Dado que voy a presentar una poesía sobre el tema, voy a
explicar una anécdota que me han contado sobre el caso.
En las tradiciones de los pueblos africanos y especialmente
en muchas tribus bantúes, existe la creencia de que cuando uno muere el espíritu
del fallecido ronda a su familia, para ver si se acomoda a la nueva situación y
ayudarla en caso necesario.
En los habitantes de la isla de Corisco, la etnia ndowe
benga, tienen esa misma tradición. Dicen que a veces el difunto, hombre muy
ordenado y a veces quisquilloso, no solo ronda la casa, sino que cambia las
cosas de sitio, mueve los objetos que considera que han desordenado su familia
y no sigue sus hábitos y tradiciones, por lo que pone nerviosos a sus
familiares.
Por todo ello cuando fallece una persona que en su vida ha
tenido ese sentido tan peculiar del orden, en vez de sacarlo de casa por la
puerta, rompen una pared de nipa de la casa y por ese hueco lo sacan, así mismo
no van al cementerio por el camino habitual, sino que van por veredas y
cambiando constantemente de dirección hasta llegar al Campo Santo. De esa forma
estiman que el muerto no sabrá volver y no les incordiará en su afán de mover
los objetos de la casa para conservar su idea del orden.
Fernando García Gimeno
Barcelona a 30 de septiembre 2013
NO MORIRÉ VOLVERÉ A MI PARAÍSO VERDE
Dejamos el cuerpo descansando en la tierra,
tal vez como cenizas, o alimentando hiedra,
nuestra alma libre de peso, como pluma ligera
se posa en algo o ante una llamada vuela.
En las paredes de esa casa, dejaremos nuestro tacto,
tal vez en el jardín de flores, nuestro secreto encanto,
les recordará nuestra voz, al leer aquel libro.
El crujir de las ramas, o el rumor del viento,
será mi alma cercana, mi cariñoso aliento,
La lluvia golpeando los cristales,
será mi aviso de protegerte de males.
Habrá momentos, en que sentirás en tu piel fina,
caricias de mis dedos, que serán del amor brizna.
El arroyo paseando por su cauce estrecho
sonará como al mirarte el palpitar de mi pecho.
En energía mutamos nuestro cuerpo pesado,
podemos volar, nadar, andar sin quedar agotados,
durante un tiempo velamos por los nuestros,
hasta verlos normalizar su vida, sus gestos,
mi alma, entonces como viajero africano,
agitará para decir adiós con la mano y volverá a su tierra,
a su selva calurosa a
transformarse en árbol u otra cosa.
Verso 29.07.2012, recuperado que había perdido
25 de septiembre de 2013
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