domingo, 28 de octubre de 2012

FERNANDO EL AFRICANO CAPÍTULO 57

                                            Soy el que está de rodillas camiseta blanca
                                             primero izquierda.                          
                            

                             COSAS DE PAÍS Y EL BALONCESTO EN GUINEA



Aquel Diciembre de 1953, estaba siendo muy caluroso y bajando por Punta Fernanda desde la Delegación de Trabajo, paré mi moto MBW, entré en el Chiringuito, donde encontré a Currubí un bohemio de la vida, con quién había mantenido muchas charlas sobre sus aficiones cinegéticas que desarrolló por el cercano Gabón. Su última aventura si se puede llamar así, y esta no era una anécdota de caza, transcurrió en Calabar ( Nigeria), a donde se había trasladado al recibir noticias de que su padre se encontraba muy enfermo en esa población. A los dos días de su llegada falleció en su vivienda. Efectuada las gestiones para trasladar el cadáver de su padre a Santa Isabel y poderlo enterrar, encontró tales dificultades y dado su carácter que no se arredraba por nada ni nadie, tomó la decisión de trasladarlo de motu propio hasta Guinea. Así que ayudado de un boy afecto a la familia, lo llevaron hasta el barco que hacía la travesía Calabar/ Santa Isabel, lo sentaron en cubierta entre los dos, y se hicieron el viaje, pagando los tres billetes como si se tratara de un pasajero más, en el viaje algunos pasajeros se interesaron por el enfermo que entre los dos sostenían ( y nunca mejor dicho), y hasta el primer oficial del barco vino a ofrecer sus servicios y un camarote si fuera preciso, pero ellos rechazaron tal ayuda por innecesaria ( y otra vez nunca mejor dicho). Al llegar a nuestro puerto el buen hijo, informó a las autoridades de que el óbito de su padre tuvo lugar durante el viaje, así que todo transcurrió con la normalidad de esos países en que la buena voluntad primaba sobre la burocracia. A Currubí por esas casualidades de la vida, lo encontré en 1970, regentando un hotel en Port de la Selva ( Gerona) donde me había alojado con mi familia. Me contó que estuvo unos años viviendo en Vietnam de donde se juntó con su compañera sentimental una vietnamita a quien nos presentó.

Siempre el deporte me había cautivado, desde pequeño que no podía hacerlo por mis pasadas enfermedades, recuerdo que empecé a ir al Estadio, a ver veladas de boxeo donde el héroe y mejor púgil de todos los tiempos el annobones Pablo Oliveras derrotaba a todos los contrincantes, pese a gustarle empinar el codo, se hizo un personaje popular como su hermano Antonio que estaba algo loco y cuando paseaba por la calle al ver pasar a una mujer, se quitaba su “lapá” enseñando sus atributos, tanto si eran blancas como negras. Los misioneros estaban preocupados, ya que consideraban un escándalo público y tal vez pensaran que eso podía entrar en los hábitos de la población, pero contaba con la simpatía de la población especialmente por ser hermano de Pablo. Aparte de que la Isla no tenía psiquiátrico ni psiquiatra, añadido a eso que en la cultura bubi, a los locos los consideran hombres bendecidos por Díos, se les dejaban entera libertad para deambular por la ciudad, y presumo que si había alguno peligroso, lo controlaría su familia en su poblado. Antonio se limitaba a lucir sus atributos, a pedirte tabaco y a intentar que le invitaras a una copa en tu casa.

Sobre el año 1954, fui al cine Jardín, donde proyectaban una película llamada Campeones de Ébano, de los Globe Trotters, nunca había visto jugar a baloncesto, pero lo que hacían aquellos jugadores especialmente su pivot Tatum, me entusiasmó tanto, que decidí practicar aquel deporte. Para conseguirlo inicié gestiones hasta conseguir escribir a la Federación Española, para que me enviara documentación amplia sobre el tema. Tenía la ventaja que algunos amigos como Fernando Sanz y Blasco habían practicado aquel deporte y me podían ayudar a implantarlo en la Colonia.

Después de recibir de la Federación Española los reglamentos y diversos libros de baloncesto, que gentilmente me envió Ernesto Pons, que era el presidente o persona influyente en la Federación, inicié mi deseo de organizar ese deporte.

Con los europeos que ya habían jugado en España más los alumnos indígenas de la Escuela Superior formé seis equipos de baloncesto masculino; logré que el Gobierno se interesara por el asunto, e hicimos tres campos de baloncesto en los colegios femeninos de Basilé, Santa Teresita y Orfanato, además de un campo en el estadio de Santa Isabel.

Después de tenerlo organizado, en mis vacaciones en la Península, logré que la Federación me diera una carta de presentación para el entrenador del C-F. Barcelona, donde durante quince días asistí a los entrenamientos, para ver como se realizaban, y preguntar sobre las dudas que me asaltaban, con un mejor conocimiento volví a Guinea.

Dedicaba tres tardes a la semana a entrenar a las chicas y todos los días a los equipos masculinos. La cosa funcionaba bastante bien.

Entre los jugadores con el tiempo se incorporaron Maho, Balboa, Saturnino Ibongo y Gerardo Jones, algunos de los alumnos de la Escuela Superior Indígena serían tenientes en la Academia Militar de Zaragoza. Resumiendo, la flor y nata de los futuros políticos dirigentes del país. Aunque Saturnino, Martín Ndje y otros se pasaron al atletismo en cuya federación enredé a mi hermano como Delegado.

Jugamos nuestro primer partido internacional contra los marineros de una flotilla de destructores americana que había fondeado en el puerto, en su camiseta llevaban el nombre de Jonas Ingran. Perdimos, pero les dimos mucho trabajo; por cierto, me regalaron el primer balón sin cámara que habíamos visto en la vida.

Nuestra segunda experiencia internacional se desarrolló en la costa cercana. Llegamos a Douala, maravillosa ciudad situada en el Camerún francés, situada a caballo del Atlántico, del río Wurí y del majestuoso pico del Camerún, de unos cuatro mil metros de altitud. Fuimos a jugar contra un club de baloncesto galo, el Paralelle 4. Para que lo aceptaran a la fuerza, cedí mi capitanía a Gerardo Jones, un nativo criado en Barcelona, que creo que había jugado en la selección juvenil de Barcelona. Un joven bien plantado con quien siempre he tenido una relación muy buena, persona honesta a carta cabal, y del que ya había comentado algo anteriormente. Jugando de alero les metí tres canastas seguidas, hasta que un jugador suyo, un griego de dos metros, me “paró” incrustándome la rodilla en la pierna derecha, me dejó lesionado de tal forma que me tuvieron que retirar del campo, ya que me quedé cojo del todo. Después en la fiesta, me comentó el griego que era cinturón negro de kárate, no me extrañó, por la pinta que tenía. En el guateque que nos dieron con baile y hermosas calentonas francesas, me tuve que quedar en una silla, sacando mi mejor sonrisa, pero por dentro me acordaba de toda la familia del griego y hasta del Partenón.

El río Wouri se divide en su desembocadura en varios brazos, con numerosas isletas de frondosa vegetación, donde con fueraborda o embarcaciones de vela, podían trasladarse y hacer un picnic en la más absoluta intimidad. Me llevaron por los meandros que desembocan en el estuario del río, donde está situado el puerto, con un fueraborda de dos motores de 60 HP. Fue fantástico, lástima que no podía andar.

El club francés era privado, no era habitual la entrada de nativos, la cuota era muy alta y se encontraban desplazados. Las instalaciones estaban muy cuidadas y atendidas por indígenas, cosa paradójica.

Llegamos a un acuerdo con ellos para que cada tres meses celebráramos un encuentro de baloncesto entre las dos selecciones, alternando el campo, corriendo los gastos de estancia a cuenta del receptor.

Cuántas políticas mal encauzadas por los países colonialistas, contra el propio criterio de las dos partes, blancos y negros, pero se imponían desde la superioridad, y todo se encontraba lógico. Se organizaron esos países, se les dotó de carreteras, estructuras y servicios, tanto es así que en algunas colonias, tenían mejor sanidad que en la metrópoli, los servicios sociales llegaban a todo el mundo, cosa que no sucedía en la “ tierra de los blancos” , pero se falló en ir incorporando a la población nativa a los puestos de responsabilidad y decisión y fracasó en preparar suficiente números de universitarios para ir haciendo un cambio fluido. Ello no es óbice para manifestar que esos ochenta años de colonialismo se hizo más y mucho mejor que en los cuarenta y cinco años de Independencia que llevan ahora las países africanos, que han destruido casi todo lo edificado, y han llevado la masacre a sus pueblos. Y no vale eso de decir que quien les proporciona, armas, quien los soborna son extranjeros, ya que a eso hay que aclarar que quien compra las armas, quien se deja sobornar son ellos. Siempre he dicho que entre las cosas que no se les ha enseñado, es a robar con mesura, a saber hasta donde se puede hurtar sin demasiado escándalo, hasta donde se puede abusar del poder sin masacrar. Como conclusión podríamos concretar, que el que abusa no es el color de la piel, ni la religión, ni las creencias, es el capital, el interés, la avaricia, la lujuria y los pecados capitales, que no tienen color, religión ni concreción geográfica, están en todas partes como las hormigas, siempre trabajando bajo tierra para emerger en el momento adecuado. Pongo por ejemplo Santa Isabel en los años cincuenta con una población de tal vez cinco mil habitantes, tenía Hospital, luz, agua, teléfonos, todas las calles asfaltadas etc. Seguro que muchísimos pueblos de España con esa población carecían de esos adelantos.





No hay comentarios: