sábado, 20 de octubre de 2012

FERNANDO EL AFRICANO CAPÍTULO 49

                                              
                                                                               

                                                            LAS CUEVAS SAGRADAS




El origen volcánico de la isla, hace que su suelo esté constituido por lava, antracita y minerales ferruginosos, por eso las arenas de sus playas son negras en la casi totalidad, abundando los manantiales de aguas gaseosas de propiedades excelentes. Tal vez debido a la consistencia de la roca, existen numerosas cuevas abiertas en las montañas, algunas de las cuales no se han podido explorar en toda su extensión, y muchas son lugar sagrado donde los sacerdotes de las creencias bubis, ofician, guardan y veneran a sus dioses. Tales como la de Balachá, Riasaká, Rebola o en el monte de Moeri donde se venera a Laja gran espíritu de las aguas, tal vez por tener los lagos muy cerca y el origen de numerosos arroyos en sus proximidades. La vegetación exuberante oculta en la mayoría de casos la entrada a esas cavernas y en muchos casos su desconocimiento. Muchas de ellas sirvieron para ocultarse en los tiempos de la esclavitud o en posibles enfrentamientos tanto entre otros pueblos bubis, como con los europeos que desembarcaban en sus costas.

Mi padre trabajaba en Sice, compañía del grupo Tabacos de Filipinas. A otra empresa del grupo Inasa, el Gobierno le había concedido unas tierras con el fin de iniciar plantaciones de otros productos en la Isla, en teoría uno de ellos el tabaco. Dado que los dos expertos que enviaron no conocían el territorio y no hablaban piching, al estar yo en periodo de vacaciones escolares me propusieron hacer de intérprete. Así que un día de Julio a las seis de la mañana emprendimos en un camión Chevrolet el camino rumbo a Moeri, donde pensaban hacer unos ensayos de plantación. El camión iba equipado en su carrocería con un toldo, en el que se colocaron numerosas plantas de vivero, palas y otros elementos para las labores a efectuar y los dos braceros nigerianos que se iban a quedar en el poblado, Nelson y Udo. El poblado de Moeri está situado sobre unos setecientos metros de altura cerca de una planicie en la zona de Boloko occidental, dice el padre Pujadas en su libro La Iglesia en Fernando Poo, que en las cercanías del lugar sirviendo de acopio para sus habitantes, corre el río Pabacha imitador del Guadiana, ya que se esconde durante medio kilómetro y vuelve a aparecer con mayor fogosidad alimentado de un manantial cercano. Casi todos los nombres de poblados bubis tienen un significado que está asociado a algún concepto concreto del poblado, en el caso de Moeri esa palabra en bubi se puede traducir como hormiga grande, y le viene de una hormiga de color rojo que levanta sus termiteros en esas laderas.

Hacía dos días que no paraba de llover y nos hubiera tenido más a cuenta una barca que un camión. Creo que Tom el conductor se guiaba más por instinto que por ver la carretera, tanto es así que al llegar al cruce para Musola nos lo pasamos y tuvimos que volver al darnos cuenta del error. Las siete y media de la mañana nos tocaron en el parador de Musola, donde hicimos una parada para tomar un café con leche bien caliente, ya que la lluvia y la niebla daban una sensación de frío intensa, la humedad era tal que si nos hubieran escurrido los huesos habríamos llenado un cubo de agua. Los dos expertos de la futura empresa Inasa así como Tom, se engulleron una soberana copa de coñac, y nunca mejor dicho, ya que era de la marca Soberano.

Reconfortados emprendimos el viaje hacia el poblado de Moeri, por un camino forestal que más bien parecía una exposición de barros, a la media hora de camino el vehículo quedó atascado en el llamado poto-poto, y pese a la lluvia tuvimos que bajar todos, y nos dedicamos a cortar todas las ramas de la vegetación que nos envolvía, e irlas colocando bajo las ruedas del Chevrolet para facilitarle un camino donde proseguir su marcha, pese a la altura unos mil metros, no solo el agua empapaba nuestras camisas el sudor hacía acto de presencia. Por fin tras un último empujón al grito de ya, las ruedas dejaron de patinar y cumplieron su labor de desplazar aquel conjunto férreo. Nuestras negras botas quedaron con un tinte perfecto medio verde medio marrón. El camino transcurría entre helechos arborescentes, apocyanaceas con sus flores blancas brillantes, arbustos trepadores cuyas ramas están cubiertas de una especie de algodón verdoso, y mucho jen- jen que se estaba poniendo las botas picándonos. Dos horas nos llevó hacer un trayecto tal vez de unos diez kilómetros. Al llegar al poblado, la única calle del mismo aparecía desierta y un perro nos dio la bienvenida con sus ladridos y la persecución del camión, como si quisiera morderle los tobillos en forma de neumáticos.

