NEURONA
SUPRVIVIENTE
No recuerdo
con frecuencia cosas del hoy o del ayer,
pero si
deseo recordar algo de mi vida africana
es como si
abriera un libro y me pusiera a leer,
como si todo
hubiera pasado aquella mañana.
Tal vez por
ser casi todos recuerdos muy gratos
o a lo mejor
la edad de mis mejores sueños,
o no querer
recordar los malos ratos,
y los otros
considerarlos tropiezos pequeños.
Aquellos
bellos paseos de Punta Fernanda,
con una
buena moza de labios prometedores
con deseos
de estrenar achuchón en baranda,
y nuestro
cuerpo muriendo en ardores.
Viaje
turístico, al cercano aeropuerto,
lugar digno
de visitar dentro del coche,
en vez de
sitio floreado y a la luna abierto,
ellas
protestaban con algún fuerte reproche.
Excursión a
Moka, lago Biao o Cascadas Illadyi,
en terrenos
donde gobernaban hermosos toros,
y alguna
serpiente negra que yo vi,
así como
faisanes y verdes loros.
El Casino,
mirador del mar y su hermosa bahía
lugar de
encuentro, cita y mirada prometedora,
que cuando
Navidad, allí se esperaba la llegada del día
convenciendo
a los “papás” demorar la marcha una hora.
Paseos y
vueltas interminables por la Plaza,
buscando la
promesa de un corto beso,
con resultado
de hermosa calabaza
y seguíamos
de sus encantos preso.
Era reunión habitual, el cine Rosaleda,
disputada
por las parejas la última fila,
al apagarse
las luces, se levantaba la veda.
Mi neurona
trabaja ya agotada
Los pensamientos
vuelan como nubes
Guinea
tierra siempre amada
Mi mente se
llena de fríos aludes.
Fernando
García Barcelona 29.12.2021
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