sábado, 30 de junio de 2012

FERNANDO EL AFRICANO-NOVELA- XX

El vivero era un mundo de sombras, de silencios que murmuraban hechizos, de autopista a la imaginación, donde el caer de una rama o un fruto del árbol, parecía una pisada de león, elefante u si fuera posible animal mayor, en el que el silbido del viento, semejaba el aviso de un ser misterioso que te advertía del peligro. Un ecosistema precioso por la variedad de árboles que se encontraban en él; me llamó mucho la atención el árbol del caucho, kickxia elástica, o de la especie hevea. Íbamos provistos de latas vacías que atábamos al tronco y haciendo una incisión en el mismo, derramaban lentamente llorando su látex en la lata, al día siguiente lo recogíamos y con ello hacíamos pelotas de goma, que botaban a una altura insospechada, y aquello a quien venía de jugar con pelotas de papel o de trapo, me parecía un avance importante en mi vida social, notaba que mi status infantil mejoraba, de deambular de refugio en refugio, o de estar atemorizado por las bombas, o el que comeré mañana, me había situado en un terror a las fieras, a lo misterioso que me producía tal vez pánico pero que me enganchaba como si me diera a la vez placer. Mi adrenalina funcionaba a pleno rendimiento, y pese a que mi pulmón dañado me obligaba a sentarme y esperar que se me pasara mi fatiga y hasta mi flato, me daba la impresión de que cada día resistía más metros caminando sin esa necesidad, ¡ Sería tal vez posible que en el futuro, pudiera practicar algún deporte, como los demás niños!. Muchas veces iba solo y me daba la sensación que de que estaba a cientos de kilómetros de la ciudad, como si en el mundo nada más estuviéramos las fieras, los peligros y yo. Con el tiempo un nativo me enseñó que los pinchazos de las cámaras de las bicicletas se arreglaban dejando caer unas gotas de caucho sobre la zona dañada, y dejar secar al sol el latex de tal forma que no solo sellaba el orificio o el poro sino que reforzaba la cámara.


Árboles de excelentes maderas cubrían la zona, tales como bocapí, madera muy dura y resistente de color rojo oscuro; calabó (Pycnanthus Kombo), la madera más usada para hacer tablas y paredes de casas indígenas, su fruto parecido a la nuez moscada sirve para sazonar los alimentos; caoba gris y blanca, cedros, alguna gigantesca ceiba, ébano negro y marrón, bambú, teca, boj, ocume ( Los cuarenta metros de tronco cilíndricos de los okume se empezó a utilizar por los alemanes durante su dominio en el Camerún para tableros y contrachapados, y es la mejor madera para este uso)sus pequeñas flores amarillas, mostraban una cápsula oblonga de seis valvas, y así otras muchas especies que habían sido traídas a este vivero para estudiar su aclimatación y su posible cultivo en la isla como plantas de tabaco, pero esta idea se difuminó, pese a que en 1896, un agricultor de Cuba, el señor Macari, propuso al Gobierno y a la Compañía de Tabacos importar trabajadores expertos de Cuba y plantar grandes extensiones en la isla, dado el buen resultado obtenido con las pruebas, al haber ganado incluso la Medalla de Oro en la Exposición de Amsterdam las muestras del tabaco presentado por parte de España plantado y cultivado en Fernando Poo. En 1887 en esta misma exposición, la caña de azúcar traída de Fernando Poo se conceptuó de mejor calidad que la de Puerto Rico, según comentaba don José Ibarra gobernador que fue de la Colonia. Como siempre el Gobierno español falló más que una escopeta de plomos.

El vivero era un lugar casi desconocido para la mayoría de la población, en parte por su situación al borde de la ciudad, en una zona umbría de pronunciado declive, con abundancia de serpientes, dada su cercanía al río, pues estos reptiles son aficionados al agua, parece ser que precisan el agua para mantener su piel tersa y deslizante. Habitualmente siempre me he tropezado con ellos cerca de manantiales, ríos, o bien pequeñas lagunas. Nuestros encuentros han sido precipitados y nunca me he quedado para preguntarles por los amigos y familiares, ha coincidido que mi premura no otra causa me ha obligado a salir corriendo. Otra vez será. La Moncloa era tal vez una maqueta del bosque africano, lleno de misterio, donde puedes encontrar animales salvajes, insectos desconocidos, lagartos carnívoros, pero que si respetas su habitat, ellos generalmente te corresponden ignorando tu presencia, preservando tu integridad. Era un lugar onírico, donde tus fantasías parecían poderse volver realidad. Creo que este pequeño paraíso se fundó antes de establecer el Servicio Agronómico en Banapá, y después quedó como anexo al vivero del Ayuntamiento que estaba al otro lado del puente.

