sábado, 16 de febrero de 2013

MISCELÁNEAS DE OTROS TIEMPOS- 17


                                                   
                                                         Playa arena blanca, Boloko Km. 42        

                                              MISCELÁNEAS DE OTROS TIEMPOS- 17

BAHÍA DE SAN CARLOS – 10 JUNIO 1909

A cualquiera que haya visitado estos territorios españoles del Golfo de Guinea no habrá podido menos de llamar la atención la grandiosidad de nuestra hermosa bahía, la más notable de Fernando Poo bajo todos los conceptos. De ella, escribe el Ilmo. Padre Armengol Coll en su Segunda Memoria,, que lleva a la de Santa Isabel muchas ventajas. Lo primero por su mayor extensión, ya que puede contener holgadamente muchas embarcaciones, cuando en la de Santa Isabel apenas pueden maniobrar tres libremente

Lo segundo porque ofrece a los barcos mayores garantías de seguridad contra los tornados, ora porque pueden anclar perfectamente, ora porque en las tormentas sopla el viento de tierra a mar.

En tercer lugar las playas de San Carlos son más saludables merced a las brisas del mar que soplan directamente.

Lo cuarto es más céntrico de manera que con mucha facilidad podrían los barcos hacer rumbo a ella desde cualquier punto de la isla.

Conocedores los ingleses de estas ventajas fueron los primeros en establecer un centro reformista y una factoría, haciendo entonces sus vapores viajes periódicos hasta llegar a conocer palmo a palmo sus mejores fondeaderos. Más tarde, fueron estableciéndose algunas casas españolas; y si bien en un principio hubieron de hacer frente a dificultades inmensas, hoy podemos asegurar que van a ellas de cabeza del comercio de San Carlos. Y todavía prosperarían mucho más si el vapor español hiciera sus escalas en San Carlos, como desde hace algunos años lo vienen verificando varios vapores extranjeros.

Desde que estos traen la carga a San Carlos en vez de dejarla en Santa Isabel, los comerciantes así favorecidos han ahorrado muchos miles de pesetas según hemos oído de sus mismos labios en distintas ocasiones.

Pero antes de que llegue el tan suspirado día de ver en nuestra bahía, a lo menos cada dos meses, el vapor español, urge sobremanera la construcción de un muelle, o cuando menos, un tinglado que favorezca las operaciones de carga y descarga. El sistema que actualmente se sigue para tan difíciles operaciones no puede ser más primitivo ni más costoso, ya que todo se hace, no a la fuerza de poderosa grúa, sino a la fuerza de hombros y sobre las cabezas de los braceros que con el agua hasta el cuello llevan los bultos a las pequeñas embarcaciones. Veinte hombres a la vez conté en cierta ocasión metidos en el agua y con los sacos de cacao de más de 60 kilos sobre la cabeza.

Con lo dicho, nadie extrañará que después de un día de tan ruda faena, sean conducidos al hospital varios de esos desgraciados seres, quienes con pulmonía y algunos casi baldados completamente. Esto por lo que mira a la carga y descarga de los géneros, pero….¿ y al desembarque de los pasajeros?

Todos, desde el Kaiser si algún día le ocurre visitarnos, hasta el último que calza zapatillas, han de saltar a tierra sobre las desnudas espaldas de un pobre bracero, el cual más de una vez deja la carga antes de llegar a tierra. Este sainete que ya lo llevamos varios años por estas playas se nos ha hecho casi connatural, hace salir los colores a la carta a cuantos por vez primera vienen a San Carlos. Lo cual es mucho más repugnante cuanto se trata de señoras, por razones que no se ocultan a mis lectores.  

Y no se vayan a pensar que la construcción de tal muelle nos fuese a costar una millonada, no: reúne la bahía excelentes condiciones para hacerlo con muy poco gasto, y a pocos metros que se internara en el mar, hasta podrían atracar los vaporcitos interinsulares, y aún quizás, los barcos de mayor calado que visiten nuestro Territorio.

Alguna vez hemos oído indicar la conveniencia de trasladar a San Carlos, el muelle viejo de Santa Isabel y construir uno nuevo en la capital. Pero de hacerlo así, a más de uno le ocurriría preguntar como aquel indígena de la cesta en tiempos de la fundación Calatrava, quien todo extrañado decía: ¿Por qué España hace pueblo nuevo con casas viejas de Elobey?. Es que estas gentes no penetran más allá de la corteza de las cosas y por las apariencias exteriores juzgan siempre de la grandeza o pequeñez de las mismas.

¡ A cuantos hemos oído decir que España es muy pobre y miserable! Y esto, ¿Por qué? Pues sencillamente: porque un día vieron izada la Bandera Española, pero tan sucia y rota que más bien parecía un paño de cocina o trapo de baldeo que la Enseña gloriosa de nuestra Nación. Nada queremos decir con esto contra San Carlos, en donde es costumbre tener izadas todos los domingos las banderas nacionales de Alemania, Inglaterra y España, aunque claro está que sería mucho más grato para todo buen español contemplar exclusivamente la española como señora y dominadora que es de estos Territorios.

Es pues necesario un muelle, pero un muelle nuevo, fuerte y solidísimo de forma que no tengamos que arrepentirnos a la vuelta de unos pocos años como ha sucedido en otras partes.

Cuando un excursionista llega por primera vez a San Carlos y desde a bordo contempla nuestro distrito, exclama todo disgustado: << aquí no hay nada, todo es un bosque>>. Pero desde el momento que salta a tierra y contempla a un lado, ocho mil sacos de cacao para embarcar, y al otro centenares de toneladas desembarcadas para el comercio, no puede menos de exclamar, como exclamó un excursionista inglés, que en tales circunstancias llegó a nuestra bahía: << ¡Oh San Carlos, San Carlos, decía, si fueras de los ingleses!....>>. ¡ Como si los españoles no fuéramos también amantes de lo grande y de los bello!.

Si, también los españoles reconocen la feracidad y riqueza del suelo de San Carlos, y porque la conocen y han palpado sus óptimos frutos, varias casas españolas han aportado capitales con grandísimas esperanzas de aumento y de resultados los más halagüeños. Y es así que si nos fijamos en la producción del cacao no puede ser más grande ni más excelente, debido sin duda a las grandísimas cantidades de humus que se deposita en la zona cacaotera. No hace mucho tiempo un excursionista alemán visitó a San Carlos,, y de sus labios oímos estas palabras : << Dan mucho mejor resultado las fincas de San Carlos que las del norte de la isla; y todas ellas presentan mucho mejor aspecto>>.

Ahora mismo, mientras escribo, estoy contemplando la finca de mister Knox, la mejor sin duda no solamente de San Carlos, sino de toda la isla. Su extensión superficial alcanza a unas cincuenta hectáreas y está situada en la parte más céntrica de la bahía. A pesar de no tener árbol alguno de sombra, rinde tan abundantes cosechas, que casi es imposible al propietario la recolección completa del cacao. El ánimo del espectador no puede menos de espaciarse agradablemente al contemplar el orden y limpieza que campean en toda ella, ya sea en sus departamentos como en sus múltiples y bien alineadas calles, pero sobre todo, es una verdadera gloria contemplar sus árboles revestidos todos desde el suelo hasta lo más alto de sus copas con el vistoso y hermoso traje de la abundancia tejido por la fertilidad y riqueza incomparable del terreno. ¡ Lástima grande que la escasez de braceros no permita así en esta cono en otras fincas recoger todo el fruto que tan generosamente rinde la naturaleza!. 

Otro de los que mejor ha sabido explotar el suelo feraz de San Carlos, es sin duda el señor Maximiliano C. Jones, cuyas numerosas y extensas fincas nada dejan que desear en lo relativo a limpieza y hermosura. Más de una vez las hemos recorrido todas ellas pasando entre enormes montones de doradas piñas próximas a ser desgranadas y llevarlas a los fermentadores. Además de la belleza y ¡buen orden que reina en todas ellas, lo que más llama la atención en las fincas del señor Maximiliano es la alegría y buen humor con que trabajan todos sus braceros; efecto sin duda de los buenos tratos y consideraciones que se les tienen. Los días de mayor trabajo cono son los de acarreo y embarque, son para ellos fiesta mayor según es de ver en los cánticos y saltos con que amenizan tan rudas y pasadas faenas. ¡ Cuanto vale conocer bien al bracero y la tecla que se les debe tocar!.

¿ Y que diremos de la finca de los señores Rius y Torres, llamada << La Barcelonesa?>> Es una hermosa hacienda cuya superficie de más de quinientas hectáreas se extiende en forma de abanico abierto desde la playa hasta casi el poblado protestante por un lado y por el otro, hasta las cercanías de María Cristina cuyas argentinas campanas se oyen admirablemente de sus últimos departamentos. 

Hay misioneros aquí en San Carlos, como el reverendo padre Aymemí, que pasaron por dicho terreno cuando todavía era virgen, y en la actualidad tiene más de trescientas hectáreas en producción. Es una de las fincas en donde se pone mayor esmero en la elaboración del cacao disponiendo para ello de excelentes máquinas, como la << desgranadora Coll>> algunas limpiadoras, y grandiosos secaderos construidos según los más recientes adelantos. Vista la finca desde el mar semeja una extensa viña limpia y hermosa, haciéndose uno la ilusión de que aquellos jóvenes cacaoteros son cepas llenas de frondosidad, verdor y lozanía.

Desgraciadamente la falta de braceros y abundancia de gusanos en algunos departamentos han quitado a  << La Barcelonesa>> algo de su primitiva belleza pero nadie dice esto contra la fertilidad del terreno, al contrario fincas ha habido, como la ya descrita de mister Knox, tan llenas de gusanos que daba horror solo mirarlas, y sin embargo de eso, sin apenas cuidado alguno han vuelto los mismos cacaoteros a florecer y fructificar de tal modo que hoy día se podía pagar por solo verlos, lo cual comprueba más y más lo que venimos diciendo sobre las riquezas productivas encerradas en este terreno de San Carlos.

Al igual de estos agricultores que hemos citado podríamos enumerar otros muchos; porque todos sin  excepción se han esmerado en el cultivo y embellecimiento de sus fincas, contribuyendo valiosamente al engrandecimiento del distrito, ya que en menos de doce años se ha logrado una total transformación altamente beneficiosa a la colonia y de incalculables ventajas para la Metrópoli. Me parece que algo pesan los 14.000 sacos de cacao salidos de San Carlos en el último año, y de ir las cosas bien, tengo para mi que no está lejano  el año en que se embarcarán para España hasta veinte mil sacos de tan codiciado frito.

Desde Punta Argelejos hasta Basakato está casi todo plantado, no tan sólo en la parte playera, sino hasta una altura de trescientos metros sobre el nivel del mar que es zona propia para el cultivo del cacao. Desde el momento que todas estas fincas lleguen a su apogeo, podemos esperar con sobrado fundamento para todos nuestros agricultores, cosechas abundantes que recompensarán con creces sus múltiples desvelos y sudores.

Y el café, abacá y algodón... ¿Por qué no se cultivan en mayor escala?. Todos tres artículos se dan perfectamente en este bendito suelo, pero por lo visto trae mayores ventajas el cultivo exclusivo del cacao. Respecto del algodón, aunque se da muy bien, tiene los inconvenientes de la excesiva humedad proveniente de las lluvias y abundante rocío de la noche. El algodón, sobre todo, en tiempo de cosecha, necesita seca rigurosa, y en Fernando Poo no existe nunca, ya que en la época de mayor calor dura la humedad del rocío hasta mediodía.

Firmado León García C.M.F.

MI COMENTARIO

Está muy claro en el artículo que en 1909, no había camino ni vehículos para llegar por tierra a esa maravillosa zona de San Carlos, por ello el único medio era el transporte marítimo. Así reclama la construcción de un  puente. Igualmente se queja de la falta de mano de obra, tal vez por eso el cultivo del algodón no prosperó, ya que este necesita mucha mano de obra para su recogida. Hay que significar el enorme esfuerzo que hicieron los primeros cultivadores de cacao, al carecer de transporte y de mano de obra, y aún así siguieron en su empeño.

En el artículo se demuestra la falacia vertida por muchos nativos guineanos de que ellos solo podían acceder a 4 hectáreas de terreno, así se ve como personas además de ser de color, eran extranjeras como Maximiliano y tenía numerosas fincas. Aquí habla de un tal Knox, que me inclino a pensar que era el pastor metodista de la zona, y es casi seguro de que era de color, como los Vivour, Barleycorn y otros ilustres fernandinos que lucharon por levantar la agricultura de la Isla.

Volviendo a lo de las 4 hectáreas, en mis entradas hay una sobre la Propiedad indígena que lo aclara. En síntesis se trataba que el Gobierno Español regalaba 4 hectáreas a los nativos que tenían un hijo, siempre con el visto bueno de la Iglesia, y así mismo al contraer matrimonio. El que se había beneficiado del mismo, no se le podían regalar otras 4 hectáreas, ahí está el error de interpretación.


Fernando García Gimeno-   Algete   6 de febrero 2013