MISCELANIAS DE OTROS TIEMPOS-12
Exploración del Otoche- 10 diciembre de 1908 Revista La Guinea Española
Salí de Elobey el cuatro de
febrero último por la tarde me hallaba en Alermetangha, primer pueblo del
Otoche, en el cual pernocté. A la mañana siguiente me puse en marcha por
tierra, visitando, al paso los pueblos Asihna y Bitoma, situados en el bosque
entre el Otoche y Bañe, aunque más cerca de aquél que de éste.
Desde Bitoma cruzamos hacia el
Otoche con objeto de ver los bikos y pamue- yekén de Berebere. Todo esto lo
tenía conocido en otras expediciones y nada especial noté al paso por ellos, a
no ser la variedad de preciosas maderas que divisábamos con frecuencia, y
alguno que otro árbol productor de copal al cual llaman los pamues Okeba o
Mbeñe. Al anochecer pasábamos los elevados montes de Makomo, y, al ver que la
noche se nos echaba encima, varios de los muchachos que me acompañaban se
adelantaron para buscar
antorchas, gracias a las cuales
llegamos sin incidente alguno al citado pueblo.
Después de un ratito de saludos y descanso rezamos el
Santo Rosario, entreteniéndome a continuación en tomar datos sobre lo que había en aquellas alturas. A lo que
parece tienen un conocimiento de un criadero de cobre, el cual aprovechan para
hacer los brazaletes y collares con que se adornan, aunque al presente usan más
los que se proporcionan de las factorías, importados de Europa. De lo que no
cabe duda es de la fabricación de dichos collares hechos por ellos, derritiendo
trozos de latón o cobre que han podido conseguir. Al citado metal y a los
predichos collares llaman los pamues ngós.
A causa de estar dicho lugar del
criadero de cobre fuera de la ruta que me había propuesto seguir, y disponiendo
de poco tiempo me fue imposible visitar dicho lugar, y aplacé la visita para
otra ocasión más oportuna, si Dios N.S. así lo quiere.
Al día siguiente proseguimos
animosos nuestro viaje, pues intentábamos pasar a la parte Este de la sierra
Paluviole. Dejando a nuestro paso los poblados Oveng y Bisúa, habitados también
por pamues-güe, nos detuvimos en la falda del monte Vobo para descansar un poco
y tomar alimento. La divina providencia nos regaló un exquisito panal de miel
por manos de unos pamues que se entretenían en recoger dicho producto en un
elevado y corpulento árbol.
En la falda de monte Vobo hay
una meseta, en la cual se podría emplazar una población europea con
probabilidad de buen éxito. Tras rápida subida nos hallábamos en la cima del
Vobo, y allí pudimos apagar nuestra sed con las cristalinas aguas de un
arroyuelo que nace en una depresión de la cima del monte. Por dicha nuestra,
topamos allí con un simpático pamue que hacia de aquel lugar una plantación de
yuca. A una simple insinuación que le hice se ofreció a conducirnos a una
prominencia desde la cual podríamos contemplar un panorama encantador. Así en
efecto; después de diez minutos de andar
por la parte noroeste nos hallábamos en un desmonte, con lo cual pudimos
especiar libremente nuestra vista por dilatados horizontes. En verdad que al
admirar por primera vez las maravillas que teníamos delante, irresistiblemente
se sentía uno impulsado a entonar un himno de acción de gracias y de admiración
al poder y bondad del Creador.
Desde allí hacia el S.O.
descubríamos la cuenca del Noya, Utamboni, Bañe, Otoche, Utongo, Ebobua, Simbe,
Kongüe, Mandjani y de otros mil riachuelos que afluyen a los principales, yendo
a parar todos juntos al anchuroso Muni. También se distinguían las islas Bía,
Ebongüe, Gande e Ibelo, La
Misión de Punta Botika y los pintorescos cerros Angra y Muni,
más las inmensas llanuras de la parte baja de todos estos ríos. Por el norte se
divisaban los montes Mikuañon, Makoga y Ebeas; y al noroeste la prolongación
del Mitra, la cual separa las aguas que fluyen al Muni de las que corren al Benito
por conducto del Sañe. Al este nuestra vista no encontraba término sino era la
densa bruma que cubría la ilimitada extensión de nuestro territorio, porción la
más rica y, por otra parte, la más desconocida.
Nicolás González C.M.F.
NOTICIAS DE NUESTRA COLONIA
Desgranadora Coll. Máquina para
desgranar cacao, de reciente invención. Modelo perfeccionado, verifica
automáticamente las tres operaciones de romper piñas, extraer los granos y
separarlos de sus cáscaras.
Es de utilidad reconocida para
grandes plantaciones, pues economiza, tiempo, dinero y trabajo. Suple la
escasez de brazos.
Para mayor información en la Misión Católica.
MI COMENTARIO
Destaca la multitud de ríos y
riachuelos que se acumulan para formar el estuario del Muni, así no es extraño
que hable de densa bruma en la zona. Esto además facilitaba el transporte de
los troncos de madera, hacia los barcos que habían de transportarla y esperaban
los troncos en la desembocadura. Ello permitía con bajo costo el transporte
desde las plantaciones hasta el barco transportador.
Aparte de que los misioneros
fueron de los primeros en cultivar el cacao, como les aconsejó el superior de
Gabón para ayudar a mantener la
Iglesia y su entorno, cooperaron en perfeccionar el cultivo y
comercialización del mismo. Creo que la desgranadora Coll, la desarrolló el
padre Coll. Por eso para obtener información se les remitía a la Misión.
Fernando García Gimeno Algete 9 de enero 2013