidos al Gobierno español, al irse en unas condiciones tan distintas.

MI COMENTARIO

Hay historias mezcladas de bengas, fang e incluso de la zona bubi, pero procuro poner las más interesantes, como la leyenda del río Utonde.

Fernando el Africano  Algete   24 de diciembre de 2011

FELICES   FIESTAS

jueves, 22 de diciembre de 2011

ANÉCDOTAS E HISTORIAS DEL PUEBLO FANG-II


ANÉCDOTAS E HISTORIAS DEL PUEBLO FANG-II

(25.10.1919 La Guinea Española)

Visitado ayer el hospital de Bata, encontré un guardia recién llegado del puesto de Meloko, con las manos acribilladas de heridas, producidas por los rabiosos mordiscos de un gorila.
Iban de servicio según me contó de Meloko a Yamakén, cuando al pasar por los cerrados bosques de Makora, se vieron de repente frente a frente un gorila en actitud hostil. Le dispararon dos tiros y quiso la providencia que fuesen tan certeros, que herido gravemente el animal, huyó a esconderse en la maleza de los vecinos bosques. Allí se fueron los animosos guardias, guiados por el rastro de la sangre, y allí lo divisaron bien pronto oculto en la espesura.
Prepararon de nuevo los fusiles, hicieron nueva descarga, pero con tan mala suerte que no salió ninguno de los tiros.  Entonces el acosado gorila abandona su escondrijo, lanzándose como una flecha sobre los fugitivos guardias y alcanzando a uno de ellos lo derriba en tierra mordiéndole furiosamente. En vano imploró el herido auxilio de su aterrado compañero, que despavorido huyó rápidamente para ponerse a salvo. El cuadrumano siguió hiriendo y destrozando brazos y piernas del guardia, hasta que satisfecho de su venganza y debilitado por los disparos, abandonó a la víctima, cayendo desplomado a unos 200 metros de distancia y muriendo a los pocos instantes.
El hambre lleva un año o más en el Continente, en la Escuela de Elobey tuve dificultades para encontrar yuca, ni plátanos se pudieron hallar, tuvimos que echar mano del troncho tierno de las palmeras. Los animales como elefantes y gorilas destrozan las plantaciones. Hemos oído que nuestros vecinos de la colonia francesa de Cocobeach, les han sido facilitadas armas por el Gobierno, para defender sus fincas, las cuales se ven como las nuestras, infestadas de animales que las arrasan.
Respetando opiniones contrarias, nos parece acertada la medida, y tal vez debería aplicarse en nuestro territorio. Hoy viven los indígenas en sus fincas, viéndose en la precisión de tener que estar metiendo ruido con sus tumbas y no tumbas para ahuyentar elefantes, monos, cerdos etc. Y a pesar de tantas precauciones, esos animales se han acostumbrado a la música de la tumba y lejos de huir, con la gravedad y frescura del que roba en presencia de su amo, porque sabe que este no les hará daño, se comen ellos los plátanos y arrancan de la tierra la yuca y los ñames en las barbas del dueño de la plantación.
Para ciertos animales no sirve de nada los valladares ni cercas posibles, el mejor valladar sería un disparo con un fusil.
Se nos podría objetar que las armas en manos de los pámues darían lugar a enojosos incidentes, creemos que no, pues el espíritu guerrero del pámue no es el de insubordinación de otros tiempos, téngase en cuenta el continuo trasiego de nuestras masas indígenas del interior hacía Fernando Póo, y la obra meritísima de atracción, merced al humanismo con que se les trata y a la fidelidad que se observa en los contratos y acuerdos.
Por otra parte, puestas las armas en manos de los jefes de poblado, ( aquellos de más confianza para el Gobierno) y obligando a presentar la piel de la pieza muerta, además de hacerles responsables de las colisiones por ellos causadas, podría terminar con el hambre de esa zona.
Hasta el presente no se conocía otro modo entre los pámues, para comprar mujer, que el de entregar a la familia, paños, ollas, machetes, etc. Hoy gracias a la miseria que por todas partes reina se hace la compra con plátanos y yuca. ¡Que tal irán las cosas, cuando a eso tienen que apelar! 

MI COMENTARIO

Se daban las circunstancias de que los animales salvajes destrozan las plantaciones, también influiría que la gente joven de muchos poblados emigraba, bien por voluntad propia o por presión del jefe del poblado ( se llevaba una comisión) o por las autoridades españolas, y al emigrar dejaban de trabajar la agricultura.

Lo curioso es que en la isla de Fernando Póo, tenían el mismo problema del hambre o falta de víveres, aunque las causas eran distintas. En la isla los animales salvajes no destrozaban las plantaciones, pero la llegada masiva de los cameruneses y de los alemanes huyendo de la guerra en el Camerún, el aumento igualmente de la población agrícola traída en la mayoría del Continente, era la causa. Es posible que parte de la población bubi que trabajaba la huerta, empezara a colocarse en empresas que precisaban algo inexistente antes en la Isla,
Como los oficios: mecánicos, conductores, carpinteros, oficinistas, cazadores (para las ardillas que se comían el cacao) alguna mujer de servicio doméstico, niñeras etc. 

Sería interesante estudiar la explosión agrícola y el cambio tan brusco de Guinea, especialmente en la Isla donde desde su dominio por España hasta su Independencia, el mercado no ha sido capaz de abastecer la mano de obra que precisaba, siempre ha ido por delante la necesidad.

Fernando el Africano   21.12.2011