CUENTO FANG AKUEN NZAMA- SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE
Caminaron las tres hermanas
solas hasta llegar al sitio que Akuen les había indicado. Pero aquí surgió la
disputa, Meseko y Nchama quisieron tomar el camino angosto; Mangue, que había
salido del mismo vientre que Akuen, las convenció con hábiles palabras para
seguir el ancho y llano. Caminaron por él hasta que divisaron una choza. Como su
cansancio era mucho, pidieron a una vieja mujer que a la puerta de ella se
hallaba que les diera cobijo, por aquella noche. La vieja, que no deseaba otra
cosa, las contestó con engañosa dulzura:
Bienvenidas seáis, hijas
mías. Pasad, reponed vuestras fuerzas y saciad vuestra hambre.
Las desobedientes hermanas de
Akuen no sabían que aquella vieja, cuyos dientes se le veían muy afilados, era
antropófaga y deseaba hacer con ellas un rico festín. Pero Akuen, inspirado por
su magia, supo el peligro en que se encontraban sus hermanas, por lo que
encaminó sus pasos hacia la choza de la hechicera. Al verle llegar ésta, quiso
con amabilidad invitarle a pasar y reponer sus fuerzas. Akuen tenía trazado su
plan, por lo que aceptó si invitación, no sin antes advertirla que si algún
daño causaba a sus hermanas, la quemaría viva.
Entró en la casa, donde
encontró a Mangue, a Meseko y a Nchama, a quienes reprendió por su
desobediencia y les habló del peligro en que se hallaban. Llegada la hora de la
cena, la pérfida vieja llevó a los hermanos abundante comida, que previamente
había envenenado. Pero Akuen, como siempre, evitó el mal, prohibiéndolas tomar
bocado de ella. Cuando llegó la hora de dormir, Akuen tomando un poco de su
ungüento maravilloso, lo disolvió en agua, con lo que roció los ojos de sus
hermanas mayores, pero al ir a ponerlo sobre los de su hermana de madre,
Mangue, ésta se opuso a ello, diciéndole que lo que él quería era matarla. El
hermano respetó su voluntad. Se fueron a dormir, y él quedó vigilándolas al
umbral de la puerta.
Ya los búhos habían abierto
sus ojos cuando la vieja, con pasos silenciosos, se acercó a la habitación
donde las tres hermanas descansaban, pero al encontrar al vigilante Akuen se
disculpó, diciéndole que iba a recoger la comida sobrante para dársela a su
hijo pequeño, que estaba llorando de hambre, Akuen se la dio.
Horas más tarde volvió a
repetir la vieja hechicera su intento, pero con más cautela; al ver a Akuen en
su puesto de guardia retrocedió silenciosa. La tercera vez, dispuesta a llevar
a feliz término su plan, cogiendo unos blancos polvos, que extrajo de una
renegrida bolsa que llevaba al cuello, los esparció por la habitación diciendo:
Quiero que todos se duerman
profundamente.
En el acto Akuen quedó, como sin vida, sumido en intenso sueño,
entonces la vieja, penetrando en la habitación donde dormían las hermanas del
aventurero Akuen Nzama, se encontró a una sola de las tres. Sucedió que las dos
mayores, Meseko y Nchama, se habían vuelto invisibles por el agua maravillosa
con que su hermano las había rociado los ojos. Mangue, en cambio, por su
testarudez, yacía en su camastro, a la vista de la hechicera, sumida en
profundo sueño. Sacó los ojos a las desgraciada Mangue, respetando los de su
hermano por temor a la "medicina" que éste sin duda poseía. Pero una
vez fuera de la choza, emitiendo un agudo silbido, toda la casa quedó
cerrada por una densa empalizada, con la
que estaba segura de aprisionar al invencible Akuen. Satisfecha de su argucia,
corrió al bosque en busca de sus amigos los <>, a los que
invitó al convite que iban a tener con los hermanos, a quienes consideraba ya
en su olla.
Apenas empezó a hacerse la
luz y pasado el maleficio, Akuen despertó. Al encontrar a su hermana Mangue con
las cuencas de los ojos vacías adivinó el pensamiento de la bruja, que esta vez
había logrado sorprenderle. Despertándola la reprendió nuevamente por su
testarudez y mala voluntad hacia él. Al intentar huir con sus hermanas se
encontró el camino cerrado por la tupida valla que la vieja había levantado con
su magia, pero poniendo un poco de <> sobre aquella muralla de
troncos, enseguida se hizo un hueco lo suficientemente grande para poder por él
huir. Una vez fuera del recinto amurallado, tomando de nuevo el talismán, dijo:
Quiero que aquí haya un gran
estanque lleno de ranas, y al momento sucedió.
Pero antes de irse, Akuen se
dirigió a la casa donde vivía el pequeño hijo de la vieja con su madre,
entonces ausente, a quién le exigió los ojos de su hermana. éste, muerto de
miedo, se los dio. Entonces Akuen, con su poder mágico, los colocó de nuevo en
las cuencas vacías de Mangue, que al instante volvió a ver como si nada le
hubiera pasado.
Ya estaban lejos, sanos y
salvos los cuatro hijos de Nchama, cuando regresó la vieja hechicera rodeada de
una cohorte de fantasmas dispuestos a celebrar el festín prometido, pero su
asombro fue grande al ver que en derredor de toda la casa donde les había
dejado no había sino un gran lago lleno de ranas, que croaban con algarabía infernal.
Los fantasmas, al verse burlados, dieron muerte a la vieja, a quien comieron
para satisfacer sus insaciables apetitos de antropofagia.
Entre tanto los hermanos,
llegaron contentos a su nuevo poblado, donde las hermanas arrepentidas de su
mal comportamiento para con Akuen Nzama, se hicieron lenguas para ensalzar el
poder y magia de que era poseedor aquel a quien siempre habían tenido por fatuo
y tonto. Y aquí acaba la historia de Akuen Nzama, cuyas aventuras han sido
celebradas de toda su larga parentela.
Relatado por B.B. del
distrito de Kogo 1944 - Extraído del libro Leyendas y Mitos de Guinea de H.
Ramón Alvarez , año 1951.
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