viernes, 20 de abril de 2018

LA VIDA COLONIAL EN LA GUINEA ESPAÑOLA- CAPÍTULO 7









Mi hermano Salvador en 1934, con els Gigants del Pi,  casi en la puerta de casa. 

CHARLA EN LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA.-  Capítulo  7

Como en esta charla sería muy extenso hablar de los avatares desde mi llegada hasta mi regreso, en estos veintidós años de estancia en aquellas tierras, voy a significar lo más importante.
Primero, al llegar a esa zona, en los años cuarenta, el muelle era un simple espigón , el aeropuerto un campo de tierra, no existía ningún centro de enseñanza media, la luz eléctrica solo funcionaba algunas horas, tanto es así que hice los siete años de bachillerato de que entonces constaba la Enseñanza Media, con la luz de un quinqué, tal vez por eso mis ideas están algo chamuscadas, y pude hacerlo por la llegada de un gobernador que tenía muchos hijos, y al ver que no había Instituto llegó a un acuerdo con el Ramiro de Maeztu de Madrid para que convalidara las notas del primer Instituto que se fundó.
La cuestión sanitaria era muy deficiente, por falta de medicinas y especialistas. Pese a que cada mes llegaba un barco de la Península, como en España no había de casi nada, tampoco nosotros podíamos abastecernos de alimentos europeos, no hay que olvidar que esa España de los años cuarenta, se alimentaba de legumbres activas, quiere decir que si no las metías dentro del puchero, se fugaban empujadas por algún bicho okupa. Nuestras patatas eran la malanga y la yuca en muchos casos, el aceite bien de palma o de cacahuete, en cambio  frutas, gallinas, y huevos  los había en abundancia. Alguna vez bajaban carne y leche de Moka, un valle situado a dos mil metros de altura, muy similar a nuestra Galicia en su aspecto, donde existía una ganadería en estado semisalvaje, vestigio de una idea de fundar una grana capaz de exportar carne y leche a los países vecinos.
Llama la atención en un país rico en pesca y en caza, que en los mercadillos ambulantes, abunde la carne y el pescado ahumado. Ahumados a soplete y que expuestos al lujurioso sol de aquellas tierras, sea lugar del encuentro de moscas y mosquitos, que parecen conocerse y van de pieza en pieza visitando a sus congéneres y cuando se agita un plumero para ahuyentarlos van a otra pieza cercana para saludar a sus conocidos, eso lo pongo en presente ya que sigue sucediendo hoy en día.

No hay comentarios: