lunes, 2 de mayo de 2011

La Historia del pueblo Bubi- Tercer Capítulo

CAPÍTULO TERCERO

                                                                    LA PUBERTAD


La pubertad suele manifestarse entre los muchachos de los 15 a los 16 años y entre las niñas de los 13 a los 14. En los lugares septentrionales de la isla, se celebra de la siguiente manera. Llegado el día el joven se unge todo el cuerpo con ntola, lo adorna con sus galas como son bipá besori o mesori y otros que ellos usan, provisto de grandes calabazas de vino de palma se presenta al botuku del pueblo, le ofrece una de las calabazas llena del exquisito licor y da cuenta del motivo de la visita. El botuko recibe la calabaza con muestras de agradecimiento, le da un nuevo nombre con que en adelante habrá de ser llamado y conocido; con ciertas ceremonias lo admite en la categoría de mozos del poblado y le indica el mozo de mayor dignidad del mismo poblado bajo cuyas órdenes habrá de estar mientras permanezca soltero, posteriormente celebra con este y los mozos del poblado una fiesta. Ese nombre que se le da que es el de la mocedad se llama boseseppe el anterior o de la infancia era bolai. En adelante a nadie que sea igual o de menor edad que el mozo le será licito llamarlo con el nombre de la infancia.

La entrada en la pubertad entre las niñas no se celebra con fiesta o ceremonia particular. Cuando llega a ser hábil, que ellos la tienen por tal a la edad de 17 o 18 años, los padres lo ponen en conocimiento de sus pretendientes para cuando gusten puedan ir por ella. Antes de admitirla en casa, requiere que la moza sea inspeccionada para cerciorarse bien de si ha sido desflorada o todavía permanece virgen. Esta inspección se acostumbra a practicar únicamente en los poblados del Norte de la isla; en los poblados del Sur no está en uso. En el Sur para reconocer si la doncella es todavía eoto o virgen, utilizan un método que consideran no puede fallar. Del sistema se encargan dos o tres ancianas pertenecientes a ambas familias. Si resulta virgen las familias se felicitan mutuamente y colman de bendiciones a la muchacha; mas si se comprueba que ha sido desflorada ¡ que días más tristes la esperan!.

Los bubis cuando compran una niña, dicen que lo que intentan comprar es eoto, su virginidad, porque la doncella que la ha perdido aunque sea a la fuerza, pierde con ello su valor y su belleza. A la doncella virgen ungen todo su cuerpo de ntola formando caprichosas figuras y adornos engalanándola con muchos bipá, mesori o besori y mil variedades de abalorios. Así es llevada por sus propios padres o los que hacen sus veces a la casa de su futuro esposo. Este la coloca en una choza contigua a la suya a la cual dan el nombre de bula y aquí estará algún tiempo según sea el lugar de la isla.

Su ocupación diaria en esta reclusión será comer bien y procurar con esmero el aseo, adorno y hermosura de su persona, sin poder salir sino para las necesidades urgentes, sin alejarse sino a muy corta distancia. , hasta el día de la celebración de la boda. En este encerramiento es visitada frecuentemente por su esposo y aquí lo ordinario es donde ofrece la flor de su virginidad y a las veces sale ya en estado interesantes. Durante el encerramiento de su esposa, el futuro esposo trabaja sin descanso para procurarse lo necesario para la solemnidad de la boda.

