sábado, 11 de julio de 2020

UN SALVAJE VUELVE A LA JUNGLA- 1





UN SALVAJE VUELVE A LA JUNGLA  DEL ASFALTO




La llegada a Barcelona, en aquel mes de junio de 1964, era un desafío a la lógica propia de una persona como yo de color blanco por fuera, pero salvaje por dentro.

Tenía treinta y dos años, de los cuales 22 largos veranos los había pasado en Guinea. Mis conocimientos laborales consistían en un hablar muy bien el pichinglis, que era la lengua utilizada por los ochocientos trabajadores nigerianos a mi cargo, y que entendía de administración de fincas de cacao y café. Desde luego veía algo difícil convencer a los agricultores españoles que plantaran café y cacao y máxime que hablaran pichinglis, pero mi temerario ímpetu no encontraba en ello dificultad.

Dejar aquellas tierras donde me conocía todo el mundo, en las que la empresa me pagaba la casa, el servicio doméstico, gozaba de coche deportivo y moto BMW, en que estaba en la élite del deporte local y mis energías me permitían  tener algunas aventuras secretas, no fue decisión fácil pero si lógica.

La política llegaba a mi puerta: era amigo de los futuros dirigentes guineanos, notaba las luchas que se avecinaban, los odios adormecidos, la posible justificación de venganzas para lograr el poder y el exterminio del contrario, por lo que se podía prever que tarde o temprano me vería envuelto en aquella vorágine en que no solo peligraba mi vida laboral, sino mi físico, así que me volvía a esa tierra desconocida para mí, llamada España, o me convertía en mondongo.

Mis padres ya jubilados me  esperaban en el muelle de Barcelona, donde el  vapor Dómine  saludó su llegada con su sirena ronca de barítono . Puesta la escalera, nos debíamos poner en fila para pasar los complicados trámites de Aduanas, como si uno viniera de un país extranjero: pasaporte, control sanitario, registro exhaustivo de maletas, creo que hasta preguntaban el motivo de llevar slips en vez de calzoncillos. Carga de maletas a un taxi y  viaje a la calle Pacífico, cerca de la Meridiana, donde mis padres con cierta ayuda mía se habían comprado un modesto piso que estaban pagado-. Mi padre con su voz de tenor (había sido tenor en El Liceo 14 años) algo temblorosa por la emoción y mi madre tan dinámica como siempre, ya me iba preparando mi vida laboral por el camino., que si mañana vienen unos amigos que precisan un dependiente, que podríamos montar una tienda de confección con los ahorros que tengas, o lo que yo pensaba, que consistía en buscarme una licencia de taxi para lo que en los últimos tiempos en Guinea, me había sacado el carnet de primera especial.

1 comentario:

maria dijo...

Mira, yo también volví el 64.