CEREMONIAS
FUNERARIAS POR UN JEFE BUBI
Cuando muere
un botuku se despachan veloces correos con el fin que todos los poblados
cercanos acudan a la ceremonia del entierro. Los jefes vecinos acudirán
provistos de sendas cabras como regalo al alma del difunto.
Se procederá
a excavar la sepultura, que consiste en dos hoyos circulares de un metro de
diámetro y unos tres de profundidad donde se colocará el cadáver en la posición
de sentado.
Sus mujeres
lo lavan y pintan el cuerpo con la pomada ndola, ponen en su cabeza el sombrero
de gala y le hacen empuñar en su mano derecha el bastón de mando, lo adornan
con su collar, pulseras, cinturones colgantes de pequeñas cuentas de chibo y le
sientan en un taburete, donde le harán permanecer erguido apoyando la espalda
en la pared de la choza real. Se encienden dos hogueras de leña verde, que al
arder produce mucho humo y que así aleja a los mosquitos molestos y evita que
el cuerpo se descomponga con demasiada rapidez. Una vez colocado desfilan por
delante de él los habitantes del poblado. Pasadas de seis a doce horas se
juntan en la choza todos los ancianos del poblado y el mayor puesto frente al cadáver, le llama a grandes voces
por su propio nombre, para cerciorarse que si está bien muerto. Después
degüellan varias cabras, con cuya sangre lavan el cadáver. Lo sacan de la casa
haciendo un agujero en la pared y nunca por la puerta, y lo cargan siempre
sentado en su taburete, a hombros y poniéndole en unas parihuelas construidas
con troncos de helecho y cubierta de pieles. Los portadores emprenden la marcha
rápida por el camino abierto a este objeto, aunque algunas veces durante el
trayecto se separan de él, y siguen pistas falsas, todo ello con objeto de
despistar al alma del difunto y no pueda encontrar el camino de vuelta, ya que
a veces su espíritu queda cercano al poblado e incordia a sus familiares con la
sana intención de aconsejarlos.
Existía la
creencia entre los bubis de que si una mujer adúltera entraba en el cementerio
de los jefes siendo culpable moriría sin remedio, y por este sistema pretendían
averiguar los bubis el adulterio de sus mujeres, si éstas no se atrevían a
seguir la procesión las castigaban seguidamente por adúlteras.
Llegados al
lugar de la sepultura, colocan en el fondo de la sepultura algunos sacos de
arroz, supongo para que tenga comida en su viaje al más allá, bajan el cadáver
sentado y plantando entre sus piernas un arbolillo sagrado el Iko. Degüella el bojiammó más cabras derramando
sobre el difunto su sangre.
En los
poblados del sur de la isla, en vez de sentarlo en un taburete o silla lo
efectuaban en un pequeño cayuco , para que pudiera navegar hacia el otro mundo.
Luego se cubre todo de tierra y se inician las ceremonias de duelo, que podían
durar un mes. Durante ese periodo se hace inventario de los bienes del difunto,
ya que el inmueble pasa a propiedad del jefe sucesor. Al atardecer se entonan himnos en su honor,
relatando la vida y los hechos heroicos del finado, haciendo mención de su poderío,
se supone que en función de la cantidad de aguardiente (topé) mejores serán sus
hazañas. Como ceremonia final se celebra la quema total del poblado del jefe
fallecido, viéndose sus habitantes obligados a trasladarse a otro lugar.( si
así fuera, que poco valor sería el inmueble heredado por el nuevo botuku.
Esas
ceremonias hoy en día serían imposible, si en aquel entonces en que los
terrenos no tenían propiedad definida, era fácil cambiar su situación dado que
las casas eran todas de nipa y con algunas maderas se podía realizar.
Datos
extraídos de: Notas para un estudio antropológico y etnológico del bubi de
Fernando Poo , escrito por el conde de Castillo-Fiel don Carlos Crespo Gil-
Delgado.
fernandoelafricano.blogspot.com
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