ANNOBÓN II
En 1557
llegó a la isla una pequeña expedición misionera, presidida por el párroco fray
Francisco Pinto Fonseca, de la Orden de Cristo. Su actuación tropezó con la
oposición total de pueblo con el padre sacristán a la cabeza, y así de esta
forma diferentes expediciones llegadas en otros años. Se había formado una
nueva religión católica cuya cabeza visible era este amigo que hemos relatado.
En 1836 fue
visitada por don José de Moros Morellón, catedrático de Náutica, que publicó su
impresión sobre la isla y sus habitantes:
Vino el
gobernador a recibirnos, era un negro de pequeña estatura, descarnado
macilento, desnudo de pie y pierna, con un pedazo de pañuelo por pantalón, el
vientre cubierto de rosarios y cruces, mezclado con huesos, piedrecitas, nudos
de trapo y plumas de gallina. Sus cuatro acompañantes iban desnudos
completamente cargado con los mismos mokisis y rosarios.
En los cinco
días que permanecieron en la isla, Moros se hubo de fingir capellán de navío, a
fin de conseguir más fácil los abastecimientos que necesitaban. Naturalmente se
encontró en el compromiso de celebrar Misa y confesiones, lo que pudo eludir
diciendo que no tenía hostias y que no entendía el portugués para confesar.
Nos describe
la iglesia de San Antonio como un barracón capaz de contener 300 personas de
las 3500 que dice poblaban la isla.
El 1 de
mayo, los españoles 39 tripulantes entre gallegos y andaluces, reembarcaron en
el velero que les había traído desde la Habana, no sin antes Moros Morellón,
con gran solemnidad impartiese a todo el pueblo annobonés por tercera vez la
bendición apostólica.
No volvían
de vacío. Por algunas rastras de abalorios, cuatro o cinco metros de tela, unos
pañuelos de algodón, y algunas botellas de aguardiente bien bautizado,
adquirieron de los annoboneses 64 sacos de harina de yuca, 12 quintales de
pescado seco y muchas cargas de leña. En honor a la verdad hay que decir que le
regalaron al gobernador cuatro botellas de caña que él pidió, “ para matar o
bicho” .
El
catedrático volvió a la isla en los años 1838 y 1839, y el descubrimiento más
sorprendente para el explorador fue que los annoboneses, empezando por su
gobernador y sacristán mayor, es que
ignoraban que la isla perteneciese a la soberanía de España, viviendo
convencidos que todavía seguían siendo portugueses. Eso nos da idea de lo
aislada que estaba Annobón y el poco interés que demostraban las autoridades
españolas por aquellas tierras.
Así siguió
hasta que el 22 de marzo de 1843, llegó a sus playas el bergantín de 14 cañones
“Nervión” a bordo del cual viajaba el capitán de navío y comisario español don
José de Lerena y Barry.
CONTINUARÁ
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