ANÉCDOTAS DEL PUEBLO FANG Y
OTROS – VIII
LOS EBUNES Y SUS VIVIENDAS
Descendientes de los
nómadas aquellos que a fuerza de vagar
por los bosques ecuatoriales, decidían establecer poblados provisionales que a
veces quedaban como definitivos, los ebunes construían sus chozas, cuyas
características vamos a relatar a la ligera.
No se realizaban para que
fueran sólidas y de duración. Son habitualmente comunes, salvo rarísimas
excepciones, como las que se hallan en las otras tribus, siendo uno de los
capítulos que prueban el estrecho contacto entre ellas existente.
Agrupados ya en familias y
tribus los pobladores de nuestro Continente, lo primero de que con esmero
cuidaban los jefes era que a altas horas de la noche se verificase lo que ellos
apellidaban “ibando dya mboka”.
Todo era misterioso en la
ceremonia; el titilar de las estrellas en el firmamento, el pálido resplandor
de alguna que otra tea incendiada para hacerse paso a través de la oscuridad de
la noche, el rugido de las fieras que atemorizadas se precipitaban en lo más
espeso de las selvas, el grave andar del tardo nativo, todo aumentaba y
contribuía a dar solemnidad al acto.
La ceremonia se verificaba en
una llanura apacible cuando ya comenzaban a despuntar los retoños de las fincas
de que se sustentaría el poblado. Como ningún curioso estaba autorizado para
presenciar el acto. Solían hacerlo cuando aún, no había poblado ni viviendas en
los alrededores, siendo exclusivo privilegio del jefe general de la tribu y de
sus más allegados.
El jefe, asistido de alguno
de sus íntimos, su hijo mayor, su primera mujer, después de bien ahondado el
hoyo, palitos y demás chucherías de ritual, con mucha cautela y miramiento y
con harta solemnidad y rayana en la ridiculez, depositaba el envoltorio sagrado
invocando benéfico el auspicio de los espíritus custodios de la tribu. La
ceremonia no tenía otro objeto que atraerse las miradas tutelares de los
custodios del pueblo por el cual una vez verificada, de tal manera quedaban con
ella protegidos que ya tendrían próspero suceso de negocios, por este motivo,
divulgado ya que el pueblo, familia o tribu tenía el ibando, nadie podía impunemente abandonar los Lares, siendo todos
muy solícitos en agruparse por donde sospechaban estaba el ibando.
Esto arroja el nombre de “ibando dya meboka” y las expresiones mokae é mubandueni n`ibando , na tyendi
bandaka , y otras similares. En nuestras primeras excursiones oímos de
labios de algunos mozalbetes, no sé cuantas leyendas sobre este rito, sobre las
cosas que se debían poner en ese hoyo, tales como huesos, carnes, uñas, pelo
etc.
Era el ibando para ellos una cosa santa, absoluta para el bienestar del
pueblo, donde estaba el hoyo nadie podía edificar ni plantar, so pena de
incurrir en los más atroces sufrimientos.
Recientemente leyendo por
casualidad cosas escritas sobre este asunto por un kombe, entré en ganas de
saber donde sospechaban estaba el ibando de
una localidad. Convocados algunos hombres ya maduros, ninguno tenía noticias
del lugar exacto de su ubicación. Saben que estaba en Mbonda y pensaban que
estaba situado cerca del antiguo cementerio entre el Mbia y el Cuartel, frente
por frente de la piedra que ellos llaman Mabando.
En todo poblado indígena cabe
distinguir dos suertes de edificios, sucio y mal arreglado uno y limpio el
otro. Los pueblos de la playa, los que se llaman ndowe, tienen a mucha honra
construir y de relativo confort el otro,
separándolo del otro. Haciendo si se lo permiten sus haberes, verdaderos
gastos.
Los del interior, sean ellos
pamues o bujebas, que ambos en ese punto corren parejos, prescinden de tales
refinamientos, se dejan por lo general de ndekis y velikas, contentándose con
su cocina, riéndose de lo vacía que a veces tienen los de la playa con todo su
gusto y acicalamiento.
La cocina por regla general
es un conglomerado de cacharros y cachivaches los más raros y extraños en la
más confusa algarabía.
Dos o tres piedras lisas y
llanas con alguna que otra redonda para las incontables veces que machacan el
picante; ollas chicas y grandes para los guisos y medicinas, cacerolas y
sartenes de latas de mil clases, tenedores y platos todo bien revuelto y
confuso que se halla en la cocina. Por además en el gaga los envueltos de sal y pimienta, los cacahuetes y calabazas,
los ebebis y alguna que otra ristra
de pescado al humo, con dos o tres más de maíces haciendo juego allá en las
alturas del techo, y dime que tal se verá todo ese conjunto. Haz cuenta que
nada he dicho de los mbendus y mandondigas de las tarrayas y anzuelos,
de los banquillos, sillas y evocas, que rastrean el suelo, ni de las camas que
nunca faltan, y piensa si puedes considerar hermosa a esa habitación.
En lo exterior carece de
adorno, ni esmero por evitar el hollín. No es raro encontrar quienes, no
obstante poseen un buen caudal de limpia y buena vajilla, no la guardan en sus
cocinas prefiriendo más bien tenerlas en sus ndekis y velikas.
Costumbre reprobable es la de
guardar a sus enfermos en esas cocinas. Es ley general no tan solo de los
poblados de Mbonda: kombes, bapukus, y bengas, momas, bomudis y mogandas,
marris y buidos vienen amoldando su proceder a esa costumbre. No ha muchos años
que murieron en nuestro continente jefes tan prestigiosos como Mojemba y Mbara,
pues bien, ambos poseían buenos ndekis,
si embargo no en ellos, sino en cocinas indecentes fue donde pasaron su
enfermedad y donde murieron.
Fresca está en la memoria de
Iyanga- Matala, patente y muy airada por brisa, que nunca falta en Ukomba su
hermosa casa. Ni por esas; sepultado en una matamba de cuatro palmos murió, rodeado
de sus siete concubinas el que tanto se preció de su ndeki.
MI COMENTARIO
Hay que pensar que esto se
escribe en 1921, donde los hogares españoles tampoco era una sala de
exposiciones, en general la cocina era comedor, a veces cuarto de baño y despensa
de todo lo que fuera alimento.
Por otra parte como buen
claretiano el padre Leoncio arremete contra la religiosidad del acto del
Ibando, ya que esas creencias merman la posibilidad de captar cristianos para
su Iglesia. No cabe duda que uno de los males de la llamada civilización, es ir
borrando las tradiciones africanas y sustituirlas por las nuestras.
Fernando el Africano 27.01.2012