Balele típico años 40/50
En el pueblo
bubi, no se conocen épocas de antropofagia ni tampoco ceremonias de sacrificios
humanos, pese a la dureza de algunas leyes, como por ejemplo a las adúlteras
cortarles una oreja o a veces a un ladrón cercenarle la mano. Por ello destaca
que en sus ceremonias en el ritual del Buala, existe el sacrificio humano, como
nos cuenta el padre Martín del Molino en su libro Los Bubis Ritos y creencias.
El buala es
una asociación, como un clan familiar exclusivo para hombres, que gozan de
manifestaciones de su unión, con danzas, juegos canciones y que les sirve como
equipo guerrero para defender su interés en la región.
El lobedde
es el objeto característico de la agrupación, y generalmente tiene forma de
cayuco, ya que representa el medio en que llegaron a la isla y en cierta manera
la forma con que en su origen se ganaban la vida como pescadores. Se han encontrado
en excavaciones muchos objetos de estos, que se hacían en principio de barro,
posteriormente se empezaron a fabricar en madera.
Cada vez que
por fallecimiento u otra causa se cambia el jefe del buala, se procede a la
destrucción del lobedde anterior, mediante un acto de lanzarlo a un barraco los
portadores del mismo, pero de espaldas al precipicio, como signo de cambio
total de ciclo. A continuación se adquiere el nuevo, adornado por diversos
objetos, tales como conchas de mar. Esta asociación cultural guerrera trajo en
cierta manera una lucha para llegar al poder como jefe de esa asamblea, lo que
ellos llamaban boabí.
Consideraban
que el sacrificio humano era necesario e imprescindible para dar fuerza al
buala.
El día
convenido todos los pertenecientes a ese buala, debían reunirse en una plaza
escondida en el bosque, en que se había designado como sede “social”. Ese día
se prohibía a las mujeres salir del
poblado bajo severas advertencias . Era obligación acudir a todos los miembros
pese a saber que uno de ellos sería sacrificado.
Como la
mayoría de ceremonias africanas empezaba con una danza, cuyo ritmo aumentaba,
supongo, debido al topé (aguardiente bebida) , hasta que de repente uno de los
asistentes caía bajo un hachazo en su cuello provocado por el hechicero que dirigía
el ceremonial., Al desgraciado se le
dejaba desangrar abandonado para que las hormigas fueran devorando su carne,
estas, vigilantes del bosque africano no tardan en percibir el alimento. Con
esa sangre se rociaba el cayuco simbólico y al boabí.
A los pocos
días se incitaba a un valiente, para que fuera a recoger la calavera al bosque,
acto que debía efectuar totalmente a oscuras sin llevar ninguna antorche para
iluminar el camino, debía introducirla al poblado por la noche, colgarla de un
árbol de la plaza, a fin de que todos pudieran verla, y sentir el poder de su
agrupación. La familia del difunto no podía exteriorizar su dolor con lamentos.
De nuevo el valiente que la había ido a buscar al bosque, daba una vuelta a la
plaza con ella y la colgaba de un árbol designado para ello.
Como se
relata, nos indica que la muerte en las tribus africanas, la afrontan con
naturalidad y como algo inevitable parta sobrevivir los que quedan.
Fernando
García 20 de abril 2015-04-20
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