Al cabo de pocos días, andando por el jardín delante de los barracones de nuestra vivienda, cuando intentaba apoyar el pie para dar un paso, descubrí una serpiente de color verde, preciosa, que estaba durmiendo, y que si la hubiera pisado, podría haberse “enfadado”. Grité con todas mis fuerzas, algo mermadas por el miedo; acudieron mis primos y algún vecino que pasaba. Armados todos con palos, atacamos a la pobre bestia, que dormía su siesta; la pobre sucumbió a nuestros porrazos, fue mi primera cacería en África. La verdad es que entonces no existían organizaciones en defensa de los animales ni ecológicas, que nos hubieran enseñado a respetar la naturaleza, preservar especies animales, por lo que en nuestras cortas luces, aniquilábamos con el solo fin de distraernos, o competir en número de capturas y muertes, lo que demuestra el concepto de que somos la especie depredadora por excelencia. Ello ha hecho posible que nos impongamos dominando al resto de especies, sin importarnos el equilibrio ecológico. Lo malo es que algunos que han respetado el orden ecológico han sido devorados por algunos animales que no habían sido instruidos sobre este tema. Aquel incidente por otra parte, me dio confianza en que con el tiempo podría coger los elefantes con dos palillos como mis primos, y me enseñó que en la vida no hay que arredrarse por nada.

Una mañana mi abuela me explicó su última llegada a Guinea, que había sido en el año 1936, a bordo del buque Fernando Poo que transportaba tropas para consolidar la república en Santa Isabel, y como la isla estaba en manos de gente afín a las ideas de Franco, cambió su rumbo y destino, dirigiéndose a la ciudad de Bata, en Río Muni, que estaba en manos republicanas, pero para desgracia de ellos, a esa zona acababa de llegar el transporte Ciudad de Mahón, con cuatrocientos soldados nacionales, y éste pequeño barco mercante pero dotado de artillería, hundió al Fernando Poo el 14 de octubre de aquel año, frente a las costas de la ciudad de Bata.

Murieron muchas personas, pero mi abuela y mis primos, que venían con ella, pudieron salvarse, gracias, en parte, a que el barco quedó escorado y medio a flote en las arenas de la playa. Adorno que tuvo esa playa muchos años, hasta que el precio de la chatarra subió en el mercado nacional, y a esa zona llegó un grupo de personas que volaron todas las naves que circundaban nuestras costas, mediante el uso de buceadores que bajaban a colocar las cargas de dinamita, entre estos expertos contaron con gente que en la isla o el Continente se dedicaban a la pesca submarina como por ejemplo un tal Carrasco, desguazando la multitud de barcos embarrancados que existían en el litoral, entre ellos la nave Fernando Poo en Bata cerca de otro barco pequeño el Antoñico o Antonico , que la casa Loring de Málaga puso en 1914 para hacer el servicio marítimo interinsular y la Guinea Continental este barco naufragó trágicamente en la noche del 13 de Junio de 1921, con 400 pasajeros a bordo, de los que parece que murieron una gran cantidad.

Luego de ser desembarcados mi abuela y primos, tuvieron que ser trasladados con el Ciudad de Mahón desde Bata a Santa Isabel, donde ante una gran multitud se celebraron los funerales de los que habían fallecido en el bombardeo y lucha por apoderarse del Fernando Poo. Por cierto, que en Bata, por lo menos hasta 1951 se desembarcaba por lancha, fondeando los barcos lejos, dado que no había muelle, y de la lancha se bajaba a la gente en una silla con parihuelas llevada por dos nativos fuertes, o a veces a la gente joven la llevaban a hombros, para que no se mojaran los pies. La mercancía era una obra de habilidad descargarla en las gabarras que se movían con el oleaje a los costados del barco y muchas veces terminaban enriqueciendo el fondo marino algunos productos, supongo que en ocasiones los peces celebrarían con wisky o un buen Rioja, la llegada de la nave. Posteriormente se construyó un muelle presentable, lo mismo que en Santa Isabel, donde los barcos pudieran atracar de lado, descargando directamente al firme con las mismas grúas del barco.