Riocoritcho de Balachá - Su laguna y superticiones de la misma

Riocoritcho de Balachá es un poblado pintoresco y saludable con deseos de instruirse y han abandonado casi por completo la cruel y bárbara costumbre de cortar y desfigurar la cara de los niños, costumbre que a pesar de distar Balachá de la playa de San Carlos solo a dos horas y media escasas, es observada con todo rigor y religiosidad en los demás poblados del distrito. Riokoritcho ocupa el centro de los Balachás y está situado en el cruce de caminos de mayor circulación. Uno de esos caminos que arranca de Bokoko pasa por todos los pueblos Olokoko, Onsobó, atraviesa Ruitche o Ratcha, Riokobotcho y Riobonda de Batete, salva el gran barranco de Balombe o río Ndahá del Este, sube al primer pueblo de Balachá y de aquí sigue casi llano, ladeando el monte Lombe hasta Riokoritcho. Aquí se cruza con el camino que sube de San Carlos a Ureka, luego prosigue por un estrecho valle que forman los montes que están a la espalda de Relebó, bordea el lago de Moka denominado por los bubis Eloa e Thiba, desciende de aquí bastante suavemente a la grande y elevada planicie de Biapa y muere en la frondosa y fresca avenida de la antigua corte bubi del grande, poderoso y respetado mochuku Moka, a quién conocí y traté por los años 1897 y 1898.

El otro de los caminos centrales que pasan por Riokoritcho es el ya mencionado que va de San Carlos a Ureka. A Ureka por tierra se puede ir por cuatro puntos distintos: por Arijá por Moka, por Bokoko y por Balachá. El camino de Arijá es muy largo y peligroso, sobretodo en la estación de lluvias, el de Moka es escabrosísimo y muy cuesta arriba, el de Bokoko pesadísimo y de mucha fatiga y el de Balachá, aunque bastante pedregoso por la ladera meridional; el más corto y mejor para pasar a las playas del Sur.

Yendo de San Carlos a Ureka por Riokoritcho, en primer lugar se pueden admirar las bien cultivadas y ordenadas plantaciones de ñames y malangas, visitarse los cementerios de la nobleza bubi y el de los plebeyos, descansar unos momentos en el bosque sagrado de Mokapelo, ver la pequeña ermita dedicada a este gran morimó, el arbusto y el lazo con que sujetan y cuelgan las víctimas a Mokapelo sacrificadas, y luego remontarse a la alta y extensa llanura formada entre la cordillera de Fernando Póo y ,los montes de Moka que da paso a los poblados de Ureka y se forma uno la ilusión de que se halla en un inmenso pinar en la Península, por los helechos arborescentes que semejan pinos y que por disfrutarse en aquellas alturas de una temperatura primaveral, se sienten revivir los bríos y los ánimos.

Pasada esta planicie desciende el camino con suavidad a las playas meridionales de Ureka y bajando a la derecha y a una hora y media puede uno detenerse para probar las aguas carbonatadas muy cargadas y superiores a las de Mioko, las cuales se hallan en un profundo barranco y que algunos urekanos enseñaron al hermano Francisco Porta en 1904. Riokoritcho es muy a propósito y adecuado para potreros, por estar cerca de San Carlos luego por el buen camino que hay desde la playa y por tener suficiente agua del río Tu, al que los europeos dan el nombre de barranco de Roemeriba y en un pequeño declive junto al minúsculo Loola y dado caso de que el año fuese escaso en lluvias todavía le quedaría agua potable en la laguna del pantano de Lombe.

A propósito de esta laguna de Balachá debo decir que por mucho tiempo deseé verla y jamás me fue posible. Pedí frecuentemente a los bubis que me mostrasen el camino que conducía a ella, ofreciéndoles como gratificación lo que ellos quisiesen; pero siempre obtuve las mismas respuestas: que no había camino o que lo ignoraban. Sabía sin embargo poco más o menos la situación de la laguna, por habérmela indicado el Padre Manuel Mallén que la vio en 1901 y el Hermano Francisco Porta que bajó a ella en 1904 acompañado de varios hombres de Ureka y en sus aguas apagaron la sed. En otra ocasión subió allá un inglés pastor protestante de la Misión Metodista el cual, según me contaron los mismos bubis, a los pocos días de haber vuelto de ella, murió. Su muerte, creyeron los supersticiosos bubis que fue un castigo o venganza del poderoso Morimó Lombe que es el guardián de la laguna y patrón universal de todo el distrito de Balachá, por haber invadido y profanado un lugar particularmente dedicado y consagrado a Lombé.

El 27 del pasado febrero (1919) subí a Balachá acompañado del Padre Vicente Aguado, de Ángel Esoki y tres braceros con motivo de cortar unos postes la futura escuela de Balachá y sin advertirlo los bubis los cuales estaban por entonces en sus palmerales y plantaciones de ñames, emprendimos a las diez de la mañana la subida desde el mismo poblado de Riokoritcho por un mal camino de leñadores. A los veinte minutos nos encontramos sin camino en el bosque bajo e intrincado de la ladera oriental. Entonces fue preciso que nuestros braceros hiciesen uso de los machetes para abrirnos paso.

A las once menos cuarto nos hallábamos en la cumbre del monte sin divisar ni rastro de lago o laguna, hasta que pasados algunos minutos notamos hacia la parte occidental que se levantaba una niebla muy tenue, de la cual dedujimos que la laguna Lombe no estaba muy lejana.

Comenzamos a bajar una ladera muy poblada de bosque cerrado y frondoso y poco más tarde estábamos al nivel de las aguas. A la laguna Lombe la bautizamos con el nombre de Alsina como recuerdo de nuestro Rmo. Padre General, Martin Alsina, el cual ha visitado por tres veces nuestra isla. Esta laguna está a unos 600 metros sobre el nivel del mar, tiene la forma de un gran anfiteatro ovalado de unos 300 X 150 metros. Su dirección es de Sur a Norte con una abertura en esa última parte que aparenta la boca de desagüe, pero que realmente no existe. En sus riberas hay grandes nipas consagradas al Morimó Lombe, razón por la cual nadie osa tocarlas, y en su misma orilla contemplamos un hermoso y elevado bocapi. En su centro crece una planta parecida al arroz cuando todavía en hierba y sus extremos son un gran barrizal cubierto de hierba rastrera. La extremidad meridional tiene un depósito de agua potable muy limpia y cristalina. La sudoeste está desnuda de bosque y únicamente vestida de hierba fina.

Nos metimos dentro y a los seis metros no pudimos dar un paso más, pues nos hundíamos en el lodazal y nuestro calzado se llenaba de agua, me apoyé en mi bastón y se metió en el barro hasta la empuñadura. Lo que en la estación seca es un gran pantano en la de las lluvias vuélvese en un hermoso lago de agua dulce y potable. Bebimos de sus aguas y después de contemplar aquel misterioso lugar que en realidad impone, tropezamos por el lado septentrional con el camino privado y oculto, por el que suben los bubis a ofrecer sus ofrendas y sacrificios a su Patrón Lombe.

Actualmente el sacerdote de Lombé es un viejo muy sucio y repugnante llamado Motola. Cuando los bubis sacrifican alguna res al morimo Lombe, derraman la sangre de la víctima en la playa de la laguna, luego la lavan en sus aguas y por fin los sacrificadores han de beber de las mismas

Existe una tradición muy antigua que cuenta como Lombe mientras estuvo en este mundo fue un motuku muy rico y poderoso y queriendo favorecer a sus paisanos, recorrió todos los distritos de la isla, para que lo recibiesen por motuku principal; pero como diese leyes demasiado severas, puers a esto inclinaba su carácter austero, fue rechazado y arrojado de todas partes. Por fin subió a las alturas de Balachá y aquella gente le recibió con señales de alegría y lo eligieron por su rey y señor. Estableció su corte en un lugar solitario, recogido y misterioso que hoy ocupa la laguna que lleva su nombre. Fue siempre muy benigno y clemente amigo de ayudar y favorecer a todos y su gobierno resultó paternal.

Dictó una ley muy severa por la cual están las mujeres de Balachá obligadas a abstenerse perpetuamente de probar la carne y a comer de vigilia o abstinencia toda la vida. De aquí que las mujeres de Balachá bajen con tanta frecuencia a la playa de San Carlos para proveerse de pescado fresco o salado para su sustento.

