martes, 21 de julio de 2020

UN SALVAJE VUELVE A LA JUNGLA DEL ASFALTO- 9º Capítulo





UN SALVAJE VUELVE A LA JUNGLA DEL ASFALTO- Capítulo 9º 




Sacando pecho ante mi alumno le dije muy serio, hablar con su jefe de compras y le entregué mi hermosa tarjeta que  ponía el nombre de mi empresa  y mi nombre debajo del cual figuraba , técnico comercial.. Cerró la puerta dejándonos en la calle con un frío que hacia esa mañana de tres pares de… Al cabo de un buen rato sale muy seria y me dice que su jefe dice estar servido.  Aquello culminó mi escasa paciencia. Le dije, oiga como sabe lo que le puedo suministrar su jefe, si en la tarjeta no pone mi actividad, y tal vez, yo tenga fundas para cuernos y su jefe precise de unos ejemplares. Dado mi tono de voz por ser hijo de un tenor del Liceo, se ve que el citado individuo lo oyó, y salió envalentonado, aunque se calmó al ver a mi discípulo de cerca de dos metros. Increpándome me dijo  que ha dicho Vd. , le contesté exactamente lo que le había dicho, y le añadí: Si Vd. No quiere atener a la gente que obliga a levantarse a las seis para estar aquí el primer martes de cada mes, ponga un letrero que diga ¨No me sale de los co.. recibir a nadie y yo no vendré, pero si no  me recibe sin haberlo puesto yo le digo lo que le he dicho. Así que como tarjeta final le diré que tengo solución a un defecto que tiene como fabricante y me ha dicho su vecino pero sin recibir a los vendedores de automatismos sus máquinas se irán quedando desfasadas. La historia es que aquel cliente con el tiempo me compraba pero me recibía su secretaria.

A los que hemos llegado a la edad en que nuestros padres nos mandan mensajes subliminales, como: si tuvieras un piso, aunque fuera pequeño, te podrías casar. En esas circunstancias a los que carecemos de dinero, carrera universitaria y hasta belleza, el Hacedor nos compensa con una imaginación que trabaja las 24 horas, pensando formas y modos de compensar esas deficiencias. Voy a relatar un caso de los muchos que  he tenido en la vida:
En la zona de Cornellá descubrí una fábrica importante de grifería, en la que existían varios hornos para fundir las piezas, así que pude ser recibido por su amable director y le propuse que nos comprara temporizadores que llevaban el termostato incorporado, de tal forma que podía regular una temperatura y al llegar al punto de consigna le desconectaba el horno. Me respondió con un ejemplo, llamó a su encargado, un señor ya de avanzada edad, y le preguntó: Antonio ¿Que temperatura tiene ese horno? El citado Antonio abrió el horno metió un dedo 3 segundos más o menos, y respondió: 850 grados. Entonces el encargado me pidió mi temporizador  lo acercó al sitio de contacto y señalaba 840 grados. Me dijo como comprenderá en un horno de fundición como estos 10 grados no es problema. Me fui hasta la puerta ho moralmente, pero nada más recibir el aire fresco de la calle, mi forma de compensar la falta de, dinero, carrera y belleza, se puso en marcha. Volví a entrar y me dirigí directamente al encargado. Le manifesté: Tiene vd. Un problema grave en la fábrica, el día que ese señor ya mayor se jubile o se ponga enfermo, no encontrará otro que se juegue su dedo, que por cierto ya vi que le faltaba un trozo en la punta. Así que ese día conseguí un pedido de 2 termómetros con temporizador.

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