Los ladridos del perro y el coro formado por otros engendros de perros que se unieron a la bienvenida para saludarnos, despertó a los habitantes de Moeri, tanto ladrido no nos dejaban entender el saludo del jefe del poblado y parte de sus habitantes que festejaban aquel acontecimiento de la llegada de un camión a su besé. Mientras uno de los expertos iniciaba las negociaciones con el jefe del poblado para proveer de una casa a los dos braceros nigerianos, y llegar a un acuerdo económico, tuve la alegría de saludar a Andrés Tobé, un joven de mi edad, que estaba interno en el Colegio de los misioneros en Santa Isabel y que era natural del poblado. Deseaba por mi parte hacer una excursión por las cercanías del poblado y la climatología hizo honores a mi llegada cambiando las nubes negras y la copiosa lluvia por un sol luciendo moderadamente, ya que en esa zona es difícil que luzca todo su esplendor.

Tras comentarlo con el señor Labarta encargado de las pruebas del terreno, accedió a que me fuera con Andrés. Así que pertrechados con un buen bocadillo de salchichón nos encaminamos a una colina cercana. Los arbustos y los helechos iban mojando nuestros zapatos y nuestras piernas, pero seguía tras mi compañero intrigado hacía donde me llevaba, pues me prometió una sorpresa que no había podido revelar en presencia de otras personas. Cuando estaba un poco cansado de tanta vegetación y tanto misterio, llegamos ante un hermoso ficus lleno de racimos de frutos rojos que contrastaban con una trepadora de flores blancas enzarzadas en sus ramas, Andrés se detuvo y miró a su alrededor como temeroso, en ese momento me invitó a seguirle y con gran sorpresa mía aquel conjunto ornamental natural, ocultaba una entrada por donde nos introducimos a una cueva que en su primera sala recibía suficiente luz para que en la penumbra pudiera observarse la constancia de haber sido visitada anteriormente, vasijas, un caldero sobre una especie de trébede unos estantes excavados en la tierra y muchas hierbas secas desordenadas sobre los mismos, algunos huesos presumo de animales, una cráneo de un pájaro con un pico pronunciado propio de un depredador, posiblemente de un águila, y dos cráneos mayores de algún mono, tal vez pertenecientes a la especie colubus satanas. Todo ello pude ir apreciando los detalles a medida que Andrés lo iluminaba con una linterna de la que se había equipado. Me contó mi amigo que su tío José era el sacerdote de la zona que tenía encomendada la ofrenda al díos Laja, y que lo estaba a él preparando para ocupar su lugar. En la marmita cocinaba hierbas con las que curaba enfermedades, preparaba brebajes para aliviar dolores o conseguir deseos. Aunque a la caverna en ciertas ocasiones se permitía la visita para una entrevista con el fin de exponer los deseos al mediador, era la primera vez que él, se permitía traer a una persona sin permiso de su protector. Con la linterna fuimos avanzado por una galería recta y amplia hasta que de repente oímos unos silbidos en diversos tonos e intervalos, observé a mi amigo como paralizado, y volviendo hacía atrás me contó que esa era la forma de expresarse de los espíritus y de Laja, y que le advertían que saliera de la cueva, en lo poco que pudo comprender, ya que su tío todavía no había terminado de enseñarle el lenguaje de silbidos que durante siglos había sido la forma de comunicarse en esa región. Al escuchar sus explicaciones, yo que había entrado temeroso salí aterrado y con el paso más vivo que pude evitando el tropezar en aquel suelo tan pedregoso.

Cuando llegamos a la salida me hizo prometer, que no le contaría a nadie esa aventura, para evitar el castigo de su tío y tal vez el repudio del poblado por haber dejado entrar a un blanco en su cueva, sellamos el compromiso con un fuerte abrazo.

