BLANCOS Y NEGROS EN FERNANDO POO - 2º PARTE Y ÚLTIMA
Estas comidas
son típicas, pero el alimento normal de los braceros es el arroz hervido con el
aditamento de pescado salado y <>.
Los braceros
que residen en Santa Isabel o en sus arrabales indígenas y trabajan como
albañiles, carpinteros, peones o <> (criados) se gastan su
dinero yendo al cine, al futbol, al boxeo entre aficionados, o a sus bailes
típicos. Los de las fincas tienen que divertirse de otra manera. Como los
campesinos de otras latitudes.
Pero tenga
en cuenta el lector que no todos los indígenas trabajan como braceros. Existen
fernandinos que disfrutan de buena posición económica y viven a la europea.
Otros vegetan en pequeñas fincas o en actividades más o menos vulgares y viven
a la manera tradicional,. Otros en fin ocupan plazas en oficinas públicas y
comerciales o trabajan como dependientes de venta. Estas promociones de
oficinistas y vendedores constituyen un factor importante a tener en cuenta
para el futuro de la isla.
Es en las
fincas donde el sentido de tutela tiene expresión concreta. Ustedes no pueden
darse cuenta del tono paternal que hay en el aire enfurruñado del director de
una finca cuando, después de comer, recibe en <> a los
braceros que se creen en el caso de exponerle sus cuitas o hacerle una petición.
En este
punto se preguntará el lector: ¿ Cómo viven los blancos? Pues bien, los
terratenientes gozan de solida posición; los encargados de finca, capataces,
etc. Han alcanzado un desahogo económico que compensa su sacrificio. Los comerciantes (dueños de factoría) tienen
emplazado su negocio en pleno núcleo urbano; no en despoblado; y obtienen
buenos beneficios. Los oficinistas y los encargados de otras actividades, gozan
de un sueldo y una consideración, siempre superior, a la de sus similares en la
Metrópoli. Tienen vivienda gratuita, seis meses de vacaciones cada dos años y
viaje de ida y vuelta a cargo del patrono.
Pero no
vayan ustedes a creer que se enriquecen fácilmente. Viven mejor, a cambio de
residir a cuatro mil millas de Barcelona. Una cuarta parte de ellos amasa un
respetable capital, con el que podrá establecerse por cuenta propia o mirar con
optimismo su vejez. Los restantes viven desahogados, pero no ahorran o bien
acumulan cantidades de dinero que solamente les bastan para darse buena vida y
mantener una discreta ostentación durante sus seis meses de permiso.
Los blancos
de Fernando Poo no llegan a tres mil y probablemente cubren todas las
plazas necesarias en la actualidad. Su vida,
salvo los que residen en las fincas- y estos son minoría- es la normal en una
pequeña ciudad, y en esta normalidad incluye la comida. La única diferencia
estriba en residir lejos de la Metrópoli
y en estar obligados a someterse a las prescripciones sanitarias de la
Colonia que afortunadamente no son muy duras.
Ya en el año
1921, con ocasión de hallarse en Barcelona el entonces gobernador de Guinea,
don Ángel Barrera, reunió en el hotel Ritz a una representación numerosa de
elementos de la Cámara Agrícola de Santa Isabel, y tras estudiar los problemas
de crecimiento de la Colonia, los felicitó por el buen trato que daban a los
braceros y empleados.
Por regla
general, las cosas de Fernando Poo, han ido siempre bien, de acuerdo con las
circunstancias de cada momento. En la actualidad van bien para los blancos y
muy bien para los indígenas. A todo y a todos alcanza en más o menos grado la
prosperidad de aquella tierra tropical.
Y no
saquemos ahora a colación ni los derechos y deberes de cada uno y otros, ni la
caridad cristiana, ni las particularidades digamos congénitas de las razas
humanas. Que mucho de esto habría que aplicarlo tanto a Fernando Poo como a
otras partes y no sería tema adecuado para un reportaje sobre aquella isla.
(Página 11
del Diario de Barcelona del jueves día 7 de junio de 1956).
Fernando el
Africano – Barcelona a 29 febrero de 2016
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