BLANCOS Y NEGROS EN FERNANDO POO- 1º PARTE
JOSE MARÍA
VILA, es un escritor que se ve domina el tema, creo que lo conocí en Santa
Isabel, tengo dos libros suyos: Los Que No Se Van 1967, y Tres Modos De Vivir
1958.
Hoy me ha
donado un amigo varios diarios, y en uno
de ellos del Diario de Barcelona,
aparece un artículo que refleja la vida en Santa Isabel, y me permito copiarlo
en mi blog, por interesante, espero que José Mª Vila o sus descendientes me
permitan publicarlo.
BLANCOS Y
NEGROS EN FERNANDO POO (7 DE JUNIO DE 1956)
Para ser
finqueros allá en los años 1920, se necesitaba un sentido heroico. No estaban
los automóviles al alcance de un mediano agricultor, ni existían los jeeps;
eran desconocidas las neveras automáticas y la sanidad no había logrado mitigar
los efectos de las plagas tropicales. Instalarse en una finca obligaba a
someterse a duras incomodidades. Viven aún terratenientes que utilizaron un
cajón cualquiera como mesilla de noche y durmieron en una cama que tenías las
patas sumergidas en potes de agua, para evitar que las hormigas escalaran el
lecho e impidieran el descanso.
Resultaba
obligado construir la casa con madera, algunas veces con material de buena
calidad, otras con “calabó” madera de menos resistencia. Era aconsejable
reservar la caoba, el ébano etc. Para la venta y con su productor poner en
cultivo nuevas hectáreas de tierra.
Ustedes
habrán de comprender que cuando la vida
del blanco es dura, tiene que resultar dura para los braceros,. Nuestros
finqueros y sus capataces actuaron probablemente algunas veces con mano de
hierro. Ahora bien; los finqueros de nuestros días residen en Santa Isabel o en
la Metrópoli. El gerente de la finca tiene casa bien puesta, nevera a petróleo
y buenos medios de locomoción. No tiene que temer a las epidemias de antaño. Y
si los finqueros y sus encargados han mejorado materialmente, es lógico que
también haya mejorado la situación del bracero
indígena. La vida es fácil para él. Le basta con el pescado salado y si
el arroz que recibe de su patrono como racionamiento, pero utiliza también el
ñame, los plátanos (que son distintos de los que en la Metrópoli se designa con
este nombre) , la malanga, la harina de yuca o el fruto del pan.
El ñame
tiene aspecto de boniato, pero es mucho mayor. Los braceros lo comen hervido,
añadiéndole <>, una mixtura de picante preparada con
aceite de palma y una especie de guindilla que hace las veces de pimienta.
Los del
Niger gustan de comer <>. Lo preparan con yuca rayada, puesta
a fermentación la meten en un saco, al que sobreponen tres palos atados por uno
de sus extremos. Unen luego el otro
extremo de los palos, enrollándoles una cuerda y al hacer presión sobre el
contenido del saco, la yuca queda prensada. Finalmente la tuestan en unas
bandejas metálicas. Esto es <>. Para comerlo añaden
<>.
Otra comida
corriente para los braceros indígenas es el <>. Se prepara
con plátano hervido y aplastado en un almirez. Los del Niger convierten en bolas
esta pasta de plátano, la humedecen en una taza con <> y
se las tragan enteras, sin masticar. Los bubis y otros indígenas en vez de
aplastar el plátano hervido , lo cortan a pedazos lo mezclan con pescado salado
y le añaden <>
Estas comidas
son típicas, pero el alimento normal de los braceros es el arroz hervido con el
aditamento de pescado salado y <>.
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