Anteriormente la gente de Ureka proveía de pescado a las mujeres de Balachá a cambio de ñames, malangas y otros frutos que se dan en Balachá, mas hoy día están ambos pueblos bastante desavenidos y distanciados.

A la muerte de Lombe los balachá le eligieron por patrono universal de todo el distrito, ya que le tienen mucha devoción y sacrifican muchas cabras y gallinas. La confianza en su poder es muy grande, a él acuden en sus enfermedades en demanda de salud casi todos los pueblos de esa zona.


                                                         M A T R I M O N I O S

Los bubis distinguen dos clases de nupcias o casamientos: ribala r`eoto y ribare rijole que traducidos literalmente quieren decir, casamiento por compra de la virginidad de la mujer y casamiento por amor mutuo. Parece a primera vista que ambos casamientos los deberían considerar como verdaderos y legítimos, y Con mayor razón el segundo, pero acontece lo contrario, que el segundo lo tienen por ilegítimo y sin ningún valor ante la ley y el único legítimo y verdadero según su costumbre es el primero, y esto aunque la mujer se junte con varón a la fuerza o por miedo grave.

Para la celebración del ribala r`eoto se hacen grandes solemnidades, suntuosos convites y gastos cuantiosos y por la celebración del ribala re rijole no se requiere ninguna solemnidad, ni gastos de ningún género, sino edificar para la mujer una casita junto a la del marido. En la muerte del esposo por ribala r`eoto la viuda está gravemente obligada a hacer el mokondo o duelo y llevar luto riguroso todo el tiempo señalado por la ley. Esta ley todas las viudas la cumplen muy religiosamente por temor de que su incumplimiento atraiga el enojo de su difunto, el cual desde el otro mundo observa todo lo que hace su viuda y en notando que no cumple sus deberes de viuda para con él, la castigará con una prematura muerte. En la muerte del esposo por ribala re rijole la esposa viuda no tiene ningún deber que cumplir para con su difunto esposo, pues ni se considera como viuda. Por el ribala r`eoto el varón adquiere sobre la mujer todos los derechos naturales civiles y religiosos de tal manera que la esposa para a ser propiedad del marido, a la que puede reclamar siempre y en todas partes, cuando ella se fuga de casa del marido. La ley faculta al esposo para castigarla severamente a la menor sospecha de infidelidad y en el caso de ser cierto y comprobado el adulterio para exigir de la autoridad pública que se le aplique con todo rigor la pena a que se condena en la ley pública a las adúlteras,. Esta pena o castigo consiste en suspender de un árbol a la mujer rea de adulterio, desnuda enteramente atada fuertemente de las muñecas a las ramas en forma de cruz, dejando el cuerpo al aire sin arrimo o apoyo. Para que la pena resulte más ejemplar y los tormentos más vivos y atroces, acostumbran atar a los pies de la víctima cestos o grandes ollas llenas de piedras.

En esta posición es contemplada fríamente por todo el pueblo reunido enfrente del patíbulo, pudiendo cada uno imprecarla, maldecirla y aun apalearla. De este tormento apenas escapa ninguna con vida. En la actualidad ya no está en vigor la aplicación de semejante pena, por que, dicen ellos mismos que temen al Gobierno Español, pero yo mismo he alcanzado los tiempos , en los cuales estaba en uso. Allá por el mes de diciembre de 1895 encontrábame en la Misión de María Cristina, y en un pueblo distante de allí una hora escasa, llamado Ruiche o Ratcha fue condenada a la pena de suspensión una infeliz acusada de adulterio. Esta desgraciada permaneció todo el día suspendida del terrible árbol y llegada la noche, el pueblo se retiró tranquilamente a descansar, dejando que la víctima pasase también la noche en el tormento, sin quedarse nadie para hacer guardia. Al verse enteramente sola y defendida por la noche hizo esfuerzos supremos por desasirse del árbol fatal y al cabo de una hora de forcejear, se rompieron las ataduras y desplomose sin sentido.

Vuelta en si emprendió una precipitada fuga por los bosques y matorrales en dirección a la Misión, a donde arribó ya muy avanzada la noche. Solo al verla hubiera movido a compasión al hombre más frío e insensible. Traía el cuerpo magullado, ambas muñecas con dos grandes llagas, los ojos extraviados con amagos de enajenación mental y se sobresaltaba al menor ruido, creyendo que todavía la perseguían. Le curamos las llagas con cuidado, le dimos algún alimento y la confortamos con un vasito de vino rancio. Pasados tres u cuatro días la mujer se sintió tranquila y libre de pesadillas que la molestaban, y ya jamás soñó en volver con los bubis de su poblado. De aquí que el crimen de adulterio antiguamente era muy raro entre los bubis, porque en el caso de llegar a ser público ya sabía ciertamente el castigo horrible que le impondrían y en el de permanecer oculto , estaba en las creencias de que no lo era para los barimó o manes de la familia del marido, los cuales siempre miran por su bien y celan en honor desde el borimó o región de los espíritus, y estando al tanto de todo lo que sucede en su familia y teniendo el poder para castigar con la muerte a cualquiera que la injurie o le cause daño, estiman que ciertamente harán uso de este poder para castigar con la pena de la muerte a la adúltera. Según sus supersticiones el crimen del adulterio nunca quedaba impune.

El ribala re rijole o unión amorosa es el contrato entre un hombre cualquiera y una mujer libre sin las solemnidades legales, para vivir maritalmente. Se entiende que un hombre se une a una mujer libre por el ribala re rijole, cuando el mismo hombre admite a la mujer en su casa o edifica para ella una choza junto a las chozas o habitaciones de las otras mujeres propias. Como esta unión es tenida entre ellos por ilegitima y como un mero concubinato, de aquí que se celebre sin solemnidades y únicamente se requiere el mutuo consentimiento.

La mujer puede adquirir la libertad por tres vías: por repudio, divorcio forzoso y por muerte del esposo. El repudio se verifica cuando el marido por antipatía, disgusto o aburrimiento que siente hacia su esposa, voluntariamente y por su propia autoridad la despide de su casa.


El divorcio forzoso se realiza por intimación o mandato expreso de algún morimó principal de la familia manifestado por medio del mojiammó a los esposos unidos legalmente, para su separación perpetua y con la amenaza de una muerte cierta de ambos esposos en el caso de no efectuarse el divorcio o la separación de los cónyuges. Como el bubi es tan supersticioso y teme tanto la muerte, aunque ambos esposos se amen muy tiernamente, se separan indefectiblemente. Esta es la razón de llamarse esta separación divorcio forzoso.

A la viuda no se le reputa enteramente libre hasta terminarse el luto por su difunto esposo, el cual puede ser riguroso, que dura cuarenta días y de alivio que subsiste hasta el aniversario de la defunción del esposo. La mujer libre puede unirse con el hombre que más le guste y el hombre, cualquiera que sea, goza del derecho indisputable de admitir en su compañía a todas las mujeres libres que se le presenten, no como esposas, sino como concubinas. La ley bubi establece que la mujer solamente sea esposa legítima de un hombre y que muerto éste, nadie la puede recibir como verdadera y legítima esposa, que es lo mismo que decir que la viuda no puede casarse de nuevo. De ahí que acontezca muy frecuentemente que un hombre tenga muchas mujeres con algunas de las cuales está unido por ribala r`eolo y con otras por ribala re rijole. Es decir que unas son propias y legítimas y otras meras amigas o concubinas. Sobre las primeras la ley le da todos los derechos y se los niega sobre las segundas, y a las veces hasta sobre los hijos que tenga de ellas. De tal suerte que si la mujer libre no tiene hijos de su legítimo matrimonio y después los llega a tener de la unión del ribala re rijole , estos hijos no pertenecen al padre que los engendró, sino al hombre que compró a la madre, y en el caso posible que éste haya muerto, como acontece cuando la mujer es libre por muerte del que la compró, pertenecen a su familia. De aquí que entre los bubis existan dos clases de paternidad, natural y legal. Si una criatura nace en el país de donde es natural el hombre que compró a la madre, éste es la patria natural y legal y aquí deberá vivir y morir. Si un hombre que engendra a la criatura, no compró a la madre es el padre legal. El padre natural en este caso, no tiene ninguna obligación ni derecho sobre los hijos naturales y la misma ley le niega el de la patria potestad; todos los derechos los goza el padre legal o sus legítimos herederos en su defecto.

