martes, 15 de mayo de 2012

FERNANDO EL AFRICANO-NOVELA- IX








Para dar constancia de lo duro que era en esos tiempos la colonización, reseñaremos que el contingente misionero, saliendo del puerto de Barcelona el día 24 de octubre no llegaron a Santa Isabel hasta el día 25 de enero de 1885, después de más de tres meses de travesía a bordo de la corbeta Panamá, siendo zarandeados por olas y tormentas, constatando que en el viaje se hacían multitud de escalas, para proveerse de comida y agua principalmente.

Las cinco primeras misioneras que llegaron en esta expedición, todas ellas catalanas, cuya madre superiora era María Güell Baltá, se establecieron en Santa Isabel, pero dados los problemas que tuvieron con algunos gobernadores como el masón Barrasa, y
aprovechando la insistencia de la colonia española en disponer de un colegio para sus hijas, lograron fundar el colegio-internado en esa zona montañosa  de Basilé, el 16 de Julio de 1898.

Hasta 1935 no se fundó el que luego sería el colegio emblemático con mayor impacto, el de Santa Teresita, en Santa Isabel.  

Me contaba hace poco sor Manuela, que estuvo muchos años en Guinea como profesora en Basilé, de los problemas que tuvieron las concepcionistas en atraer a las niñas nativas al colegio. En principio lo atribuyeron a los rumores que durante algún tiempo habían estado los pastores metodistas propagando sobre la religión católica y sus misioneros, en el sentido de que su afán era quedarse con sus riquezas y obligarles a abandonar sus costumbres, ritos y mitos y en caso contrario como había hecho la Inquisición, llegar a la muerte o al martirio para probar su inocencia. Por fin averiguaron la verdadera razón de la negativa de sus padres a autorizarlas para asistir a las clases. Ello era debido a que en el pueblo bubi a las mujeres adúlteras, entre otros castigos, les aplicaban el cercenarles una o las dos orejas, y dado que las religiosas llevaban la toca pensaban que era para ocultar la falta de ambas ternillas de nuestro órgano auditivo, así que aquellas mujeres tan pecadoras que les faltaban las dos orejas, podían inducir a pecar todavía más a sus hijas. Por fin tras diversas reuniones con el gobernador para buscar la mejor solución a resolver este problema, la máxima autoridad de la colonia, convocó a los principales jefes de los poblados y ante su presencia hizo a las monjas desprenderse de sus tocas y mostrar sus dos orejas para tranquilidad de la población bubi. A partir de ese momento y de una forma progresiva empezaron algunos jefes bubis a llevar a sus hijas al colegio para que les enseñaran a coser, cocinar y ese ejemplo fue secundado por los notables de los poblados para que sus hijas destacaran sobre los demás. Conviene aclarar que en tiempos anteriores a las mujeres adúlteras se les cortaban las manos en vez de las orejas, el cambio de mutilación no se sabe si fue por presión de las autoridades europeas o por que cercenar las manos o brazos mermaba la utilidad de las mujeres como sirvientas del hombre, especialmente en los duros trabajos del campo.   

En la conferencia de Berlín de 1899 se dispuso que los países con posesiones en África podían reclamar tierras anexas a sus límites, a España le correspondían unos 180.000 kilómetros cuadrados. Tan mal negoció la Comisión de Límites española, que sólo nos adjudicaron 28.000 kilómetros cuadrados, y su comisario regio don Pedro Jover y Tovar, presidente de la Comisión Española de Límites, enviada a Guinea para trazar conjuntamente con los franceses los límites, se suicidó a su regreso a España en el vapor Rabat. Esta fue su protesta como africanista, de un mal resultado político en el tratado de París firmado posteriormente por el embajador español don F. De León y Castillo y por parte de Francia por el ministro Delcassé. Como justificación de este nefasto tratado el embajador español pronunció la siguiente frase: Soy plenipotenciario de un país sin fuerza para litigar. Resumiendo: de un territorio casi el doble que España, quedó reducido a esos veintiocho mil kilómetros cuadrados, algo menos que Galicia, repartidos de las siguiente forma aproximada :

Guinea Continental : 26.000 Km2
Isla Fernando Poo  :  2.017 “
Isla de Annobon    :     17
Isla de Corisco    :     15
Isla Elobey Grande :      2,27
Isla Elobey Chico  :      0,19

La conquista de África por el europeo difiere notablemente de la conquista de América. En el continente americano el europeo sustituye al indio, eliminándolo o empujándolo hacia el interior, ocupando su sitio, su trabajo, y al no poder en muchos casos efectuar este esfuerzo importa esclavos de África.

En África, según Harmand, el único colonizador es el negro y un gran colono el Estado, ya que el europeo no puede físicamente sustituir al nativo, y donde lo intenta muere en el empeño, por eso en América la mayoría de la población es descendiente de europeos o africanos, siendo los autóctonos una minoría, en cambio en África los nativos son mayoría. Aumentando el porcentaje cuanto más nos acercamos a la zona tropical. En la costa este, los ingleses para la construcción de las líneas férreas de Kenia y regiones cercanas importaron chinos e indios, esto unido al comercio asiático con las costas africanas que baña el Índico, hace que la presencia de esas razas sea muy normal incluso en las islas como Zanzíbar, Madagascar, Maldivas y otras menores. Esas colonias con porcentaje notable de descendientes asiáticos, estos se han organizado llegando a controlar parte importante del comercio local.

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