viernes, 27 de enero de 2012

ANÉCDOTAS DEL PUEBLO FANG Y OTROS-VIII


ANÉCDOTAS DEL PUEBLO FANG Y OTROS – VIII


LOS EBUNES Y SUS VIVIENDAS

Descendientes de los nómadas  aquellos que a fuerza de vagar por los bosques ecuatoriales, decidían establecer poblados provisionales que a veces quedaban como definitivos, los ebunes construían sus chozas, cuyas características vamos a relatar a la ligera.
No se realizaban para que fueran sólidas y de duración. Son habitualmente comunes, salvo rarísimas excepciones, como las que se hallan en las otras tribus, siendo uno de los capítulos que prueban el estrecho contacto entre ellas existente.
Agrupados ya en familias y tribus los pobladores de nuestro Continente, lo primero de que con esmero cuidaban los jefes era que a altas horas de la noche se verificase lo que ellos apellidaban “ibando dya mboka”.
Todo era misterioso en la ceremonia; el titilar de las estrellas en el firmamento, el pálido resplandor de alguna que otra tea incendiada para hacerse paso a través de la oscuridad de la noche, el rugido de las fieras que atemorizadas se precipitaban en lo más espeso de las selvas, el grave andar del tardo nativo, todo aumentaba y contribuía a dar solemnidad al acto.
La ceremonia se verificaba en una llanura apacible cuando ya comenzaban a despuntar los retoños de las fincas de que se sustentaría el poblado. Como ningún curioso estaba autorizado para presenciar el acto. Solían hacerlo cuando aún, no había poblado ni viviendas en los alrededores, siendo exclusivo privilegio del jefe general de la tribu y de sus más allegados.
El jefe, asistido de alguno de sus íntimos, su hijo mayor, su primera mujer, después de bien ahondado el hoyo, palitos y demás chucherías de ritual, con mucha cautela y miramiento y con harta solemnidad y rayana en la ridiculez, depositaba el envoltorio sagrado invocando benéfico el auspicio de los espíritus custodios de la tribu. La ceremonia no tenía otro objeto que atraerse las miradas tutelares de los custodios del pueblo por el cual una vez verificada, de tal manera quedaban con ella protegidos que ya tendrían próspero suceso de negocios, por este motivo, divulgado ya que el pueblo, familia o tribu tenía el ibando, nadie podía impunemente abandonar los Lares, siendo todos muy solícitos en agruparse por donde sospechaban estaba el ibando.  
Esto arroja el nombre de “ibando dya meboka” y las expresiones mokae é mubandueni n`ibando , na tyendi bandaka , y otras similares. En nuestras primeras excursiones oímos de labios de algunos mozalbetes, no sé cuantas leyendas sobre este rito, sobre las cosas que se debían poner en ese hoyo, tales como huesos, carnes, uñas, pelo etc.
Era el ibando para ellos una cosa santa, absoluta para el bienestar del pueblo, donde estaba el hoyo nadie podía edificar ni plantar, so pena de incurrir en los más atroces sufrimientos.
Recientemente leyendo por casualidad cosas escritas sobre este asunto por un kombe, entré en ganas de saber donde sospechaban estaba el ibando de una localidad. Convocados algunos hombres ya maduros, ninguno tenía noticias del lugar exacto de su ubicación. Saben que estaba en Mbonda y pensaban que estaba situado cerca del antiguo cementerio entre el Mbia y el Cuartel, frente por frente de la piedra que ellos llaman Mabando.
En todo poblado indígena cabe distinguir dos suertes de edificios, sucio y mal arreglado uno y limpio el otro. Los pueblos de la playa, los que se llaman ndowe, tienen a mucha honra construir  y de relativo confort el otro, separándolo del otro. Haciendo si se lo permiten sus haberes, verdaderos gastos.
Los del interior, sean ellos pamues o bujebas, que ambos en ese punto corren parejos, prescinden de tales refinamientos, se dejan por lo general de ndekis y velikas, contentándose con su cocina, riéndose de lo vacía que a veces tienen los de la playa con todo su gusto y acicalamiento.
La cocina por regla general es un conglomerado de cacharros y cachivaches los más raros y extraños en la más confusa algarabía.
Dos o tres piedras lisas y llanas con alguna que otra redonda para las incontables veces que machacan el picante; ollas chicas y grandes para los guisos y medicinas, cacerolas y sartenes de latas de mil clases, tenedores y platos todo bien revuelto y confuso que se halla en la cocina. Por además en el gaga los envueltos de sal y pimienta, los cacahuetes y calabazas, los ebebis y alguna que otra ristra de pescado al humo, con dos o tres más de maíces haciendo juego allá en las alturas del techo, y dime que tal se verá todo ese conjunto. Haz cuenta que nada he dicho de los mbendus y mandondigas de las tarrayas y anzuelos, de los banquillos, sillas y evocas, que rastrean el suelo, ni de las camas que nunca faltan, y piensa si puedes considerar hermosa a esa habitación.
En lo exterior carece de adorno, ni esmero por evitar el hollín. No es raro encontrar quienes, no obstante poseen un buen caudal de limpia y buena vajilla, no la guardan en sus cocinas prefiriendo más bien tenerlas en sus ndekis y velikas. 
Costumbre reprobable es la de guardar a sus enfermos en esas cocinas. Es ley general no tan solo de los poblados de Mbonda: kombes, bapukus, y bengas, momas, bomudis y mogandas, marris y buidos vienen amoldando su proceder a esa costumbre. No ha muchos años que murieron en nuestro continente jefes tan prestigiosos como Mojemba y Mbara, pues bien, ambos poseían buenos ndekis, si embargo no en ellos, sino en cocinas indecentes fue donde pasaron su enfermedad y donde murieron.
Fresca está en la memoria de Iyanga- Matala, patente y muy airada por brisa, que nunca falta en Ukomba su hermosa casa. Ni por esas; sepultado en una matamba de cuatro palmos murió, rodeado de sus siete concubinas el que tanto se preció de su ndeki.

MI COMENTARIO

Hay que pensar que esto se escribe en 1921, donde los hogares españoles tampoco era una sala de exposiciones, en general la cocina era comedor, a veces cuarto de baño y despensa de todo lo que fuera alimento.
Por otra parte como buen claretiano el padre Leoncio arremete contra la religiosidad del acto del Ibando, ya que esas creencias merman la posibilidad de captar cristianos para su Iglesia. No cabe duda que uno de los males de la llamada civilización, es ir borrando las tradiciones africanas y sustituirlas por las nuestras.

Fernando el Africano  27.01.2012

lunes, 23 de enero de 2012

ANÉCDOTAS DEL PUEBLO FANG Y OTROS- VII


ANECDOTAS DEL PUEBLO FANG Y OTROS- VII
(10.04.1921)

En la nebulosa de los tiempos se pierde el origen de las Asambleas de los Ebunes. Las esclarecidas por la tradición, datan de la época de la segunda dispersión, allá por los márgenes del Ediba a Rombe na Madobo , que por esfumarse también en densas nieblas , hasta el nombre del lugar desconocemos, y por eso se le da el nombre del Río de los Rombe y Madobo.
Como es natural para que hubiera una asamblea magna o general, era menester, que hubiera causas más graves que para una particular.
Como no son muchos años los que llevamos con estas tribus, contadas son las asambleas que hemos presenciado, esto no mengua la veracidad de cuanto llevamos dicho y nos ha sido transmitido por los viejos a quienes hemos preguntado.  
Hará cosa de 35 o 40 años hízose célebre por sus fechorías un leopardo que merodeaba por Mbonda y sus contornos.
Cierto día al caer la tarde, aprovechando la tranquilidad del crepúsculo vespertino, una mujer de la tribu Sasún (esta tribu se extiende desde Kogo hasta los comienzos del bosque Makora, camino de Ayamakén) vecina de Ilende en el Kokolondo, fue victima de su voracidad pereciendo en sus garras.
No fue menester más, el encono y la indignación hasta entonces en los pechos de los sasunes, se desbordó torrencialmente invadiendo los territorios de aquellos que  su parecer, influenciaban el tigre de referencia.
Ngon-a manga y los poblados circunvecinos tuvieron no poco que sufrir del ímpetu furioso que llevaban los sasunes.
Se citaron Con urgencia a asamblea para deliberar el sesgo que convenía dar a los acontecimientos que se precipitaban.
Como la voz popular declamaba que en el felino estaba el espíritu o influencia de uno de Mbonda, tras no pequeñas discusiones, los consejeros y viejos de la tribu aprovecharon la idea de que ante todo se averiguase de quién fuese el tigre para luego proceder cual convenía. A tal efecto debía hacerle medicina y ponerse luego en el camino más céntrico de Mbonda, no lejos de la Misión protestante, junto a la casa de Meko, para que todos se viesen forzados a someterse a su influencia.
Hízose, pues cuanto presirvieron los viejos, y resultó que el que influenciaba el tigre era un bolovetji a Mbay por nombre Ebilinga, quién a su vez declaró haberla recibido de  unos balengues.
Este hecho y los que como consecuencia de él siguieron, es decir, la guerra que se declaró a los sasunes por los atropellos y vejaciones que infligieron a Ndonanga, manifiestan bien a las claras, una de las causas por que se celebran las reuniones o asambleas generales que hemos dicho.
Otra más moderna, en época que misionaba por allá el padre Domingo Farré, fue no ya un tigre sino varios que recorrían la demarcación de los Ebunes.
Cuentan que al atardecer asaltaron varias mujeres cuando estas más descuidadas llenaban de agua sus egukas. Esto no obstante, no fue motivo para que los Ebunes se aprestaran a cazar a tan terribles bichos, lamentaban si, tanto estrago y mortandad, gimoteaban a los que sucumbían pero nada más.
Fue entonces cuando el padre Farré intervino en el asunto, citando con el jefe Bote asamblea general. Fue esta solemnísima, extraordinaria por demás, ya que tal vez era la primera que asistía un europeo.
Cierto viejo que acudió a aquella reunión, contó que la gente ya no se extendía por los sitiales que hay en Ibongo dya Roku a Mba, cuanto por las arenas de la playa, todo se invadió a trueque de escuchar las instrucciones para cazar tigres que les dio el citado Padre.
No cayeron en piedra dura los consejos, pues que las trampas que hay en Dibolo y Evongo, en las que van apresados varios tigres, se construyeron a raíz de aquella asamblea y conforme a los modelos que en ella delineó el célebre Misionero.
Nadie ignora que a veces suelen celebrarse asambleas para sonsacar de los gobernantes grandes títulos y no pequeñas mercedes.

MI COMENTARIO

En esta narración el padre Leoncio, comenta que debían cortarse los mangos a cuya sombra se reunían los nativos para celebrar asambleas y plantar yuca que escaseaba. Creo que habría otros sitios que plantar la yuca y los mangos aportan sombra y sabrosos frutos. Siempre he creído que el mango es la higuera india. En la india bajo las higueras se cobijan para reunirse en los pueblos. En el África tropical el mango da mucha sombra y es árbol señorial y frutal.
Siguen llamando tigres a los leopardos, aunque en esa época a veces eran los miembros de una secta que con las garras de un felino mataban a las personas para engañar a los aldeanos.

Fernando el Africano - Algete 23 de enero 2012