sábado, 12 de julio de 2014

EL HOMBRE Y LAS POTENCIAS DE LA TIERRA EN ÁFRICA


                                                                   
                                                                 Bata  1949

                               EL HOMBRE Y LAS POTENCIAS DE LA TIERRA

Del libro los pamues de nuestra Guinea editado en 1946 y escrito por el doctor en derecho Luis Trujeda Incera , ex administrador territorial de Nsok  y Niefang.

Por cierto antes de profundizar en este capítulo de su libro, debo aclarar que en aquellos tiempos un administrador territorial especialmente en la parte continental de Guinea, era un personaje con todos los poderes. La mayoría venían de la Guardia Civil o del ejército, algunos eran sargentos y pasaban a incorporarse a la llamada Guardia Colonial.  Al estar en poblados en medio del bosque, en que casi toda la población era indígena y alguna casi no sometida, debía obrar con prudencia para evitar levantamientos y disturbios en su zona, donde ejercía en cierta manera de juez, alcalde y jefe militar.

Para el negro, la tierra está poblada de espíritus, de genios, de fuerzas misteriosas. Cada objeto del mundo exterior es la representación de una potencia oculta, que lo utiliza como soporte material. Cada río, cada árbol del bosque, cada lugar, tendrán su correspondiente genio. Una crecida del río será una manifestación del genio, todo en la naturaleza corresponde a la voluntad de esos espíritus, que nos quieren beneficiar o perjudicar, en función de nuestros actos.  Por lo tanto esas fuerzas misteriosas serán sensibles a nuestro halago.

En esas potencias sobrenaturales, hay jerarquías y unas con más poder que otras, para motivarlas deberán ejercerse los ritos necesarios.
Antes de establecer un poblado, hay que asegurarse la acogida favorable, eso se logra por un pacto fundamental, entre el jefe del grupo, asistido por el hechicero asesor.
Cuando la dilatada permanencia en un mismo lugar, se han agotado las posibilidades agrícolas, la caza, o la pesca no son propicias, es preciso cambiar el emplazamiento.  Eso se debe siempre a haber ofendido a algún espíritu. Entonces se ofrecen invocaciones y sacrificios, en las que el hechicero tiene el total poder, para encontrar la causa de que los resultados sean malos, o tal vez tengan una epidemia o ha fallecido un niño ahogado en el río. Sus rituales son visibles, temerosos lo presencia el poblado, a veces las fuerzas sobrenaturales exigen sacrificios, hasta poder llegar a sacrificios humanos.
Si a pesar de ello, continúan las desgracias, falta de caza, fracaso en la pesca, las fieras destrozan las plantaciones, es signo de buscar un nuevo emplazamiento.
La toma de esta decisión es en colectividad, pero antes hay que invocar los antepasados protectores naturales del lugar, para que accedan al desplazamiento del poblado. Los antepasados se valen de signos, rituales como una serpiente o lagarto muerto, hay que interpretar las manifestaciones o signos, que el hechicero explica.  
La elección del nuevo emplazamiento no se puede hacer caprichosamente. Habrá que buscar un lugar donde la caza abunde. Suelos fértiles que aseguren la cosecha, por el sabor de la tierra averigua el negro las condiciones fértiles de un campo.
Al lugar elegido se trasladará previamente un grupo encargados de la construcción del nuevo poblado. Antes de iniciarlo, es preciso celebrar la gran ceremonia que asegure la favorable acogida de los misteriosos habitantes.
El jefe y los ancianos representan a la comunidad. El hechicero indicará los lugares donde habitan las potencias poderosas. Las umbrías más densas, ciertas rocas de forma característica, los rápidos de los ríos, los hoyos del suelo, son sitios que suelen manifestar su predilección. A ellos se dirige el jefe, solicitando, en interminable letanía, los favores de la protección. Enumera las ofrendas con que el grupo los va a obsequiar y termina solicitando compasión y adulando solapadamente la reconocida bondad de los invocados.
Se cierra el pacto con un sacrificio. Se inicia este con un ave. Si ésta al morir_- se le quita la vida con arreglo a ciertos rituales-_ cae con el pecho hacia el cielo y las alas extendidas en desesperado aleteo, es signo manifiesto de que los invocados han accedido a la demanda y se consideran satisfechos, mas si del primer sacrificio no se hubiera recibido el consentimiento solicitado, habrá que proseguir hasta que una de las víctimas caiga en la posición apetecida. De no lograrse con aves, habrá que sacrificar cabras, y en último caso, un ser humano. Pero el hechicero, hábil en el arte de engañar, procurará que a este extremo no se llegue.
Un gran ritual cierra el acto. La sangre y ciertas vísceras son ofrendadas a las potencias del lugar. Previamente y en sitios adecuados se habrá construido altares idóneos donde colocar las ofrendas. La parte asignada al espíritu del río, se arrojará a sus aguas.
El traslado siempre se hace en la estación seca. Las mujeres cargarán a los niños y el ajuar domestico. Los hombres, con las armas y utensilios de caza. Con precauciones especiales se transporta la tierra y los huesos de las tumbas de los antepasados protectores. Con ello va su alma, y así continuarán en el nuevo poblado otorgando su protección.
Un nuevo poblado ha sido creado, el pacto con las potencias sobrenaturales concede a los nuevos habitantes derecho exclusivo del aprovechamiento de los productos del lugar ocupado., Este derecho será defendido contra cualquier intruso. Por eso en la selva las guerras no encumbren nunca propósitos de ocupación territorial. Son siempre expediciones de rapiña en busca del botín que es el bien más preciado por el negro: la mujer.  
Mi comentario
Claro que estas costumbres se han perdido en casi toda África, aunque en el fondo nos aclara el sentido que tiene el negro de la propiedad. Los terrenos cuando ya no servían a sus fines se abandonaban y no les preocupaba que otros lo pudieran ocupar. Las casas igualmente se perdían para construir otras nuevas con material que el bosque les ofrecía, los muebles se puede decir que no existían, y si había algo parecido a una mesa o silla, igualmente se renunciaba a ello para ahorrarse la inconveniencia de su traslado. Sus huertas urbanas  se abandonaban.  Cuando llegaban a un nuevo emplazamiento, sus bosques, su caza, su pesca, sus aguas pasaban a ser de su uso y propiedad. Todo ello infiere al africano la idea de que la propiedad corresponde al que halla el objeto y le encuentra un uso, así en cierta manera eso del robo en su subconsciente no existe, eso es un “invento” del blanco. 


Fernando García   Barcelona a  12.07.2014

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