miércoles, 29 de diciembre de 2010

La Pesca del Siluro en Corisco

La Pesca del Siluro en Corisco




La pesca de del n’guno o siluro en la isla de Corisco – Octubre 1918

Cualquiera que penetre en los pueblos de la isla de Corisco el determinado día de la segunda quincena del mes de agosto notará animación inusitada en el elemento femenino, jóvenes y ancianas en admirable consorcio unidas se colocan a las puertas de las casas tejiendo con la corteza del bambú cada una, su grande cesto, que ha de servir como de red y anzuelo para coger el siluro o n’guno como ellos le llaman.

Se ha adelantado esa pesca que se va a hacer en los charcos. ¿ Que son los charcos? . Los diversos accidentes del terreno que forman en el interior de la isla, pequeños valles que recogen en la época de lluvias, grandes cantidades de agua y como no tienen salida a la playa y están en parte rodeados de bosque virgen, las hojas caídas y otros elementos extraños depositan en el fondo, una especie de cieno, muy a propósito para servir de guarida pacífica, por lo solitario del lugar, a muchos pescados que allí se desarrollan, esto y no otra cosa, es lo que los naturales llaman “charcos de Corisco”. Los tres principales se llaman : Bololue bua ukati, Bololue bua bodungue y Bololue bua bobunja. Cada charco lleva el nombre de la tribu o la persona que lo descubrió. En la época de los tornados y grandes lluvias llegan a desbordarse, y entonces sus aguas corren a desembocar en pequeños afluentes que las llevan al río Lembur, que es el mayor de la isla.

El día señalado para la pesca, todo el mundo los actuales 600 habitantes de la isla, jóvenes y ancianos, acuden a la pesca del n’guno . Este acto se repite cada dos años.

Dadas las doce, el jefe del charco reza sus oraciones para ahuyentar el mal espíritu, para que no les moleste a los pescadores y después a una señal suya, se lanzan las mujeres solas, provistas del cesto y machete. Dentro del charco, el agua les cubre la mitad del cuerpo, y aunque existe el peligro de ahogarse por estar sumergidas hasta la cintura en el cieno, su destreza y atrevimiento hace remoto ese peligro. Zambullen el cesto y al poco tiempo lo sacan a flor de agua al oír el ruido que producen los pescados aprisionados. Con el machete dan muerte a los mismos y los atan a la cintura y después vuelta a repetir la operación.

Los espectadores con sus gritos, silbos, palmoteos, cantos populares y carcajadas celebran la fortuna de los pescadores y desprecian el peligro que se encuentren de ser mordidas por los muchos caimanes que allí tienen su guarida.

Esos siluros son más pequeños que los europeos, no pasan de un pie y medio, se crían también caimanes que el presente año se han logrado capturar diez de ellos, uno de ellos media por más de un metro y algunas tortugas que en nada se diferencian de los galápagos de nuestra península. Al salir del charco cada pescadora entrega al representante del charco, dos pescados, los cuales se reparten entre los hombres grandes y pequeños, con el fin de que los huérfanos y los que carecen de compañera, participen de la pesca.



En 1895 visitó Corisco una de las pocas mujeres exploradoras de África, la inglesa Mary Kingsley, que tenía el encargo del Museo Británico de buscar especies animales raras, y por indicación del doctor Nassau de la Misión presbiteriana de Gabón le recomendó visitar Corisco, a tal fin le dejó su velero Lafayette y le facilitó el contacto con el corisqueño Eveke conocedor de las costumbres de la Isla. Arribaron a las cuatro de la tarde a una bahía con poca profundidad, donde el verdor competía con el azul del cielo y del mar. Durmieron en casa del padre de Eveke que era el pastor presbiteriano de Corisco y su madre mrs. Ibea le ofreció un té con todo el protocolo inglés. A la mañana siguiente fueron a las lagunas y en su biografía editada con el nombre de Viajes por el África Occidental, se describe la pesca del siluro con mucho detalle.



Una parte de este artículo está extraído de la revista de La Guinea Española



Fernando El Africano

Algete a 29 de diciembre 2010

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