sábado, 13 de abril de 2013

MISCELÁNEAS DE OTROS TIEMPOS-25


                                                            

                                                                   



        ....Continuación.
       Impresiones de Viaje ( Por nuestro director ) 25.05.1910n



Ahora antes pláceme consignar el efecto que en mi produjeron los habitantes del Muni. Entre ellos apenas hay rastro de dominación española ni se cuidan para nada las autoridades españolas. Si han de hacer una guerra, si han de efectuar una muerte, no les ocurre siquiera presentarse a nuestras autoridades que para ellos nada significan dentro del río. Tienen un concepto muy bajo de los españoles y nos tienen por cobardes y miedosos que no somos capaces de castigar sus fechorías, así como a los franceses y alemanes los tienen por valientes. Es que quizás hemos abusado del sistema de atracción. Bueno es dicho sistema, y muy propio de la dominadora del mundo, pero extremarlo puede ocasionar y ha ocasionado muchos males. El sistema de atracción habría que consistir en ser justos y equitativos con ellos y no repartir regalos a troche y moche aun a los que no lo merecen, que ellos atribuyen a cobardía y miedo. Bueno es proceder con toda prudencia en el castigo de los malhechores, pero no hasta el punto de dejar impunes los mayores crímenes. Hay muchísimos jefes del río y fuera del río que cobran del Estado Español e ignoran ellos mismos por que cobran, pues nada hacen de provecho para España. En buena hora que se gratifique a los jefes que se distinguen por su amor a España, que en sus cuestiones saben acudir a nuestras autoridades, o que de alguna manera trabajan para engrandecer a España, ya proporcionando braceros, ya abriendo caminos y plantaciones, ya de cualquier otra manera, pero la inmensa mayoría de ellos no son en nada útiles a España y muchos quizás perjudiciales. Tanto Francia como Alemania en sus vecinas colonias retribuyen a jefes indígenas, pero pocos y buenos, y ganan con creces lo que con ellos se gastan. Entre nosotros pasa no pocas veces que un comandante de pueblo o un subgobernador llama a un jefe y éste, si le parece bien, obedece, y si no le parece bien, se queda tan tranquilo en el bosque. 

Una palabra sobre braceros. Tuve harta ocasión de ver hombres robustísimos y bastante numerosos cuyo trabajo haría prosperar las fincas de Fernando Poo. Pues ¿ Como es que andando tan escasos de braceros, no los aprovechamos? La mayor parte de ellos cuando se les propone esa idea, se ríen sarcásticamente y señalando algún miserable del pueblo, dicen: < que vaya éste> y es que el sueño dorado del pamues es la adquisición de muchas mujeres teniendo las cuales puede vivir sin trabajar y sin tener que hacer otra cosa que dormir, estirarse, rascar la panza y dar un paseo con la escopeta al hombro. Ahora bien, como estando en el río, tienen más facilidad de comprar mujeres, pues con dos o tres días de buscar goma sacan lo que ganarían en Fernando Popo en varios meses, ¿ Quién les hace salir del bosque?. Más que más, que no se sacia su apetito de tener más mujeres, conozco jefe bien retribuido por España que posee ya más de 20, sin que por eso diga basta. Y una vez tienen algunas de éstas que tanto trabajo les ahorran, ¿ Quién los separa de su compañía? Tengo para mi que esta afición desmesurada, aparte de llevar otros muchos inconvenientes, es un grave perjuicio para nuestra agricultura, y por lo mismo, aunque el sistema de atracción no nos permita oponernos directamente a esta poligamia, si que la podríamos perseguir indirectamente. Un medio para ello podría ser el imponerles contribución por todas menos la principal, no ya directamente sino de una manera indirecta. Como según hemos dicho atrás, para cada una de sus mujeres hace el hombre una choza aparte, o por lo menos habitación separada con tabiques, que paguen un tanto por casa cada trimestre o cada año. Así al propio tiempo que se estorba algo ese indigno tráfico, habrá un ingreso para el  tesoro nacional y mayor probabilidad de obtener braceros, claro que podrían  ayudar mucho los jefes siendo fieles y sumisos a nuestras autoridades.

