ANÉCDOTAS DEL PUEBLO FANG Y
OTROS – IX
1921
Acabo de realizar una
excursión al río Ndote, para acompañar al reverendo Pelayo Rodríguez que se
dirigía a ejercer su ministerio en Punta Yoni, y enterarse de los pormenores de
la Misión que
le ha sido confiada. Casi cinco horas llevamos andadas, y me fui por el mismo
camino a mi residencia. En todo ese largo viaje he tenido las mismas
impresiones. El centro no puede ser más estratégico. Numerosa población de muy
variadas tribus: kombes, balengues, bujebas, pamues, camino playero semejante a
nuestras carreteras, sombreado casi en su totalidad por el conocido árbol de
sombra. Numerosos testimonios de antiguos y modernos esfuerzos comerciales y
colonizadores. La triste realidad gimiendo vergonzosa ante numerosos factores
de prosperidad que se desarrollarían de ser ayudados por las circunstancias. Un
suelo arenoso y pobre en apariencia, pero que se presta a maravilla para
cultivos que en la actualidad se ven descuidados.
Afortunadamente parece que
los ojos de algunos generosos patriotas convergen hacia estas encantadas
regiones, como en tiempo de antaño, aprovechados comerciantes extranjeros van
sacando periódicamente los codiciados productos que encierran.
Un nuevo aserradero vamos a
sumar a los varios existentes, bajo la competente dirección del veterano en
estas tierras don Camilo Fernández Martos.
Otra entidad
coruñesa está estudiando sobre el terreno el negocio que con más
garantía de éxito deberá dirigir para establecerse aquí. Además de todo esto,
en puertas tenemos otra sociedad castellano- vasca que estudia su entrada por
estas tierras de quien la fama cuenta tantas beldades. Por ser nacionales les
deseamos toda clase de prosperidad.
Una confirmación de mis
asertos es el vapor danés Copenhagen, ha permanecido tres días entre nosotros
cargando con un servicio de lanchas 147 trozas grandes, 464 pequeñas de ébano,
marfil y aceite de palma. Los datos se los debemos al habilitado de Aduanas don
Francisco Marroig. Nótese de paso que el embarque tan solo ha sido por vía de
prueba, pues mucho mayor es la cantidad de productos a embarcar.
Sigue prestando sus valiosos
servicios el Hospital Americano, a cargo del inteligente y simpático doctor
Smitt. Que está sembrando los inmensos servicios a la salud entre europeos e
indígenas en estas hermosas tierras de Benito.
Los ebunes sus costumbres sus
ndekis y velikas
La velika es una habitación
mucho más decente que la cocina, más pequeña por lo común que esta, es objeto
de mayor cuidado y limpieza, siendo así como nuestra sala principal. Separada
de la cocina, bien por un simple tabique de nipas o corteza de árboles, bien en
cuerpo aparte a la banda opuesta, viene a ser para el indígena el depósito de
los secretos íntimos de familia, el almacén del haber inmueble de la casa, el
comedor en días de gala o de convite, la sala de tertulia de huéspedes y
viandantes.
De igual forma y hechura que
aquella, es más curiosa, bien aseadita, como algunos la tienen, no desdice de
un europeo.
Claro que no hay que
soñar en ella con ricos somieres,
mullidos sofás y tupidas colgaduras, ni con cómodas mecedoras, ni velones de
abundante y clara luz, así y todo no faltará en muchas su buena cama con un muy
amplio mosquitero, la luz la dará una bujía, tal vez un quinqué medio
estropeado, nunca empero una antorcha de bambú, mucho menos el tizón de la
cocina.
Tendrá ella indudablemente
cosas de mal gusto, retratos de periódicos y revistas a granel , vistas y
acuarelas las más peregrinas, cuadros chicos y grandes, sin orden ni concierto
junto a un plato de mil y más colores, tal vez se encuentre un peine o cosa
peor, no alcanzar más nuestros biografiados que de casta le viene al galgo.
Los bien acomodados la hacen
amplia de dos alcobas y una salita en medio adosándole, si acaso lo exige o la
necesidad lo reclama, a ambos lados sendas literas para los muchachos, nunca
tan adornados como las primeras.
En la velika es indispensable
una pequeña toilette, de esas de género chico que se improvisan al volver de
una esquina, en dos minutos que pase uno en la factoría, consiste ella casi
siempre en una gran luna, con algunas pastillas de jabón el más barato y
repugnante , más algunos potes de mejunje, algo así como cerato, que pegado al
cuerpo de un abonado, despide un olor a pescado podrido, como graciosamente me
lo describió uno que conoce el paño.
Individuos hay sin embargo a
quienes no se les puede poner un punto, como un vecino de Tika, en cuyas camas
dormimos el señor Obispo y yo, y conciliamos el sueño beatíficamente. Al
despertar cada uno encontró en su mesita los enseres necesarios para el lavado,
toalla, palangana, jabón etc. Al estilo más limpio y aseado que uno pueda
imaginarse.
No se redujo a eso, lo que
hizo el buen hombre, pues en la mesa puso lo mejor que atesoraba en sus cajas,
lo confieso ingenuamente, desde entonces incontables veces he sido convidado a
comer Con indígenas y europeos de este y de otro campo o frontera y nunca más
he admirado tan rica y hermosa vajilla como la de aquel día nos sirvieron en
Tika.
Cinco o seis más son los
ndekis que hay en toda Mbonda, muchas las velikas, pero más y mejores deberían
ser, si se dedicaran a cultivar las ricas cañadas de Mbia, y no se verían en la
precisión de ir a Bata a comprar un centenar de nipas que se encuentran en
todos sitios. Mbonda podría ser una
población hermosa, un centro floreciente y lleno de vida y pujanza, y si
dejaran de reuniones y tertulias en el Ibongo dya Roku, y en los bajos de
cierta casa.
Firma el escrito con fecha 8 de mayo de 1921
el padre Leoncio Fernández que después creo fue obispo y lo conocí
personalmente.
MI COMENTARIO
No le tenía muchas simpatía
el padre Leoncio a los ebunes, y hubiera deseado una mejor actividad económica
en Mbonda para seguramente montar una Misión.
Fernando el Africano - Algete 20 de febrero 2012
fERNMA
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