Al llegar al poblado nos estaba esperando el señor Labarta con deseos de volverse a Santa Isabel pero antes me pidió que hablara con los nigerianos por si les cabía alguna duda de su cometido y explicaciones, aclaradas estas especialmente de contenido técnico de riego, profundidad de colocar los esquejes, aunque a los dos nigerianos lo que les preocupaba más era saber el tiempo que tenían que estar en aquel poblado, quién y cuando les iban a pagar, se les comentó que cada quince días subirían a revisar su trabajo y traer alimentos. Aclaradas las últimas dudas y comentarios, nos despedimos de el jefe del poblado a quien además de algún dinero se le regalaron unos cartones de cigarrillos Camel y un par de botellas de Veterano que es lo que más apreció.

Tom puso en marcha el camión que con una especie de rugido parecía le daba el adiós a la gente del poblado, y ya con nula visibilidad al haberse extendido la niebla sobre la zona, emprendimos el viaje de vuelta, cada uno contento por haber conseguido su objetivo, los de Tabacos de Filipinas por iniciar las pruebas para la plantación de tabaco en la Isla, y yo por haber conocido algo misterioso en mi deseo de ir aprendiendo de este pueblo bubi.


                                                          RELIGIÓN Y MITOS


La religión bubi, impregnada de fetichismo, tiene curiosamente muchas similitudes con la cristiana. Un dios supremo llamado Rupé, que significa Gran Espíritu, en la zona norte de la Isla, y Potó en la zona sur; su morada es el Rijata, existiendo igualmente el paraíso, purgatorio e infierno, con algunas variantes, por ejemplo en el paraíso nada más vive Dios y los ángeles, aunque a éstos se les permite vivir en algún sitio importante de la tierra, por ejemplo, al gran Chiba en el pico de Santa Isabel. El alma o espíritu es el Morimó, y si es el alma de una tribu o se utiliza en plural se llama baribó.

Antiguamente en los poblados relevantes se conservaba un fuego permanentemente encendido en honor de Rupé, y para ahuyentar al demonio Bajula abé, aunque es lógico que en los pueblos primitivos se conservara un fuego como garantía de poderlo utilizar, dada la dificultad de generar ese fuego, especialmente en los países húmedos como Guinea, que a la par esa llama podía ayudar a ahuyentar a los animales peligrosos. Este fuego lo alimentaba el gran sacerdote Abba. El espíritu bueno se llama Bujala bebé. En la mayoría de “Casas de la Palabra” todavía está el fuego por las tardes y noches, para ahuyentar al Bajula abé y a los mosquitos, a veces más molestos que el demonio.

Los espíritus malos no tienen nombre en bubi, pero al hablar de ellos para que no se irriten se les da el nombre de moé, que significa fuerza. Se sabe que el rey de Moka llamado Mokata, que en vida fue perverso y no respetó las tradiciones, después de muerto siguió haciendo de las suyas matando a todos los enemigos que no pudo eliminar en vida, hasta que su sucesor llamando a su espíritu, le dijo < si sigues matando yo abandonaré la jefatura y el linaje> y Mokata le contestó – Desde ahora ya no haré daño a nadie-, y desde aquel instante se convirtió en un espíritu bueno- mmo-muemue. Esta anécdota como la mayoría de datos sobre tradiciones religiosas están extraídas de la mejor fuente que es el libro de A. Martín Molino, Los Bubis Ritos y Creencias

La  enfermedad y la muerte se atribuyen a los malos espíritus. En Bocoricho un joven llamado Sobole cayó en las redes seductoras de Mejeco esposa del jefe Tobori. Castigada esta por los espíritus, cayó enferma pero antes de morir confesó su adulterio. Sobole antes de ser capturado se ahorcó, pero los espíritus de la pareja, castigaron al poblado hasta dejar el mismo reducido a una docena de hombres.

Para evitar estas cosas, el marketing ha creado el ahuyentador de los malos espíritus, que provisto de una campanita de madera la agita con fuerza sobre la cabeza del poseso, y hace huir al malo.

Personaje importante es el hechicero que tiene varias recetas para el bien y para el mal, que puede actuar a nuestro favor, dependiendo de que le paguemos o considere conveniente actuar a nuestro favor. Todo ello lo hará con muchos ritos, palabras y parafernalia en general, y con la flema de este pueblo lo que puede prolongarse horas y horas, y en función de ese tiempo sus honorarios se incrementarán. No es que pongan un precio concreto, pero nuestra conciencia deberá entender que le debemos pagar más, de otra forma, sus conjuros se pueden torcer. Por ejemplo

Ekohé : Preparación de comida o bebida que activa el odio o el mal hacia una persona, siendo necesario que esta, tome o beba de la misma.

