viernes, 21 de octubre de 2011

RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL-IV


RETROSPECTIVAS DE LA GUINEA CONTINENTAL- IV

Uno de los problemas para el fomento del comercio en Guinea, fue que hasta muy entrado el siglo XX, no tenía ni aeropuertos capaces de permitir el aterrizaje de los grandes aviones, así como puertos en que pudiera atracar un mercante y descargar la mercancía con una grúa, acarreando los bultos de la bodega al muelle directamente. Solo en el puerto de Santa Isabel se podía anclar los barcos de popa y descargar el material a las gabarras y de estas al puerto. Todo el traslado de mercaderías  era  lento y caro. En este artículo publicado en abril de 1909 en la revista La Guinea Española, lo refleja.

 IMPRESIONES DE VIAJE DEL PADRE MARCOS AJURIA

Partí de Santa Isabel por la mañana del día 18 de marzo de 1909 con dirección a San Carlos, a bordo del vaporcito << Annobón>>, a las seis y medía de la mañana. Hasta las doce y media no llegamos a San Carlos, en donde dejó el barco pasajeros y carga( En aquel entonces todavía no existía la carretera a San Carlos y la única forma de enviar mercancía y personal, era por el mar). Aproveché las dos horas disponibles para saltar a tierra y enterarme de las numerosas factorías que se extienden a lo largo de la playa y las hermosas fincas de cacao que radican en esa zona.
A las dos volví al vaporcito, que levó anclas en dirección a Bata por el sur de la isla. Aquella noche nos salió al encuentro un fuerte tornado, que hizo a la embarcación dar muchos saltos. Largo se nos hizo el trayecto y aún temíamos no llegar a Bata aquel día, según eran las pocas millas que navegaba el Annobón. Por fin a las cinco de la tarde fondeamos en Bata, allí despedimos al sub-gobernador don Narciso Aleñá, que iba en calidad de interino, al haber sido nombrado sug-bogernador de Elobey don Manuel Martínez de Arenzana, que había estado anteriormente en Bata. Esperemos consigan vencer todas las dificultades que les salgan al encuentro.
En Bata desembarcaron muchos pasajeros que volvían a su tierra, cumplida su contrata en Fernando Póo (en esos años los nativos de Guinea Continental era la principal mano de obra agrícola de la isla de Fernando Pòo). Al ver las dificultades con que tropezaban al desembarcar y al oír lo que otras veces pasa en Bata y en Elobey, en parecidas circunstancias, me propuse llamar la atención de los agricultores sobre el particular. Efectivamente cuando se trata de contratar trabajadores para Fernando Pòo, buen cuidado tienen los encargados que no les falten medios para embarcar, pero no sucede lo mismo, cuando cumplidos regresan a su país. Pues una vez fondeado el barco, cuando se trata de marchar a tierra con sus equipajes, a veces pierden todo el fruto de su trabajo, todo es estorbo y dificultad, se les niega embarcación, y si por favor se les admite, en algunas ocasiones con tan mala suerte que no pocas veces pierden de un golpe todas las ganancias de Fernando Pòo, al volcar la embarcación. Incluso muchas veces al llegar el vapor por la noche, vence resignados a pasar de cualquier manera la noche, por estar lejos de sus pueblos, y si llegan a Elobey,( por estar su poblado en la costa frente a la isla de Elobey, dado que de Bata a Kogo, por ejemplo no hay una carretera o camino aceptable)a  han de aguardar muchos días en dicha isla hasta que sus paisanos se enteran de su llegada y acuden con cayucos a recogerlos, gastando en dichos días, para comer, casi todo lo ganado.
Con estas contradicciones y molestias se cansan y se desaniman para volver otra vez, y aun pintan muy negras las cosas a sus compatriotas, con lo que se sigue un no pequeño detrimento a la agricultura fernandina.

Poco antes de salir nosotros, llegó el vapor inglés Bakana, que en solo dos horas descargó más bultos que nosotros en quince, debido a los medios de que disponía para hacer pronto las operaciones de carga y descarga. Todos lamentaban lo atrasados que estamos en todo esto, cuando ingleses y alemanes se hallan bien dispuestos, y que sus barcos que tocan en nuestros puertos, tan pronto fondean echan al agua una lancha de vapor y varias balleneras que una vez cargadas son remolcadas por aquella hasta la playa. Más aún, mientras las citadas balleneras son descargadas en la playa, caso de no disponerse de muelle, ni de grúa, vuelve la lancha al barco para remolcar otras que se encuentran cargadas, y así sucesivamente, con lo cual el barco descarga y carga satisfactoriamente para todos.
De este servicio deberían disponer nuestros barcos interinsulares, aunque por ello hubieran de percibir más de los cargadores, que con gusto lo harían.
Sería preciso ponerse de acuerdo todo el mundo y que sin trabas fueran fáciles en prestarse a los braceros y embarcaciones, perfectamente avenidos en las operaciones de carga y descarga. De una u otra manera se han de arreglar estos asuntos de vital interés, si no queremos continuar viendo el triste espectáculo que se van a pique mercancías que se mojan y deterioran, cayucos que dan vuelcos y vapores que pierden días y noches, retrasando el itinerario.   

Fernando el Africano

( extraído de la Revista la Guinea Española de 10.04.1909, escrito por el padre Marcos Ajuria que era el director de la revista) 

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