Por cierto del hundimiento del Fernando Poo, cuentan los urecanos que al pasar rumbo a Bata cerca de sus playas, adivinaron que era un barco enemigo y encargaron al capitán de sus espíritus Musodoyí que lo hundiera, cosa que logró por su hechizo en las playas de Bata, o sea que los cañonazos del Mahón fueron dirigidos y ordenados por Musodoyí que debía ser artillero o díos encargado de estos menesteres en el Olimpo bubi. La verdad es que en esa zona de África, el cielo es tan diáfano que el horizonte se prolonga a medida que nuestro deseo crece de ver mas allá, y en su limite no seria extraño que se vieran las playas de Bata desde la lejanísima Ureka, o que el cálido soplo del mito bubi, se convirtiera en un proyectil que taladrara la chapa de babor del barco y rindiera tributo a las arenas de las playas cercanas del el río Ekuku al Utonde, doblando su rodilla en las mismas el mítico Fernando Poo, primer barco que se construyó con el fin de atender el servicio marítimo con la metrópoli.

La verdad es que cuando nuestra provincia africana estaba hecha un bombón después de doscientos años de contacto con Europa pero sesenta escasos de llegada de los españoles, nos han quitado el bombón y alguno se lo ha comido, dejando sólo el papel asqueroso, especialmente en los últimos tiempos, tal vez por eso tenían tanta prisa en la Independencia. Decía mi compañero de baloncesto, abogado y carismático líder bubi Luis Maho que si se vivía tan bien en la autonomía,¡ como se viviría en la Independencia!. Esas prisas de Independencia la tenían gente como el abogado Luis Maho que se había criado en Barcelona, donde estudió su carrera universitaria y sus conocimientos de la vida, economía y desarrollo de Guinea, eran limitados.

Fernando el Africano.-   Barcelona a 30.06.2012

viernes, 29 de junio de 2012

FERNANDO EL AFRICANO- NOVELA- IXX

Otras hierbas medicinales en la Isla eran el ricino, culantrillo, la cola (cola nítida), nuez reconfortante, de un color casi violeta, rojizo y de gusto muy fuerte que los negros mastican para reactivarse en sus decaimientos, en el Continente el árbol se conoce como Abel “Abe”, que produce Kola. El elate se utiliza para calmar los cólicos, cuanyocu es purgante, bolape como tónico, ilele para los embarazos. La corteza de la quina para la malaria, el estrofanto que en la caza se utiliza como veneno, untando la punta de las flechas, puede usarse como cardiaco, el jugo de la yuca se puede usar para la conjuntivitis, la raíz de un jengibre llamado granos del Paraíso para problemas intestinales, resfriados y parásitos bucales, el árbol de Navidad además de que sus frutos sirven para cazar palomas al atraerlas, también se usa para las infecciones de ojos. Las flores blancas con centro rosado del chochonó (bubi) se utiliza para las lombrices , el metel ( en fang taa bokon) como antidepresivo, la corteza de la dura madera del rhizophora cura las quemaduras de la piel, las hojas del piper umbellatum ( bubi loótáota)son un buen purgante como infusión, y otros. Hasta el iboga que se utilizaba para disminuir la sed o el hambre en largas caminatas, pero que es un alucinógeno usado en ceremonias secretas por la secta del mbueti. Preparaba una pasta que impregnándose la piel con ella, curaba el cro-cro (sarna), muy extendida en la región en aquella época; no descartaba el yodo para algunas heridas y darles quinina para la malaria, tanto en pastillas como facilitándoles cortezas del árbol que hervida en agua produce el mismo efecto. Los negros la respetaban mucho por sus conocimientos y su forma de tratarlos. A veces le ayudaba un nativo, especialmente en quitar las niguas. Estos insectos dípteros similares a las pulgas, habitualmente se encontraban en la arena de algunas playas, y se introducían en la parte baja de los dedos de los pies, iban comiéndose con su trompa alargada la carne, formando una bolsa donde procreaban cientos de nuevos bichos. Se notaba su existencia no sólo por el aspecto de la bolsa, sino también porque producía picores muy fuertes. La bolsa había que quitarla con mucho cuidado, dado que si se abría, estos parásitos se extendían por todos los dedos de los pies, a veces llegaban hasta comerse la punta del dedo completa. Para quitarse la bolsa con buen resultado se debía ir con la punta de un palillo de bambú cortando los bordes hasta que se desprendía. Curiosamente a medida que se extiende y se perfecciona la sanidad en estos países, estos insectos que están en la playa o en la tierra desaparecen, o tal vez los productos detergentes y jabones agresivos son suficientes para impedir que se desarrollen en los dedos de los pies. ( así que lavarse los pies, por favor).


