UN SALVAJE VUELVE A LA JUNGLA DEL ASFALTO- Capítulo 9º
Sacando pecho ante mi alumno
le dije muy serio, hablar con su
jefe de compras y le entregué mi hermosa tarjeta que ponía el nombre de mi empresa y mi nombre debajo del cual figuraba ,
técnico comercial.. Cerró la puerta dejándonos en la calle con un frío que
hacia esa mañana de tres pares de… Al cabo de un buen rato sale muy seria y me
dice que su jefe dice estar servido.
Aquello culminó mi escasa paciencia. Le dije, oiga como sabe lo que le
puedo suministrar su jefe, si en la tarjeta no pone mi actividad, y tal vez, yo
tenga fundas para cuernos y su jefe precise de unos ejemplares. Dado mi tono de
voz por ser hijo de un tenor del Liceo, se ve que el citado individuo lo oyó, y
salió envalentonado, aunque se calmó al ver a mi discípulo de cerca de dos
metros. Increpándome me dijo que ha
dicho Vd. , le contesté exactamente lo que le había dicho, y le añadí: Si Vd.
No quiere atener a la gente que obliga a levantarse a las seis para estar aquí
el primer martes de cada mes, ponga un letrero que diga ¨No me sale de los co..
recibir a nadie y yo no vendré, pero si no
me recibe sin haberlo puesto yo le digo lo que le he dicho. Así que como
tarjeta final le diré que tengo solución a un defecto que tiene como fabricante
y me ha dicho su vecino pero sin recibir a los vendedores de automatismos sus
máquinas se irán quedando desfasadas. La historia es que aquel cliente con el
tiempo me compraba pero me recibía su secretaria.
A los que hemos llegado a la
edad en que nuestros padres nos mandan mensajes subliminales, como: si tuvieras
un piso, aunque fuera pequeño, te podrías casar. En esas circunstancias a los
que carecemos de dinero, carrera universitaria y hasta belleza, el Hacedor nos
compensa con una imaginación que trabaja las 24 horas, pensando formas y modos
de compensar esas deficiencias. Voy a relatar un caso de los muchos que he tenido en la vida:
En la zona de Cornellá
descubrí una fábrica importante de grifería, en la que existían varios hornos
para fundir las piezas, así que pude ser recibido por su amable director y le
propuse que nos comprara temporizadores que llevaban el termostato incorporado,
de tal forma que podía regular una temperatura y al llegar al punto de consigna
le desconectaba el horno. Me respondió con un ejemplo, llamó a su encargado, un
señor ya de avanzada edad, y le preguntó: Antonio ¿Que temperatura tiene ese
horno? El citado Antonio abrió el horno metió un dedo 3 segundos más o menos, y
respondió: 850 grados. Entonces el encargado me pidió mi temporizador lo acercó al sitio de contacto y señalaba 840
grados. Me dijo como comprenderá en un horno de fundición como estos 10 grados
no es problema. Me fui hasta la puerta ho moralmente, pero nada más recibir el
aire fresco de la calle, mi forma de compensar la falta de, dinero, carrera y
belleza, se puso en marcha. Volví a entrar y me dirigí directamente al
encargado. Le manifesté: Tiene vd. Un problema grave en la fábrica, el día que
ese señor ya mayor se jubile o se ponga enfermo, no encontrará otro que se
juegue su dedo, que por cierto ya vi que le faltaba un trozo en la punta. Así
que ese día conseguí un pedido de 2 termómetros con temporizador.
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