UN SALVAJE VUELVE A LA JUNGLA DEL ASFALTO. 8º Capítulo
El tiempo transcurría
tranquilo, los pedidos como las hojas de los árboles en otoño, iban cayendo, se
podría decir que estaba a punto de
llegar al límite de mi independencia económica, eso si sin alquiler de vivienda,
ni familia ni nada de esas menudencias
que la gente dice precisa para vivir.
En la Empresa empezaron a
entrar nuevos vendedores, así que me tocaba entrenarlos, cada semana salía con
uno para explicarle como atravesar una puerta de entrada sin romperse los
morros al chocar con ella. Así que una empresa que llevaba diecisiete años con
los mismos 3 personajes de su fundación, y llegar yo, y al cabo de un año
habíamos triplicado la nómina. Se ve que levanto un gusanillo en las epresas
para que manden Cirineos a la calle.
Un cliente de Hospitalet que indicó que su vecino que fabricaba
maquinaria para artes gráficas, tenía interés en poner en la máquina algún
artilugio que prefijara el número de ejemplares que debía hacer y al llegar a
la cantidad prefijada le parara la máquina. Así convencido de que podía
venderle muchos contadores me llevé al "aprendiz" a visitarlo para
hacerle una demostración palpable de mi capacidad como líder de ventas, en fin para presumir,
ya que casi tenía asegurado el éxito. En
la puerta había un letrero que ponía: SOLO SE RECIBE EL PRIMER MARTES DE CADA
MES, DE OCHO A NUEVE DE LA MAÑANA. La verdad es que el cartelito estaba hecho
con mala leche, ya que si venías de Barcelona y te atrasabas no te recibían.
Como ya conocía el cartel que había señalado en la ficha previa que hice al
cliente, llamé a la puerta con seguridad y aplomo., me abrió una señorita que
al decirle yo, buenos días, su respuesta no fue saludarme sino preguntarme que
deseaba.
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