domingo, 29 de junio de 2014

LOS PÁMUES DE NUESTRA GUINEA





LOS PÁMUES  DE NUESTRA GUINEA

Así se titula una joya  literaria que tengo en mi biblioteca, editada en 1946,. Por el Instituto de Estudios Políticos y escrita por don Luis Trujeda Incera, doctor en derecho, ex administrador Territorial de Nsok y Niefang.

Voy a transcribir un capítulo de su interesante obra. El capítulo se titula EL HOMBRE Y LOS ANTEPASADOS, dado lo bien detallado que viene el tema. :


El individuo se siente en íntima ligazón con la cadena de antepasados a los que debe su existencia. El grupo de los vivos no es más que un efímero eslabón en el encadenamiento de generaciones que arranca del mítico fundador. Su existencia está estrechamente determinada por el influjo de los que ya fueron. Cada pámue conoce los nombres de todos sus ascendientes (mebara) y a su permanente protección debe la posibilidad de continuar esta vida, entre la enmarañada red de invisibles potencias que le circundan. Los antepasados actúan directamente. Para el pámue, el alma, nsisim, identificada en vida con la sombra corporal, pervive después de la muerte. Cree que el cuerpo, nyol, está animado por un principio dinámico de naturaleza análoga a los que vivifican los objetos de su entorno. Sobre ambos señores el nsisim, identificable con la conciencia, que durante el sueño se independiza y vagabundea. La muerte consiste en la separación del cuerpo y el principio vivificador a causa de una intencionada intervención maléfica. Pero el nsisim pervive. Persistente bajo la forma de nkon, ligada a lo que ha perdurado del cuerpo, a los huesos, sobre todo del cráneo, que es conservado cuidadosamente  por el más cualificado del grupo.   Su situación respecto a las potencias personificadoras de las fuerzas circundantes no es clara. Al parecer, viven en un plano distinto, el de los bekon ( pl. de nkon), pudiendo, sin embargo, actuar sobre ellas, llegando incluso a identificarse con alguna, ligándola a su voluntad.
El jefe cualificado del grupo familiar, el nsue etunga, es el encargado de actuar de intermediario en las relaciones con los bekon, mediante manipulaciones en las reliquias conservadas. Los bekón, por su parte, dependen del grupo de los vivos, pues a las continuas ofrendas e invocaciones de éstos deben la posibilidad de continuar existiendo. Necesitan para ello ser alimentados por el recuerdo de los que gozan de vida. Vida que ellos han transmitido. De lo contrario se perderán indiferenciados en el reino de las sombras, no sin antes hacer sentir su acción vengadora.
Los bekón, desde su plano especial, interfieren continuamente la vida del grupo, del que son los protectores naturales. La intervención dura mientras dure el recuerdo, y su poder depende del que tuvieran en vida. Hay entre ellos establecida una verdadera jerarquización y es muy fácil herir su vidriosa susceptibilidad si las ofrendas son injustamente proyectadas por los mortales. Al frente está siempre el fundador del grupo, con los que junto a él se esforzaron por vencer las dificultades iniciales. Al fondo alguna criatura estrechamente vinculada al creador de todo existente. Ndsama, y cuya protección se diluye en un amplio sector de grupos afines. En contacto directo inmediato están los muertos más recientes que han sido poderosos en vida. (Nadie recuerda a los desgraciados) Se irán esfumando lentamente y, a medida que el recuerdo se desvanece, son sustituidos por los últimos llegados, y van a engrosar el núcleo de antepasados fundadores, o se pierden en el olvido.
Un principio de reciprocidad preside las relaciones entre el grupo de los vivos y los bekón.
Estos, a cambio de la ayuda que prestan, exigen reverencia, ofrendas, sacrificios. Al cumplimento de los deberes prescritos subordinan la protección otorgada. Es de temer su enojo, pues sus acciones vengativas habrían de ocasionar grandes perjuicios. Las obligaciones para con, los muertos ,constituyen una parte importante dentro del complejo normativo de la costumbre pámue.
En primer lugar los ritos funerarios, determinados siempre por la importancia del fallecido. A una mujer, a un niño, a un pobre diablo, nadie hará caso. Pero cuando muerte alguien de importancia el panorama cambia. Empiezan las lamentaciones rituales de los presentes. Las mujeres del muerto, desgarradas las vestiduras y arrastradas por el suelo, deberán manifestar ruidosamente su dolor. Habrá de cortarse al rape la cabellera, martirizarse el cuerpo y dormir a la intemperie durante varias noches consecutivas. (Para el pámue pernoctar expuestos al frío nocturno es uno de los mayores sacrificios.)Después viene la obligación de vengarse por parte de los compañeros. La muerte nunca es considerada como una cosa natural. Es siempre provocada por la intervención de una voluntad malévola. Alguien del mundo de los vivos ha conjurado sobre él un maleficio mortal.
El hechicero asesor – el notoobiang- se encargará de la determinación concreta del culpable. Pero la expedición de venganza suele reducirse a un simulacro. Sobre todo si la potencialidad bélica del grupo al que pertenece es superior a la del grupo ofendido. Pero el nuevo nkón se le engaña fácilmente. Se contentará con la simulación exteriorizada.
Transcurrido cierto tiempo y aprovechando una luna propicia, se celebra la ceremonia fundamental. El balele funerario, el mesong. Para ello se contratan bailarinas profesionales. Las mujeres del grupo forman el coro de plañideras. El baile, al son de las rítmicas invocaciones al difunto, dura varios días. Todo en proporción a la importancia del mismo. Y a su terminación se verifica el reparto de bienes.

