A DUALA A JUGAR A FÚTBOL
Creo que fue sobre Julio de 1964, que el Gobierno del Camerún, invitó a la selección de la Isla, a ir a jugar con una selección de Duala, para celebrar el Aniversario de la Independencia.
Se formó un equipo de Fernando Poo, entre los que destacaba Saturnino Ibongo, y a mi se me envió como delegado de la Expedición. Como ya había ido varias veces a competiciones deportivas acepté sin pensar que los tiempos habían cambiado.
Cuando llegamos al aeropuerto a las ocho de la mañana, no nos esperaba nadie, después de dos horas de esperar, con mi peculio particular ya que la mayoría de los seleccionados eran alumnos de la Escuela Superior de Indígenas, cogimos tres taxis y amontonados nos dirigimos a la ciudad, previa discusión de precios con los taxistas y especialmente de ocupantes en cada taxi, ahí fuimos expertos en discutir, y se nos notó a todos que, o aceptaban nuestras condiciones o no había negocio. Paramos en una cafetería para desayunar y después de consultas, llamadas y recados, apareció un tío con una pistola al cinto presentándose como delegado de deportes. Se negó a pagarnos taxis, desayuno ni nada y nos llevó a todos a la Misión Católica o a un colegio religioso, donde en una sala enorme como si fuera un Hospital, deseaba alojarnos Como no tenía mucho más dinero para independizarnos previo conciliábulo con toda la gente. Se quedaron los jugadores y por mi cuenta y riesgo me trasladé al Hotel Cocotier, lugar que ya conocía de veces anteriores y me ofrecía las garantías necesarias de poder dormir tranquilo.
Por la mañana aparecí en el Colegio, donde me esperaba la gente desesperada, ya que nadie pensaba en darle de comer. Armé la marimorena con todo el que tropecé, y al final conseguí que les dieran un pequeño contrichop en el lugar. Mi gente me comentó que pasaron una noche horrible, y tuvieron que dormir envueltos en las sábanas para no ser devorados por los mosquitos, parecía que estaban sobornados por los cameruneses para impedir que nuestros jugadores descansaran. A la hora de comer sobre la una, nueva polémica, así que como todavía me quedaba algo de dinero, nos fuimos a una especie de mercado cercano, donde comimos algunas bolas de garí, y algo de pescado. Por la tarde nos vinieron a recoger para jugar el partido y cuando se inició la segunda parte en que íbamos uno a uno, lanzaron un balón y muy fuera del aérea le dió a un jugador nuestro en la espalda, el arbitro todo serio señaló penalti, que con toda desfachatez tiraron y marcaron el gol del desempate. Yo en el palco con el tío de la pistola y otras autoridades me volví para protestar, y me echaron tal mirada, que me dio por reír, y terminó el partido dos a uno y yo seguía riendo. Resumiendo de aquellos recibimientos con aperitivos, vinos espumosos y hoteles magníficos, se habían trocado en aquel sastre.
Estadio Santa Isabel 1961
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