viernes, 18 de mayo de 2012

COMO TRIBUTO A MI HERMANO SALVADOR


EN HONOR DE MI HERMANO SALVADOR


Mi querido hermano Salvador García Gimeno, está ahora ingresado en una residencia en Las Palmas, debido a su estado de salud mental, a consecuencia del la demencia senil o el alzheimer. Hombre muy independiente e introvertido en su vida personal, ahora por casualidad voy descubriendo facetas de su vida que desconocía.



Estuvo más de 28 años en Guinea, a donde llegamos en 1942, entonces tenía 14 años. Los estudios de comercio que había iniciado en Barcelona, los tuvo que dejar por no haber posibilidad de ello en Santa Isabel. Pronto tuvo que empezar a trabajar.



Después de varios años de encargado de almacén en la casa Sumco, montó el restaurante Bambú con su esposa Aurora, la muerte de la misma por negligencia médica le afectó profundamente. En el restaurante Bambú, el mejor de la ciudad, se reunía en la época de la autonomía toda la clase política, por eso llegó a tener una fuerte amistad con el presidente del Consejo de la República don Andrés Moisés Mba Ada, a quién ayudó de diferentes formas en su exilio en Europa.

Francisco Macías en los primeros tiempos le propuso montar una especie de red nacional de restaurantes o paradores, cuando Salvador ya había montado el restaurante La Paella en Las Palmas, así que para que lo dejara marchar sin problemas, Salvador le manifestó que deseaba viajar para liquidar su negocio en las Palmas y volver a ponerse a su disposición. Lógicamente nunca más volvió.



Salvador compró unos terrenos en su día a la firma Caifer en Carboneras, para montar un complejo hotelero, y lo perdió totalmente.



En noviembre de 1954, fue nombrado delegado de atletismo, según nombramiento del Gobierno General de los Territorios Nº 5215, y firmado por el Gobernador. Dado que sus alumnos casi todos eran de la Escuela Superior Indígena, hizo mucha amistad con los futuros dirigentes del país, tales como Saturnino Ibongo, Martin Ndje etc.

Fue uno de los fundadores del equipo de futbol Barcelona C.D.y en una de sus visitas a la Península se entrevistó con el secretario del Barsa, para formalizar una mejor relación de vinculación.



Una de las facetas que he descubierto, es que en 1954/55 era corresponsal y distribuidor de la revista Caminos de Guinea, y uno de sus artículos es el que deseo mostrar, titulado TÚ COLONO, Y VOSOTROS NUEVOS COLONIALES, en el que se refleja su amor a Guinea, lo que influyó posteriormente en el desconsuelo.





TÚ, COLONO Y VOSOTROS NUEVOS COLONIALES

( Publicado en la Revista Caminos de Guinea en octubre de 1955)







Colono contiene en sí amor al lugar en que se afincó, cariño, tesón en lo que ha creado, de lo que vive, de lo que trata de crear, sacrificios y peligro en una época no muy lejana en que venir a esta parte de África Española, como nosotros, no significaba un problema de contrato ni un problema de pasaje, sino que significaba el dejar nuestra bien amada Patria, la grande y la chica, y lo que allí tuviésemos aunque fuera poco. Representaba adentrarnos en un clima y país que trataba de impedirlo, país que era el tema de literatura terrorífica.

Éramos pocos, bien pocos, y el país precisaba del colono, de personas que se arriesgasen a dejar lo seguro por lo incierto, de personas emprendedoras que se lanzasen a un viaje de meses a vela, detrás de una vanguardia de misioneros y marinos que aquí trataban de asegurarnos un puntal español, para hoy. Hoy, que un Estado como el nuestro nos asegura no ha de faltarnos jamás el amparo de unos derechos y posesión que España tiene en estos territorios.



Componíamos una gran familia. Unos se establecieron, otros continúan de empleados. Unos gozan de rentas, otros no gozamos de ellas; pero, de uno u otro modo, continuamos siendo los de entonces una gran familia, con las consiguientes pérdidas de algunos que por su edad, dejaron continuar su labor a los hijos, otros que no tuvieron tiempo de abandonarnos y otros que no lo desearon y aquí reposan, como mi abuela.



Recordaréis muchos la llegada de aquellos distanciados correos marítimos a vela, las paradas militares en el viejo pantalón a la llegada de alguna autoridad, la falta de vehículos a motor, la vieja línea férrea de la que todavía apuntan algunas geografías de texto y la llegada de aquellos mugrientos correos a vapor. ¿Quién sabía el día de su llegada? ¿La hora? ¿La Compañía consignataria? ¡ Que va! Esta tenía noticia cuando entre boyas un humeante casco de color indefinido, con bandera distintiva en popa, en un alarde de derroche, lanzaba al aire unos cursilísimos gemidos que a nuestros oídos, donde estuviéramos, parecían armoniosos, Parsifal éscos, y que gustosamente hacían abandonar todo quehacer para, a buen paso, encontrarnos en la Plaza de España al resto de la comunidad.





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