UN SALVAJE VUELVE A LA JUNGLA DEL ASFALTO. 7ª parte
Como no solo del trabajo se
alimenta el espíritu, un amigo de mis padres de la infancia y que curiosamente
habían coincidido igualmente en Guinea, trabajaba en la Editorial Bruguera y me
propuso entrenar al equipo femenino, así que un par de días por semana subía a
Vallcarca a entrenar al equipo femenino, y los sábados o domingos, teníamos los
partidos de la Liga OAR. En cierta ocasión viajando en el metro cerca de la
estación de Leseps me llamó la atención dos chicas jóvenes y muy altas que
parecían gemelas, con mi timidez habitual me dirigí a ellas y las convencí para
hacer una prueba de baloncesto. Costó bastante ya que parece ser que solo de
pequeñas alguna vez habían jugado pero no se les daba bien. Puedo asegurar que
al cabo de unos meses de jugar con nuestro equipo, eran figuras destacadas del
mismo. Las mujeres siempre se me han dado como hongos hasta llegar a la parte
que me interesaba de ella, en ese caso los hongos se han marchitado.
Ya llevaba un año en la
empresa y con ese siete por ciento de comisión, empezaba a tener unos ingresos
interesantes que en muchos casos, según parece, eran superiores a los ingresos
de mi “amigo”. Así que me vendieron la idea de darme de alta en la empresa, con
un sueldo de seis mil pesetas y bajarme la comisión al 3%. Era en cierta manera mermarse los ingresos pero me vendieron
la idea, que era mucho más seguro y de esa forma pasaba a formar parte de
verdad en la Empresa., así que acepté.
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