RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL-
IV
Uno de los problemas para el
fomento del comercio en Guinea, fue que hasta muy entrado el siglo XX, no tenía
ni aeropuertos capaces de permitir el aterrizaje de los grandes aviones, así
como puertos en que pudiera atracar un mercante y descargar la mercancía con
una grúa, acarreando los bultos de la bodega al muelle directamente. Solo en el
puerto de Santa Isabel se podía anclar los barcos de popa y descargar el
material a las gabarras y de estas al puerto. Todo el traslado de
mercaderías era lento y caro. En este artículo publicado en
abril de 1909 en la revista La Guinea
Española , lo refleja.
IMPRESIONES DE VIAJE DEL PADRE MARCOS AJURIA
Partí de Santa Isabel por la
mañana del día 18 de marzo de 1909 con dirección a San Carlos, a bordo del
vaporcito << Annobón>>, a las seis y medía de la mañana. Hasta las
doce y media no llegamos a San Carlos, en donde dejó el barco pasajeros y
carga( En aquel entonces todavía no existía la carretera a San Carlos y la
única forma de enviar mercancía y personal, era por el mar). Aproveché las dos
horas disponibles para saltar a tierra y enterarme de las numerosas factorías
que se extienden a lo largo de la playa y las hermosas fincas de cacao que
radican en esa zona.
A las dos volví al vaporcito,
que levó anclas en dirección a Bata por el sur de la isla. Aquella noche nos
salió al encuentro un fuerte tornado, que hizo a la embarcación dar muchos
saltos. Largo se nos hizo el trayecto y aún temíamos no llegar a Bata aquel
día, según eran las pocas millas que navegaba el Annobón. Por fin a las cinco
de la tarde fondeamos en Bata, allí despedimos al sub-gobernador don Narciso
Aleñá, que iba en calidad de interino, al haber sido nombrado sug-bogernador de
Elobey don Manuel Martínez de Arenzana, que había estado anteriormente en Bata.
Esperemos consigan vencer todas las dificultades que les salgan al encuentro.
En Bata desembarcaron muchos
pasajeros que volvían a su tierra, cumplida su contrata en Fernando Póo (en
esos años los nativos de Guinea Continental era la principal mano de obra
agrícola de la isla de Fernando Pòo). Al ver las dificultades con que
tropezaban al desembarcar y al oír lo que otras veces pasa en Bata y en Elobey,
en parecidas circunstancias, me propuse llamar la atención de los agricultores
sobre el particular. Efectivamente cuando se trata de contratar trabajadores
para Fernando Pòo, buen cuidado tienen los encargados que no les falten medios
para embarcar, pero no sucede lo mismo, cuando cumplidos regresan a su país.
Pues una vez fondeado el barco, cuando se trata de marchar a tierra con sus
equipajes, a veces pierden todo el fruto de su trabajo, todo es estorbo y
dificultad, se les niega embarcación, y si por favor se les admite, en algunas
ocasiones con tan mala suerte que no pocas veces pierden de un golpe todas las
ganancias de Fernando Pòo, al volcar la embarcación. Incluso muchas veces al
llegar el vapor por la noche, vence resignados a pasar de cualquier manera la
noche, por estar lejos de sus pueblos, y si llegan a Elobey,( por estar su
poblado en la costa frente a la isla de Elobey, dado que de Bata a Kogo, por
ejemplo no hay una carretera o camino aceptable)a han de aguardar muchos días en dicha isla
hasta que sus paisanos se enteran de su llegada y acuden con cayucos a
recogerlos, gastando en dichos días, para comer, casi todo lo ganado.
Con estas contradicciones y
molestias se cansan y se desaniman para volver otra vez, y aun pintan muy
negras las cosas a sus compatriotas, con lo que se sigue un no pequeño
detrimento a la agricultura fernandina.
Poco antes de salir nosotros,
llegó el vapor inglés Bakana, que en solo dos horas descargó más bultos que
nosotros en quince, debido a los medios de que disponía para hacer pronto las
operaciones de carga y descarga. Todos lamentaban lo atrasados que estamos en
todo esto, cuando ingleses y alemanes se hallan bien dispuestos, y que sus
barcos que tocan en nuestros puertos, tan pronto fondean echan al agua una
lancha de vapor y varias balleneras que una vez cargadas son remolcadas por
aquella hasta la playa. Más aún, mientras las citadas balleneras son
descargadas en la playa, caso de no disponerse de muelle, ni de grúa, vuelve la
lancha al barco para remolcar otras que se encuentran cargadas, y así
sucesivamente, con lo cual el barco descarga y carga satisfactoriamente para
todos.
De este servicio deberían
disponer nuestros barcos interinsulares, aunque por ello hubieran de percibir
más de los cargadores, que con gusto lo harían.
Sería preciso ponerse de
acuerdo todo el mundo y que sin trabas fueran fáciles en prestarse a los
braceros y embarcaciones, perfectamente avenidos en las operaciones de carga y
descarga. De una u otra manera se han de arreglar estos asuntos de vital
interés, si no queremos continuar viendo el triste espectáculo que se van a
pique mercancías que se mojan y deterioran, cayucos que dan vuelcos y vapores
que pierden días y noches, retrasando el itinerario.
Fernando el Africano
( extraído de la Revista la Guinea Española
de 10.04.1909, escrito por el padre Marcos Ajuria que era el director de la
revista)
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