miércoles, 10 de agosto de 2011

LOS BUBIS EN 1827- MIRANDO ATRAS

LOS BUBIS EN 1827




Rebuscando en la revista La Guinea Española, en fecha 25 de abril de 1923, he rescatado este artículo escrito, seguro por un padre claretiano, bajo el seudónimo de Ruiaz.



Dice así:



En el Diccionario Geográfico Universal editado en Barcelona en 1831, y del que hicimos mención en nuestro número anterior, encontramos una descripción de los indígenas, naturales de nuestra isla, tomada del diario de expedición del capitán Owen: lo vamos a reproducir como uno de los monumentos literarios levantado sobre los usos y costumbres de nuestros indígenas.

En el diario de la expedición del capitán Owen, dice el diccionario, se leen noticias muy curiosas ignoradas hasta el día sobre los habitantes y cosas de este país. Sus naturales son robustos, bien formados, de mediana estatura, atezados, y aunque carichatos, de bellas fisonomías, tienen los cabellos lanudos, y la nariz y los labios como los europeos, y acostumbran a embadurnarse el cuerpo de bermellón y ocre, mezclado con aceite de palmera, la espesa madeja del cabello, partida en dos por encima de la frente, les cae ensortijada sobre la espalda y esta también dada de aceite mezclado con bermellón; se afeitan generalmente el cabello hasta dos dedos más arriba de la frente; los jóvenes se rapan la cabeza menos el copete y algunos la ciñen con un collar de seis hileras de abalorios, simétricamente ajustadas, que les cuelgan por detrás de las orejas, El rey se pinta el cuerpo de amarillo, que es su color favorito. Usan sombreros hechos de tiras de juncos mal trenzadas de forma baja, estrechos de alas y comúnmente adornados de huesos de monos y otros animales, y de plumas blancas y coloradas, teñidas al parecer con sangre. Llevan collares, brazaletes en la muñeca y el brazo y un cinto ceñido sobre las caderas, que al mismo tiempo que sirve de adorno sujeta un mandil de piel con una gran mazorca de hierba en mitad del cinto. El rey viste el mismo traje, y para distinguirse de los demás lleva cubiertas las espaldas con otro delantal hecho de la misma materia. Los cintos y los brazaletes, son de vértebras de serpiente, engarzadas, o de huesos de fruta muy duros. Estos naturales gustan mucho de música, sus armas son unas largas lanzas de madera, con una punta dentellada, hacen también uso de la honda, disparando con mucha destreza, se manifiestan sumamente celosos de sus mujeres, a las cuales por otra parte ha favorecido poco la naturaleza que más parecen monas ** que criaturas humanas. Tanto hombres como mujeres tienen el rostro cruzado de costurones abiertos con navaja lo que afea sumamente su fisonomía. En sus trueques con los extranjeros prefieren el hierro, las hachas y los cuchillos a otros artículos; cediendo por ellos los productos de su agricultura e industria, que consisten en yuca, vino de palmera, puestos en frascos de calabaza, gallinas, pieles de mono, y de serpiente, redes y una especie de cestos de caña labrados con mucho primor. Para la navegación en sus costas tienen piraguas de 15 hasta 30 pies de largo. La vela de estas embarcaciones, que es una especie de estera hecha de tiras de junco, está cortada en forma de paralelogramo, cuyo lado más largo cae perpendicular al horizonte, algunas piraguas llevan en la proa un palo vertical, en cuya cima ondea un penacho de vistosas plumas.



Las cabañas en donde se albergan estos indígenas son por lo general de forma cuadrada y sus paredes están compuestas de trozos de tronco, entrelazados con hojas de palmera. El hogar ocupa el centro y arde de día y de noche.

La casa del rey consiste en un toldo de paja sostenido por pilares de madera, es tan baja que en su parte inferior solo se levanta tres pies del suelo, y no está cubierta más que por un lado contra las intemperies del aire. Su ajuar se componen de una tarima de 6 pies de largo, que sirve de cama y está colocada oblicuamente ; en su extremo tiene una almohada hecha de un pedazo de madera, cortado en forma cilíndrica, de 2 a 3 pies de diámetro, con dos gruesas clavijas; algunos poyos de madera sirven de sillas y una infinidad de frascos de calabaza colgados en las vigas mal labradas de los techos forman todo su adorno,.

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Estas son las impresiones que sobre nuestros antiguos bubis (1827)estampó en su diario la expedición del capitán Owen y este es otro de los documentos históricos por cuya adquisición debiéramos trabajar cuantos nos interesamos, no solo por la historia actual de la Colonia, sino por la reconstrucción de sus fastos antiguos, con todas las circunstancias de aquella primitiva civilización.

Ruiaz



** Ruiaz pone la siguiente nota:

La comparación nos parece dura e injustificada solo perdonable por la premura del tiempo, en el que se improvisa la redacción de un Diario de expedición y por la impresión del momento causada por el contacto con una civilización retrasada y diametralmente opuesta a la nuestra; lo que hacemos notar para no hacernos solidarios de la expresión.

Ruiaz.



** Yo pongo la mía:



Es posible que viera algunas mujeres embadurnadas de ntola con sus rastras y sus atavíos llenos de plumas, pieles, huesos y otros elementos que a nuestro ojo europeo nos parecen inadecuados. Pero tenemos que reconocer que algunas africanas con ese color miel de su piel y sus cimbreantes cuerpos como palmeras, son envidiadas, tanto es así que todos vamos a tomar el sol para coger el color de piel de mi África Querida.



Fernando el Africano

Por si algún despistado no sabe quien es el capitán Owen, diré que fué encomendado para establecer el Tribunal para la represión de la esclavitud en la isla de Fernando Póo, por el Gobierno de Inglaterra y para ello fundó la ciudad de Clarence actual Malabo, y trajo toda un grupo de fuincionarios blancos y de color que estaban anteriormente establecidos en Sierra Leona. .

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