domingo, 26 de abril de 2015

BATA





                                                                 



BATA

            Siempre que se habla de la labor colonizadora y explotadora de España en Guinea Ecuatorial, siempre sostengo la posible labor explotadora  se inició a partir de 1930, ya que antes no existía carreteras, ni puertos ni aeropuertos, y como ejemplo me sirve los datos aportados en sus relatos por el vicario apostólico en su libro “ Memorias de un Viejo Colonial y Misionero”, editado en 1950.

Se supone que los primeros pobladores que llegaron a las playas de Bata, fueron los vengas, que primero se establecieron en las mismas, los ndowes llegaron perseguidos a mano armada por los lityetyi de la leyenda, o sea, los primitivos bakokos, si hemos de dar crédito, no fueron los kombes los que primero volvieron la espalda dándose a la fuga a la vista de aquellos guerreros.
Precedidos en esta huída por los vengas y bapukus, fueron estas dos ramas de la familia umba las que primero escaparon del peligro que corrían de verse absorbidos y aniquilados por aquellos guerreros. A medida que avanzaban, iban jalonando el territorio por el que huían, dejando rastros y vestigios de su paso, siendo estas huellas las únicas señales que nos quedan de aquella emigración. Han quedado los nombres que ellos pusieron , de los cuales nos quedan muchos en el interior. De ahí los nombres bengas, kombes y bapukus que llevan muchos pueblos pamues de esa zona, así y todo se acomodan en su pronunciación a la manera de hablar de los fang.
Cuando llegaron a Bata aquellas multitudes la encontraron vacía y deshabitada, sin huella ni rastro de otra población. Los primeros en llegar fueron los bengas, a los que siguieron de cerca los bapukus, como afines y casi de la misma familia, después los ndowes con sus distintas familias, clanes de kombes, bobendas, momas, mapangas, asongas, bomudis, mogandas etc.
Llegados a este sitio, los bengas siguieron camino adelante rumbo sur, menos unas cuantas familia que se establecieron por el Utonde.
Capitaneados por jefe de prestigio que les señalaban el camino, para huir de los terribles bakokos. En principio las relaciones entre clanes fue bien, pero al llegar a las playas de Bome y de Ngaba, empezaron las luchas entre kombes, igaras y buikos, que se prolongaron varios años hasta que tuvieron el ikongongomo (pacto de sangre) en las playas de Tika, por imposición de célebre jefe Bilangwa.
La vida quedó en manos de los jefes, de los mekuku y megangas, cada tribu tenía sus leyendas que los nvet o trovadores cantaban para el egombe-egombe, como por ejemplo la de Ndyambekunda, al arribar sano y salvo después de un naufragio que sufrió en alta mar a las playas de su pueblo de Bome, caballero andante en la caparazón y lomo de una tortuga.
 Epakele, el de los mapangas, comiendo y pelando tranquilamente a muchos metros debajo del agua una caña de azúcar, mientras como por broma salían a la superficie los restos que él tiraba con mucha naturalidad desde su escondite bajo el agua.
Ibendu, el bapuku del Utonde, al sumergirse en las aguas del río a gran profundidad, y topas en ellas con una ciudad encantada, hermosa y bella sin par, cual no vieran sus ojos en este suelo. 
Cuenta el vicario que al contemplar por primera vez Bata en 1918, tenía tres o cuatro calles y solo había de edificios el Subgobierno y el Cuartel, La Misión, Moritz, Iñigo, Cañada, Obras Públicas, John Holt, Hatton Cookson, Antonio Azcon, Wöermann y Aurelio Santiuste, básicamente factorías para el comercio con los indígenas que llegaban de los pueblos vecinos a vender sus productos, no existía población indígena salvo alguna chabola suelta. Solo existía un puente llamado de la Misión.
La Bata que nos ocupamos estaba situada ente el poblado kombe, del jefe Mbara, hasta el de Moganda de Domingo Ngatye, o sea, desde el riachuelo de Udubwandyolo al Isimbo de Moganda. Al no haber puentes sobre los ríos, cuando subía la marea o llovía mucho, quedaba algo aislada la población de Bata.
Salir a la calle de noche o entre dos luces, se podía topar uno con un venado, nada extraño cuando los mismos leopardos se andaban por lo solares , como dueños en su casa, testigo el que mató en la Misión el hermano José Martins a unos cuarenta metros de nuestras habitaciones, y aquel otro que se desayunó nuestra perrita  en el mismo despacho parroquial. Cerca de la población los gorilas paseaban con sus familias tranquilamente.
Sin  comercio alguno con el exterior, el único movimiento en la ciudad eran los braceros que iba y venían de Fernando Poo, lo que proporcionaba cierto negocio  de venta de telas de paños de color, machetes y lámparas de petróleo. .
El otro comercio que existía era algo de ébano y palo rojo que compraban los comerciantes para enviar a Europa en cuando tenían ocasión, con los barcos de sus compañías que transitaban por el Atlántico.


Fernando García  Barcelona 26 de abril 2915.

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