La Revista La Guinea Española de 19 de febrero de 1933
Número 753
Este artículo lo busqué con ahínco hasta encontrarlo en
honor de mi amiga Kuki Alimama, cuyo abuelo ( creo) lo dejó un barco mercante
en la ciudad de Santa Isabel y en aquellos años era un problema las
comunicaciones y el poco contacto comercial con la India para retornar a su patria,
así que en contacto con las autoridades españolas de Fernando Poo, se le
preguntó que además de marinero que otra profesión había ejercido y al decir
que agricultor, se le mandó a Moka donde ayudó mucho a esa promoción de la
huerta de Moka.
Bajando de Moka no hace muchos años
Kuki es una cantante de jazz con una voz maravillosa que
tuve el placer de disfrutar en uno de los conciertos que actuó y además tuve el
placer derecibirla en mi casa donde conocí a su pareja y una hermosa
criatura.
MOKA Y ALIMAMA
Llegando al valle de Moka, uno exclama ¡ Esto es el norte de
España!
No son los cacaoteros y los cafetos los que allí imperan, ni
tampoco la tupida selva con el cortejo obligado de gigantescos y copudos
árboles. Las hierbas existentes en nuestras tierras, las zarzamoras y hasta el
tomillo y el romero es lo que allí se contempla. Hasta hay partes y caminos
enteramente áridos, sin que los esmalte ni una brizna de hierba. A esta grata
impresión panorámica, hay que añadir aquella placidísima y añorada frescura.
Para probar más lo parecido que es la encantadora Moka a nuestra tierra, basta
saber que allí se da y se cultiva casi todos los productos de nuestras huertas,
judías, cebollas, coles, escarola, tomates, y riquísimas patatas, amén de mil
cosas más.
El trabajador inteligente y veterano señor Vidaror lo ha
podido comprobar en los diez y ocho años que lleva, y más en particular al que
podemos llamar hortelano de Moka y de la isla, el indio Alimama que tiene
magnífica huerta con variadísimos productos.
Recordando tiempos pasados, el año 1918, podemos citar la
más que regular cosecha de patatas en la
que se cogieron más de cinco mil kilos.
Para hacer más amena la estancia por unos días y no sentir
la soledad de aquellos lugares, están las cascadas, el lago de Moka, que el
benemérito hermano Puig tuvo el gusto en 1907 de recorrer en cayuco el lago
para medirlo, y halló que en el centro, tiene 86 metros de profundidad
y 22 en las orillas. Y las salutíferas aguas de Mioko que según, muchos entre
ellos eminentes doctores- son mejores que las de Vichy.-
Por si fuera poco los amantes de la etnología y los que
tengan curiosidad en conocer, cómo eran los antiguos pueblos bubis, allí están
los pueblos de Malabo y de Bioko, cerrados completamente a su antigua usanza
por una fuerte empalizada, con sus típicas casas, verdaderas chozas, con
diversos signos supersticiosos, que se piensan ver al llegar a estas tierras y
que aquellos que no se han movido de Santa Isabel y sus contornos jamás habrán
observado. Viendo los poblados dichos, en los que ya ha entrado algo la
civilización, puede uno formarse idea y comprender los estudios etnológicos que
sobre los bubis en nuestra revista escribiera el célebre Mosameanda (alias
Antonio Aymení).
Dicho a la ligera algo de aquellas deliciosas alturas, salta
al momento la dificultad de las comunicaciones y el hospedaje. Es de lamentar
ciertamente, pero debemos decir a nuestros lectores, que han mejorado
muchísimo. De disponer de camión puédese subir de la playa a Moka en auto.
Débese esto, entre otros, a un hombre de una idea bien
concebida y firma y una voluntad férrea, Don Luis Valdés, que ha abierto el
Camino-carretera que
lleva desde su grandiosa plantación hasta donde empiezan las costeras.
Debiéndose también éstas en parte al citado Sr., ya que él obtuvo del Excmo.
Sr. Gobernador de entonces los cien hombres, que, puestos a las órdenes del Sr.
Vidador hicieron aquellas veinticuatro vueltas que ahora nos permiten subir con
relativa facilidad: aquello fue una obra de carácter público y con la mira de
facilitar el acceso a Moka, del europeo de la Isla.
Llegados allí, siendo pocos en número, hasta que vean el
veraneo frecuente, y por lo tanto un negocio, podrían hospedarse en Alimama,
previo aviso,. Andando el tiempo y viendo el porvenir que aguarda en tiempo de
seca, se levantarán casas confortables y del agrado de los veraneantes.
La lancha del señor Climent, Emma, con sus tres cómodos
viajes por semana es otra facilidad más que hará viable la idea de convertir
Moka, en tiempos de seca, en lugar de veraneo. Todo está en empezar y conocer
aquel valle encantador. Conocido, se sentirá uno impulsado a visitarlo de
cuando en cuando, y hasta hacer otros recorridos por esta variada isla y hasta
nacerá el deseo de hacer de fácil acceso la subida al pico de Santa Isabel,
para convertir el realidad el dicho de Stanley, que Fernando Poo podía ser el
Sanatorio de África. Quiera Díos que así sea y veamos pronto afluir a estas
tierras a cuantos europeos viven en África.
Firmado Antonio Védate C-M-F.