La patria natural es el lugar de nacimiento y la patria legal es la propia patria del padre legal. Nace una criatura en Bokoko, por ejemplo, pero la patria propia del hombre que compró a su madre es Batete, esta criatura pertenecerá a Batete y no a Bokoko, y entre ellos nunca será ni le llamarán mokoko, sino que siempre y en todas partes se le tendrá por motete. A esta criatura en llegando a la edad adulta la ley la obliga a abandonar Bokoko su patria natural y trasladarse a Batete, su patria legal,. Aquí debrá casarse y formar familia para toda la vida, y si por casualidad muere en otras parte, no muy lejana aquí estará el lugar de su sepultura. Entre los familiares: hermanos, primos, tíos, sobrinos es más fuerte y estrecho el parentesco legal que el natural.

Se permiten las uniones matrimoniales entre tíos y sobrinas, primos y primas y aun hermanos y hermanas. Entre estos últimos están permitidas estas uniones cuando son hermanos de padre solamente, pero deben ser hijos de diferente madre. Si son hermanos ambos de padre y madre y aún de made solamente, la ley no permite semejantes uniones, sino que lo reprueba y lo castiga. También veda la misma ley que un varón tenga por esposa a dos hermanas carnales. De ahí la razón por que el centenario mochuku de Bokoko y gran celador de las leyes y costumbres bubis llamado Lobari trató de castigar muy severamente en 1896 a uno de los principales bubis de Batete por nombre Meile Looba, como quebrantador de la ley pues tenía por esposas dos hermanas carnales, nacidas en Bokoko.

Dijimos en un principio que el varón antes de admitir en su casa a su futura esposa cuando esta es eoto, exige que sea inspeccionada por el fin de cerciorarse de si conserva intacta la hermosa flor de la virginidad o al revés si fue ya desflorada. En el caso de que guarde todavía fresca tan inestimable prenda, se tributarán a la muchacha los honores que se merece, felicitándola y alabándola muy cordial y sinceramente. Mas en el caso contrario cuando de la inspección resulte que fue estuprada voluntaria o involuntariamente queda ante el público en extremo deshonrada y todos se levantan contra ella con insultos, vituperios y maldiciones,. Porque si lo fue voluntariamente se le insulta y maldice por su ánimo criminal y propósito injusto de ofender y deshonrar a su futuro esposo y a la propia familia, y si lo fue violentamente por no haber descubierto a su debido tiempo o enseguida al autor del brutal atropello.

Acontece a veces que la muchacha protesta de su inocencia y de la calumnia que le levantan y jura y perjura que jamás ha sido violada por nadie; entonces le dan tormento, para que a la fuerza poder arrancarle alguna confesión, que es lo que se pretende. El tormento consiste en rodear ambas muñecas de la presunta criminal con un cordel muy fuerte y delgado el cual termina en dos cabos y de cada uno de ellos tira un hombre,. Al principio con suavidad, mas si la mujer persevera contumaz y prosigue protestando de su inocencia, entonces tiran de las cuerdas con todas las fuerzas, luego el cordel rompe la piel y penetra en las carnes con agudísimos dolores, no obstante los hombres no desisten de su empeño hasta que la muchacha termina por confesar el crimen y declarar sus cómplices. Hecha esta confesión se da parte al jefe principal del distrito, el cual llama enseguida a los presuntos cómplices y les pregunta si es verdad lo que ha confesado la muchacha contra ellos. Si la contestación es afirmativa, les obligan a restituir todos los géneros que su verdadero pretendiente o futuro esposo dio por la adquisición de la misma, si el cómplice carece de bienes para restituir, se le obliga a su familia a pagarlo solidariamente. De nuevo el jefe pregunta al pretendiente de la muchacha si aunque desflorada la quiere todavía por esposa, si el varón pretendiente responde que la quiere, entonces el jefe se queda todos los géneros restituidos por los cómplices y el esposo se lleva la muchacha a su casa. Si el esposo se niega a admitir en su casa a la muchacha estuprada, se da algo al jefe por el trabajo, pero la restitución se hace al esposo ultrajado y la muchacha se queda en casa de sus padres o de los que hacen sus veces.

Acontece a veces que la confesión de la muchacha resulta calumniosa por tener algún interés en ocultar a su verdadero cómplice y declara culpable de su crimen a un miserable inocente e ignorante de todo o declarando sus verdaderos cómplices, incluye entre ellos algún muchacho muy ajeno de estas cosas, únicamente por que le tiene odio y le quiere mal. De esto yo mismo he sido testigo en cierto poblado del Norte, se inspeccionó a una niña y resultó ser corrompida, negó ella pero tras la tortura declaró a dos muchachos como cómplices suyos. Estos se defendieron muy bien, aunque uno mejor que el otro en la pública asamblea del pueblo. Pasados algunos años topé con la predicha niña ya cristiana y que hablaba español, le pregunté si los dos muchachos a quienes declaró cómplices lo eran y me respondió , fulano, llamándole por su nombre lo fue ciertamente pero zutano no lo fue, sino que tuve interés en calumniarle porque yo deseaba casarme con él y me desdeñó. De aquí que ordinariamente los muchachos nieguen la complicidad y manifiesten que la acusada les tiene mala voluntad.

Antiguamente en el Norte en particular, por que en el Sur nunca se hizo uso de él, se valían de un juramento execratorio. Digo antiguamente por que ahora ya no está en uso. Reenvía el jefe algunos individuos al monte a cazar un venado, no otro animal. Una vez cazado lo presentan al jefe; quien manda abrir al animal en canal y dividirlo en dos mitades iguales. Hecho esta, da orden de que todo el pueblo se reúna en la gran plaza que todos los poblados bubis suelen tener. Reunido y convocado todo el poblado en asamblea general, se colocan los dos pedazos en la entrada de la plaza e intima a los presuntos criminales a que comparezcan en público y les ordena a cada uno que pase entre las dos mitades del venado diciendo al pasar estas palabras : "Sea yo abierto y partido en trozos como este venado, si en algún tiempo he tocado o conocido a esta muchacha. La acusada solía estar en medio de la asamblea de pie y enteramente desnuda, y como es creencia general entre ellos que si alguno jura, aunque sea libre de los castigos de los que moran en este mundo, no se librará de los más terribles, atroces y aún de la misma muerte que le darán los barimó de su familia y de la propia muchacha que viven en el otro mundo, de ahí que ninguno que sea realmente culpable, se atreve a pasar y menos pronunciar tal juramento. Averiguada la verdad ansiada del estupro, son condenados los criminales a una pena verdaderamente vergonzosa y propia de los pueblos salvajes. Cumple al pie de la letra lo que dijo el rey David después del adulterio: Antes lo hiciste en lugar retirado y escondido y ahora lo harás en la plaza pública en presencia de todo el pueblo. Lo que aquí sucedía no merece comentario.

Dejamos anotado que ninguna mujer bubi era libre de elegir a su esposo, sino que debía unirse con el designado por su padre legal o por el que hiciera sus veces. Sin embargo había excepciones.

1º Cuando la mujer quedó viuda siendo todavía una niña, la cual tal vez ni siquiera conoció de vista a su pretendiente, sea por permanecer ambos a distintos poblados, sea porque al morir él, ella no se daba aún cuenta de las cosas y personas.

2º Acaece algunas veces, aunque muy raras que el padre legal de la doncella se niega a entregarla a nadie por muchos y muy nobles pretendientes a la mano de la joven que se presenten; ora para dar a entender que él verdadero padre y dueño de la doncella, por cierto puntillo de amor propio o vanidad vea en su hija alguna cualidad rara que la hace singular, ora por obedecer humildemente un mandato expreso de algún morador de ultratumba perteneciente a la propia familia, comunicado por el mojiammó, de que tal o cual doncella no debe ser vendida o entregada a ningún varón, sino dejarla libre para que ella misma elija al qué le pluguiere convivir.

El bubi obedece ciegamente a todas las órdenes o mandatos, que, le dice el mojiammó, proceder del otro mundo y al cumplimiento del mismo sacrifica todos sus gustos y ambiciones.

La primera queda completamente libre por razón de la viudez, por cuanto, aunque el difunto pretendiente no convivió con ella, ni tal vez se conocieron, él, por el hecho de haberla comprado, adquirió sobre ella todos los derechos de amo y esposo y más siendo ley general entre los bubis que ninguna mujer puede tener dos esposos legítimos consecutivos, de ahí que muerto el pretendiente de la doncella, a esta se la considere como verdadera viuda y como tal forzada a cumplir todas las obligaciones que la ley impone a las viudas como el hacer el mokondo o vestirse de viuda y llevar luto por su difunto esposo todo el tiempo señalado. Pasado el tiempo queda dueña y señora de si misma y de todos sus actos para irse donde la plazca y unirse con el varón que más le agrade, sin que tenga derecho alguno sobre ella. La única obligación o deber que le queda por cumplir es para la familia de su difunto esposo, a la cual deberá entregar los tres primeros hijos varones o hembras que tuviere de cualquier varón, ora viva con él maritalmente, ora se una con él accidental o transitoriamente.

A la doncella que quedó viuda siendo niña dan el nombre de Eboâ moeña en la parte meridional de la isla.

La segunda que es excepción de la regla general, si el no ser entregada a ningún varón en particular depende de la libérrima voluntad del autor de sus días que tiene sobre ella todos los deberes y derechos, así naturales como legales, muerto este, ella queda para siempre en la más completa libertad.

Si la tal excepción proviene del mandato expreso de algún finado de la familia, como este mandato ordinariamente se extiende más allá de que la doncella no sea vendida ni entregada a varón alguno contra la propia voluntad o inclinación de la joven y únicamente prohíbe que ningún hombre goce poder absoluto y el más mínimo derecho sobre tan privilegiada muchacha y que esta reconozca otro superior y dueño de ella que no sea el mismo morimó o finado por cuyo mandato ella se ve libre de la ley y costumbre general; pero no le prohíbe o veda que se una con el hombre que más le guste y por quien ha sentido siempre mayor propensión o amor, de aquí se sigue que esta muchacha sea naturalmente la más feliz de todas sus semejantes por gozar de entera libertad. Siendo adulta no pesa sobre ella ninguna obligación ni deber. Ni para su marido que no la ha comprado y por lo tanto puede abandonar la casa e irse sin que nadie le pueda exigir explicaciones.

Los hijos que tenga son completamente propios y ni hombre alguno se los puede reclamar. El único que los podría a primera vista reclamar sería el padre que los engendró, más la ley y costumbre bubi que en tanto el padre tiene derechos naturales y legales sobre su hijo en cuanto compró a la madre, carece de ella al no haberla comprado. Ella carece del deber de hacer el mokondo, vestir de luto por su difunto esposo, ya que la ley solo obliga cuando el difunto compró a la esposa, pues además entre los bubis no se lleva luto ni por hermanos, ni padres, ni hijos exclusivamente por el marido legítimo. Aunque algunas llevan luto por cariño hacia los difuntos .

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