Río Consul en el puente del Hospital
GUERRA Y
ARMAS.—
En los
tiempos primitivos de la historia bubi, mucho antes de la arribada del blanco,
la lucha entre los diversos habitantes que habían ido llegado a la Isla, eran
constantes, mataban a los hombres y se llevaban como trofeos a las mujeres y
niños. No hay que olvidar que para conseguir el precio título de Ebaha o
Bohana, era preciso haber matado a un enemigo en combate y como prueba debía
cortar el brazo derecho de su enemigo muerto y llevarlo al poblado a fin de
presentarlo a su Botuku, conservándo luego el trofeo sumergido en aceite de
palma o bien sencillamente ahumado al fuego.
Las leyendas
de los bubis hablan de enconadas luchas entre boloketos y basakatos, que terminó
con la derrota de éstos, los cuales debieron ceder a los primeros grandes zonas
de caza y pagar, además un fuete tributo. Otras leyendas hablan de los combates
entre batetes y bokokos, por pretender apoderarse el botuku de los batetes,
llamado Mai de dos jóvenes de la tribu bokoko de extraordinaria belleza que
deseaba para su harem, consiguiéndolo
por medio de una astuta sorpresa pero siendo al fin derrotado y muerto
en una enérgica reacción de los bokokos.
La mayoría
de veces se comenzaban las hostilidades sin previa declaración de guerra y el
ataque se ejecutaba por sorpresa, pero otras veces se cumplía solemnemente
dicha formalidad enviándose una embajada al pueblo enemigo que declaraba la
guerra empleando términos figurados, tales como Olo bari to a jetasá lojecha lulé (mañana nos
vestiremos los dos la misma ropa) o bien mañana comeremos juntos.
Las causas
de la guerra eran por terrenos de caza, el homicidio o el rapto de alguna mujer.
Si las embajadas para solicitud de
explicaciones y devolución de la mujer raptada no fructificaban se declaraba la
guerra. Se llamaba al pueblo a las armas al son de la trompeta de combate “
M`potutu “y enseguida se cuidaban las defensas del propio poblado obstruyendo
los accesos al mismo con barricadas de troncos y colocando como defensores a
los más débiles y ancianos, que no podían salir a campaña. Cerca del poblado y
escondida en el bosque, se colocaba una pequeña fuerza de reserva con la misión
de acudir en su defensa si era atacado.
Para ser que
en tiempos primitivos se empleaban como armas de guerra las hondas fabricadas
con cuerdas de bosque, con las que arrojaban al enemigo piedras aguzadas,
también los bastones bubis servían para el caso, combatiendo a garrotazos y
utilizando igualmente las hachas de piedra con o sin mango. Posteriormente se
hizo general el uso del venablo de madera o dardo arrojadizo de un metro y
medio de longitud y terminado en una punta provista de varios arpones con
objeto de que el arma no pudiera sacarse del cuerpo sin desgarrarlo. Como armas
defensivas usaban corazas de cuero de búfalo sin pelo con peto y espaldar que les
llegaba hasta la cintura y grandes escudos ovalados de cuero de búfalo sin
curtir, con armazón de madera ligera adornada con sartas de cuentas formando
dibujos radiales y circulares. Dice la leyenda que el primer bubi que empleó el
dardo arrojadizo o “Bechika” para la guerra fue el jefe de “Bualatokolo”
llamado “Etatake”.
En el siglo
XVI o XVII, además de los dardos se utilizaron armas de hierro, ya introducidos
por los blancos, tales como el machete, cuchillo y hachas, y finalmente, desde
principios del siglo XIX , importados por indígenas de lengua inglesa,
empezaron a usarse fusiles de chispa o algunos más modernos hasta que a
consecuencia del Convenio de Bruselas de 22 de julio de 1908, se prohibió la
venta y uso de pólvora a los indígenas. A raíz de los sucesos de Balachá, se
desarmó completamente a los bubis hacia 1917, recogiéndose casi un millar de
fusiles.
Una vez
movilizadas las tropas bubis acudían entre grandes gritos y cantos acompañados
de insultos y alusiones a la cobardía del enemigo. Como táctica de combate
utilizaban con gran frecuencia la emboscada y el ataque por sorpresa,
procurando evitar los encuentros en terreno despejado. Siempre trataban de capturar vivo algún jefe
enemigo, cuyo hecho era propagado a grandes voces para desmoralizar al enemigo.
Aunque los
combates eran sangrientos por la multitud de heridos, los muertos por lo
general no eran demasiados, debido sin duda a lo primitivo de las armas
empleadas, aparte de eso no eran demasiado crueles con los vencidos, ya que se
acostumbraba a la imposición de multas y fuertes tributos y algunas veces con
la entrega de doncellas.
Datos extraídos
del libro Notas para un estudio antropológico y etnológico del bubi de Fernando
Poo escrito por el conde de Castillo-Fiel don Carlos Crespo Gil-Delgado. Editado en 1949.
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