jueves, 6 de septiembre de 2012

LA ISLA DE FERNANDO POO- CAPÍTULO 5


                                     En una excursión a la playa de Boloko, kilómetro 42, en primer plano mi hermana Paquita a la derecha, yo a la izquierda. Al fondo Mariano Imbernón y la señorita no recuerdo su nombre.                                  


                                   LA ISLA DE FERNANDO POO- CAPÍTULO 5



                                 Al este de la Isla



Día 21.-- A un cuarto de hora de la salida oímos un ruido especial. Nos acercamos; lo producían dos sierra-leonas que aserraban madera, al pie de los árboles elegidos. En tablas las transportaban fácilmente hasta los botes, que la llevaban a la capital.

Trepamos al pueblo de Echula que debe su nombre al islote que domina; echula significa " tierra rodeada de agua". Continuando por el bosque (300 metros de altura) dimos con una ranchería de Bao; los ánimos se exaltaron, y no me extrañó. El padre Juanola, al cruzarse en el mar con Jeremías le encargó me avisara que en este punto había ocurrido una riña con los negros de Santa Isabel. Los dejé hablar, bebí topé, repartiendo unas hojas de tabaco, al marcharnos les prometí que me enteraría del suceso, pues pensaba dormir en su territorio. A la media hora de bajada, y por entre los árboles, vi. pasar el vapor Fernando Poo con rumbo al S.

A las cinco de la tarde me hospedaba en la factoría de Reina (sierra- leona, católica) el P. Juanola tocó aquí , el día antes para dejarme unas cuantas libras de arroz. Pronto me puse al corriente de la cuestión; un negro robó a los bubis una calabaza de topé y de resueltas salieron él y uno de estos con fuertes contusiones. Esperando mi resolución, pues vinieron casi detrás de mí, andaban 50 o 60 bubis por aquellas playas. No podía evadirme porque desprestigiaba a mi nación callando.. En nombre del muchuku de España, les dije, que manda más que todos los muchukus de la isla, os perdono, porque la calabaza de topé era vuestra, en lo sucesivo acudid a Reina, para que dé parte de vuestras quejas y ya veréis cómo llegan barcos y castigan a los culpables. España no quiere que riña nadie, sino que todos trabajen, para tener mucha cabra, mucho ñame y también cacao.

Mi intérprete tradujo, al parecer bien, dichas palabras que escuchaban, al igual que las mías con suma atención. Al terminar, un viejo me estrechó la mano, y yo le regalé enseguida tabaco. Huelga decir que ninguno dejó de cumplimentarme. Al padre del herido, por ser pobre, le aumenté la ración.

No obstante lo avanzado de la hora, anochecía, se empeñaron en cantar y bailar, como prueba de cariño a España. De noche por completo, salieron corriendo por aquellos vericuetos, en busca de sus hogares. Quizás cometí un delito usurpando atribuciones, si así fuese, me declaro reincidente, pues durante la expedición arreglé otro conflictos en forma parecida al que acabo de referirme.

Día 22.-- Antes de continuar avanzando, quise ver una plantación que dejé al Sur; pertenecía a Wivour y solo trabajaban en ella tres negros; no valía la pena de haberme molestado. La de Reina, por el contrario, llamaba la atención por el orden y limpieza; principiada a mediados del año anterior, tenía ya tres hectáreas sembradas con el producto del comercio y lo que ganaba como carpintero atendía a los gastos. Este negro, casado con una mujer de Santa Isabel, hija de bubis, hacendosa y práctica en las operaciones mercantiles, presenta el tipo perfecto del colonial de Fernando Poo, pues a las buenas cualidades de actividad y honradez, une la de sentirse orgulloso porque un sacerdote blanco español ha legalizado sus amores.

A las dos horas de andar, descansamos en las orillas de un río, a los cinco minutos, y después de muchas vacilaciones pasaron por nuestro lado catorce o quince indígenas. Iban a la pesca y les acompañamos; su pueblo se llama Kopohatá- Apá, y aquel río Karia.

Sentado en una roca presencié sus operaciones; en dos cayucos se metieron cinco hombres; los jóvenes y mujeres se corrieron por diversos puntos, unos y otros pescaban con caña y anzuelo, que les vendía todos los meses una negra a cambio de ñames y aceite; no tardaron media hora en traer dos pescados de 1 a 2 kg. Y un cesto lleno de sardinas. Ellos mismos encendieron lumbre, restregando rastrillas de moduló, madera inflamable; en el bosque existen muchas de estas, entre otras el bolombá y el bototo. Pescados y plátanos asados, que traían los krumanes compusieron mi almuerzo, quedando todos satisfechos.

Estos bubis no llevaban sombreros ni adornos. Uno de ellos se brindó a guiarnos pero solo hasta el límite del pueblo. Una vez solos, procuramos acercarnos a la costa, pues me convencí de que los indígenas andaban recelosos por temores de guerra según noticias que me transmitía el bueno de mi intérprete, noticias de las que yo dudaba, manifestándole repetidas veces que el miedo y las ganas de terminar pronto el viaje le hacia mentir; lo cierto es que anduvimos al azar por un terreno que presentaba, a medida que avanzábamos pendientes más altas y escarpadas. Las ganamos asiéndonos a las raíces de los arbustos. Los krumanes con las cargas rodaron y Peía se infirió una herida profunda en la pierna izquierda al chocar con un peñasco. Yo no conté las caídas porque me dominaba la cólera; atravesaba lo más desconocido e interesante, sin poder reunir datos exactos, me costaba trabajo detener los grupos de indígenas , y deducir que no debía haber comunicaciones entre los pueblos, pues todos extrañaban mi aparición y mi curiosidad.

Por fin a las cinco de la tarde hicimos alto en la playa de Bososo, tirándonos al suelo rendidos por los golpes y el cansancio. El agua del mar y el ron curaron las rasgaduras de la piel y nos devolvieron las fuerzas.

De los desordenados apuntes de este día resulta que el espacio recorrido comprende, sin contar el pueblo de Oribula, dos distritos de Bakake compuesto por los de Kopoata, Oriturichi, "mucha gente" y Baricana, limitado al S. por el río Botoó y al N. por el Buala; y el Bayobe de tres: Liriobata, Bolobete y Bayobe, unos y otros esencialmente pescadores. El aspecto de los indígenas es poco agradable; la mayoría flacos con el pelo largo y peinado hacia atrás. La costa a que me asomé está cortada a pico como un murallón, viéndose en el fondo playas de piedras de difícil acceso.

Entre Bao y Bososo hay tres plantaciones de cacao de poca extensión; una cerca de Kopohata , de Coling, sierra leona; y dos separadas por un arroyo a media hora del último punto que pertenecen a la Isabel Blanca, hija de un reyezuelo de Bonny, y a María Kenedi, negra muy agraciada que vive en Santa Isabel, ambas plantaciones amenazan perderse por no encontrarse trabajadores según me informaron posteriormente.



                                                           MI COMENTARIO



La costa Este siempre ha estado peor comunicada por su geografía, lo que significaba peores carreteras y menos visitada, no ha tenido las playas del lado Oeste, al estar cortada a pico en muchas partes la del Este. La línea de autobuses Policarpo que atendía al transporte público en la costa Este era mucho más limitada en calidad y frecuencia. La del Oeste atendida por Vivancos era mucho más frecuente y de mejor calidad.





                                                  Barcelona a 6 de Septiembre de 2012







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