martes, 30 de octubre de 2012

FERNANDO EL AFRICANO CAPÍTULO 59







                                                               
                                                          Aquí en escena con Carmiña Izquierdo





                                                       EL TEATRO


Como no tenía bastante lío con el baloncesto y otros inventos, dadas nuestras inquietudes intelectuales, empezamos a hacer funciones teatrales, en principio bajo la tutela del padre Pérez, que había escrito la Pasión del Señor en verso. La presentábamos en el campo de fútbol, con escenarios múltiples al aire libre que cambiando los focos de iluminación se iban mutando; por cierto, en la primera representación, trabajó mi padre, mis dos hermanos, mi prima Magda y yo. Resumiendo, que en el programa de mano, nuestra familia se notaba. Dado el auge que tuvo el asunto, la asistencia masiva de público, y lo bien que lo pasábamos, decidimos darle carácter permanente, fundando la llamada ATAG (Agrupación Teatral de Guinea). No sólo hacíamos teatro, sino también festivales benéficos, entre ellos uno para los damnificados por el pantano de Ribadelago. También hacíamos lecturas de libros y obras prohibidas, en las que las invitaciones se analizaban con lupa, aunque alguna vez que apareció algún sospechoso, lo sustituimos por versos de Bequer, o Machado que para estos casos lo teníamos preparado. La ventaja es que en esas tierras nos conocíamos tanto, que hasta podíamos decir de que color eran los calzoncillos de los asistentes y el que no los llevaba, que se daba ese caso igualmente.

Un amigo chapista Berrueco nos construyó un escenario portátil, que se montaba con tubos, y nos dejaban un local, habitualmente el cine Jardín. Lo teníamos que levantar en una noche, y después de la función desmontarlo, lo que se lograba gracias a quedarse hasta altas horas de la madrugada trabajando; era una paliza y encima nos costaba dinero al principio. En aquel entonces en España los decorados eran de cartón pintado, con lo que se notaba las arrugas que se producían al secarse la pintura por la contracción y dilatación, nuestros decorados pintados sobre bastidores de tela eran una maravilla; el amigo Roura era tan bueno, que luego fue uno de los más cotizados en España cuando volvió, especialmente en los stands de la Feria de Barcelona; ahora actúa como arquitecto decorador en Venezuela.

Tuvo tanto auge el arte de Talía, que el alcalde de Santa Isabel, un fernandino de color, don Wilwardo Jones, nos cedió un local de su propiedad gratuitamente, donde montamos un teatro permanente. No sólo actuábamos nosotros, sino que trajimos figuras importantes de la poesía y teatro de España, como Enrique Guitart, Federico Muelas, etc. De nuestro cuadro de actores, muchos cuando se vinieron de aquellas tierras, se incorporaron al ”teatro aficionado” en España con notable éxito.

Aparte de la calidad de teatro representado, también se convirtieron los ensayos en una agencia matrimonial. La salsa del ganado femenino y el material masculino era lo mejor del mercado, y el roce engendra cariño; creo que de tantos matrimonios que fructificaron en nuestras bambalinas, me tenían que haber dado comisión a mí como secretario de la Agrupación. No reclamé nunca ese derecho por si alguno salía mal, no fuera a ser que me reclamaran daños y perjuicios.







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