martes, 29 de diciembre de 2020

MEMORIAS DE ÁFRICA

 MEMORIAS DE AFRICA GUINEA

 

 

El otro día llegó a mí poder un artículo muy profundo escrito por Carlos Fleitas Alonso, con este título y publicado en Tribuna Abierta de ABC, en 31 de julio de 1986.

 

Para aclarar diré que Carlos era el gerente de una potente empresa finquera allí en Fernando Poo, Caifer y que llegó a presidente del Consejo de Vecinos de Santa Isabel (alcalde), canario de buena planta física, estaba fuera del círculo de mis amistades, dado que yo era un simple empleado de una pequeña empresa. Leyendo su artículo en mi memoria vienen un montó de personas que esa independencia fue su sentencia de muerte sicológica.  Aunque ponga mi mejor deseo en transmitir la fuerza de su escrito, no será capaz, pero si me agradaría que por lo menos hiciera reflexionar a aquellos estúpidos políticos que condenaron al olvido a miles de coloniales.

 

Empieza el artículo con la célebre frase de la baronesa: Yo tenía una granja en África., con cálida voz cargada de nostalgia cuenta esa sufridora, los tiempos vividos en la Kenya británica, donde se arruinó por proteger a los kikuyus.

 

Nosotros teníamos una granja en África, podía ser una finca de cacao, una gestoría, un cafetal, un comercio o una "factoría o como yo un trabajo y sobre todo mi hogar, donde me había criado y donde había estudiado primero en la Misión Católica y luego en el Instituto siete años, siempre compartiendo enseñanza con mis compañeros de color, mezclados sin ningún problema. Cierto es que eran fernandinos o hijos de nativos con cierto poder adquisitivo o funcionarios. Hay que pensar que, en aquella España, en muchos pueblos no iban al colegio y tenían que trabajar siendo niños en sus pedanías.

 

Cuenta el artículo como España de trescientos mil kilómetros cuadrados, como mínimo, que se suponía podía reclamar, le dieron 28.000 km. Cuadrados.

 

El 20 de julio de 1901 sobre las blancas arenas de las playas de Bata, las delegaciones francesas y españolas forman con la prestancia que requiere el acto, delante del mástil de la bandera tricolor francesa, frente a los delegados, una escuadra de marineros franceses y a la izquierda otra escuadra de marineros españoles.

 

A los compases de la Marsellesa es arriada la bandera francesa y con respeto se traslada a bordo del cañonero "Aleyon" de la escuadra gala. Mientras tanto, la delegación española se hace cargo del edificio de madera, de estilo colonial, que ha sido, hasta ese momento, sede de la representación francesa y que pasará a ser a partir de ese momento, base de la delegación española.

 

A la sombra de los cocoteros y de los egombe-gombes, unos grupos de pescadores de la etnia ndowe; combes y bengas, contemplan la ceremonia con curiosidad. Unos guerreros pamues, descendientes de Ntumu Afiri, con sus atuendos de guerra observan sin comprender el significado del acto.

 

A la mañana siguiente, forman de nuevo frente al mástil vacío, las delegaciones de España y Francia, y con las tropas formadas, a los acordes de la Marcha Real española, es izada con toda solemnidad la bandera roja y gualda. El territorio africano queda bajo la tutela de España.

 

Se intercambian documentos se saludan los delegados y la Comisión Francesa se dirige a su lancha para emprender a bordo del cañonero su viaje de regreso a Francia. La Delegación Española embarca más tarde en el cañonero Magallanes, de la armada española, que les llevará a la isla de Fernando Poo. La delegación n continuará después su regreso a la península en el <<V. Rabat>>.

 

Lo que ocurrió después es poco conocido, hombres que podían compararse al legendario conde Savorgnan de Brazza se aprestan para la colonización de los restos del Tratado de El Pardo. Iradier, Bengoa, Ayala y otros anónimos, y sobre todo los misioneros claretianos penetran en territorio fang, pero de eso ya ha pasado mucho tiempo. Para dar idea de la dureza de aquellos tiempos en 1859, llegó una expedición de colonos, al cabo de un año quedaban solo tres vivos. La malaria, la mosca del sueño, la falta de agua potable y otras enfermedades como la filaria etc. Terminaban en pocos meses con los europeos. Hasta que no se empezó a secar pantanos e higienizar los alimentos, era la muerte segura,

 

Las arenas de la playa de Bata han sido el mejor testigo, por allí llegaron y salieron los colonos españoles.

 

Un día de marzo de 1969, sobre las arenas blancas de la playa de Bata

, los colonos se arremolinan, cargando con lo poco que pueden llevarse de su ajuar, y      

 hombres y mujeres, mezclados con las Fuerzas Españolas que han recibido la orden de regresar, esperan la llegada de las barcazas para dirigirse a los buques de la Armada Española, para un viaje sin retorno. En Santa Isabel lo hacen con un avión sobrecargado con el doble de pasajeros con el consabido riesgo de su vida. y la Guardia Civil les obligan a embarcar ocultándose en el bosque sin poder desfilar o embarcar con dignidad por el muelle de la ciudad, no vaya a ser que Macias o la ciega ONU, le llame al orden.  

 

Hombres y mujeres expulsados de Guinea volvían derrotados buscando refugio en sus familias y tratando de adaptarse a una vida poco favorable, con problemas sanitarios buscando la beneficencia hasta el final de su existencia. Gente como mis primos que habían nacido en Guinea hacia 50 años, desconocían lo que era España y tuvieron que mendigar favores, perdieron casa, enseres, empleo, amigos, salud, en parte por la incompetencia de un Gobierno que miaba para otro lado, dada su estupidez manifiesta.

 

Fidel Azaceta, tenía una granja en África, una hermosa finca, desde la baranda de su casa colonial, contempló a lo largo de su vida las maravillosas puestas de sol que solo pueden admirarse en África, pero Fidel Azaceta murió con sus dos piernas amputadas en una sala de Beneficencia, sin tener una sola moneda de su propiedad sobre su mesilla de noche, Fidel Azaceta solo tenía una granja en África.

 

Para otros su máxima aspiración podría ser una licencia de taxi para atender a sus necesidades.

 

Señor Presidente, señores del Gobierno, yo tenía una granja en África. Nosotros

Teníamos una granja en África.

 

 

Fernando García Gimeno - resumido y adaptado refleja pese al tiempo transcurrido

El pensamiento de miles de españoles abandonados, a los que hay que sumar los nativos que, teniendo nacionalidad española, se les negó sus derechos al llegar a esa Tierra.

 

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3 comentarios:

Arantza dijo...

Pues a mí me gusta mucho más ver a mi madre emocionada cuando le leo tus publicaciones que la siembra del perejil así que ni se te ocurra abandonarlo. Que mi ama conoce a Carlos Fleitas que tenía una oficina frente a la imprenta de Clarita Babón. Su emoción interrumpe la lectura todo el tiempo y me encanta.

Arantza dijo...

Y Fidel Azaceta iba al bar del aitatxo porque mis abuelos también tenían una granja en África.

maria dijo...

Nosotros también tuvimos una finca en Guinea y allí tuvimos que dejarla en manos del capataz con el cual no pudimos seguir comunicarnos.