MI COMENTARIO
Es curioso que todos los pueblos estén de acuerdo en sus tradiciones en la existencia del más allá y la de un ser superior llámkase Dios, Alá, Ndzama o lo que sea.
Los pueblos africanos están más cerca de su religión que nosotros, en nuestras creencias cuando fallece alguien lloramos, lo lamentamos, cuando tendríamos que estar alegres ya que se van a un Mundo mejor (si han sido buenos).
Al poco tiempo de estar en Fernando Póo, tuve la ocasión de observar la celebración de un funeral por un grupo africano nigeriano. Aparte de que la fiesta duró dos días me resultó inédito, que un cantante que averigüé había sido contratado, declamaba cantando cosas parecidas a estas :  Okon era muy trabajador y muy buena persona, y todos los comensales respondían : Okon era muy trabajador y buena persona, y así se pasaban cantando las virtudes del fallecido, que me consta que en algunos casos , alabando la habilidad cinegética de algún cazador, empezaban manifestando que había cazado un elefante y al final, tras unos buenos tragos, había cazado 20 elefantes.

Fernando García Gimeno

Barcelona a 29 junio 2014 



2 comentarios:

Ramón Sevillano dijo...

Pues ahora mismo ando con este libro que he sacado de la breve biblioteca africana de mi padre - hombre mas de acción que de reflexión-. Como curiosidad comentarte que el ejemplar está muy deteriorado, he tenido q encolarlo y que está dedicado por el mismo Trujeda y dice "para José luis Ruano que también se portó en Nsok" y luego en las páginas centrales aparece la firma de otra persona. Infiero q este libro pasó por varios dueños hasta llegar a mi padre, de administrador territorial a administrador territorial, qué curioso. Por cierto, buscando en la red he visto que fue camisa vieja, alférez provisional y que murió muy joven, con solo 49 años. En cuanto al libro me parece brillante, y un documento fundamental porque en 1944 la "antigua costumbre aún no había sido suplantada del todo por "el tiempo colonial", aunque rezuma prejuicios racistas propios de los intelectuales de su tiempo, debió de see una buena herramienta para aquellos administradores y ahora para el curioso o el investigador actual. Un abrazo Fernando

Ramón Sevillano dijo...

Perdona fernando, la dedicatoria del libro dice: "para José luis Ruano que tan bién se portó en Nsok" no también, cosas de los móviles