lunes, 26 de agosto de 2013

CUENTO FANG AKUEN NZAMA- SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE

                                             
                                             


                 CUENTO FANG AKUEN NZAMA-                                                   SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE

Caminaron las tres hermanas solas hasta llegar al sitio que Akuen les había indicado. Pero aquí surgió la disputa, Meseko y Nchama quisieron tomar el camino angosto; Mangue, que había salido del mismo vientre que Akuen, las convenció con hábiles palabras para seguir el ancho y llano. Caminaron por él hasta que divisaron una choza. Como su cansancio era mucho, pidieron a una vieja mujer que a la puerta de ella se hallaba que les diera cobijo, por aquella noche. La vieja, que no deseaba otra cosa, las contestó con engañosa dulzura:

Bienvenidas seáis, hijas mías. Pasad, reponed vuestras fuerzas y saciad vuestra hambre.

Las desobedientes hermanas de Akuen no sabían que aquella vieja, cuyos dientes se le veían muy afilados, era antropófaga y deseaba hacer con ellas un rico festín. Pero Akuen, inspirado por su magia, supo el peligro en que se encontraban sus hermanas, por lo que encaminó sus pasos hacia la choza de la hechicera. Al verle llegar ésta, quiso con amabilidad invitarle a pasar y reponer sus fuerzas. Akuen tenía trazado su plan, por lo que aceptó si invitación, no sin antes advertirla que si algún daño causaba a sus hermanas, la quemaría viva.

Entró en la casa, donde encontró a Mangue, a Meseko y a Nchama, a quienes reprendió por su desobediencia y les habló del peligro en que se hallaban. Llegada la hora de la cena, la pérfida vieja llevó a los hermanos abundante comida, que previamente había envenenado. Pero Akuen, como siempre, evitó el mal, prohibiéndolas tomar bocado de ella. Cuando llegó la hora de dormir, Akuen tomando un poco de su ungüento maravilloso, lo disolvió en agua, con lo que roció los ojos de sus hermanas mayores, pero al ir a ponerlo sobre los de su hermana de madre, Mangue, ésta se opuso a ello, diciéndole que lo que él quería era matarla. El hermano respetó su voluntad. Se fueron a dormir, y él quedó vigilándolas al umbral de la puerta.

Ya los búhos habían abierto sus ojos cuando la vieja, con pasos silenciosos, se acercó a la habitación donde las tres hermanas descansaban, pero al encontrar al vigilante Akuen se disculpó, diciéndole que iba a recoger la comida sobrante para dársela a su hijo pequeño, que estaba llorando de hambre, Akuen se la dio.

Horas más tarde volvió a repetir la vieja hechicera su intento, pero con más cautela; al ver a Akuen en su puesto de guardia retrocedió silenciosa. La tercera vez, dispuesta a llevar a feliz término su plan, cogiendo unos blancos polvos, que extrajo de una renegrida bolsa que llevaba al cuello, los esparció por la habitación diciendo:

Quiero que todos se duerman profundamente.

 En el acto Akuen quedó, como sin vida, sumido en intenso sueño, entonces la vieja, penetrando en la habitación donde dormían las hermanas del aventurero Akuen Nzama, se encontró a una sola de las tres. Sucedió que las dos mayores, Meseko y Nchama, se habían vuelto invisibles por el agua maravillosa con que su hermano las había rociado los ojos. Mangue, en cambio, por su testarudez, yacía en su camastro, a la vista de la hechicera, sumida en profundo sueño. Sacó los ojos a las desgraciada Mangue, respetando los de su hermano por temor a la "medicina" que éste sin duda poseía. Pero una vez fuera de la choza, emitiendo un agudo silbido, toda la casa quedó cerrada  por una densa empalizada, con la que estaba segura de aprisionar al invencible Akuen. Satisfecha de su argucia, corrió al bosque en busca de sus amigos los <>, a los que invitó al convite que iban a tener con los hermanos, a quienes consideraba ya en su olla.

Apenas empezó a hacerse la luz y pasado el maleficio, Akuen despertó. Al encontrar a su hermana Mangue con las cuencas de los ojos vacías adivinó el pensamiento de la bruja, que esta vez había logrado sorprenderle. Despertándola la reprendió nuevamente por su testarudez y mala voluntad hacia él. Al intentar huir con sus hermanas se encontró el camino cerrado por la tupida valla que la vieja había levantado con su magia, pero poniendo un poco de <> sobre aquella muralla de troncos, enseguida se hizo un hueco lo suficientemente grande para poder por él huir. Una vez fuera del recinto amurallado, tomando de nuevo el talismán, dijo:

Quiero que aquí haya un gran estanque lleno de ranas, y al momento sucedió.

Pero antes de irse, Akuen se dirigió a la casa donde vivía el pequeño hijo de la vieja con su madre, entonces ausente, a quién le exigió los ojos de su hermana. éste, muerto de miedo, se los dio. Entonces Akuen, con su poder mágico, los colocó de nuevo en las cuencas vacías de Mangue, que al instante volvió a ver como si nada le hubiera pasado.

Ya estaban lejos, sanos y salvos los cuatro hijos de Nchama, cuando regresó la vieja hechicera rodeada de una cohorte de fantasmas dispuestos a celebrar el festín prometido, pero su asombro fue grande al ver que en derredor de toda la casa donde les había dejado no había sino un gran lago lleno de ranas, que croaban con algarabía infernal. Los fantasmas, al verse burlados, dieron muerte a la vieja, a quien comieron para satisfacer sus insaciables apetitos de antropofagia.

Entre tanto los hermanos, llegaron contentos a su nuevo poblado, donde las hermanas arrepentidas de su mal comportamiento para con Akuen Nzama, se hicieron lenguas para ensalzar el poder y magia de que era poseedor aquel a quien siempre habían tenido por fatuo y tonto. Y aquí acaba la historia de Akuen Nzama, cuyas aventuras han sido celebradas de toda su larga parentela.

Relatado por B.B. del distrito de Kogo 1944 - Extraído del libro Leyendas y Mitos de Guinea de H. Ramón Alvarez , año 1951.




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