En el transcurso de mis muchos años en esas tierras, las niguas no las conocían los nuevos europeos que llegaban a la capital, sin conocer muy claramente por qué con el tiempo han ido desapareciendo, ya que nadie limpia las playas y caminos de tierra, tal vez sea el propio aseo de las personas, mayores precauciones de la gente, pero lo cierto es que llegan casi a desaparecer estos bichos u otros dañinos similares. La fumigación y la desecación de manglares han influido en ello. Lo malo que a esos bichos pequeños los han sustituido otros más perniciosos de dos patas, llamados ”cabruncillos humannus.”

En la zona de Río Muni, tanto los ndowes como los fang conocían muy bien el bosque para intentar curar sus dolencias y si no, siempre se podía recurrir al brujo, entre sus recursos naturales estaban: los hierbas purgantes el kumbi que no es otro que el ricinus, para las úlceras muy usuales en los poblados aplican el lulu que corresponde al ptero corpus; para los cólicos el elate, así podríamos construir un recetario, que los chamanes africanos de los poblados vendían como sortilegios, cuando en realidad se basaba en el conocimiento heredado de sus ancestros, transmitido de boca en boca, ya que no se conoce literatura escrita de estos pueblos, que aún siendo el Continente negro donde se inicio la especie hombre, no dejó constancia de su historia en grafía. Igual que en Europa ha habido juglares que relataban la historia de su tiempo cantando o recitando, en los pueblos de esta zona, un personaje similar que los fang llaman mvet canta las excelencias de los novios en las bodas, la virtudes de los fallecidos en los entierros y la tradición de su etnia en los actos significativos, pero como los juglares en función de la importancia del personaje y del dinero así van los atributos del personaje.

Por la mañana me llevaron a la Misión, residencia de la orden claretiana. En el mismo edificio pero en el ala contraria, vivían los indígenas internos, igualmente estaba la imprenta, la zapatería, talleres de oficios, etc.; y también las aulas de enseñanza. En el colegio de la Misión existían dos grupos bien diferenciados. El más numeroso estaba formado por los indígenas en régimen interno, que era la mayoría, dado que procedían de otras zonas de Guinea Continental o de poblados (besés en dialecto bubi) lejanos de la capital. su familia pagaba la manutención en casi todos los casos. El otro grupo estaba compuesto de externos, y dentro de estos grupos, nos incorporaban a los blancos. Me pusieron en un aula de párvulos, compuesta de unos diez blancos y veinte morenos, como se les llamaba allí, por cierto que Juan era un negro albino blanco de piel y de pelo rubio, cosa curiosa en los blancos cuando somos albinos no salimos negros y de pelo ensortijado sino mucho más blancos hasta de cabello. Este tipo de albino de la raza negra no es un caso único ya que en mi vida en aquellas tierras, he visto bastantes y parece ser que en sus tribus los tienen como personas dotadas de ciertos poderes y a los que se debe un respeto especial.

