martes, 4 de septiembre de 2012

LA ISLA DE FERNANDO POO - CAPITULO 4

                                                              
                                   El Dómine y la llegada al espigón antiguo

                                      LA ISLA DE FERNANDO POO- CAPÍTULO 4



Moka.-- En estos días visitamos las colinas que cierran la pradera. En sus laderas, con hermosas plantaciones de ñames hay dos pueblos de 20 o 30 chozas, cuyos nombres, a pesar de preguntarlos, por olvido no trasladé a mis cuadernos. El pueblo de Moka se llama Dividi. Salvo la molestia que ocasiona la acción del sol, estos lugares pueden recorrerse sin dificultad como cualquier comarca de nuestro país; sendas limpias y bien trazadas las cruzan en distintas direcciones con la particularidad de que en el paso de los arroyuelos hay puentes con dos o tres tablas de madera. El terreno y la vegetación favorecen los trabajos.

Registrando las cercanías vimos en muchos puntos árboles consagrados a las ceremonias religiosas, todos en su base rodeados de piedras. El fetichero de aquellos lugares andaba receloso y con la cabeza cargada de adornos, entre otros , unos cuernos muy largos.

Al anochecer de estos dos días, Moka mandó celebrar bailes. El más animado fue en de los cuernos. Veinticinco mujeres suyas con uno en cada mano y golpeándolos, acompañaban su canto, monótono pero agradable al oído. Moka a la cabeza de cuarenta y tantos de su pueblo, describía un círculo completo que pasaba por detrás de aquellas, los movimientos acompasados y ademanes trágicos, daban cierto realce al espectáculo.

En estas tertulias manifestó que si no fuera tan viejo aprendería de buena gana el español; que él respetaba la voluntad de todos y que por eso no decía nada a los niños que iban a la Misión; también nos enseñó un mensaje oficial que me hizo reír; el encabezamiento decía sí: " Al gran Cocoroko de España…."

Ya se comprenderá que uno de mis mayores deseos, perseguidos desde que empecé mis viajes, sería el esclarecer si Moka era el eje de una monarquía según lo divulgado en publicaciones y creencias de los habitantes de Santa Isabel, opinión a que se inclinaba mi ilustre guía el padre Juanola, cuya competencia en todo lo que se refiere a Guinea, nadie, ni mucho menos yo, se atreverá a negar.

"Dile al muchuku español, decía Moka a su intérprete, que los demás muchukus no tienen eso, y señalaba la escalinata, dile que yo tengo comida para todos los bubis."

Efectivamente, aquella escalera y un taburete de madera en forma de cilindro con una depresión en la mitad, y de unos 40 dm. de altitud por 30 de diámetro, tallado, imitando pequeñas hojas de árboles, son atributos que no he visto, pero que quizás existan. También averigüé que en algunas fiestas acudían bubis de muchos pueblos y que en una de aquellas comieron y bebieron , durante cuatro días, cabra, ñame y topé, lo que se vio ni vera, de aquí la frase de "nadie puede con Moka, cocina para todos los bubis". Por otra parte, su generosidad y la participación en la lujúa que para evitar crímenes se instituyó en su época, parece que le colocan por encima de ,los demás jefes.

En cambio en las preguntas hechas en los viajes descritos y en el que relataré más tarde, resulta que en la bahía de San Carlos, Sopo y en el territorio de Batete N. Bebichupo, se consideran tan poderosos como él, es decir tan ricos, pues los bienes dan entre ellos la categoría.

En mi concepto, la pradera de Riamba ha sido el núcleo más importante o más antiguo de la población bubi, a partir del descubrimiento de la isla.

De la Bahía de la Concepción a Santa Isabel

El día 19 de marzo; apenas perdía de vista la embarcación que se llevaba al sabio misionero, emprendí la marcha, vadeando el Malala y deteniéndome unos minutos para examinar los cañones portugueses o españoles medio enterrados en medio de la arena, y la punta a que dan nombre, con el objeto de encontrar otros vestigios.

Por el bosque, y abriéndonos paso con los machetes, avanzamos en dirección N. a las dos horas, y muy fatigados y molestos por la elevada temperatura y la escasez de agua, pues coincidía con la fuerte inclinación de las vertientes al final de la estación seca, descansamos, disparando antes cuatro o cinco tiros y haciendo sonar el mututu.

A la media hora aparecieron dos indígenas de 23 a 25 años, de gallarda presencia con sombreros de regulares dimensiones y un collar de abalorios, ningún adorno más. Traían escopetas y calabazas llenas de topé.