Y para no molestar más a los amables lectores pongo punto final a mis impresiones de viaje, por más que todavía podría hablar mucho.

Marcos Ajuria  C.M.F.   Elobey 10 abril 1909

viernes, 12 de abril de 2013

MISCELÁNEAS DE OTROS TIEMPOS. 24


                                          


       MISCELANEAS DE OTROS TIEMPOS-24


Continuación Impresiones de Viaje (De nuestro Director)  25.05. 1910

Voy a aprovechar unos momentos que me quedan para relatar lo más culminante de mi expedición al interior del Muni. El día 23 de marzo, a las 11,30 de la mañana salí de Elobey con dirección al río Otoche, en la ballenera <> de la Misión. Casi desde el principio del viaje, viento y marea se declararon en nuestro favor, de modo que apenas experimentamos en la travesía otras molestias que la producida por el sol que achicharraba. A la 1,30 ya doblábamos punta Ndemba, a las 2,10 la punta Botica, sitio de la misión francesa, a las 2,30 el puesto de Kogo, y a las 2,50 dejamos atrás la isla Ngande, no sin haber contemplado muy de cerca el puesto militar y demás dependencias allí establecidas. A medida que andábamos, íbamos dejando a los dos lados grandes y caudalosos ríos, como el Kongüe, a la izquierda y el Utamboni a la derecha y una vez en el Utongo en donde entramos a las 3,40, dejamos también a la derecha el famoso río Bañe. Con el Utongo se nos despidió la brisa de modo que al entrar en el Otoche, hubimos de bajar la vela y continuar a remo mientras una ligera llovizna nos iba refrescando suavemente. A las 5 pudimos ya saltar a tierra en unos de los pueblos de la orilla del Otoche, en donde los padres misioneros de Elobey tienen una residencia provisional mientras levantan una espaciosa reducción en un montecillo próximo.

Al anochecer el reverendo padre Feliciano Pérez, que hacía mas de un mes que moraba allí con el fin de activar y dirigir la nueva reducción, colocándose en medio de un numeroso pueblo dirigió en pamue el santo rosario y cantó avemarías y varias coplillas en dicho idioma. Reforzados como pudimos nuestros cuerpos y cumplidos los deberes religiosos, nos acostamos sobre las duras camas. Claro que hubimos de despertarnos muchas veces no por falta d sueño sino por la dureza de la cama y por la importuna visita de molestas hormigas.

Por la mañanita, después de celebrar la santa misa, me dirigí al montecito en que se construye la reducción y que dista del río unos 10 minutos. Tiene el sitio una preciosa vista, pues se contemplan desde él mutitud de montecitos y ríos y hasta la isla Gande. En varios de los montecitos se veía fuego producido por los pamues con el fin de desmontarlos y prepararlos para plantaciones de yuca, que es a los que se dedican desde Navidad hasta mayo, época por consiguiente poco oportuna para reclutar braceros para Fernando Poo. Aproveché aquel día para mirar algunos pueblos pamues. Todos ellos son poco o menos iguales y en todos se nota una gran desproporción entre hombres y mujeres. El mayor número de éstas es lo que da preponderancia y autoridad al pamue cuyo único afán consiste en adquirir cuantas más mejor. Por eso los jefes o principales son los que disponen de más esclavas o bestias de carga, permítanme las palabras ya que expresan bien el oficio de la mujer entre los pamues. Para cada una de ellas tiene el hombre diferente casita, lo cual conviene tener presente parta la reflexión que después apuntaré. Por la tarde quise subir río arriba para ver los rápidos del Otoche. Así, pues, me procuré un cayuco y haciendo en él ejercicios de equilibrio, me llevaron allá dos muchachos. Tres cuartos de hora me costó la subida, y por el ruido de las aguas, conocí que estaba ya llegando a los rápidos que consisten en grandes pedruscos esparcidos por todo el cauce del río, en los que el agua da con furia en todas direcciones produciendo un ruido ensordecedor y blanquísima espuma e impidiendo el paso de los cayucos.

Son como diminutas cascaditas, que por ser muchas semejan el ruido de una regular cascada. Llama la atención por el cambio brusco que se nota en el río al llegar allí Con cayucos. Satisfecho de ver con mis ojos lo que tanto había oído decir en lo que pasamos la noche lo mismo que la anterior. Un poco sobresaltados estuvieron nuestros marineros aquella noche por los rumores que habían oído de guerra. Realmente nuestro pueblo tenía una gran palabra con otro, por cuestión de mujeres, como siempre, y estaban preparados a cualquier asalto de sus contrarios y aun se decía que cada hombre tenía encargo de matar uno del pueblo o familia contrarios y que para ello estaban en el bosque a fin de atisbar bien y cumplir su cometido. De modo que con ser un pueblo por donde en estado de paz pasaba muchísima gente para las factorías, hacía muchos días que nadie pasaba por él.  

En nada turbó toda nuestra tranquilidad por la persuasión que tenemos que el pamue respeta a los enviados de Dios.

Amaneció el día 25, fiesta memorable y despues de celebrar la santa misa que oyeron los cristianos, y despedirnos de las pamues del pueblo, a eso de las seis entramos en el bote para deshacer lo andado y regresar a Elobey. Como no quería soplar la brisa, los marineros se hubieron de resignar a remar y nosotros a tener paciencia para tirar todo el día en la ballenera con las incomodidades consiguientes. Cerca ya de Gande, izamos las velas para aprovechar el viento aunque contrario. Con este viento adelantamos mucho, ya que la marea nos era favorable. Gracias a ello, nos aproximamos tanto a Elobey, que parecía seguro que en media hora íbamos a llegar, o sea antes de las tres de la tarde, pero cual no fue nuestro sentimiento cuando de repente cambió la marea y nuestra ballenera comenzó a ser arrastrada hacía atrás a pesar de los esfuerzos de los remadores que hacían lo imposible por adelantar. No hubo más remedio que fondear en las próximas playas del territorio francés y esperar unas seis horas a que cambiara la marea. Estábamos tranquilos en nuestra embarcación y no bien acabamos de rezar el rosario, cuando oímos que alguien nos llamaba a gritos desde la playa en la que no se divisaba sino un farol. Era un polizonte francés ¡que en lengua gabonesa nos daba orden de acercarnos a él. Algo expuesto era tocar tierra en una playa tan alborotada y en la oscuridad de la noche y así le gritamos en francés y en inglés que se tomase él la molestia de venir a nosotros con algún cayuco y registrarnos cuanto quisiese. De nada nos valió el decir que era el bote de la Misión de Elobey, que iban en él dos Padres, que estábamos esperando la marea, nada de eso convencía a aquel pedazo de…. Al fin, ante las amenazas de que nos iba a pegar un par de tiros, nos acercamos a contemplar la cara de aquel valiente que sin saludarnos siquiera miró y remiró cuanto quiso en nuestro bote que por cierto iba vacío. Al ver la arrogante figura de nuestro hombre y que no llevaba más armas que el farol, nada nos hubiera costado darle un empujón, meterle e nuestra ballenera, amarrarle a una bancada y hacerle pagar cara su petulancia y osadía, pero nos compadecimos del pobre franchute, y le dejamos en paz. Por toda despedida nos dijo el gabacho, voy inmediatamente al cuartel en busca del fusil para matar a todos Vds. Muchas gracias le dijimos, vuelve pronto no sea que no nos encuentres aquí. El apretó el paso y nosotros alzamos la vela y nos pusimos en rápida marcha, de modo que no tardamos en alcanzar las aguas españolas y ponernos a salvo de los tiros que por ventura le ocurriera echar a aquel nuestro amigo. Serían las 10 de la noche cuando saltamos a tierra en Elobey, y a los pocos minutos descargó un gran aguacero acompañado de fuerte viento. ¡ Quién sabe si la prisa con que nos despedimos de la jurisdicción francesa contribuyó a que no nos cogiera en el mar este chubasco! No hay mal que por bien no venga.


Continuará....