El padre Boixadera era nuestro profesor y sus métodos expeditivos, “regla y capón”, daban buenos frutos, salvo la excepción de mi modesta persona. No existía en aquel momento otro colegio, instituto u otra cosa parecida en la ciudad, salvo las monjas concepcionistas, que enseñaban a las niñas, y un colegio público creado por el matrimonio formado por don Tomás Ramos Pabalán, médico del ejército, y doña Mercedes García Lizaso, española nacida en Filipinas, pioneros en este sentido dado que iniciaron sus labores en Río Muni en 1902, y siguieron luego en la isla en 1906, empezando con una sola alumna y terminando el año con 40, siendo tal su mérito, que el grupo escolar perduraba con el nombre de la esposa. Sus hijas que montaron una tienda de moda años posteriores eran conocidas como las Filipinas, y se casaron con dos hermanos finqueros de apellido Azaceta .A la clase del padre Boixadera acudíamos todos los blancos de Santa Isabel, libaneses como los Manssur, sirios como los Nauffal, Atik, Secin y los de color externos, ya que la mayoría era internos del Continente o de poblados que carecían de escuela, además de la clase alta fernandina, Collins, Borikó, Dougan, Jones, Barlerycorn, Grange, Salomón, cuando el padre salía un momento con las almohadillas de borrar la pizarra se iniciaba una lucha, en el que la cara era el objetivo preferido, y entonces quedabas blanco del todo, o nos comíamos las tizas pensando que era bueno para los huesos.

Los domingos, primero a misa como obligación ineludible, la famosa misa de diez, donde no solo nos controlaban nuestros padres, sino los curas, día que faltabas, el lunes tenías que contar el motivo de tu falta de asistencia, aunque eso sí, lo preguntaban de una forma sutil, demandando si habías estado con fiebre, pero te quitaban las ganas de engañarles, al decirte seguidamente, ya le diré a tu madre como prevenir esto, de esa forma el mensaje era : no me engañes que lo voy a comprobar. Al salir de misa, nos dedicábamos a hacer excursiones para conocer mejor los alrededores de la ciudad con mis primos, nos gustaba ir al vivero del Ayuntamiento, que estaba en una zona llamada Moncloa, detrás del hospital, donde existe un puente sobre el río Cónsul que comunica la ciudad con el hospital, cementerio y playas de Fistown; es por donde transcurre la carretera que va a Rebola, el nuevo poblado de San Fernando y parte Este de la Isla.

Fernando el Africano.- Papá Mánji

jueves, 28 de junio de 2012

FERNANDO EL AFRICANO-NOVELA- XVIII




A la puerta de los barracones existía un hermoso jardín lleno de dalias, rosas, crisantemos y como rey del jardín, un magnífico tronco leñoso de cuyas voluminosas ramas colgaban unos frutos rojizos y otros amarillos, en forma de corazón. Me comentaron mis primos que eran mangas, pues existen dos variantes del fruto. El mango y la manga se diferencian básicamente por el sabor y porque el mango es más fibroso e incómodo de comer, sus racimos de pequeñas flores verde amarillentas predecían una enorme cantidad de sus frutos. En el mismo árbol había una lata oxidada y un pañuelo rojo colgados de una rama, me comentaron que como aquel árbol daba unos frutos de alta calidad, los negros se los comían, y mi abuela, para evitarlo, había colocado yuyú, una especie de aviso de brujería, de tal forma que ahora nadie se atrevería a coger un solo fruto, el nombre de yuyu viene de que los franceses cuando llegaron a estas tierras observaron que en muchas ceremonias que ellos valoraban como brujería, los nativos utilizaban figuras como si fueran muñecos, y esa palabra parece ser que en francés se utiliza para designar en forma cariñosa a un juguete. El aroma que se desprendía de aquel árbol se sobreponía al olor de las flores que rodeaban su base, como imponiendo el mensaje de que proyectaba su sombra, y sus cualidades sobre el resto de la naturaleza del entorno, como árbol mayor.


Años más tarde, en Fernando Poo, leí en un libro sobre la Iglesia, que el árbol del mango lo trajeron dos sacerdotes baptistas procedentes de la isla de Jamaica. Los primeros religiosos que organizaron e inculcaron una doctrina cristiana en la isla fueron los cristianos de esta religión, que tenían su sede en Sierra Leona, y luego la trasladaron a la isla de Jamaica. El mango yo diría que en esa zona de África hace la función de la higuera en la India, es un árbol que su volumen y su tamaño, permite las reuniones bajo su sombra protectora, y si la naturaleza da rangos, podríamos decir que es el hacendado rico y señorial, con porte noble que bajo sus ramas, se reúnen los vecinos a dialogar en largas conversaciones hasta que el sol hace su despedida silenciosa. Lo único que hay que tener cuidado, es en la época de tornados, ya que si el aire desprende alguno, su peso considerable y su consistencia, puede ser muy peligroso. En todos los años que estuve amparado en las agradables sombras, no conocí un accidente de ese tipo. Eso puede ser debido a que este árbol señorial es considerado con las personas que se protegen a su sombra y evita lanzar sus frutos sobre sus cabezas o probablemente que los vecinos no dejan madurar sus frutos, que es cuando son más propensos a desprenderse del árbol.

