Bata 1949
EL HOMBRE Y LAS POTENCIAS DE LA TIERRA
Del libro los pamues de nuestra Guinea editado en 1946 y
escrito por el doctor en derecho Luis Trujeda Incera , ex administrador
territorial de Nsok y Niefang.
Por cierto antes de profundizar en este capítulo de su
libro, debo aclarar que en aquellos tiempos un administrador territorial
especialmente en la parte continental de Guinea, era un personaje con todos los
poderes. La mayoría venían de la Guardia Civil o del ejército, algunos eran
sargentos y pasaban a incorporarse a la llamada Guardia Colonial. Al estar en poblados en medio del bosque, en
que casi toda la población era indígena y alguna casi no sometida, debía obrar
con prudencia para evitar levantamientos y disturbios en su zona, donde ejercía
en cierta manera de juez, alcalde y jefe militar.
Para el negro, la tierra está poblada de espíritus, de
genios, de fuerzas misteriosas. Cada objeto del mundo exterior es la
representación de una potencia oculta, que lo utiliza como soporte material. Cada
río, cada árbol del bosque, cada lugar, tendrán su correspondiente genio. Una
crecida del río será una manifestación del genio, todo en la naturaleza
corresponde a la voluntad de esos espíritus, que nos quieren beneficiar o
perjudicar, en función de nuestros actos.
Por lo tanto esas fuerzas misteriosas serán sensibles a nuestro halago.
En esas potencias sobrenaturales, hay jerarquías y unas con
más poder que otras, para motivarlas deberán ejercerse los ritos necesarios.
Antes de establecer un poblado, hay que asegurarse la
acogida favorable, eso se logra por un pacto fundamental, entre el jefe del
grupo, asistido por el hechicero asesor.
Cuando la dilatada permanencia en un mismo lugar, se han
agotado las posibilidades agrícolas, la caza, o la pesca no son propicias, es
preciso cambiar el emplazamiento. Eso se
debe siempre a haber ofendido a algún espíritu. Entonces se ofrecen
invocaciones y sacrificios, en las que el hechicero tiene el total poder, para
encontrar la causa de que los resultados sean malos, o tal vez tengan una
epidemia o ha fallecido un niño ahogado en el río. Sus rituales son visibles,
temerosos lo presencia el poblado, a veces las fuerzas sobrenaturales exigen
sacrificios, hasta poder llegar a sacrificios humanos.
Si a pesar de ello, continúan las desgracias, falta de caza,
fracaso en la pesca, las fieras destrozan las plantaciones, es signo de buscar
un nuevo emplazamiento.
La toma de esta decisión es en colectividad, pero antes hay
que invocar los antepasados protectores naturales del lugar, para que accedan
al desplazamiento del poblado. Los antepasados se valen de signos, rituales
como una serpiente o lagarto muerto, hay que interpretar las manifestaciones o
signos, que el hechicero explica.
La elección del nuevo emplazamiento no se puede hacer
caprichosamente. Habrá que buscar un lugar donde la caza abunde. Suelos
fértiles que aseguren la cosecha, por el sabor de la tierra averigua el negro
las condiciones fértiles de un campo.
Al lugar elegido se trasladará previamente un grupo
encargados de la construcción del nuevo poblado. Antes de iniciarlo, es preciso
celebrar la gran ceremonia que asegure la favorable acogida de los misteriosos
habitantes.
El jefe y los ancianos representan a la comunidad. El
hechicero indicará los lugares donde habitan las potencias poderosas. Las
umbrías más densas, ciertas rocas de forma característica, los rápidos de los
ríos, los hoyos del suelo, son sitios que suelen manifestar su predilección. A
ellos se dirige el jefe, solicitando, en interminable letanía, los favores de
la protección. Enumera las ofrendas con que el grupo los va a obsequiar y
termina solicitando compasión y adulando solapadamente la reconocida bondad de
los invocados.
Se cierra el pacto con un sacrificio. Se inicia este con un
ave. Si ésta al morir_- se le quita la vida con arreglo a ciertos rituales-_
cae con el pecho hacia el cielo y las alas extendidas en desesperado aleteo, es
signo manifiesto de que los invocados han accedido a la demanda y se consideran
satisfechos, mas si del primer sacrificio no se hubiera recibido el
consentimiento solicitado, habrá que proseguir hasta que una de las víctimas
caiga en la posición apetecida. De no lograrse con aves, habrá que sacrificar
cabras, y en último caso, un ser humano. Pero el hechicero, hábil en el arte de
engañar, procurará que a este extremo no se llegue.
Un gran ritual cierra el acto. La sangre y ciertas vísceras
son ofrendadas a las potencias del lugar. Previamente y en sitios adecuados se
habrá construido altares idóneos donde colocar las ofrendas. La parte asignada
al espíritu del río, se arrojará a sus aguas.
El traslado siempre se hace en la estación seca. Las mujeres
cargarán a los niños y el ajuar domestico. Los hombres, con las armas y
utensilios de caza. Con precauciones especiales se transporta la tierra y los
huesos de las tumbas de los antepasados protectores. Con ello va su alma, y así
continuarán en el nuevo poblado otorgando su protección.
Un nuevo poblado ha sido creado, el pacto con las potencias
sobrenaturales concede a los nuevos habitantes derecho exclusivo del
aprovechamiento de los productos del lugar ocupado., Este derecho será
defendido contra cualquier intruso. Por eso en la selva las guerras no
encumbren nunca propósitos de ocupación territorial. Son siempre expediciones
de rapiña en busca del botín que es el bien más preciado por el negro: la
mujer.
Mi
comentario
Claro que estas costumbres se han perdido en casi toda
África, aunque en el fondo nos aclara el sentido que tiene el negro de la
propiedad. Los terrenos cuando ya no servían a sus fines se abandonaban y no
les preocupaba que otros lo pudieran ocupar. Las casas igualmente se perdían
para construir otras nuevas con material que el bosque les ofrecía, los muebles
se puede decir que no existían, y si había algo parecido a una mesa o silla,
igualmente se renunciaba a ello para ahorrarse la inconveniencia de su
traslado. Sus huertas urbanas se
abandonaban. Cuando llegaban a un nuevo
emplazamiento, sus bosques, su caza, su pesca, sus aguas pasaban a ser de su
uso y propiedad. Todo ello infiere al africano la idea de que la propiedad
corresponde al que halla el objeto y le encuentra un uso, así en cierta manera
eso del robo en su subconsciente no existe, eso es un “invento” del
blanco.
Fernando García
Barcelona a 12.07.2014
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