Siguiéndolos alcanzamos Bantabari, comiendo en una ranchería de cinco chozas. A la una de la tarde reanudé la marcha, tropezando con otra ranchería, que me dijeron pertenecía a Bantabari, lo cual comprendí después de saber que existían dos pueblos con aquel mismo nombre, y que lo mismo ocurría con el de Bilelepa.

Bajando nos acompañaron los guías un largo trecho, despidiéndose porque se les hacía tarde para regresar.
Extraviados desembocamos en una playa de piedras, por la que anduvimos durante hora y media llegando ya de noche a la plantación de Jeremías Barleycorn. En este trayecto encontramos cocoteros sin dueños y pequeños manantiales que solo en baja marea pueden utilizarse para calmar la sed a medias, por mezclarse sus aguas con las del mar.

Después de reaccionarme con un puñado de quinina y medio vaso de ron oí voces que provenían de un bote. En él venía Jeremias, vocal del Consejo de Vecinos de Santa Isabel. Aproveché la coyuntura para preguntarle sobre distintos asuntos; sus respuestas indican cuáles fueron las preguntas. Precisamente me dijo" Yo también tengo necesidad de hablar el inglés, porque los que me facilitan efectos en la ciudad y mis corresponsales de Liberpool emplean esa lengua, además los trabajadores del Continente no conocen otra. Que los bubis de esta costa eran los más refractarios a contratarse o prestar cualquier otro servicio, y que indudablemente la falta de brazos impedía a muchos cultivar el cacao y el café; que ya había ocurrido abandonar las fincas por no traer krumanes ni sierraleonas ningún barco. "Por último, dijo que él se consideraba muy honrado siendo español, descendiente de bubis, sintiendo solamente que por diferencia de religiones sobreviniesen disgustos.

Día 20.-- Al clarear, recorrí la plantación de cacao, cruzada por calles rectas, con hileras de plátanos, cuenta año y medio; Jeremías la sostiene con el producto del comercio: y un arroyuelo le separa de otra producción, perteneciente a Macrof, sierra-leona.

Cuatro horas invertimos en subir a Bilelepa. Cálculo que tiene 100 habitantes, pero me aseguran que hay más y que el otro pueblo del mismo nombre es mayor. Después de descansar dos horas, emprendí la marcha hacia la costa; desembocando en ella a las cinco de la tarde frente al islote Leven,. Tajado a pico con menos árboles y vegetación que el de los Loros, y morada de murciélagos de pelo fino y rojizo, grande de 2 a 3 dm. El camino recorrido en esta jornada fue penosísimo, a cada paso hallábanse gigantescos troncos que salvábamos más con las manos que con los pies; los cuales atravesados en profundas cortaduras nos servían de puentes. La parte oriental de la isla sufre mucho con los tornados que derriban infinidad de árboles en los cambios de estación.

Entre el islote y la pequeña punta de Leven, corre una playa rojiza, salvo unos 200 metros de arena. Dos hermanos Bassás cultivan el suelo y comercian con los bubis; el mayor, protestante, posee una plantación de cacao en buen estado de producción (200 sacos) , el menor, católico desmonta el terreno para otras: ambos crían gallinas y cerdos.

La bahía de Concepción, elegida en los primeros años del descubrimiento y bastante visitada posteriormente con objeto de explotar los terrenos y las riquezas del bosque, quedó durante este siglo y hasta el establecimiento de la Misión, completamente abandonada.

Los vestigios de fortificación y algunos cañones que poseen los pueblos, recuerdan el primer periodo; del segundo o sea del siglo actual, únicamente las cantidades de aceite de palma que entraban en los mercados extranjeros podían dar idea de los trabajos que practicaban algunos negros al servicio de las factorías y buques ingleses.

En Santa Isabel no constataban ni constan datos relativos al comercio, ni de los productos importados o exportados; pero puede asegurarse que de los primeros deben consumirse cantidades considerables, pues se ven muchos sombreros escopetas y pañuelos; como consecuencia, en proporción deberán hallarse los segundos. La comarca pobladísima de palmeras, y los naturales, bastante trabajadores y honrados en sus tratos, prometen, por último, un gran porvenir a la Concepción, en la que conviene se fijen nuestros comerciantes.

El día 19 por la mañana y después de un reconocimiento de la costa, me despedí de mi virtuoso compañero el P. Juanola a quien sus deberes le obligaban a regresar a la capital.


                                                                    MI COMENTARIO



Nada más comentaré que el autor de estas líneas don José Valero Berenguer, parece ser que se le encomendó viajar a Fernando Poo , con el fin de introducir el comercio, fomentar la agricultura y establecer el tráfico mercantil.



Fernando García Gimeno Barcelona a 4 de Septiembre de 2012











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