Cerca de la casa a unos cien metros en dirección Este, pasaba el río Cónsul, que en su recorrido de norte a sur de la ciudad hacía un poco de límite entre la parte habitada de la ciudad, y el bosque o zona agrícola, en la ladera montañosa. Este pequeño río pero de caudal generoso, en su parte cercana a la desembocadura por donde está ubicado el Hospital, era navegable para embarcaciones pequeñas, y utilizado por las monjas que prestaban sus servicios en la enfermería en los primeros tiempos en que no había transporte rodado, para algunos cercanos desplazamientos a la ciudad. Nos descalzamos y con los zapatos en la mano, andamos un rato por sus cristalinas aguas, que nos llegan escasamente a las rodillas, en algunas pozas es posible que nos cubriera, las baldeábamos saltando de piedra en piedra, en nuestro pulular, descubrimos un objeto sumergido en sus aguas, que resultó ser una nansa (trampa hecha de bambú con una doble caja, imitando la interior a un embudo, de tal forma que una vez que entra la presa le es muy difícil discernir la salida). Estaba llena de unos crustáceos que en esa zona se llaman graffís, muy similares a nuestros cangrejos de río, a veces estas trampas las llenaban de unas hojas de una planta venenosa para los peces llamada en el Continente “engomo”, y agitando la trampa en el agua, mataban o adormecían los peces, facilitando su captura, al actuar de estaba forma, se sabía que era un nativo criado o venido de Río Muni, ya que en la Isla no utilizaban estos métodos, en otros casos introducían bananas maduras a cuyo olor acudían como rica miel los graffis.

Mis primos me advirtieron de que en ese lugar, según los nativos, se aparecía con cierta frecuencia un hada o sirena, llamada “Mamiwatá”, que a veces se lleva la vida de un mortal, para hacerle compañía o castigarle por sus actos. Así que a mí me entraron prisas por volver a los barracones, ya que prefería mis ciempiés que a la Mamiwatá, a la que mis zapatazos poco le podían hacer, y si en cambio me veía capaz de luchar con los miriápodos.

Aquella noche mi hermano y yo, nos acostamos agotados de la emoción y ansiedad de conocer tantas cosas nuevas, pero dispuestos a arrostrar mil peligros más, y con el convencimiento de que estábamos totalmente protegidos con aquellos primos matadores de dragones, por cierto que uno se llamaba Jorge como el santo que mataba al dragón y el otro Alberto en cuya vida de santo es posible domesticara a un dinosaurio.


                                 EMPIEZA UNA NUEVA VIDA EN ÁFRICA

Por la mañana, al levantarnos y salir a la calle, el sol se había despertado antes que nosotros, lo que nos permitió observar que el mango y otros árboles de frondosa vegetación protegían los barracones con su sombra, lo que evitaba que las chapas de zinc de los barracones recibieran los rayos de sol directamente, de no ser así, hubiera resultado un infierno vivir en ellos. La verdad es que la brisa del mar y la vegetación lograban dar una sensación de calor soportable a la capital, independientemente de que a menos de ocho kilómetros en la zona de Basilé, como en Musola algo más distanciado, el termómetro baja sensiblemente, dando sensación de frescor; en esas zonas por la noche para dormir era conveniente taparse con una manta ligera, para evitar el frescor y la humedad de la noche.

Saliendo de nuestro barracón, al cruzar la calle que nos separaba de la casa donde vivían mis tíos, vimos una serpiente muerta de unos dos metros de largo, de colores marrones y verdes oscuros de tal manera que en el bosque es muy difícil detectarla, seguramente esta serpiente había sucumbido bajo el machete de un nativo madrugador o atropellada por una rubia, así llamadas a las furgonetas en las que la cabina del conductor va abierta y la parte de atrás metálica va totalmente descubierta con los laterales de unos cuarenta centímetros de altura. Este tipo de vehículo hasta empezar a llegar los land-rovers y jeeps terminada la Segunda Guerra Mundial era el más práctico y útil en el mundo africano. En las películas que hoy en día veo del mundo granjero americano, sigo viendo este tipo de furgoneta.

Desde luego los reptiles eran tan numerosos en Guinea, que cuando ibas al bosque aconsejaban tapar la obertura de las botas con los calcetines antes de irte a dormir o cuando te descalzabas, porque a veces buscando un refugio se metía alguna serpiente dentro y luego cuando te calzabas introduciendo el pie, este no confraternizaba con el ofidio. Mi tío Paz en Ebebeyin un día al ir a coger el salacot de la percha, se encontró una hermosa serpiente enroscada en su interior. Resumiendo que no hay hueco que no se adjudique un “okupa” serpiente. Lo malo es que estos animales usan del mimetismo y en algunos casos es difícil detectarlos, por el arte del color logran que los enemigos pasen sin advertirlos o puedan acercarse a sus presas sin sospecha de estas. En la selva hay veces que una rama, una hoja o una piedra inicia un movimiento y es cuando uno advierte que esa policromía se ha convertido en un insecto, un animal o a veces un peligro. En los hielos árticos el oso coge el color blanco de la nieve, el caimán esconde su presencia en sus verdes y marrones imitando las aguas parduscas de los ríos africanos, así la naturaleza vela por la vida de su fauna. En la selva hay siempre como un murmullo y es el de la vida de miríadas de insectos de pequeños trabajadores que hacen posible la existencia de esa belleza polinizando y ofreciendo comida a los primeros escalones de la pirámide animal como son los pájaros, roedores, y pequeños animales insectívoros. Lo malo es que los mosquitos hace tiempo estaban independizados y consideraban que la especie humana invadía su habitat, y por lo tanto tenía no solo derecho a defenderse sino a atacar, y eso hablando claro “ jode mucho y pica más”. De todas formas está comprobado que serpientes, carnívoros, y cualquier especie de depredadores le tiene al hombre tanto miedo como nosotros a ellos, y salvo que los ataquemos, pisemos, o lleguemos a la hora del aperitivo nos huirán. La pregunta es ¿ Cuando es la hora del aperitivo para ellos? . Pasa como en Europa unos países comen a una hora y en otros a otra. Habrá que informarse en las guías turísticas, del horario de sus comidas.

La mayoría de los negros, para ir a trabajar al campo llevan un machete en la mano, tal vez en eso es fácil descubrir cuál es el que trabaja para un servicio doméstico o trabaja en el campo. Por ser casi parte del brazo del trabajador del campo en África, el machete lo cuidan y pasan mucho tiempo afilándolo con una piedra o con limas muy finas, para que su corte sea efectivo con el mínimo esfuerzo, las limas casi todas eran marca Bellota y desde luego eran Made in Spain, pero no tienen nada que ver con el jamón de bellota, por desgracia para mi. El servicio doméstico y los oficios (carpinteros, conductores, etc.) no llevan habitualmente machete para desplazarse a su trabajo, que se inicia temprano, nada más amanecer, de seis a siete de la mañana, dado que a esas horas se trabaja sin los agobios del calor, siendo la puesta de sol muy temprana, sobre las siete de la tarde, de una forma mucho más brusca que en Europa, de un pleno sol se pasa a la noche en menos de una hora. A esa hora en los años cuarenta, que los cortes de luz estaban a la orden del día, todo nativo para ir de visita o darse una vuelta, encendía su lámpara de bosque a petróleo lo que le daba garantías en el desplazamiento salvo en las noches de luna llena, en que en esos países se podía leer un libro con la luz de nuestro planeta.

Después de desayunar, asistí a una escena que era casi diaria: mi abuela Mamá Polonia, se dedicaba a curar gratuitamente a los negros del barrio, que solicitaban sus servicios. En muchos casos usaba hierbas y plantas del país, de las cuales tenía plantadas en un amplio y espacioso jardín que rodeaba toda la casa o chalet, por ejemplo, kinkilibá, que se usa para la hematúrica y problemas del riñón. Para los cortes y llagas, tenía unas hojas carnosas que las ponía encima de las heridas, luego las liaban con un trapo y en dos o tres días cicatrizaba la herida sin infectarse. Para los problemas de estómago usaban unas hojas verdes llamadas contrití, que si uno las intentaba chupar se agarraban a la lengua y no había forma de despegarlas, como si tuvieran dientes pequeños que se incrustaban a la carnosidad de la lengua, como las espigas del trigo en Europa.

Fernando el Africano 28.06.2012 -     Papá Mánji

miércoles, 27 de junio de 2012

MI VIDA EN VERSO

MI BIOGRAFÍA EN VERSO




Les amenazo, esto es mi vida en verso

no es de un famoso ni un ilustre

no es de un santo ni un converso

es de un hombre que nunca está triste.

Ya que he pasado por mil peligros,

he recorrido cuatro continentes,

he sembrado el mundo de amigos

y no he dejado cuentas pendientes.

Nací en república y marché con dictadura,

bombas, hambre, y malos momentos,

de pulmonía y pleuresía tuve cura

cuando era mortal sin medicamentos.

Con nueve años me llevaron a Guinea

huyendo de la miseria y del racionamiento,

mis padres tuvieron esa feliz idea

escogiendo el infierno como tabla de salvamento.

En un barco, el Domine, llegué al Paraíso,

un mundo mágico de verde naturaleza

donde los bichos te visitaban sin permiso,

mordiendo, picando sin ninguna pereza.

Aquellas torres de la hermosa Catedral

me saludaron con fuerte repicar,

creyendo yo que era por mi funeral

al ver suelto tanto animal.

Arañas peludas sin pasar por peluquería

jen-jen en nubes cubriendo el sol,

las serpientes que yo tanto temía,

todos pululaban en la ciudad sin pudor.

Ingresé en el nuevo Instituto Colonial

en una mezcla de todos colores,

las dependencias no estaban mal

lo malo eran algunos profesores.

Algunos eran militares de la Marina

Otros no daban clases por ausencia,

los sacerdotes enseñaban por rutina,

casi todos carecían de experiencia.

Pese a mi anarquía y mi cabeza dura,

terminé los siete años de bachillerato,

y no me expulsaron gracias a un cura,

aunque tuve que dar pruebas de beato.

Empecé en Papá Banana a trabajar,

un portugués amable y trabajador,

aunque el negocio le iba mal,

le pusimos ganas y mucho sudor.

Se convirtió en un negocio formidable,

contratando para el campo braceros,

nuestra fama se convirtió en notable,

y ganamos cifras de varios ceros.

La falta de mano de obra era importante,

se traían magníficos trabajadores nigerianos,

que sacaban las cosechas adelante

trabajando a destajo a dos manos.

Hice el servicio militar, que eran tres meses,

todos los días dos horas de instrucción,

el grupo era de doce juveniles cadetes

el mando, brigadas, tenientes, un montón.

El país progresaba a pasos gigantes,

funcionaba el hospital y el servicio sanitario,

había luz y agua, no como antes,

todos los días noticias en prensa y radio.

No conocí a nadie limosna pidiendo,

la naturaleza daba gratuita comida,

el que diga lo contrario está mintiendo,

al nativo su patrimonio le daba vida.

No precisaba de trabajar en el campo,

el trabajo agrícola era para los extranjeros,

los oficios y escritorios para el nativo,

los blancos trabajos ligeros.

Un día la inutilidad de un gobierno,

desmontó el paraíso de blancos y negros,

el país se convirtió en un infierno,

y tuvimos que salir nadando o a remos.

Un loco expulsó a los trabajadores,

quemó los libros de los blancos,

asesinó de los suyos a los mejores,

todo fueron sangre y llantos.

Aquí la lucha en la jungla del asfalto,

nos abrió nuevos y duros caminos,

aunque en mi vida , no falto

en recodar a los muertos amigos.

Guinea en tu tierra dejé semilla

Planté alegría, afecto y amor

recordándote la mirada brilla

aunque siento siempre cierto dolor.



Fernando el Africano - Papá Mánji

Barcelona a 25 de junio 2012