lunes, 10 de septiembre de 2012

LA ISLA DE FERNANDO POO (1891) 7 Y ÚLTIMO CAPÍTULO

                            

                                   LA ISLA DE FERNANDO POO (1891) CAPÍTULO 7 Y ÚLTIMO



Día 26.-- Al amanecer seguí ascendiendo hasta la altura de 450 metros. Chozas grandes, con mucha gente, me anunciaron el pueblo de Banibá: entre los indígenas noté que predominaban los jóvenes adultos y armados con escopetas. Un hombre de regular estatura y fornido, llegó a los diez minutos, se llamaba Eboco, y le esperaban para aprender prácticas de guerra.

Después de beber topé y repartir tabaco en nombre de nuestra patria, salí con un guía que nos acompañó hasta el río Ebuchú, límite natural del levantisco y numeroso territorio de Bani, pues además de los pueblos enumerados, abarca los de Balobete, Babichó, y Basupú.

En este río, unas mujeres que se quitaban la capa de la pintura roja, con que al igual que los hombres se cubrían el cuerpo, se escondieron a nuestra llegada.

En territorio de Batete, y dejando a la derecha el pueblo de Bayla, que efecto de sus contiendas con Banibá le ha cedido palmeras y terrenos para plantaciones, fuimos descendiendo, pasando por Rebola, el de más habitantes de la isla y residencia de Bebichupó, jefe principal. Desde este pueblo y por una senda bubi bien trazada, cambiamos de dirección (O) describiendo una curva y entrando en la costa N. A la hora distinguíamos Basupú y la plantación de Margarita, en la que se cría ganado vacuno, y un poco más adelante, Basilé y las casitas blancas del Gobierno y de la Compañía Trasatlántica. Vadeando el río Gándara, se observa que el bosque se tala de prisa, son los cubanos que piensan cultivar cacao. También en esta zona posee Jeremías Barleycorn otra plantación. Pasamos enseguida los ríos Campillo y San Nicolás, sobre troncos de palmeras a guisa de puentes, obra de la iniciativa particular, y por último, el Cónsul que circuye por la ciudad. Lo vadeamos con agua hasta la rodilla y saltando de piedra en piedra.

Esta jornada, que se considera propia de bubis, nos costó ocho horas de marcha.

El declive del terreno es apenas perceptible: los krumanes de las plantaciones del N. y NE, los indígenas que trabajan en las suyas y que salían a nuestro paso ofreciéndonos topé, y los que iban y venían a la capital, la hicieron agradable y animada en la última parte del trayecto. Únicamente me mortificó el sol.

Desde la terminación de estos viajes hasta el 5 de mayo, en que emprendí mi vuelta a la Península, puede visitar las plantaciones de la Compañía Trasatlántica, las de Benson, Rogozinski ( hermano del explorador) , Lolin , don Jerónimo Lopés Roca y trabajos preparatorios para obras de importancia, todas próximas a Santa Isabel. Busqué además antecedentes en los archivos, y consulté la opinión a personas que por sus cargos oficiales o residencia en la Colonia pudieran servir para ilustrar y comprobar mis juicios.

Fundado, pues en lo expuesto, me permito rectificar errores, que considero perjudiciales al desarrollo de tan importante Colonia, y al conocimiento de sus habitantes y costumbres que debe tener nuestra nación.



                                                 MI COMENTARIO FINAL



Aprovechó bien el tiempo el señor Valero, que se confirmó la necesidad de trabajadores que ha tenido la Isla hasta su Independencia.

Destaca que dado el beneficio que daba el cacao, todos se convertían en empresarios agricultores, tanto los cubanos que trajeron como libertos desde Cuba, así como los krumanes y sierra- leonas que habían llegado de braceros. Los españoles como la Companía Trasatlátncia, vieron que era mejor negocio el cacao que el transporte marítimo, pese a que su carencia dificultaba el desarrollo de la Colonia.



                                          Barcelona a 10 de Septiembre de 2012





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