Bojinho : Amuletos y uso de objetos maléficos, lo ideal son objetos de la persona que deseamos el mal y que se entierran pronunciando palabras como < Entierro tus cabellos como te enterraré a ti > Algo parecido al vudú que todo el mundo conoce.

Dobooboku : Es una forma que cuando la persona odiada vaya a cierto lugar, tropiece, se caiga o le pique una serpiente, en otras palabras contaminar de malos efluvios la zona por donde va a pasar nuestro enemigo.

Algo que no le gusta al pueblo bubi, es la costumbre que se ha introducido con la compra de maleficios y objetos extraños que han importado las extensas colonias de extranjeros que se han aposentado en la Isla. Ya que el pueblo bubi cuando una familia llegaba al odio especialmente entre marido y mujer, esta acudía a los venenos muy conocidos como el biokolowé, un hongo venenoso la planta de lowi cuya raíz era mortal, o el jugo del cienpies llamado esokola.

Decía el gobernador Bonelli, que unas espinas envenenadas en el suelo cercano a la casa, era una forma fácil ya que al ir descalzos podían pincharse en un día mil veces. Por cierto si uno observa la planta del pie, de un africano que habitualmente no utilice zapatos, verá que tiene casi un centímetro de callosidad, de tal forma que aún clavándose una pequeña púa, no le produce herida, si nota la presión de esta sobre la zona sensible, pero entonces se la quita y siga caminando, habiendo eliminado toda molestia.

La malanga o el ñame es el fruto que tiene que cuidar la mujer bubi por mandato de su religión y por ello es la base de su alimentación. Normalmente se hace como harina, se condimenta en forma de puré muy espeso, se hacen bolas, mojándolas en un plato común, donde hay depositada una salsa de aceite de palma y picante. Es tan importante el ñame que además de existir una fiesta anual para celebrar su cosecha, el primer ñame lo tenía que plantar el gran sacerdote en la fecha que le indicaba el rey, y a partir de ahí, los demás estaban autorizados a efectuar esa labor en sus huertas. La leyenda dice que antes de la primera plantación el emisario del Abba, bajaba a la playa de Concepción, donde del mar salía una mano que le daba la semilla del primer ñame a plantar. De ello se puede pensar que los primeros ñames a la Isla, vinieron traídos por las primeras migraciones, de ahí esos mitos.

El muuelo, es el daño que se produce por faltar a las leyes o prohibiciones de los bubis, por ejemplo en Moka no comen venado debido a que un hombre fue castigado a errar por el monte, y se transformó en venado, por lo que no pueden comerse a un “ hermano”, aunque en realidad si se incumple la norma al ser esta, pecado venial, el castigo será leve por ejemplo algo de fiebre u otra enfermedad pasajera. Esta leyenda del venado es muy parecida a la del cerdo en la religión islámica.

El molaka es un objeto físico o invisible que es maléfico, y por lo tanto habrá que extraerlo del cuerpo, por algún ritual bien de palabra o de acto.

Para sus creencias, no es lo mismo lo que llamamos nosotros sacerdote, precisa además del conocimiento del ceremonial así como la fe en sus actos, estar dotado de poderes especiales, se le denomina a veces con el nombre del mismo linaje Abba, Buale etc. Pero en general botéribo, aunque tiene muchos más nombres (bojiammó, bolaribó), normalmente es hijo de quien tuvo poderes en la zona, habiéndolos heredado del fundador del linaje en una ceremonia, en que se le entrega el taburete sagrado –eupá-. Existe la sacerdotisa que puede ser esposa u otra persona pero es quien encarna el clan. Otros signos destacados es una tiara en forma de remo que indica quien conduce la vida espiritual del pueblo y una campanilla de madera para ahuyentar a los malos espíritus. Normalmente se le bañaba en agua de mar para purificarlo, pero no debía ir nunca más a la playa, ya que su labor era más importante que un simple pescador. Esta prohibición es posible esté basada en la protección del personaje, de esta forma no peligraba el ser capturado como esclavo en las playas de la Isla, ya que si sucediera esto se exponían en el poblado a perder parte del legado de sus tradiciones que guardaba el sacerdote en su memoria.

No hay comentarios: