lunes, 14 de junio de 2010

La Guerra de los Bubis

LAS GUERRAS DE LOS BUBIS



La revista La Guinea Española que editaron los misioneros claretianos en la actual República de Guinea Ecuatorial, semanalmente desde el 1 de abril de 1903 al mes de agosto de 1968, significa un manantial de las costumbres y anécdotas de sus pobladores, en parte a que para llegar su labor misionera al pueblo, tuvieron que aprender sus lenguas con lo que se impregnaron mejor de su tradición oral, que otros no pudimos hacer por desconocer esas lenguas. De una revista de 1920, extraigo este relato que firmaba un tal Mosameanda, casi seguro un misionero amante de esa tradición oral.

No consta la forma de guerrear de los bubis y es cosa muy controvertida entre ellos. Unos aseguran que consistía en arrojarse mutuamente piedras y guijarros por medio de hondas. A éstas dan los nombres de bapula ( Norte) mabola ( Ureka) mesisi ( Sur) y mesuisui ( SE) Otros sostienen que el primer modo de pelar era darse unos a otros tremendos bastonazos o garrotazos, toahá o choahá. El golpe dado en la cabeza del enemigo con el saha o bastón bubi, produce una herida tan ancha y profunda que, a las veces es difícil distinguir si se hizo o no, con machete o arma parecida.

En una ocasión se presentó un bubi del monte, que traía en su cabeza siete horribles heridas recibidas en una riña, róa o molóa, habida entre varios vecinos de un mismo poblado: y con ser tan horrorosas, no le causaron la muerte, pues actualmente vive sano y robusto, pero le tuvieron durante un mes postrado en cama. La habilidad o el arte de estas luchas está en dar fuertemente en la cabeza del contrario o en herirle en los brazos para desarmarle y dejarle fuera de combate.

Esta manera de pelear se estila mucho en las comarcas meridionales de la isla, aunque poco a poco va desapareciendo. En las septentrionales se abandonó ya el uso del bastón y en su lugar han adoptado o introducido la moda del boxeo o pugilato, bakotto ,o kotto Lo verosímil y probable es, que el bubi se acostumbró siempre en sus luchas o combates, a emplear armas ofensivas los toahá o choahá.

En tiempos posteriores usaron como armas de guerra los venablos arrojadizos, bochika o mochika, los cuales en épocas primitivas destinaban solamente a la caza. Cuentan los bubis de San Carlos que el primero que arrojó a su semejante una bochika o mochika fue un tal Etataké natural de Bualatokolo. Ratcha o Ruitche ro Motehe. En un principio fabricaron los venablos de la rama central o nervio de las ramas de palmera. En algunas zonas la denominaban muiaña.


La bochika o mochika, dardo bubi, era una vara larga y delgada de metro y medio o dos metros, terminadas por el lado grueso, en una dura y afilada punta. Posteriormente se valieron para su fabricación de maderas muy fuertes y duras que se endurecían con el fuego. Revestían la aguda punta con muchos arponcillos en el extremo para que no se desprendiese después de haberse clavado, y la arrojaban impulsándola con las manos.

Cuando pelaban con bochika o mochika, acostumbraban a llevar grandes escudos y defendían todo el cuerpo, como se puede ver todavía cuando celebran sus bualas. Llevaban también una coraza con su peto y espaldar que les llegaba por delante hasta la parte inferior de hipogastrio, y les protegía pecho, espalda y todo el vientre. La materia del escudo y de la coraza, estaba construida de piel de búfalo curtida. En clavándosele un dardo en el cuerpo, se le extraía mediante una gran sajadura o incisión practicada con navaja muy afilada, de lo contrario no era posible, sino desgarrando horrible y dolorosamente los tejidos. Esta aseveración del autor original de este artículo, confirma que en la isla en su tiempo, existieron búfalos, tanto es así que una de las fiestas tradiciones de los bubis era la “Ei pa Copo” que significa “ la pisada del búfalo”.

Refieren los vecinos de Batete, que una molanchálanchari o mujer de Balanchá se dirigía a Bokoko y pasando por un pueblo de Batete, los vecinos la saludaron muy atenta y afectuosamente, y al pretender cumplimentarla con un tierno abrazo conforme costumbre bubi, correspondió ella con gestos desdeñosos, con insultos y maldiciones tan gráficas y provocativas como estas : sooohiñao soo imbua ñao¡¡, de traducción muy fuerte.

Los vecinos enojados por tamaña provocación, la cogieron, le cortaron la mano derecha y la dejaron marchar. De esas fechas parece que en Batete se empezaron a usar para la defensa, los machetes y otras armas blancas, aunque no fue admitido en otros sitios de la Isla.

En época más moderna los bapotó o extranjeros se establecieron en las playas e importaron las primeras escopetas y aunque las vendían a precios muy altos, los bubis procuraron a toda costa, hacerse con ellas.

El primer uso que hizo el bubi de las escopetas, fue herir y matar a los mismos bapotó, como aconteció en San Carlos, que la gente de Rutoeloeri de Boloko, bajó a la playa y mató a los bapotó que en ellas residían.

Actualmente los indígenas emplean las escopetas solo para la caza y para la defensa de sus personas y bienes.

En los tiempos de las luchas, muchas de ellas derivaban de la fuga de una mujer con un vecino de otro poblado. En cuyo caso el marido agraviado reclamaba al jefe de su poblado y este lo ponía en conocimiento del jefe del poblado donde se encontraba huida. En caso de avenirse a pagar las exigencias del marido, todo quedaba arreglado, salvo en caso de violación entonces al violador se le embargaban todos sus bienes y se le expulsaba del pueblo.



La mujer fugada por el mero hecho de haber abandonado el domicilio conyugal, era reputada como infame, era la irrisión, escarnio y burla del vecindario; y en el supuesto de haber sido violada por su huésped era castigada como adúltera.

A veces acontecía que el lugar de refugio era el mismo rijatta o palacio del jefe de un pueblo o distrito extraño al de su marido y el mismo jefe tenía interés en retenerla para sí u otro allegado, en tal caso el jefe recibía a los mensajeros con desdén o frialdad y solía despedirlos a cajas destempladas.

Volvíase los mensajeros a dar cuenta a su jefe del mal resultado de sus gestiones. Este en vista de la negativa y afrenta recibida del contrario, le enviaba al instante un ultimátum.

La declaración de guerra hacínala con términos figurados, según puede verse en estos dos modelos de los bubis de San Carlos.: Moi ebari toa rahá nchobo nde( Batete) Mañana comeremos juntos en una casa. Ollobari to a jetasahá lojecha lulé ( Balachá)Mañana vestiremos los dos, los mismos vestidos.

Llegada las cosas a esos términos, ambos pueblos enemigos hacen todos los preparativos necesarios, levantan barreras en la entrada del pueblo, a las que designan con los nombres de : babuku, mabeku y meku; rodeándolo de una grande y robusta valla de gruesos troncos y previenen y disponen emboscadas para sorprender al enemigo. Dispuestos ya los preparativos y tomadas las providencias necesarias suena la gran trompeta mpotótutu o mepotóchuchu, convocando a todos los varones hábiles para tomar las armas y en escuadrón compacto y ordenado salían a campaña, llamada por ellos lobóndo, lobóddo y lobótto.

Formaban sus escuadrones más bien amontonados y distribuyendo la gente y dejaban algunas tropas emboscadas y de retén para engañar a los contrarios y socorrer a los que peligraban.

En cada uno de los ejércitos combatientes había un hombre, denominado ndorindori, ñebbi o neppi, que en el acto de la refriega, arengaba a voz en cuello a los soldados para enardecer sus ánimos. Ensalzaba y ponderaba el esfuerzo, arrojo y valentía de sus antepasados exhortándolos a ser émulos de sus hazañas y no desfallecer ni cejar en la demanda. De vez en cuando levantaba la voz y decía cosas parecidas a : Adelante cara a cara y capturarme a uno de sus jefes. Estos hechos me recuerdan la tradición oral africana, donde las epopeyas y su historia, está en mano de juglares o trovadores, que a la par son los que enardecen el ánimo de los combatientes recordando gestas anteriores.

En el supuesto de ser apresado un prisionero, este gritaba : ¡Eh gente de Batete! ( por ejemplo) auxilio estoy preso. Entonces todos se esforzaban en rescatarlo.

En los sitios estratégicos colocaban centinelas que recibían el nombre de bakoto.

Cuando uno de los bandos se sentía debilitado, su jefe alzaba el bastón de mando que era la señal de que deseaba parlamentar.

Los vencedores imponían a los vencidos las condiciones de paz y en un lugar de antemano determinado por los vencedores, se reunía una gran asamblea o parlamento de notables de ambos para llegar a un acuerdo de indemnizaciones y propuestas de paz.

1 comentario:

El Alfar Canarias dijo...

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